pecado 1 parte.
No recordaba como llego ahí, nadaba tranquilamente por el océano cuando, esa terrible tormenta se desato. El mar había jugado con el como si se tratase de un muñeco, arrojándole de un lado a otro, incluso podría jurar que choco con una ballena durante el ajetreo. Cuando despertó se encontraba varado, en una especie de playa, la cual no era tan cálida. Adolorido se internó en ese inmenso y frio bosque, tenía que descansar.
*****.....*****......*****
Hace tiempo.
Triste, vacío, solo. Así es como se sentía aquella Hermosa ave, el dolor y la nostalgia inundaban su pecho.
Su mente evocaba aquellos días de gloria, cuando compartía el cielo con su madre y hermanas. Cuando los cuatro alumbraban la noche, alejando todos los temores nocturnos. Cuando las creaturas del bosque se detenían a contemplarles, rindiéndoles pleitesía.
Pero su felicidad termino con la llegada del hombre. Ese monstro de dos pies, vestido con pieles artificiales, armados con garras de metal, tan filosos como las de un lobo, con una gran inteligencia...pero perversa, ese ser arruino su vida.
La primera en caer fue su madre, aquel ser de corazón tan bondadoso que le brindo todo sus amor y protección. Los hombres le cazaron cuando salió en busca de alimento, encantado por sus brillantes plumas. Él y sus hermanas la esperaron por días y meses, pero ella jamás volvió.
Pasado algún tiempo le siguieron sus dos pequeños soles, aquellos ángeles que le hacían reír con sus ocurrencias e inocencia.
Los hombres les acorralaron en una cueva, deseosos por obtener su bello plumaje. Contaban con más de cincuenta años, pero para su especie seguían siendo unos niños, unos polluelos asustados y solos. Intento protegerlas, por los dioses que lo intento, destrozo con sus garras algunas flechas y la cara de esos hombres, pero no fue suficiente.
Una lanza se clavó en su costado izquierdo, lo que ocasionó que cayera en una grieta, sufriendo varios cortes, todo se oscureció por bastante tiempo, escuchaba el llanto de sus pequeñas, que le llamaban asustadas, risas y burlas, después nada.
No supo cuánto tiempo estuvo inconsciente, pero fue suficiente para que sanara su cuerpo. Con mucho trabajo logro salir de la grieta, desesperado llamo a sus hermanas pero no consiguió respuesta. En la cueva solo se encontraba un enorme charco de sangre.
Lloro por un largo tiempo, ahora estaba completamente solo.
Lo curioso es que, en esa soledad conoció a dos seres que cambiarían su vida.
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-mmm
El pelirrojo se removía en la cama, sentía su cuerpo pesado y caliente, aparte de que tenía comezón. Le costó mucho abrir los ojos, se encontraba en un nido muy amplio.
Un techo de madera lo recibió, iluminado por una vela. Sus ojos se desviaron inspeccionando el lugar, todo era de madera, un rectángulo perfecto. En una de las paredes colgaban enormes mantas purpuras, en otra un cuadro extraño y, en la última, pi...pieles de animales.
Esto ocasionó que pegara un brinco, no hacía falta ser un genio para saber dónde se encontraba, ¡era un nido humano!
-ssssnnnnn.
El sonido, a un costado suyo, lo asusto. Alexander dormía plácidamente, en una silla, a su lado.
Contuvo el grito que estuvo a punto de brotar de su garganta, gateo en la cama, despacio, hasta quedar frente al hombre. Era el sujeto que ayudo, el loco que decidió enfrentar al Wendigo, aunque....pensándolo bien, ¡él estaba más loco por ayudarle!
Se sentó en posición india y comenzó a inspeccionarle. Era un hombre adulto, con su cabello largo y plateado (hasta el hombro), tenía una venda en la frente; sus rasgos era más finos que los aldeanos (no tanto como los de él); con labios gruesos y cejas pobladas, pestañas largas, de cara ligeramente ovalada y con una barba bien afeitada (un corte de candado). Sus ojos viajaron por el cuerpo. Poseía una camisa roja, en el escote se apreciaban unas vendas, pantalones verdes y unas botas llenas de cintas y hebillas.
