Soledad
El rubio la miraba con unos ojos bastante temibles, no se encontraba nada bien.
- Anímate... hagamos una travesura.-dijo acercándose a ella.
- Adrien no estás consciente de lo que dices, mejor duerme un poco.-respondió algo molesta.
- ¡Vamos! ¡No seas tímida!-respondió tomándola del brazo.
- Contigo en ese estado, no pienso hacer nada.-respondió.
Se soltó del agarre del joven, éste se impresionó por cómo reaccionó, sin que se diera cuenta, se levantó de la cama y rodeo con sus brazos la cintura de la joven.
- ¿Qué estás haciendo?-dijo la chica tratando de soltarse.
- Es porque ya no me quieres, ¿Verdad?-soltó el rubio de golpe.
La azabache simplemente se impresionó por su comentario, sin duda no estaba pensando con exactitud.
- Adrien, no sabes lo que dices, deberías dormir un poco.-respondió tratando de calmarse.
- ¡Claro que sé lo que digo!-respondió casi gritando. - Vas a dejarme, ¿No es así? No lo hagas... no me dejes.-respondió con una voz quebrada.
Marinette escuchó los lamentos de su novio, no sabía lo que decía, pero sus palabras demostraban mucha tristeza.
- No voy a dejarte, jamás.-dijo correspondiendo a su abrazo.
El joven simplemente seguía repitiendo cosas como: "No me dejes" "Quédate conmigo" la chica estaba dándole ánimos, esperaba que mañana todo mejorara.
Después de eso, el rubio volvió a decir cosas absurdas como que hicieran alguna travesura, que fueran más allá, ella no entendió muy bien.
Por un momento hizo una mueca extraña en el rostro, parecía que iba a vomitar, pero por suerte no lo hizo.
Marinette estaba alterada, simplemente lanzó al rubio a la cama y literalmente lo obligó a dormirse, después de algunas horas logró la difícil tarea.
*******
Los primeros rayos de luz fueron presentándose en la habitación, la azabache despertó junto a ellos, volteó a ver al rubio, quien aún dormía tranquilamente, había costado mucho hacerlo dormir, pero valieron la pena todos sus regaños.
- Casi ni pude dormir... no me lo permitió.-dijo lanzándole una mirada asesina al rubio.
Con cuidado de no despertarlo, se levantó de la cama, se miró en el espejo, no se veía muy bien, tenía unas enormes ojeras debajo de los ojos.
Bajó las escaleras hasta llegar al primer piso, ahí se encontraba el pelirrojo quien se estaba arreglando el cabello.
- ¿Tan temprano te has levantado?-preguntó la chica.
- Tú también lo has hecho, no sé por qué te impresiona.-respondió siguiendo con lo que hacía.
- Es cierto, quién soy yo para juzgarte.-respondió la azabache divertida.
- Muy graciosa.-bufó Nathanaël.
- Por cierto, no te lo dije, gracias por habernos invitado a Adrien y a mí anoche, me divertí mucho.-dijo Marinette.
- Y pensé que por lo molesta que terminaste ayer ni siquiera ibas a hablarme, parece que me equivoqué.-respondió el pelirrojo.
- Bueno, es cierto que no terminó como esperaba, pero, la pasé muy bien, además me alegré de haber visto a todos nuevamente, los extrañaba, aunque me sorprendí de que todos vinieran a Italia solo por nosotros.-dijo extrañada.
Nathanaël volteó a ver a su amiga, una sonrisa se formó en su rostro.
- Creo que todos los extrañamos, entre todos organizamos esto, además de que queríamos conocer esta nueva ciudad en la que estaban, costó un poco porque éramos muchos, hasta Chloé, me sorprende la manera en que los recibió, estuvo muy alegre durante toda la noche, ese lado de ella me encanta.-respondió distraído.
- Vaya Romeo, sin duda te ha dejado flechado.-respondió sarcástica.
- No puedo negártelo, así me hace sentir ella.-afirmó.
- Tanta cursilería me ha dado nauseas.-dijo fingiendo hacer una mueca.
- ¡Mira quién habla, la que besó anoche a su querido novio enfrente de todos!-dijo Nathanaël riéndose.
La azabache no pudo evitar sonrojarse, le había devuelto su broma y muy bien hecha.
- ¿Ves? Hasta te pusiste más roja que mi cabello.-respondió riendo a carcajadas.
- ¡Oye!-dijo molesta.
- ¡Quién empieza la guerra, la continua hasta terminarla!-respondió el pelirrojo.
Marinette empezó a perseguir al chico por todos lados, parecían dos niños pequeños jugando y peleándose.
Finalmente logró atraparlo, ambos rieron por su actitud infantil, luego de eso fueron hacia un sofá que había cerca y se sentaron.
- Y dime, ¿Qué ha sido de tu vida?-preguntó la joven curiosa.
- No hay mucho que contar, seguí mi vida como artista, hice algunos dibujos y pinturas, nunca me canso de hacerlo.-dijo el joven.
