El plan

El rubio volteó a ver a los trabajadores quienes estaban clausurando el lugar, se volvió a acercar al jefe y le tocó el hombro.

- Solamente le quiero informar... que no voy a permitir que este lugar caiga, lucharé hasta el final.-dijo en tono firme.

- ¿Qué piensa hacer? No pararemos sin una orden de nuestros superiores.

- No lo sé, pero lo que sí le puedo asegurar, es que no permitiré que destruyan una mínima parte de este edificio, pero primero, tengo algo más importante que hacer.-dijo mirándolo fijamente.

- Inténtelo.-dijo elevando la voz.

Adrien simplemente se dio media vuelta alejándose de la vista de aquel hombre, ahora tenía que actuar, lo que había dicho anteriormente no sería en vano.

Se acercó a los dos italianos, estos simplemente movieron la cabeza en señal de una afirmación, ellos estaban con él.

- Muy bien jefe, ¿Qué piensa hacer?-preguntó John en tono curioso.

- De algún modo, tenemos que rastrear la ubicación de Marinette.-contestó.

- Eso va a estar un poco difícil, lo conozco muy bien, ese hombre sabe mover sus cartas.-comentó Lila.

- Veo que conoces mucho de Ambrossini, ¿Podrías brindarnos más información, Lila?-preguntó el rubio.

- Cuando él escoge una víctima, no para hasta haber acabado con ella.-dijo haciendo una pequeña pausa. - Él puede hacerle daño a la persona que tiene capturada, pero su verdadero objetivo es alguien aún superior, Marinette es como la carnada de su plan.-dijo furiosa.

- Entonces... estás queriendo decir qué...-dijo sin terminar la frase.

- Sí, está esperándote Agreste.-dijo Lila.

- ¿Cómo? ¿Cómo sabes todo eso?-preguntó el ojiverde anonadado.

- Bueno, yo...-dijo cambiando su mirada a una llena de melancolía.

- ¡Lila! ¡Ve, corre, sálvate hija mía, no permitas que este tipo te haga daño!-gritó la mujer con todas sus fuerzas.

En ese momento Lila no supo que más decir, ese recuerdo había venido a su mente de pronto, realmente extrañaba a su madre.

- ¿Lila?-preguntó Adrien.

- Estoy bien, no se preocupen.-dijo volviendo a la realidad. - Yo... bueno, no importa como lo sé, lo importante ahora es seguir, no nos quedemos parados, ¡Vamos!-dijo elevando la voz.

Los tres subieron al auto, John arrancó lo más rápido que pudo.

- Espera, ¿Adónde es que nos dirigimos?-preguntó el castaño confundido.

- A la casa de Félix Agreste, mi hermano.-dijo frunciendo el ceño.

Adrien tenía una idea en su mente, pensaba que su hermano tenía que ver en todo esto, de todos modos, desde un inicio, él quería buscaba venganza.

Después de unos minutos, llegaron a su destino, el ojiverde se acercó a la puerta y tocó el timbre.

Nadie respondió.

Volvió a tocarlo.

Lo mismo otra vez.

Le parecía extraño, ¿Dónde podría andar vagando su hermano?

- Esto me parece muy raro, no me da buena espina.-comentó el italiano.

- Mi hermano es una caja llena de sorpresas, no se confíen.

Fue entonces que decidieron rodear la casa, para su sorpresa, había una puerta en la parte de atrás.

Adrien se acercó, movió un poco la puerta y se abrió.

Se adentró al lugar, estaba oscuro, simplemente escuchó unos ruidos, se iba acercando conforme iban escuchándose más fuerte los ruidos.

Hasta que llegó al lugar de origen de aquellas súplicas, vio a su miserable hermano sentado en el suelo abrazando sus piernas, parecía ser que hablaba con alguien.

- Soy culpable... soy culpable.-repetía una y otra vez el rubio mayor.

El rubio se extrañó al ver a Félix en esa situación, tenía un mal aspecto y parecía como si apenas hubiese salido a la claridad.

- ¿Félix? ¡Ey, Félix!-le llamó su hermano.

No respondió, simplemente seguía culpándose a sí mismo.

- ¡Félix! ¡Oye, Félix!-gritó.

No respondió, parecía ser que estaba perdido en su mundo.

En ese momento, Adrien perdió la paciencia y sin pensarlo abofeteó el rostro de su hermano, éste reaccionó al instante tocándose en el lugar dañado.

- ¿Q-Qué? ¿Adrien?-dijo asustado. - No... no me pegues, yo... yo, no fue del todo mi culpa, yo no quería.-dijo quebrando su voz.

- Félix... tranquilo, no te haré nada, cálmate.-dijo ayudándole a levantarse.

John apretó el interruptor y las luces se encendieron, Félix apenas si pudo abrir sus ojos, su hermano le ayudo a acercarse a una silla que estaba cerca y lo sentó.