Curioso se acercó más, entre los amarres de las botas (ya que tena las piernas cruzadas) sobresalía una daga, el relieve del mango capto su atención.
Alexander se había despertado al final de la inspección, miro al chico sin hacer ruido, ya que no deseaba asustarlo. Parecía un joven de 18 años o menos. Con una piel muy blanca y suave, delgado, con rasgos tan delicados como los de una mujer. Pero no era una dama y él lo comprobó al curar su cuerpo. Su larga y rojiza cabellera resplandecía cual sol, cubriendo su cuerpo hasta la cadera. Le había vestido con un camisón blanco, cuidando que la ropa no le dañará más.
El chico delineaba con cuidado el mango, tenía una torre grabada, con algunas llamas a su alrededor, encerrado en una especia de ovalo y coronado por guirnaldas.
-es el escudo de mi familia, hablo una voz gruesa.
Asustado dejo caer el arma, se giró para intentar escapar, por desgracia las mantas se enrollaron en sus piernas y lo más lejos que llego fue el piso.
-¿estás bien?
Alexander se apresuró a ayudarle, levanto al chico con cuidado e intento revisarlo, pero él no lo permitió. Lo alejo de un empujón y corrió a refugiarse en una esquina, mirándolo con miedo.
-tranquilo, cálmate, -se acercaba despacio con las manos en alto- no te voy a lastimar, lo prometo, solo quiero revisar tur heridas
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Hace años.
Salió a tomar un poco de agua, voló alto, ocultándose en las nubes. Era una noche fría, pero iluminada por la enorme luna naranja. Llego a un pequeño lago, oculto en lo profundo del bosque, adornado por grandes arbustos y robles.
Con elegancia descendió al centro y comenzó a nadar. El agua a su alrededor tomo un color dorado, brillando como el amanecer. Zhar-Ptitsa chapoteaba nostálgico, años atrás él y su familia acudían a ese lugar, sus hermanas nadaban alrededor de su madre, mientras él se zambullía y salía dando un brinco, bañándoles en el proceso, para después escuchar una hermosa canción por parte de su progenitora, pero...ya no quedaba nada de eso.
Ahora lo único que inundaba ese lugar era la obscuridad y el canto de los insectos....oh, eso parecía.
Dos enormes luciérnagas le miraban fijo, ocultas entre los arbustos. Curioso, como era su naturaleza, se acercó...esto no podía ser cierto. Desplego sus alas y comenzó a volar, temeroso de ser alcanzado. Al girarse vio una enorme sombra aparecer en el lago.
Los ojos verdes contemplaban al solo que se alejaba.
Había oído hablar de ellos, animales enormes, creadores de tormentas y tornados devastadores, tanto de hombres como animales, incluso los de su raza (entiéndase seres mágicos) les temían, eran pocos los que se atrevían a enfrentarlos y eran menos los que sobrevivían. Los dragones eran seres temidos y...uno de estos llego a su tierra.
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Los ojos dorados miraban desconfiados al hombre. No negaba que el toque cálido y tierno que recibía su herida le gustaba, pero eso no serviría para que bajara la guardia. El pelirrojo se encontraba acostado en la cama, con la sabana cubriendo hasta su cintura, a un costado suyo el humano, revisando el vendaje.
Alexander miraba asombrado, la herida había sanado por sí sola, ya casi no se notaba la cicatriz.
Cuando regreso a la aldea la gente se sorprendió de verle, no solo por haber sobrevivido y rescatado ala pequeña del Wendigo, lo que más le sorprendió fue el joven pelirrojo que les acompañaba y, la sorpresa aumento al enterarse de quien era. Narro brevemente lo ocurrido e ingreso a la casa, dispuesto a curar al joven, estaba por aplicar un ungüento cuando el anciano lo detuvo.
