C10 : Pedido de ayuda y Pesadilla en el hospital

Nota: El inicio puede tener un tono más intenso, ya que busca capturar la confusión adolescente que surge al descubrir nuevas emociones. Estas emociones van más allá del simple amor y comienzan a explorar el terreno de la atracción sexual. A lo largo de los próximos episodios, este tema se irá profundizando.

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Connie descansaba sobre su toalla en la playa, disfrutando del aire fresco que le acariciaba la piel. Miraba cómo Lisa montaba un dragón gigante de las montañas, mientras el perro-cóptero se quejaba porque su castillo de arena no aguantaba estar en pie.

—Es demasiado difícil— se quejó el perro, dejando su cubo a un lado.

— Jajaja, tranquilo, solo aumentale más agua a tu mezcla— dijo Connie sin moverse.

Una risa suave llegó junto con el viento, una voz tan familiar que hizo sonreír a Connie incluso antes de verla.

—Veo que estás disfrutando del sol, amor— dijo la voz, llena de picardía.

—¡Nora! Me alegra que... — empezó Connie, pero sus palabras se cortaron de golpe.


Frente a Connie no solo estaba Nora, sino también otra mujer, una figura que solo había visto una vez, en un cuadro colgado en la casa de su novia. Ambas lucían bikinis que apenas cubrían lo necesario, dejando entrever sus curvas de manera provocativa.

—¿Qué pasa, cariño?— dijeron las dos al mismo tiempo, con una sonrisa juguetona. Sus voces tenían una mezcla de inocencia y picardía que hizo que el estómago de Connie se retorciera.

—Pensé que te gustaba verme así— continuaron, acercándose lentamente.

Connie tragó saliva, notando cómo el calor subía por su cuello hasta sus mejillas. Nora y la otra mujer se detuvieron frente a ella, sus miradas intensas clavándose en la suya.

—Vamos... Me gustaría que me ayudaras con mi bloqueador...— dijeron al unísono, dejando caer las botellas de crema solar junto a ellas antes de echarse boca abajo sobre dos toallas en la arena, con sus espaldas expuestas y sus bikinis desabrochándose lentamente.

El corazón de Connie latía con fuerza. Su rostro estaba encendido, y no solo por el calor del sol. Nora dejó que el bikini cayera por completo, sus hombros desnudos brillaban bajo el sol. La otra mujer, robusta y con una piel clara, hizo lo mismo, soltando un suspiro suave que resonó en los oídos de Connie.

—Adelante, corazón...— susurró la robusta mujer, con una voz melodiosa y seductora, mientras se giraba levemente para mirarla con una sonrisa.

Connie no sabía cómo reaccionar. Sentía sus manos temblar mientras tomaba la crema solar. Sus dedos torpes se llenaron del líquido, y, con el pulso acelerado, se inclinó para comenzar a masajear la espalda de la pelirosada. La piel suave bajo sus manos hizo que se le escapara un pequeño jadeo. La gran mujer, al sentir el toque, dejó escapar un gemido sutil, que pareció llenar el aire con una tensión palpable.

A medida que sus dedos se deslizaban por la piel cálida, Connie no podía evitar sentir una mezcla abrumadora de deseo y vergüenza. La mujer también comenzó a moverse lentamente, su respiración pesada acompañando el ritmo de los masajes.

—Estás haciendo un buen trabajo, cariño...— murmuró Nora al oído de Connie mientras la abrazaba por las espaldas y le daba un leve beso en el cuello.
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Connie se incorporó de golpe, con la respiración agitada. Se llevó las manos a la cabeza, tratando de aclarar su mente nublada por el sueño. No era la primera vez que soñaba con esas dos en situaciones comprometedoras. Un cosquilleo recorrió su cuerpo, centrándose en la parte baja de su abdomen, mientras gotas de sudor bajaban por su piel.

Miró el reloj en su escritorio: las 4 de la mañana. Resoplo, dejándose caer de nuevo sobre la cama.

—¿Por qué...?— susurró, cubriéndose la cara con las manos, mientras el calor de aquel extraño sueño seguía revoloteando en su interior.

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Nora se levantó temprano, cuando apenas eran las seis de la mañana. Aún con el sol saliendo, ya estaba en la cocina, preparando su avena. Los recientes problemas con las gemas habían alterado su vida, y había faltado tanto a clases que, en un principio, consideró seriamente retirarse de la escuela.

Sin embargo, Greg le sugirió que no lo hiciera; después de todo, al parecer, hacía años las gemas habían llegado a un acuerdo con el alcalde anterior para que Nora recibiera un trato especial. Cuando alcanzara la edad adecuada para unirse a las misiones, tendría permitido tomar exámenes especiales que la ayudarían a avanzar un año en sus estudios. Por esa razón, ahora mismo pasaba las mañanas encerrada en su habitación, rodeada de libros, preparándose para esas pruebas.

Llegada la tarde, Nora decidió que necesitaba un descanso. Guardó sus libros y bajó a la cocina para merendar algo. Al llegar a las escaleras, escuchó a su padre quejarse en la sala.