- Félix... dime, ¿Por qué hiciste todo esto?-dijo tratando de mantener la calma.

- Yo...-dijo casi sin voz. - Él me obligó, me dijo que me haría su socio y me pagaría muy bien, que me daría muchas oportunidades, que podría vengarme, hacer tu vida miserable, y... yo le creí.-dijo mientras una lágrima caía por su mejilla.

- ¿Aun así confiaste en ese tipo? ¡¿En qué pensabas Félix?!-dijo Adrien frunciendo el ceño.

- Oye, no vengas a mí a recriminarme, ¡Tú hiciste lo mismo!, firmaste un contrato con él, ¿Y qué hizo?, te engaño.-dijo pronunciando en voz alta sus últimas palabras. - Fuiste tan ingenuo como yo, así que en parte es tú culpa lo que está sucediendo en este momento.-añadió el rubio mayor.

- ¡Al menos yo no lo hice con malos méritos!

- ¡Cállate! ¡No entiendes nada, Adrien!-gritó.

- ¡Si tan sólo hubieras hablado conmigo igual que antes, esto nunca hubiese sucedido Félix, eres un inmaduro!-dijo mirándolo fijamente.

Las últimas palabras dichas por el ojiverde habían causado que su corazón se encogiera, bajó la cabeza sin decir más, sabía que todo era su culpa, en ese momento, él quería dejar de existir.

- Perdón... perdóname hermano.-dijo cambiando su mirada.

- Félix... perdón, no quise hacerte sentir mal.-dijo rascando su nuca. - Yo... yo sólo quiero que nuestra relación vuelva a ser como antes, pero, en primer lugar, ¿Por qué te alejaste de mí? ¿Qué te hice yo para que me guardaras tanto rencor?

- Adrien-dijo el rubio mientras se le hacía un nudo en la garganta. - Te tenía envidia.-soltó de golpe.

El ojiverde se impresionó por la respuesta del rubio mayor.

- Siempre estuve celoso de ti, de la relación que tenías con nuestros padres, porque, Adrien, siempre estuviste tú primero, mi padre te entregó la empresa familiar, mi madre estuvo llamándote siempre hasta el último minuto de su vida, Adrien... tú cambiaste su vida, yo en cambio, no fui de mínima importancia para ellos.

- ¡Eso no es cierto! ¡Tú también fuiste un gran regalo para ellos! El primer hijo que tuvieron.-respondió.

- ¡Nadie en mi familia nunca me apreció o me quiso!-soltó de golpe.

- ¡Yo lo hice!-exclamó Adrien. - Nunca lo entendiste, pero yo siempre te admiré desde pequeño, ¡Yo quería ser como tú Félix!-dijo cerrando sus ojos.

- Adrien...-dijo Félix petrificado.

- Siempre te vi como mi ejemplo, mi mejor amigo, mi confidente, mi hermano mayor, Félix... tú eres lo único que me queda de familia, por eso quiero estar contigo hasta que llegue el día en que todo termine, ¿Qué dices Félix, aceptas?-preguntó haciendo una leve sonrisa.

No hubo respuesta, simplemente el ojiazul abrazó a su hermano, Adrien se sorprendió por su acto, pero luego correspondió a su abrazo, por fin había conseguido lo que siempre había querido.

Volver a tener a su querido hermano.

- Gracias Adrien, gracias.-dijo en voz baja Félix.

Adrien simplemente sonrió, él nunca le había dicho algo así, pero finalmente sentía una paz en su interior.

- Detesto interrumpir este hermoso momento familiar, pero... hay algo más importante.-bufó Lila.

- Oh, es cierto, Félix, necesito tu ayuda.-dijo el rubio deshaciendo el abrazo.

- Dime qué necesitas.-dijo firmemente.

- Necesito que me brindes información, acerca de Stefano Ambrossini, cualquier cosa mínima puede servir.

Los cuatro se reunieron en una mesa que había cerca y empezaron a charlar acerca de su plan.

- Stefano Ambrossini, empresario italiano muy reconocido, treinta y ocho años de edad, según lo que leí en su currículum él es traficante de mujeres.-comentó Félix. - Él tiene el don de mentir, engañar a otra persona, tal como lo hizo con Adrien, cuando mi hermano firmó el contrato, desde ese momento, él aceptó que la empresa pasara a propiedad suya y que podía hacer lo que quería con sus empleados.

Adrien se quedó petrificado, no podía creer todo lo que escuchaba, había sido tan ingenuo todo este tiempo.

- Eso fue lo que sucedió con Marinette, ella es fundamental para atraerte a ti, pero si no haces algo pronto, puede que se aproveche de ella o la venda a alguien más, yo recientemente conocí todo esto, era muy curioso y me fijaba en todos los papeles que tenía guardado Ambrossini, logré hallar la llave que ocultaba y así fue como supe todo, en ese momento supe que me estaba engañando, quise renunciar, pero, para ese entonces, ya era demasiado tarde.