"si de verdad es Zhar-Ptitsa no debes profanar su cuerpo con medicina humana. El gran pájaro de fuego se curara solo, pero necesitara tiempo".
En principio se negó, pero tras ver como las heridas comenzaban a cerrarse solas (después de limpiar la sangre), no le quedó otra más que aceptar. Pese a ello lo vendo, temeroso de que fuera a infectarse.
Afuera la pequeña narraba una y otra vez la gran pelea, exaltando a sus héroes. Los aldeanos no sabían cómo reaccionar, se sentían incomodos al tener a un ser mitológico ahí, claro que eso fue en los adultos, porque los niños estaban maravillados. Los pequeños acudían todos los días a verle, llevando comida y flores, los chiquillos se trepaban en la cama y contemplaban embelesados al pelirrojo, les gustaba acostarse a su lado y dormir, ya que el calor que este desprendía les producía un ambiente de seguridad que no sentían ni con sus padres.
-increíble, todas tus heridas se han curado, hablo mientras deslizaba el dedo por sus costillas, -es sorprendente.
-mph...y...ya...déjame...
El pelirrojo aparto la mano de golpe. Hacia tantos años que no tenía el contacto físico con otro ser, que se sentía avergonzado...también le dieron cosquillas.
-lo siento, no era mi intención molestarte, -se excusó el mayor (almenos así lo pensaba él, porque el pelirrojo bien podría ser un tatatarabuelo).
Escucharle hablar no le sorprendió, dedujo que todos los seres mágicos podían hacerlo, digo si algunos se transformaban en humanos, pero lo que si le sorprendió fue el sonrojo en sus mejillas y el nerviosismo al morder sus labios, era una imagen tan tierna y, porque negarlo, sensual. Nervioso sacudió la cabeza, escuchar a esas niñas hablar una y otra vez de lo lindo que era le estaba afectando.
-¿tienes hambre?-pregunto mientras se levantaba,-los pequeños te trajeron esta canasta de fruta ayer, también algunos panecillos, te gustaran son muy dulces.
El joven le veía confundido ¿para él?, estaba por hablar cuando la puerta se abrió de golpe.
-¡Oh, Despertó! ¡Chicos ya despertó!
La chiquilla que habían salvado grito emocionada, llamando a sus amigos; entro a la habitación sin esperar invitación, trepo a la cama y abrazo con fuerza al joven. Segundos después una manada de monstros...digo, niños, ingreso a la habitación, siguiendo el ejemplo de su amiga. El joven se encontró reunido de pequeños, los cuales le inundaban de preguntas, jalaban su cabello, jugaban con su cara y trepaban en su espalda, etc.
Alexander miraba divertido la escena, el pobre pelirrojo no sabía cómo reaccionar ante la euforia de los diablillos.
"no todos los humanos son malos"
Recordó una voz en su cabeza.
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Hace tiempo
Tardo cinco días en reunir el valor para regresar al lago. Al llegar se posó en una rama elevada, por si tenía que salir huyendo, y busco al dragón.
De entre los arbustos salió un enorme dragón negro, más grande que un caballo o un oso, tenía orejas extrañas (algunas cortas otras largas), con dos alas gigantescas en su espalda y dos más pequeñas en su cadera, su cola era larga y contaba con una extremidad...parecía le faltaba otra. Pero lo que más le llamo la atención fueron esos felinos y camarillescos ojos, ya que reflejaban una gran tristeza...parecida a la de él.
Ninguno dijo nada, el ave le contemplaba desde el árbol y el dragón desde el suelo, no intentaron acercarse, solo se miraban, contemplando el dolor y soledad que reflejaban sus ojos.
Al amanecer el ave de fuego emprendió su regreso, mientras el dragón se dirigía a una cueva cercana. Pasaron tres días hasta que uno se decidió a hablar.
-brillas mucho, como un sol...me recuerdas a un amigo (hablo nostálgico). Pero no eres un dragón, jamás vi a un ser como tú
-Zhar-Ptitsa...así es como me llaman los humanos, soy un ave de fuego.