—¡Ah, no otra vez! ¿Por qué justo ahora?— decía Greg, golpeando suavemente el televisor, que solo mostraba estática —¡No, no hoy!— exclamó golpeando el televisor con más fuerza —¡No en plena Eurocopa, esto no puede estar pasando!—

Nora sonrió y se acercó a la sala —¿Qué pasa, papá? — preguntó, divertida —¿Crees que sea otro nido de aves en la antena?—

Greg negó con la cabeza, alterado —No... Ya revisé eso. Lleva comportándose así desde ayer, aunque esta vez no salió ese mensaje extraño—

—¿Mensaje?— Nora frunció el ceño —¿A qué te refieres?—

Greg se encogió de hombros —Sí, apareció una chica vestida de verde, diciendo algo sobre que estaba varada y necesitaba refuerzos. Te soy sincero, por un momento pensé que era una gema... Pero ustedes las derrotaron, ¿verdad? —preguntó Greg, con un tono entre divertido y curioso.

Nora sintió un pequeño nudo en el estómago.

—S-sí... claro que sí —dijo, intentando sonar casual — De todas formas, hablaré con las chicas al respecto—

Sin esperar la respuesta de su padre, giró rápidamente hacia las escaleras.

—¡Voy al templo, no me esperes para cenar!— gritó mientras subía apresuradamente, dejando a Greg un tanto desconcertado en la sala.

Nora entró apresuradamente a su cuarto, se puso la chaqueta, y, sin pensarlo dos veces, saltó por la ventana, comenzando a correr a toda velocidad hacia el templo. Al llegar, vio que las Crystal Gems ya estaban listas en el portal, a punto de irse.

—¡Chicas… esperen…! —dijo Nora, jadeando mientras recuperaba el aliento.

—¡¿Nora?! —exclamaron Amatista y Perla, ambas con expresiones distintas: una radiante de alegría y la otra visiblemente preocupada.

—¿Qué dijimos de incluirme en tres de cada cinco misiones?— dijo Nora, tratando de sonar seria, aunque aún estaba agitada.

—Lo… lo pensamos, pero sabemos que estás preparándote para tus exámenes, y no queríamos distraerte— explicó Perla, nerviosa y desviando la mirada.

Nora aún tenía ciertos resentimientos hacia Perla por lo que pasó con Connie, pero estaba intentando perdonarla. Sabía que Perla no era mala y que, con tiempo, podría cambiar.

—Aun así, al menos podrían avisarme. Ya terminé mi sesión de estudio por hoy, así que, ¿puedo acompañarlas?— Nora puso ojos de perrito triste.

Garnet soltó un leve resoplido y, con una pequeña sonrisa, le hizo uno gesto para que subiera al portal. Amatista se animó aún más, mientras que Perla, en cambio, se puso visiblemente nerviosa. Hace no mucho tiempo Nora había usado la baba de los robonoides de Peridod para poder arreglar el portal que dirigia hacia la torre de comunicaciones teniendo en cuenta que este día llegaría.
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—¿Aquí otra vez?— preguntó Nora al ver la estructura— ¿No se supone que esto lo desmantelaron… "permanentemente"?—

—Así debería ser, pero Peridot ha estado usándolo para comunicarse con otras gemas— respondió Garnet, avanzando hacia Perla —No perdamos tiempo—

Perla tragó saliva, sintiendo que su nerviosismo aumentaba. Sabía exactamente lo que estaba haciendo. Después del conflicto con Connie, Peridot le había dado una excusa perfecta para distraerse; la última vez que se fusionó con Garnet, todos sus problemas se desvanecieron, aunque fuera solo por un momento. Por eso había preparado todo de nuevo, fingiendo que era otro intento de Peridot, con tal de fusionarse otra vez y perderse en esa sensación.

—S-sí, solo dame un minuto para prepararme —dijo Perla, sintiendo un nudo en el estómago.

“Esto no está bien, no puedo hacer esto frente a Rose” pensó, mientras estiraba los brazos. Pero al verla allí, observándola con tanta atención provoco algo dentro de ella." Maldición ella me está mirando fijamente... ¡¿Po-por qué ahora tengo más ganas de hacerlo frente a ella ?!"

Luego del calentamiento, comenzaron la danza de fusión. Perla lanzaba miradas de reojo a Nora y hacía sus movimientos más lentos y provocativos, exagerando cada paso que daba, esto con finalidad de llamar su atención.

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Finalmente, ella y Garnet se fusionaron, y de esa unión surgió Sardonyx, imponente y llena de gracia. La fusión hizo su típica y teatral presentación, y luego bajó la vista hacia Nora.
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—¡Pero mira quién está aquí! ¡Si es la famosa Nora Universe! No sabes lo feliz que me hace conocerte, querida— dijo Sardonyx, con una sonrisa encantadora.

—Igualmente, Sardonyx. Me alegra que seas alguien con quien puedo "articular" una buena conversación — dijo Nora, divertida.