- Nunca pensé que un hombre tan exitoso pueda tener ese lado tan oscuro y perverso.-dijo John sorprendido.

- Uno nunca sabe cómo es la gente realmente, ocultan cosas, una decisión por más pequeña que sea, puede cambiar tu futuro de una manera enorme.-dijo el rubio tocando su nuca.

Lila simplemente bajó la cabeza por lo que había dicho Félix, ella también ocultaba algo, algo que no quería decir.

El rubio mayor observó a la ojimiel, notó su actitud de extrañez, ésta simplemente movió la cabeza y siguió escuchando la conversación de sus compañeros.

- Yo... pienso que deberíamos empezar por el lugar donde ocurrieron los hechos, el gran Salón Fontana Di Trevi, donde organizó la gala.-sugirió Lila.

- Eso sería un buen inicio, entonces, no esperemos más y ¡Vamos!-dijo Adrien animado.

Los cuatro se miraron unos a otros, chocaron manos y luego salieron del lugar.

Sabían que si estaban unidos, podrían lograrlo.

*********

La habitación estaba a oscuras, ella no podía ver nada, pero seguía consciente de lo que estaba pasando, le parecía raro que todavía no estuviese muerta.

- ¿Cuánto llevo encerrada aquí?... ¿Será que alguien va a encontrarme?-dijo mientras una lágrima caía por su mejilla.

Sus pensamientos se esfumaron al escuchar unos gemidos muy cerca de ella, se asustó, su piel se erizó al escuchar como esa persona se retorcía de dolor, ¿Dónde se encontraba? ¿Qué clase de lugar tétrico era ese?

Se siguieron escuchando aquellos gritos y alguna que otra risa, quería irse pronto.

Escuchó unos pasos acercarse hacía ella, simplemente movió la cabeza en dirección donde se escuchaba más fuerte.

Sintió como unas manos se postraban en sus hombros, hizo un ligero salto, hasta que una luz tenue alumbraba el lugar, y frente a ella se encontraba el empresario observándola.

- Disculpa, ¿Te asuste querida Marinette?-preguntó sonriendo.

- ¿Cuánto tiempo más piensas tenerme aquí? ¿Por qué todavía no me has matado?-preguntó frunciendo el ceño.

- Querida, ese no es mi objetivo, yo no quiero matarte.-dijo acercándose lentamente. - Al contrario, te quiero toda para mí.-dijo cambiando su tono de voz.

Se acercó lentamente a su rostro, estuvo a punto de unir sus labios con los de la joven, pero ésta oponía resistencia y luego le escupió en la cara.

- ¡Mocosa malcriada!-gritó.

- ¡Déjame ir!-dijo subiendo su tono de voz.

En ese momento, ella sintió un pinchazo en su brazo, gritó del dolor que sentía, él simplemente lo apretaba más y más, gritó hasta quedarse afónica, luego, de repente se había calmado.

Ambrossini sacó la aguja que le había metido, empezó a sangrar su brazo, pero ella no se preocupó, se había quedado inmóvil.

- Si no quieres que vuelva a suceder, no vuelvas a faltarme el respeto chiquita.-dijo enfurecido.

- Eres... eres de lo peor.-dijo mientras su voz se apagaba. - ¿Q-Qué me has inyectado?-preguntó casi cerrando los ojos.

- Un calmante, para que te tranquilices un poco y dejes de gritar como loca.-dijo mirándola.

Tomó con una de sus manos su rostro y frunció el ceño.

- A partir de ahora, harás todo lo que yo te diga, si no quieres morir.-dijo en tono amenazante.

El italiano se levantó y se retiró de aquel lugar cerrando la puerta con todas sus fuerzas.

Marinette tocó su brazo dañado, estaba sangrando un poco, le dolía cada vez que lo tocaba, en ese momento se sintió inútil por no poder hacer nada para salir de ese lugar.

Sus pensamientos fueron interrumpidos al ver como un cuerpo caía rendido al suelo, parecía ser una mujer.

Se asustó al ver su aspecto horrendo, ¿Acaso ella terminaría igual?

Fue en ese momento que Marinette supo que no estaba sola, habían más personas allí, pudo diferenciar únicamente a dos mujeres, ¿Qué tenía este tipo con las mujeres?

Muchas dudas rodaron en su cabeza, pero no podía responderlas todas, simplemente se quedó allí, sin fuerza alguna, esperando poder despertar al siguiente día.

Poco a poco, estaba muriendo internamente en ese lugar.

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¡Actualicé al fin!

Espero que les guste este capítulo, voten y comenten.

Gracias por cada día seguir apoyando esta hermosa historia y por hacerme llegar a los 24k.

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