- Siempre supe que ese era tu talento, deberías darlo a conocer.-sugirió la joven.
- ¿Darlo a conocer?-preguntó confundido.
- Claro, en algún museo de París, deberías presentar tus obras, creo que son muy buenas, además no creo que no acepten después de ver a uno de los mejores artistas de todo París.-dijo la joven levantando sus brazos.
- No exageres... tampoco soy el mejor, pero no sería mala idea lo que dices.-dijo el chico.
- ¡Claro! Y si fuera así, yo iría a ver tus artes.-dijo guiñándole un ojo.
El joven agradeció a la chica por sus palabras, sabía que tenía ese potencial y no quería desperdiciarlo.
De pronto se escuchó un ruido venir de las escaleras, ambos se asustaron y fueron a ver qué pasaba, para su sorpresa, encontraron al rubio haciendo fuerza sobre la barandilla, parecía que iba a caer.
- ¡Adrien!-exclamó auxiliándolo.
- Llevémoslo arriba, está muy débil.-sugirió Nathanaël.
Marinette asintió con la cabeza y juntos cargaron a Adrien hasta llevarlo de vuelta a la habitación, allí lo recostaron, éste renegaba, pero no lo dejaban salir.
- Mi cabeza, me duele.-dijo haciendo una mueca de dolor.
- Tranquilo, descansa.-dijo Marinette reteniéndolo.
- ¿Qué me sucedió anoche?-preguntó confundido.
- Bueno...-dijo recordando. - Luego hablaremos de eso, por ahora descansa.-dijo tratando de evadir el tema.
**************
El castaño se encontraba encerrado en las paredes de su habitación, dio un sorbo a tu taza de café y luego se quedó mirando el paisaje a través del enorme vidrio.
- Señor, lo están esperando para una reunión.-comentó la asistente.
- Dígale que pase.-respondió seriamente.
Se escucharon los pasos de alguien entrar en la habitación, un joven de cabello rubio y ojos azules, se quedó parado mirando al hombre el cual admiraba el cielo.
- Buenas tardes Sr. Ambrossini, perdón si interrumpí su contemplación al cielo.-dijo seriamente.
- No se preocupe, justo quería hablar con usted, tome asiento.-sugirió el castaño.
Ambos se sentaron en sus respectivos lugares, el empresario tomó un cigarrillo de su caja que tenía en el bolso y luego lo encendió, lo consumió por completo en su boca y luego lo dejó salir.
- ¿Gusta de uno?-preguntó mostrándole la caja.
- No, yo no fumo.-respondió el rubio seriamente.
- Vaya, que inoportuno, bueno, no importa.-respondió.
- ¿Podemos hablar de lo importante? No quiero sonar grosero, pero para eso vine.-dijo cruzándose de brazos.
- Se nota que lleva prisa, pero tiene razón, hablemos de ese asunto importante.-respondió metiendo el cigarrillo a su boca.
- Bien, al final decidí aceptar su propuesta, espero que no incumpla nada de lo que está escrito ahí.-dijo el rubio seriamente.
- Por favor Félix, soy un hombre de palabra, no se preocupe por eso que no llegaremos a extremos.-dijo el hombre pensativo.
- Bueno, entonces voy a llamarle y le avisaré.-dijo el rubio levantándose de su silla. - Mientras tanto, no haga nada.-dijo lanzándole una mirada amenazadora.
- No tiene por qué mirarme así Sr. Agreste, estamos hablando de algo muy serio, cometer algún error ahora mismo sería algo muy grave, además no tengo pensado hacer mucho, solo lo que me has pedido, destruir la empresa.-dijo metiendo nuevamente su cigarrillo en la boca.
- Bien, entonces debo retirarme.-dijo Félix.
- ¿Tan pronto? Que visita más corta, pensé que se quedaría un poco más.-dijo jugando con su taza de café.
- Tengo asuntos pendientes, nos vemos luego Sr. Ambrossini.-dijo abriendo la puerta.
Félix se retiró de la sala dejando solo al empresario, a los segundos después sacó unos papeles y se fijó en uno solamente.
- Vas a caer Agreste.-dijo sonriendo malévolamente.
Luego guardó rápidamente el contrato bajo llave asegurándose de que nadie lo encontrara.
Revisó su reloj, ya era bastante tarde, se levantó de su asiento y se retiró de la habitación cerrando la puerta suavemente haciendo causar un ruido temible.
*******
Adrien aún se sentía algo confundido y con dolor de cabeza, no recordaba nada de lo que había sucedido anoche.
- ¿Qué paso anoche? No recuerdo nada.-dijo tocándose su cabeza.
- Bueno... no paso mucho la verdad.-dijo pensativa.
*******
- Ya no me amas como antes, ¿verdad?-preguntó el rubio casi sin voz.
- ¿Pero qué dices? Claro que te amo, solamente no estás en buen estado ahora, deberías hacerme caso y dormir un poco.