—¡Ho, jo, jo, jo! ¡Eres hilarante, pequeña!— rió Sardonyx.

Luego de Intercambiar algunas bromas, que Amatista aguantó de muy mala gana. Sardonyx dió un gran salto y comenzó a desmantelar la torre de comunicaciones con una elegancia y precisión sorprendentes, describiendo sus habilidades con orgullo, especialmente ante Nora. Cuando todo terminó, la fusión se despidió alegremente de Nora y, tras un destello de luz, se separó nuevamente en Garnet y Perla.

—¡Ja, ja! ¡Eso fue increíble! —exclamó Garnet, con energía.

—S-sí…— respondió Perla, todavía algo ruborizada. Luego, se giró para mirar a Nora con una mezcla de nervios y vergüenza —Ro… Nora, ¿q-qué te pareció?—

—Sardonyx es increíble. Espero verla más seguido —respondió Nora con una sonrisa.

Estas palabras prendieron una chispa en Perla, un impulso que la llevó a cometer un error mayor del que podía imaginar.

Pasaron algunos días, y Nora estaba estudiando en su habitación cuando escuchó un golpecito en la ventana. Al abrirla, se encontró con Amatista, que estaba claramente desanimada.

—¿Hey, qué pasó? ¿Tu taquería favorita cerró? —preguntó Nora, tratando de animarla con una sonrisa.

—No, no es eso. Es solo que… —Amatista dudó, mirando al suelo.

—Vamos, sabes que puedes decirme lo que sea —dijo Nora con suavidad mientras le retiraba un mechos de pelo de su rostro.

—Es Perla… y Garnet. Han estado muy juntas últimamente, como si me estuvieran dejando de lado. Y para empeorar, se supone que todo esto es con el fin de atrapar a Peridot , pero… ya es la cuarta vez que hace esto y no hay señales de ella —se quejó Amatista, frustrada.

—Mmm… dame un minuto— respondió Nora, dándole la espalda un momento para revisar su libreta sin que Amatista lo notara.

Rápidamente hojeó las páginas, buscando alguna pista entre sus notas de los eventos relacionados a Peridot y las fusiones. Su mirada se detuvo al leer una anotacion: “Después de formar a Sardonyx, Garnet descubre que todo fue un engaño de Perla, y se enoja con ella…na na na, Motel... na na na, Nave espacial. Toma unos días más antes de que finalmente atrapen a Peridot.”

Nora suspiró al confirmar sus sospechas y cerró la libreta, metiéndola entre otros libros.

—Bueno, ya terminé mi tarea de hoy, así que… tal vez podría ayudarte a resolver esto—

—¿Ayudarme?— preguntó Amatista, desconcertada.

—Si Peridot lleva días haciendo esto, es probable que vuelva a intentarlo. ¿Por qué no vamos juntas y la atrapamos en el acto?— dijo Nora, con un toque de entusiasmo en su voz.

—¡Oooh, claro, eso tiene sentido! ¡Vamos a hacerlo! —exclamó Amatista, animándose de inmediato.

Juntas, Nora y Amatista se pusieron en marcha. Y, al igual que en la serie original, descubrieron que Perla era la verdadera causante de todo. Al ser expuesta frente a Garnet, la furia de esta última estalló. La acusó de egoísta por hacerles perder el tiempo. Nora no pudo evitar sentir un poco de lástima al ver la humillación de Perla. Pero también sabía que así era como las cosas debían suceder.

Un par de días después, mientras desayunaban, Greg le comentó a Nora que iría a las afueras de la ciudad para reunirse con alguien. Hacía tiempo que no compartían una salida juntos, así que, emocionado, le pidió que lo acompañara.

—Vale, pero solo si puedo invitar a Garnet a ir con nosotros —respondió Nora, aprovechando la oportunidad.

Greg, feliz de que su hija quisiera unirse, accedió de inmediato.

Nora estaba lista para salir rumbo al templo cuando, al abrir su puerta, se encontró con Garnet, quien ya la esperaba.

—¿Visión futura? —preguntó Nora con una sonrisa divertida.

—Visión futura —respondió Garnet con una leve sonrisa.

El viaje fue tranquilo, hasta que llegaron al motel. Greg se ocupó de hacer negocios con un vendedor de cepillos para autolavados, mientras Garnet y Nora se quedaron en la habitación del motel.
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—Tienes que calmarte—susurró Garnet para sí misma—Ella nos engañó… nos usó—

“Ok, aquí vamos…” pensó Nora al ver cómo Garnet comenzaba a desfusionarse.

—Estás tomando esto demasiado personal —dijo Zafiro en un tono calmado.

—¡Es fusión, Zafiro! ¡¿Qué es más personal para nosotras que la fusión?! —exclamó Rubí, alterada.
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Nora quiso intervenir, pero al ver que ni siquiera le prestaban atención, decidió dejar que las cosas siguieran su curso. Greg regresó minutos después y se encontró con la habitación helada por el poder de Zafiro, así que optaron por pedir otra habitación para poder descansar.

