Adiós mi amada Haseki, Adiós mi amada Sultana Hurrem.

──Madre, ya.──Mihrimah miro con tristeza a su madre.

Una semana después de la llegada de la princesa escocesa, la enfermedad de Hurrem había empeorado rápidamente, los síntomas se habían vuelto muchos más agresivos y una que otra vez la Sultana rusa se había llegado a desmayar, claro que esto nunca paso en presencia mía, puesto a que yo me hubiese enterado.

──Madre, esto no te hace bien.──Fatma miro con tristeza a la Haseki.──Puede empeorar y podrías...

──¡Ni se te ocurra decirlo!──Grito Mihrimah.──Mamá es fuerte, ella no morirá.

──Mis preciosas Sultanas.──Hürrem sonrió levemente.──No se preocupen, me repondre.

──Pero...──Mihrimah miro a su madre.

──Estaré bien Sultana.──Hürrem dirigió su vista a la ventana.──Por favor, dejenme sola, necesito descansar.

Fatma y Mihrimah se apresuraron en hacer la reverencia para salir de la habitación, ninguna de las dos era tonta, sabían que la Haseki mentía.

Ambas sabían que Hürrem era consciente de que ella en algún momento podría dejar de existir en este mundo terrenal.

Por lo que ambas corrieron en busca mía.

──Madre.──La voz de Mihrimah me saco de mis pensamientos en ese Entonces.

──Mis amadas niñas.──Sonreí.──¿Qué ocurrió?

──Tenemos malas noticias.──Fatma miro sus manos con nerviosismo.──Realmente no sabemos por donde empezar.

──A estas alturas nada puede ser peor, ya tengo a dos sultanas más que acechan mi trono y problemas con otros dos imperios, ¿Qué más quieren agregar a mi lista?

──La enfermedad de Mamá.──Mihrimah miro al suelo.

"La enfermedad de mamá." Esa simple oración hizo que en ese momento todo a mi alrededor dejase de tener sentido y mis pensamientos solo pararon en mi amada de cabellos fuego.

──¿Que sucede con mi Sultana?──Pregunte nerviosa.

──No soy medico pero...──Inicio Fatma, viendo como Mihrimah miraba al suelo intentando no llorar.──Ha empeorado bastante, incluso ha llegado a desmayarse en considerables ocasiones.

──¿¡Y por que no me avisaron en esos momentos?!──Grite.──¿¡Es que yo estoy pintada?!

──No es eso Emperatriz, la Sultana Hürrem nos pidió que no le dijéramos.──Mihrimah tomo el control de la situación.──Ella misma dijo que no le informáramos nada, que eran simples desmayos.

──Allah...──Susurré.──Se que su enfermedad tiene cura, a ella no le pasara nada, estemos tranquilas.

──No madre.──Le dediqué una mirada a Mihrimah.──Antes de venir aquí, nos encontramos con Sumbul, nos explico que la enfermedad de mi madre no tiene cura.

No necesite escuchar nada más para levantarme e ir hasta donde se encontraba la pelirroja, y allí la vi, postrada en su cama mirando hacia le ventana.

──Supongo que mis pequeña no pudieron con el secreto.──Ni siquiera me dirigió la mirada.──¿No es así?

──¿¡Es que nunca pensabas decirme?!──Reclame.

──No, menos en la situación tan tensa que estamos viviendo.

──Por Allah Hurrem, esto es más importante que cualquier derrocamiento, ¿Realmente no pensabas decírmelo?

──No, no quería agregarte una carga más.

──Tu nunca serias una carga para mi.──Me senté para mirarla fijamente.──Pero...¿En verdad no vas a luchar contra la enfermedad?

──¿Por que lo haría? Si ya es evidente que me gano.──Ella me miro.──Escucha Mahidevran, no le tengo miedo a la muerte en lo absoluto, puesto que ya la experimente una vez.

No dije nada, solo me dedique a observarla.

──Somos humanas y eso es parte de nuestra naturaleza, no viviremos eternamente.──Hizo una pequeña pausa.──Soy consciente de que no me queda mucho tiempo, pero, ¿Serias capaz de prometerme algo?

──Lo soy.

──Me alegra oír eso.──Hurrem sonrió y tomo mi mano entre las suyas.──Quiero que estés conmigo hasta que de mi ultimo suspiro, quiero que el final de mi vida sea un primavera eterna, ¿Crees que puedas ayudarme con eso?

──Si es lo que quieres.──Dije con un nudo en la garganta.

──Gracias.──La rusa coloco su frente contra la mía mientras cerraba los ojos, realmente no se como podría vivir sabiendo que ya no la vería nunca más.

Los meses habían pasado con demasiada rapidez para mi gusto, y era más que evidente que la salud de mi amada rusa se había deteriorado de la misma manera, pero tal y como ella me lo pidió, me encargue personalmente de hacer su vida una primavera eterna.

Rafat y Hande se la habían pasado todo el tiempo con su abuela, Emine y Adelaida se la pasaban atendiéndola y animando a la Haseki, nuestros hijos se habían dedicado a hacerla feliz.

Yo me había dedicado a estar a su lado como siempre y darle todo el cariño que ella necesitase, su cabello rojo paso a tener algunas canas, pero aun así seguía siendo la mujer más perfecta a mis ojos.

Y ahora estábamos las dos solas en nuestra habitación, tal y como la novela, después de celebrar un pequeño almuerzo en honor a la Haseki, estamos las dos en soledad de la habitación, y con un aura fúnebre en la misma.

Hurrem estaba acostada en mis piernas, su respiración se había tornado dificultosa, y ahí entendí que ese seria el momento donde tendría que decir Adiós a la persona que más ame, y muy probablemente la única persona a la que amaría con mi alma.

──¿Esta será la última vez que nos veremos?──Pregunte acariciando su cabello.

──Al menos en esta vida si.──Sonrió con tristeza.──Mi Mahidevran, cuida de todos nuestros pequeños, no permitas que nada les pase.

──Tenlo por seguro, ninguno de nuestros hijos saldrán heridos de esta guerra.──Asegure e inevitablemente las lagrimas empezaron a caer.

──No llores, no tienes por que hacerlo.

──No quiero que te mueras, quiero que te quedas conmigo.──Dije sollozando y abrazándola.──Quiero que vivas muchos años, que me entierres a mi.

──En otra vida te prometo que lo hare.──Hurrem sonrió levemente.──Iré todos los años que me queden de vida a visitarte al cementerio, nos volveremos  a encontrar, quizás en una vida eterna o una reencarnación nuestra.

──Espero que eso sea pronto.

──Lo será vida mía, lo será.──El brillo en sus ojos iba desapareciendo.──Hasta ese entonces espérame, no te fijes en alguien más.

──Ni aunque quisiera lo haría, te buscare en todas mis vidas, ya sea Rosne o Mahidevran.

Y con una última sonrisa, la vida de aquella mujer de cabellos fuego se extinguió, dejándome con un amargo sabor en la boca y un vacío que ni en mil años podría describir.

La había perdido, ella ya no estaría conmigo, ya no estaría mi hermosa sultana a mi lado.

Y quien diría que mientras todos en el palacio llorábamos la muerte de la pelirroja, la maldita hija de Mükerrem estaba celebrando que su triunfo había salido perfecto.

Raziye celebraba haber acabado con mi amada esposa.

X: ¿No puedes estar ni 10 capítulos sin acabar con la vida de alguien?

Taiyo: No, siguiente pregunta.

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