- Perdón... perdón.-dijo entre sollozos.
Marinette no entendía en que pensaba el joven, simplemente le brindó un cálido abrazo que le ayudó a sentirse mejor, por alguna razón el joven mencionaba su nombre una y otra vez.
- Ya... tranquilo amor, todo estará bien.-dijo dulcemente.
El joven simplemente se acercó lentamente al rostro de la joven depositando un pequeño beso en sus labios, luego se hizo más largo y apasionado.
A pesar del estado de Adrien parecía que no estaba del todo inconsciente de la situación, pero por alguna razón se sentía mal, como si la necesitara en ese momento, necesitaba a alguien que lo escuchara.
*******
- Perdón...-soltó Adrien de golpe.
- ¿Qué dices?-preguntó la azabache confundida.
- Realmente no recuerdo que sucedió anoche, solo sé que me sentí solo.-dijo bajando la cabeza. - Durante la fiesta mientras charlábamos con los chicos, todos hablaban de sus padres y yo me sentí horrible porque recordé que no tenía a ninguno de los dos, sentía por primera vez la soledad, ese sentimiento que yo creía tener enterrado en el fondo de mi corazón, llegó a invadirme y dejarme así... no sé qué sucedió, perdón si me comporté como un necesitado, si tan sólo no hubiese recordado eso.-dijo mirando al suelo.
La azabache simplemente volvió a ver al joven, el cual se veía entre molesto y triste, con sus manos rodeo su espalda dándole un tierno abrazo, él correspondió al instante, solo esas acciones de ella podían aliviarlo.
- No te preocupes, yo estoy aquí y siempre lo haré.-afirmó la chica.
- Gracias.-respondió el rubio.
Siguieron así por un par de minutos más, Adrien sentía que en los brazos de Marinette encontraba la felicidad, la paz, muchas emociones mezcladas, no quería separarse de ella nunca más.
- Disculpen parejita.-dijo Nathanäel mirando la escena.
Ambos se asustaron y se separaron al instante, el pelirrojo los miraba seriamente, no pudieron evitar sonrojarse.
- No es necesario ponerse así, pero si quieren hacer eso vayan a hacerlo a otro lado.-dijo algo molesto.
- Perdón, no es lo que piensas, realmente nosotros...-dijo el rubio sin terminar la frase.
- Sí, sí, entiendo que necesitan su espacio, pero vayan a otro lado para hacer sus cosas.-dijo el pelirrojo. - Por cierto, los demás ya se han ido a casa, ustedes son los únicos que están aquí.
- ¡¿Qué?! ¿Se fueron a casa nada más? ¿Cómo estaban al despertar? ¿Cómo sabes que lograron llegar a sus casas?-preguntó afligida.
- Relájate Marinette, me encargué de que llegarán bien, es más, los llevé a todos, claro que no fue fácil.-dijo cruzándose de brazos.
- Eres increíble, gracias por dejarnos quedarnos aquí y discúlpanos las molestias.-dijo la chica rascando su cabeza. - Ya nos retiramos, gracias nuevamente.
- No hay de qué, tengan cuidado al regresar.-advirtió el pelirrojo.
- Estaremos bien.-dijo la chica levantándose.
La pareja se levantó de la cama y salieron de la habitación junto con Nathänael hasta llegar a la salida.
- Nos vemos.-dijo Nathänael amablemente. - Ah, Adrien por cierto... la próxima vez no te pases demasiado, te afecta mucho el alcohol, además por lo que sucedió cuando estabas en el cuarto con tu novia.-dijo riéndose a carcajadas.
- ¡Eh! ¿Qué fue lo que pasó?-preguntó alterándose.
- Nada, no le hagas caso, ¡No digas esas cosas Nath, lo asustas!-exclamó molesta.
- Bueno, bueno, una broma no va nada mal, aunque conociéndolos quien sabe qué sucedió en esa habitación anoche.-dijo maliciosamente.
- ¡Ya basta!-exclamó Marinette dándole un ligero golpe en el hombro. - Nos vemos luego Nathanäel.-dijo sonriendo.
La pareja se retiró del hogar del pelirrojo, en todo el camino se tomaron de las manos, el día estaba muy tranquilo, perfecto como para caminar un rato, la fresca brisa pegaba en los rostros de los jóvenes.
- Este día es precioso, pero... deberíamos volver a la oficina ¿No crees?-preguntó la azabache.
- Tienes razón, hay mucho por hacer hoy.-respondió el rubio.
Al llegar entraron al edificio, iban sonrientes y diciéndose palabras tiernas el uno al otro.
- Lamento interrumpir su momento "tierno".-dijo una voz que se acercaba más a ellos.
Ambos se separaron y voltearon a ver a la persona que había hablado.
- ¿Otra vez aquí? ¿Qué es lo que quieres?-dijo en tono molesto el rubio.
El rubio mayor simplemente sonrió por sus palabras, Adrien no entendió su actitud, pero sabía que no era nada bueno que estuviese en el edificio.
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