Al día siguiente, los cuatro decidieron visitar “la mejor cafetería del mundo”, según Greg.
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—¿Qué pasa? ¿No tienes hambre? —preguntó Greg, dirigiéndose a la pequeña gema roja —Pensé que a Garnet le encantaría, así que…—

—Creo que no es un buen momento, papá… —murmuró Nora, interrumpiéndose al notar cómo la mesa comenzaba a temblar.

—Estás moviendo la mesa —le dijo Zafiro a Rubí, con un tono inmutable.

—¡Oh, me sorprende que sientas algo, para variar! —respondió Rubí, su frustración más intensa que nunca.

La discusión entre las gemas escaló rápidamente hasta el punto en que volcaron la mesa. Los clientes alrededor, alarmados, se apresuraron a salir, mientras la camarera amenazaba con llamar a la policía. Greg intentó calmar la situación, prometiendo pagar por los daños.

“Ugh… Esto no se va a resolver a menos que haga algo drástico. Ni modo,” pensó Nora, algo fastidiada.

Con un ademán decidido, Nora dejó caer su plato con fuerza sobre la mesa, llamando la atención de las gemas. Las miró con ojos llenos de reproche y, esforzándose por lagrimear un poco, se levantó y salió del local, empujando la puerta con fuerza. Rubí y Zafiro intercambiaron miradas y fueron tras ella, preocupadas por su reacción.

—¡Espera, Nora! ¿A dónde vas? —preguntó Zafiro, intentando ver el futuro, sin éxito.

—¡No lo sé! ¡Lejos de ustedes y sus gritos! —respondió Nora, sin detenerse.

—Podrías perderte o lastimarte. ¡Regresa! —exclamó Rubí, apresurándose a alcanzarla.

—¡Eso no me importa!— gritó Nora, dándoles una mirada dolida —Es que… no entiendo. ¿Por qué no pueden resolverlo? Yo pensé que Garnet quería olvidarlo, pero en lugar de eso, ustedes dos solo se gritan y arruinan el día. ¡No lo entiendo! ¿Por qué no solo…?— dijo, al borde de las lágrimas —¿E-es por mi culpa? ¿Es porque mamá ya no está… por mi culpa?

Las palabras de Nora golpearon profundamente a ambas gemas, que se miraron con una mezcla de culpa y tristeza, sin haber previsto el "impacto" que su conflicto tendría en ella.

—No no no, no… Nora, jamás pensamos eso. Yo… lo siento tanto —dijo Rubí, con voz temblorosa —Solo intentaba desahogarme… y terminé arruinándolo todo. ¡Todo esto es mi culpa! Yo solo… —murmuró, mirando hacia Zafiro.

—No es tu culpa —dijo Zafiro, acercándose a Rubí y sosteniéndole el rostro —Yo tampoco te lo puse fácil. Me la pasé buscando soluciones en el futuro, cuando pude haber trabajado en el presente. Lo siento mucho si te lastimé aparentando calma; sabes lo importante que eres para mí, y daría todo por verte bien—

"Maldición, deberían darme un Oscar," pensó Nora, mientras observaba la reconciliación de ambas gemas.
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—Ya que arreglaron las cosas… ¿podrían volver a ser Garnet? Extraño ver la representación de su amor —dijo Nora, esbozando una pequeña sonrisa.

—Vaya… Nora, realmente quisiera decirte lo que sentimos por ti, lo que deseamos para ti… —dijo Rubí, dirigiendo una mirada hacia su amada—. ¿Tú qué piensas, Zafiro?

—Eso ya está decidido, pero… ahora no es el momento. Confía en mí— respondió Zafiro con suavidad.

Nora se quedó con la intriga de sus palabras, pero antes de poder preguntar, ambas gemas comenzaron a brillar, fusionándose de nuevo en una Garnet visiblemente más calmada y serena.

Ya habían pasado dos semanas desde la escena en la arena celestial. Nora había tenido algunas conversaciones con Connie por celular, pero cada vez que sugería encontrarse, algo en su voz dejaba a Connie intranquila. Así que un viernes, después de prepararse, decidió ir a la casa de su amada.

Connie, concentrada en terminar los deberes de la próxima semana, quería tener un momento a solas con Nora y por eso necesitaba tener todo listo. Mientras resolvía un ejercicio de matemáticas, sonó la puerta.

— Connie, saldré a comprar unas cosas para la cena — anunció su padre.

— Sí, papá — respondió Connie sin despegar la vista del libro.

— Tu mamá no tardará en llegar — añadió antes de salir.

Pasaron casi diez minutos y Connie decidió ir a tomar un poco de agua. En la cocina, la puerta principal volvió a sonar. Confundida, fue a abrir con cautela, preparada para cualquier cosa, aunque era extraño que su madre olvidara las llaves. Al no recibir respuesta a su pregunta, abrió la puerta y respiró al ver quién era.

— ¿Qué tal? No sé si es buen momento... — comenzó Nora.

