¿Empezamos ya?
─Bien, Raziye ya se caso.──Dije después de que Ibrahim terminase de hablar.
──Si asi es, cualquier cosa Rusia y China estan al tanto.──Ibrahim dejo los documentos.──Me es extraño.
──¿Que es extraños?
──Todos los niños de este palacio ya no queda ninguno.
──Lo sé, Fatma esta casada al igual que Mihrimah.──Mire a la ventana con añorazan.──Mehmed, Selim y Bayaceto ahora soy padres, y cada uno esta en sus respectivas provincias.
──No quede ni un solo niño en este palacio, ni siquiera los de Mukerrem, pues ellos también estan en sus respectivas provincias, al igual que Murad.
──Lo sé, solo quedamos tan solo los viejos en este palacio, supongo que es ley de vida.
──Lo es.──Sonrió Ibrahim.──Se siente vacío el palacio sin ellos.
Simplemente asentí ante lo que dijo, luego de unas conversaciones más con Ibrahim y los miembros del consejo salí de la sala donde se manejan los asuntos de estados y comencé a caminar hacia el carruaje que me llevaría a la mezquita Ismihan.
En unos diez o quince minutos llegue a mi destino, baje y vi lo imponente que se veía, digno lugar de sepultura.
──Hola.──Saludé a la tumba que tenía frente mío.──Hace unos meses se llevaron las bodas de Mihrimah y Fatma, fue realmente divertido, Fatma lucia hermosa y estaba feliz de casarse, mientras que tu mini copia estaba que ahogaba a su futuro esposo, ahora ambas son Emperatriz de reinos muy poderosos.
Mire la Tumba con una leve sonrisa.
──Ya no queda ninguno de nuestros pequeños en el palacio, pero lo que si, es que dentro de poco se volverá a librar otra batalla por el trono.──Solté un suspiro.──Desearía que estuvieras a mi lado.
Casi siempre venia a visitar la tumba de Hurrem, era una costumbre que tenía cuando era Rosne, recuerdo haber ido al campo santo y conversar por horas con mi madre y hermano, me gustaba pensar que me escuchaban.
Antes de salir mire por última vez la Mezquita, aquella mezquita que había mandado a construir para Hurrem, decorada con oro y piedras rojas, del mismo color que su cabello, podría decir que era mucho más imponente que la mezquita azul de Ahmed I.
Una mezquita digna de una maravillosa Sultana.
La hija de Mükerrem miraba con resentimiento el palacio Safavida, había sido educada para odiar a ese pueblo, pero si quería entronar a sus hermanos, tenia que fingir su mejor sonrisa y hacerse la loca.
El rey Alexis de Polonia miraba a su ahora esposa, era perfectamente consciente de que Raziye no lo amaba y solo quería su poder.
──¿Alteza?──Raziye lo observo.
──No pasa nada.
La sultana asintió y comenzo a hablar con el Sultán Safavida y su favorita Firuze, ambos empezaron a planear todos los movimientos y planes que podían usar para tener el Imperio Otomano en sus garras.
Y lo que ellos no sabían es que mientras planeaban todo, nosotros, es decir los otomanos, estabamos un paso adelante.
Mientras que yo analizaba todo, Rusia y China también hacían sus propios planes, tendríamos tantos planes como letras del abecedario.
Si uno fallaba, usariamos otro y así sucesivamente.
Aunque claro que la idea no era perder ningún plan, pero por si las dudas no estaría de más.
──¿Gulfem?──Pregunte a Ibrahim.
──No ha presentado ningún movimiento sospechoso, pero, ella es astuta, quizás aproveche el momento que estemos todos en batalla y reclame el trono.
──Hay que estar preparados para eso, necesitamos a alguien de confianza que este en la sala del trono y que no se mueve de ahí.
──Tendremos que buscar un jenizaro que no sea Ferhat, él encabezara a los jenizaros.
──Mi Mehmed conoce a un jenizaro, él es de confianza.
──Tiene que conocerlo.
──Lo haré.
──Madre.──Hablo Mehmed.──Este es el jenizaro del que te hable.
Mire al joven que tenía al lado, no pasaba de los 24 y era alto.
──Emperatriz.──Reverencio.
──Ilhan, ¿No es así?
──Ese es mi nombre Emperatriz, ¿Que necesita de mí?
──Como bien sabes, Raziye quiere entronar a uno de sus hermanos, y Gulfem quiere a su hijo en el trono.
──Comprendo, estaré al frente de la batalla.
──No, esa no sera tu misión.──Dije.──Tu misión será quedarte en la sala del trono.
──¿Que hare yo allí?
──Cuidar del trono otomano, tú vigilaras que nadie se siente en ese trono.
──Lo haré.
Mire sus ojos, se parecían un poco a los de Fatma, pero quizás era lo mismo que con Kasim, los ojos de Fatma eran comunes.
Asentí y junto a Ibrahim me retire de ese lugar, ya tendríamos a alguien que cuidaría a el trono.
Ojalá me hubiera dado cuenta en ese momento que había dejado con un sentimiento inexplicable a Ilhan.
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