Ahora es Sultán.
Hoy era ese maldito dia donde empezaba la novela del Sultán, el dia en que Suleiman asume al trono.
Mire desde las ventanas enrejadas del antiguo palacio, sentía como mi pecho ardía, dolía, seguía doliendo.
Nunca más volveria a ver a mis hijos, y todo por que, Por que fui lo suficientemente estupida para dejar solos a mis hijos, no debí haber salido.
Realmente tenía una mano en el pecho, todavía dolia, dolia en el alma.
Supe que Suleiman se había enterado de la noticia, pero nunca vino a verme, él específico que no quería ver a la culpable de la muerte de sus hijos.
También supe que Gulfem había tenido un hijo, el Sehzade Murad, le envie una pulsera de oro y una carta, una que nunca fue respondida.
Los solitarios días de en el viejo palacio, pronto se convirtieron en meses y los menes en años.
Casi nunca recibía cartas, esencialmente solo una que otra de Ibrahim, el cuál siempre me enviaba una pequeña suma de dinero para que pudiese mantenerme.
Luego estaba Alexandra, ella enviaba cartas con mucha frecuencia, no se por qué o como se había enterado de mi situación, pero el recibir una carta de ella hacía que me sintiese menos sola.
La futura Haseki junto a pargali Ibrahim fueron los que más se preocuparon por mí y eso era algo que agradezco.
Mi rutina era básica, si no estaba respondiendo cartas, estaba rezando por el alma de mis hijos.
Y si no estaba haciendo ninguna de esas actividades, estaba practicando la magia negra, ni siquiera yo sabía por que lo hacía, simplemente me entretenia haciendola.
Por otras mujeres del palacio me entere también que Mukerrem había quedado embarazada nuevamente.
Ojalá muriese en el parto, pero no, sobrevivió y era la madre de tres niños, dos Sultanas y un Sehzade.
Cuyos nombres eran: "Kasim, Raziye y Seher.", algo que históricamente no debió haber pasado, ss supone que todos sus hijos morirían y ella estaria en el viejo palacio.
Sin duda a Hurrem se le venían algunas cosas, si ella no lograba dar a luz a todos los hijos o inclusive más, perdería en Topkapi.
Los cañonazos me sacaron de mis pensamientos, dandome a entender que ya había comenzado la ceremonia de asunción al trono.
Camine hasta la ventana con la intención de ver algo, pero nada, evidentemente, los palacios tenían una distancia relativamente alejadas, por lo que me quedaba esperar a que vieran los soldados gritando: "Larga vida al Sultán Suleiman, que Allah guíe su espada."
Luego de unas tres horas, vinieron los soldados gritando esa frase, dandome a entender de qué aquí empezaba el verdadero juego de Topkapi, Suleiman, Hurrem y Mukerrem.
Ni siquiera estaba completamente segura de que es lo que podría pasar en este juego, por que todo había cambiado.
Ojalá Hurrem fuese la ganadora tal y como en el pasado, yo me limitaría a apoyarla desde el viejo palacio.
──¿Cualquier cosa?──Pregunto Hurrem en un turco mal pronunciado.
──Cualquier cosa rosa mía.──Afirmo el Sultán mientras le acariciaba el cabello.
──Vera, tengo una amiga en el viejo palacio.──Hurrem inicio.──Quisiera tenerla cerca mío.
──Dime su nombre y la traere de inmediato.
──Mahidevran Gulbahar, ese es el nombre de mi amiga.
La mirada de Suleiman se torno entre una mezcla de desconfianza y sorpresa, ¿Como es que ellas dos eran amigas? Si se suponía que no se conocían.
Hurrem al ver que el hombre dudaba, se acerco y dejo un posesivo beso sobre sus labios, haciendo que él Sultán volviese a agarrarle la cintura.
Si algo le habia dicho la Sultana Sah, es que si una queria algo de un hombre solo había un camino y ese era la seducción.
──Por favor.──Rogo la rutena entre jadeos de placer.
──Mañana a primera hora Mahidevran estara en este palacio.
Hurrem sonrió, ya había logrado su primer cometido, ahora solo le faltaba:
-Ser la madre de tres príncipes.
-Hacer que Mukerrem fuese al antiguo palacio.
-Y deshacerse de Ayse Hafsa, sabía que la vieja la odiaba y que ni bien se presentará la oportunidad, se desharia de ella.
Pero ella no era Mahidevran, ella era mucho más astuta y podria jugar perfectamente el juego de la Valide y Mukerrem.
Y para ser la ganadora, no le importaría pasar por encima de quién sea con tal de tener el trono otomano entre sus manos.
No dudaria en traicionar a quién se volviese un estorbo para su camino.
Topkapi ni nadie en el mundo estaban preparados para el caos que vendrían.
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