— Mmm... ¿Por qué no me llamaste? Ven, pasa — respondió Connie, cortés pero con una leve incomodidad en su tono.

— Últimamente he notado que estás algo distante — dijo Nora al entrar.

Connie se detuvo y con un toque de gracia en la voz replicó sin mirarla directamente:

— ¿Distante? ¿No cres que exageras?—

— ¿Tú crees? Bueno... podrías decírmelo mirándome al menos—

— ¿Quieres tomar algo de té? Mi mamá tiene uno muy bueno — propuso Connie, dirigiéndose a la cocina. Ignorando el comentario de su novia.

— Connie, si... si quieres que nos tomemos un tiempo, yo... — dijo Nora, algo desanimada .

— ¡¿Qué?! ¡No no no! ¿Por qué dices eso? — exclamó Connie.

" Aja , te atrapé " penso Nora con una sonrisa interna.

— Es que he notado que ya no me quieres como antes — continuó Nora dramáticamente — Eres muy fría en nuestras llamadas y ni siquiera me mandas mensajes—

— No es eso... es solo que... — intentó decir Connie mientras se sentaba en el sofá — Me cuesta un poco procesar todo lo que ha pasado, eso es todo. Pero... — suspiró — tienes razón, he estado un poco distante. Lo siento—

Nora se sentó a su lado— Lamento que mi vida sea tan complicada y extraña —

— Jaja, no te disculpes. Eso es lo que me encanta de ti. Eres maravillosa. Literalmente, no podría encontrar a alguien como tú en todo el universo, Nora Universe—

— No te equivocas, mi valiente espadachina — dijo Nora — ¿Sabes qué? Como muestra de nuestra reconciliación — exclamó dramáticamente — Te haré la guardiana de mi tesoro familiar—

Se levantó y abrió la puerta. Un enorme felino entró en la sala.

Connie se sorprendió por la sincronización entre Nora y el león. Tras una reverencia, Nora sacó la espada de León y se la entregó a Connie. El león se retiró tan rápido como había entrado.

— Nora, no puedo quedarme con la espada de tu madre... aunque técnicamente es como si ella misma me la estuviera entregando... ¡pero aún así!—

— Jajaja, tranquila, amor. Quiero que la tengas. Esta espada está hecha para proteger a quienes amas, fue hecha para que lo portará una persona valiente, humilde y valerosa. No puedo imaginar a nadie mejor que tú para llevarla — dijo Nora, con una sonrisa suave.

— Mmm... E-está bien — respondió Connie, volviendo a sentarse con una mezcla de nerviosismo y decisión — Pero con una condición...—

— Claro, dime... — Nora inclinó su cuerpo hacia ella, expectante.

Connie la miró fijamente, sus ojos brillando con una mezcla de timidez y deseo, sus labios temblando apenas, haciendo evidente el anhelo. El gesto era inconfundible: bésame malditasea.

Nora entendió. Y en ese instante, todo lo demás se desvaneció. Sin vacilar, se abalanzó sobre Connie, sus cuerpos encontrándose como si siempre hubieran sido dos partes de un todo. Sus labios se unieron con urgencia, como si no pudieran soportar la idea de estar separadas la una de la otra. El beso era dulce y feroz al mismo tiempo, un remolino de emociones que las envolvía completamente.

Connie dejó la espada a un lado, sus manos subiendo con delicadeza por el cuello de Nora, entrelazándose tras su nuca, acercándola más, mientras el calor entre ellas aumentaba. La suave fricción de sus labios, el sabor del uno en el otro, era como una tormenta de sensaciones que no podía detenerse.

Los minutos se desvanecieron, mientras sus bocas se encontraban una y otra vez, una batalla sin tregua en la que ninguna quería rendirse. Cada respiración que compartían era un reto, un desafío para ver quién cedería primero al anhelo de aire. Pero el aire no importaba. Nada importaba fuera del ardor que crecía entre ellas.

Sin embargo, desde la penumbra de la otra habitación, una figura observaba con ojos atónitos. Incrédula ante la escena que ocurria frente a ella, decidió intervenir justo cuando la pasión parecía llevarlas a otro ámbito.

— Cof, cof... — una tos discreta rompió su burbuja.

Connie se apartó bruscamente, como si una corriente eléctrica la hubiese atravesado. Dio un pequeño salto y se giró con su rostro enrojecido. Nora, todavía confundida y con el corazón latiendo con fuerza, siguió la dirección de su mirada hacia la puerta.
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— Veo que invitaste a la joven Universe sin pedírme permiso, Connie — dijo su madre con una calma que solo incrementaba la tensión.

"¡Maldición, justo en la mejor parte...!" pensó Nora, frustrada. Pero luego algo llamó su atención. "Un momento... ¿Está sonrojada?"

Una sonrisa traviesa se formó en sus labios. "Vaya, vaya... Ahora que la miro bien, la mamá de Connie es realmente linda. Con razón Connie es tan hermosa, esos genes definitivamente vienen de familia." Nora, aún caliente por el beso no pudo evitar que su mirada recorriera a la doctora Maheswaran.

El rostro de Connie palideció, la voz se le atascaba en la garganta.

— M-m-mamá... ¿Cuánto tiempo has...?—

— Lo suficiente — respondió la doctora, sin apartar la mirada de las dos. Hizo una pausa, parecía estar por añadir algo, pero entonces su atención se desvió hacia un objeto en el sofá — ¿Qué es esto? — preguntó mientras tomaba el estuche con curiosidad.

— Oh no... — susurró Connie, golpeándose la ir frente con la mano.

— ¡¿Una espada?! ¡¿Qué hacen con algo tan peligroso?! — exclamó la señora Maheswaran, alarmada — ¿En qué momento...?—

Antes de que pudiera terminar la frase, el tono de su celular la interrumpió. La doctora suspiró, intentó calmarse y respondió a la llamada. Nora y Connie escucharon atentos y, por lo poco que pudieron entender, otro "paciente" había sido encontrado herido cerca de Ciudad Playa.

Al parecer, había sido atropellado y lo llevaban de urgencia al hospital. A la doctora Maheswaran le asignaron el caso, y aunque se notaba su preocupación por lo que acababa de descubrir, dejó salir un par de instrucciones rápidas, tomó sus cosas y, sin más, se fue de la casa llevándose la espada con ella.

—Lo siento tanto, Nora… no quería que…—

—Tranquila, la recuperaremos y, de paso, nos libraremos de unas fusiones corruptas —respondió Nora, con entusiasmo.

Sin perder tiempo, Nora llamó a León, quien llegó en cuestión de minutos. Una vez sobre el felino, se deslizaron a través de un portal hacia el hospital. Nora era consciente de que sus actos y la presencia de magia tendrían consecuencias en el mundo. Aunque la mayoría de la gente no creía en cosas mágicas o alienígenas, en Ciudad Playa eso era parte del día a día.

Algunos aceptaban esas realidades, mientras que otros parecían obsesionados con desentrañar los secretos de las Gemas, como cierto "bloguero" del puesto de papas fritas, que vivía persiguiendo rumores.

El mundo había sido testigo de las Gemas durante mucho tiempo. Para algunos, eran simples leyendas, pero para otros, eran una presencia respetada en el planeta. Sin embargo, Nora prefería pasar desapercibida; no quería llamar la atención de quienes podrían no entender ni aceptar todo esto.

Al llegar al hospital, usaron la puerta trasera para entrar sin ser vistos. Subieron por las escaleras hasta el piso adecuado y, al acercarse al pasillo, esperaron con paciencia hasta que estuvo despejado. Sin dudar, comenzaron a moverse con rapidez, esquivando las cámaras de seguridad con agilidad. Se acercaron lo suficiente como para ver a la señora Maheswaran salir del quirófano, aún con el semblante serio y la espada a su lado.

Sin perder tiempo, Nora dio un salto ágil y encapsuló la cámara de seguridad que apuntaba hacia la habitación. De un movimiento rápido, desconectó los cables, dejando sólo algunos hilos colgando. Todo lo hizo con el máximo cuidado, para evitar cualquier sonido que pudiera delatarlos.

—¿No crees que exageras un poco? —cuestionó Connie en un susurro.

—Si queda registrado que de alguna manera lastimamos a los pacientes, tu madre se metería en problemas —respondió Nora, también en susurros, mientras abría la puerta del quirófano.

Ambas chicas se deslizaron rápidamente dentro y se dirigieron a la espada. Apenas lograron sujetarla cuando la puerta volvió a abrirse. La doctora Maheswaran las miró con incredulidad.

—¡¿Qué creen que están haciendo?! —exclamó, para luego bajar la voz y cerrar la puerta con un golpe sordo —Este es un lugar restringido, Connie. ¿Qué estás haciendo aquí?—

—Señora Maheswaran, esa criatura en la camilla no es un humano, es una gema. Necesitamos acabar con ella cuanto antes —explicó Nora con firmeza, apuntando al “paciente”.

La doctora miró a Nora con una expresión helada y una furia contenida.

—Mira, al principio pensé en darte el beneficio de la duda, Nora. Pero ahora… —su voz comenzó a temblar de rabia —Después de esto, está claro que tú… tú estás arrastrando a mi hija a la delincuencia…—

—Está bien. Después de esto puede castigarnos si quiere, pero ahora le pido que se aleje de esa cosa —replicó Nora, sin moverse un centímetro.

La doctora Maheswaran dirigió una mirada furiosa hacia su hija, señalando a Nora con indignación.

—¿Tú… tú tienes algo que ver en esto, Connie? —dijo con una mezcla de dolor y rabia, justo cuando la criatura en la camilla comenzó a moverse. La doctora retrocedió, atónita — ¡Sabía que debía confiar en mis instintos! ¡Después de esto, no quiero volverte a ver cerca de mi hija!—

De repente, la criatura emitió un chillido espantoso y se lanzó hacia Connie. Sin pensarlo dos veces, Nora se colocó delante de ella, invocando un escudo que se desplegó justo a tiempo para protegerlas a ambas. Connie vaciló un instante, pero luego corrió hacia la cartera donde estaba la espada, solo para verse detenida por su madre.

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—¡Connie, esto es suficiente! —gritó la doctora, sujetándola del brazo. Pero esta vez, Connie no se dejó intimidar; estaba furiosa, cansada de no poder ser ella misma.

—¡Lo siento si no soy la hija perfecta que quieres que sea! ¡De verdad lo intento, mamá! —exclamó Connie con voz temblorosa —¡Pero no puedes controlar lo que siento, lo que quiero! ¡Tú más que nadie deberías entenderlo! —Sus palabras iban cargadas de dolor, y una lágrima escapó de sus ojos.

—¡¿De qué hablas, jovencita?! ¡Te prohíbo que…! —comenzó a decir la doctora, visiblemente confundida, pero Connie no la dejó terminar.

—¡Sé por qué nunca visitamos a mis abuelos! —soltó, su respiración agitada y su voz llena de un resentimiento que había guardado por años —A ellos no les gusta que te casaras con papá solo porque él no tiene una carrera. ¡Pero tú lo hiciste! ¡Fuiste contra todos y dejaste todo por él porque lo amabas! —Connie tomó aire, enfrentando a su madre —Sé que perdiste el contacto con ellos, que te desheredaron. Sé que eres estricta conmigo porque quieres que tenga un buen futuro, pero también tengo derecho a vivir mi vida—

Las palabras de Connie quedaron suspendidas en el aire, mientras la criatura detrás del escudo continuaba acechando. La doctora miro a su hija a los ojos, su rostro reflejaba una mezcla de shock y dolor, paralizada por todo lo que estaba pasando.

"¡Eso es, mi amor, defiende lo que es tuyo!... Mmm. Pero, ¿no podríamos tener esta charla en otro momento?", pensó Nora mientras aplicaba más fuerza en el escudo; la bestia de cinco brazos era increíblemente fuerte.

Connie tomó la espada con firmeza. Tras dar la orden, se lanzó hacia el monstruo y, en un solo movimiento, lo desintegró en un corte limpio. El hospital quedó en silencio, y la señora Maheswaran se quedó paralizada, procesando lo que acababa de presenciar. Una vez que la calma volvió y el peligro había pasado, las tres, en completo silencio, buscaron una salida sin que el personal las notara.
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Cuando finalmente salieron del hospital, la madre de Connie rompió el silencio con una mezcla de sorpresa y reproche.

—Así que... esas clases de kendo eran para esto... ¿Ahora te dedicas a cazar monstruos? —preguntó en un tono serio, sin mirar directamente a su hija y a Nora— De todos modos... ¿qué era esa cosa?—

—Es... una geo-fusión artificial. Un experimento que salió mal. Las Crystal Gems y yo estamos intentando detenerlas y capturarlas —respondió Nora, con tono firme pero mirando a Connie con una preocupación.

La doctora Maheswaran apretó los labios, y tras un momento asintió con desdén.

—Así que decidiste arrastrar a mi hija en todo esto—

—¡No, mamá! —Connie levantó la voz, poniéndose delante de Nora como un escudo —Yo misma decidí involucrarme. Nora intentó protegerme, quiso que me apartara, pero fui terca… Yo… yo elegí esto—

La doctora suspiró, cerrando los ojos mientras se frotaba la frente, como si tratara de ordenar sus pensamientos. Finalmente, soltó un suspiro largo y miró a ambas chicas, quienes la observaban con sorpresa.

—No quiero que piensen que estoy de acuerdo con esto— dijo, señalando hacia el hospital con un gesto de frustración —Como madre, me aterra que te pongas en peligro de esta manera, Connie… y lamento si fui demasiado estricta contigo —agregó, acercándose a su hija, suavizando su expresión.

Nora dio un paso atrás, dándoles espacio. La doctora se agachó, poniéndose a la altura de Connie, con una mirada más suave y comprensiva.

—No quiero que pienses que no me importan tus sentimientos. Es solo que...— sus labios se curvaron en una pequeña sonrisa mientras le acariciaba el rostro —te pareces tanto a mí… esa valentía, esa determinación, esa pasión que tienes…— Su voz se quebró levemente al ver la lágrima que deslizaba por la mejilla de Connie y la limpió con ternura.

—Mamá… yo… siento haber gritado antes. Es solo que... Desde que conocí a Nora, mi vida dio un giro completo. No sé cómo explicarte todo lo que siento por ella, pero es real, y…

La señora Maheswaran asintió despacio —Lo entiendo. Intentaré… intentaré ser más abierta con esto. Eres nuestro tesoro, Connie. Tu padre y yo haríamos lo que fuera para que seas feliz— dijo, abrazándola con fuerza —A partir de ahora, no habrá más secretos, ¿de acuerdo?—

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Connie asintió, sin poder contener una sonrisa mientras se separaba un poco del abrazo.

—E-en ese caso…— dijo, quitándose los lentes con algo de duda —Mis lentes… bueno… mamá, yo…—

La doctora la miró, y una leve sonrisa apareció en su rostro, como si estuviera esperando ese momento.

—¿Crees que no me había dado cuenta? —suspiró— No quise preguntar para evitar una confrontación innecesaria. Pero, después de lo que pasó hoy… supongo que es algo bueno—

—Lamento haberte ocultado esto, mamá— dijo Connie, bajando la voz —Tenía miedo de que me prohibieras ver a Nora de nuevo. Pero, de verdad… yo… la amo— susurró, ruborizándose al admitirlo frente a su madre.

La señora Maheswaran sonrió, y sin decir una palabra más, abrazó a su hija con ternura, aceptando la verdad de su corazón.

Priyanka lanzó una mirada rápida hacia Nora, antes de volver a hablar.

—Yo... no tengo derecho a separarlas— admitió, suavizando el tono —No cuando veo lo feliz que eres, Connie. Además, creo que soy yo quien debe disculparse. Hablaré con tu padre e intentaremos ser más comprensivos… también respecto a tu castigo—

—Gracias, mamá, yo… ¿castigo?— Connie pasó de la alegría a la confusión en un segundo.

—Así es, Connie. No creas que puedes entrar a un hospital, destruir equipos y enfrentarte a tu madre sin recibir un castigo —dijo Priyanka, cruzándose de brazos con una mirada firme.

Connie parpadeó, y luego esbozó una sonrisa algo nerviosa.

—Mmm… sí, supongo que es justo —murmuró, bajando la vista, aceptando la reprimenda con una pequeña risa.

Priyanka se giró hacia Nora, dando un paso hacia ella, y habló en un tono sereno pero firme.

—En cuanto a ti, no pretendo saber todos los detalles de lo que está pasando, y sinceramente… no quiero saberlo. Ya tengo suficientes preocupaciones. Solo dime una cosa… ¿estos... monstruos seguirán apareciendo?—

—Me temo que sí, doctora Maheswaran. Las Crystal Gems y yo estamos tratando de localizarlos y detenerlos—

Priyanka frunció el ceño, su mirada se volvió aún más severa—Supongo que Connie también está involucrada en esto, ¿no?—

—Por el momento, no. Pearl piensa que aún es muy pronto, así que Connie solo se dedica a entrenar y mejorar sus habilidades con la espada—

Priyanka suspiró y se sobó el puente de la nariz, intentando calmar el dolor de cabeza que parecía aumentar con cada palabra.

—De acuerdo… permitiré que Connie siga con su entrenamiento, siempre y cuando no salga muy lastimada. Ahora, en cuanto a su… noviazgo— dijo, girándose hacia Connie, quien sentía que el corazón le latía con fuerza —Lo permitiré, pero solo si me prometes algo, Nora—

—Lo que sea, doctora— respondió Nora con voz firme, mirándola a los ojos.

Priyanka tomó aire y la miró con seriedad —Prométeme que cuidarás de ella, que la protegerás pase lo que pase. Te estoy confiando lo más valioso que tengo en el universo… no me hagas arrepentirme de esto—

—Lo prometo— dijo Nora, con una determinación absoluta —Daría mi vida por ella si fuera necesario—

Connie no esperó ni un segundo más. Se lanzó a los brazos de Nora, con lágrimas de alegría, abrazándola con fuerza, su corazón desbordado de felicidad. Su madre había aceptado su relación, y ella no podía estar más agradecida. Tras el abrazo, Connie corrió hacia su madre y la abrazó también, susurrándole “gracias” una y otra vez, entre lágrimas y sonrisas.

Priyanka la envolvió en sus brazos, acariciando su cabello con ternura.

—Te quiero, hija mía. Nunca lo olvides —le dijo suavemente, y luego, con un tono más serio —Pero en cuanto a tu castigo…—

Luego de una brebe explicacióne y un par de mentiras al hospital, las tres comenzaron a caminar hacia la casa de los Maheswaran. Connie se tomó de la mano de su madre y, mientras caminaban, le contaba con entusiasmo sobre el mundo de las Gemas. Nora las seguía unos pasos atrás, junto a León, interviniendo de vez en cuando para responder las preguntas curiosas de Priyanka.

Mientras las escuchaba hablar, Priyanka se permitió un pequeño suspiro, pensando en silencio para sí misma.

"Doce años de educación médica, y ahora una chica con poderes curativos me hace ver insignificante… Definitivamente, necesito un cigarro" pensó, fingiendo una sonrisa, mientras el dolor de cabeza seguía aumentando.

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Autor: ¡Mil disculpas por la demora! He estado bastante ocupado con los exámenes de la uni y, aunque intento avanzar, el próximo capítulo puede que tarde un poco en llegar. Mientras tanto, siempre pueden visitar el fanfic en el que se basa esta historia. ¡Gracias por la paciencia! Les mando un abrazo enorme.

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