-Zhar-Ptitsa...mmm... ¿es tu nombre?
-no...Matvey, mi nombre es Matvey.... ¿y tú?... ¿eres un dragón? cierto
-sí, un Furia Nocturna, o almenos así me dicen los humanos...mi nombre es Chimuelo, mucho gusto.
La ceja del ave se levantó ¿Chimuelo?, valla, los dragones tenían nombres muy simples... y absurdos.
El acercamiento entre ellos fue muy lento. Matvey tardo muchos días en decidirse a bajar, por lo general siempre hablaba desde el árbol. Cuando bajo, aún mantenía su distancia. Chimuelo fue el primero en acercarse, con cuidado para no espantarlo y demostrarle que no ere peligroso.
El ave se enteró de que su compañero estaba solo, ahora entendía el dolor en sus ojos. Había perdido al único ser que había amado, por lo que decidió partir de su hogar, ya que todo le recordaba a él y eso le partía el corazón. Matvey le escucho atento, comprendiéndolo.
-yo tampoco tengo a nadie (hablo al lado de su amigo), mi madre, mis hermanas... ¡Esos Monstros me las arrebataron!, las asesinaron y arrancaron su plumaje (las lágrimas brotaban de sus dorados ojos), ¡Los odio! ¡Les detesto! no les hicimos nada y...aun así nos atacaron, me arrebataron todo mi mundo.
Chimuelo le miraba, triste, entendía su sufrir y odio, él sintió lo mismo cuando perdió a sus padres, la misma rabia y odio a los humanos. Una furia que tardo años en desaparecer he...irónicamente, fue gracias a un humano.
-Te entiendo, tienes razón, los humanos que cazaron a tu familia son unos monstros...pero...no todos los humanos son malos (aseguro) algunos son bondadosos, nobles, son graciosos e inteligentes y son capaces de arriesgar todo por sus seres amados, igual que nosotros, no todos son unos monstros, créeme.
-¿Cómo puedes decir eso? (reclamo enojado), los humanos son la peor especie del mundo, nos cazan sin un buen motivo, movidos por sus fines egoístas, a ellos solo les importa su propio bienestar, no piensan en nadie más, no considera el daño que hacen.
Chimuelo tomo una bocanada de aire antes de hablar, seguro de que su amigo se enfadaría por lo que iba a escuchar.
-te equivocas Matvey, he convivido con ellos y te puedo jurar que no todos son malos, incluso son muy parecidos a nosotros, aparte yo...al ser que amaba...era un humano.
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Tal vez, solo talvez, Chimuelo no se equivocó. No negaría que los gritos y la voz chillona de los chiquillos le molesto por un tiempo, pero logro soportarlo. Aparte las caricias y muestras de afecto de los niños le gustaban, así como sus sonrisas y miradas de inocencia...tan parecidas a las de sus hermanas.
No salió de la cabaña hasta el segundo día, ya que su cuerpo se encontraba casado, y le daba miedo toparse con algún adulto, a esos aún les tenía miedo, tal vez la única excepción era Alexander. El peli plata le había agradado desde un principio, era valiente y noble, incluso se había arriesgado por otro humano que no era su pariente...ah, parece que esa estúpida lagartija tenía razón.
-¡no te vayas! gimoteo la niña, pegada en su pierna, -quédate con nosotros.
-¡Sí!, a su alrededor se encontraban los demás chiquillos, pidiendo lo mismo.
-lo siento, no puedo quedarme, respondió acariciando sus cabezas.
Su cuerpo ya se encontraba saludable, por lo que no tenía motivos para quedarse ahí. La mirada triste de los niños le dio ternura, la verdad también se acostumbró a ellos; se agacho para estar a su altura.
-si lo desean, podemos vernos de nuevo (los chiquillos sonrieron complacidos)- estaré en el lago cristal (no, no es el de Jasón, es otro lago que se llama igual), les veré ahí.
-¡Siiii!
-¿te importa si les acompaño?
El joven Torquemada se acercó para despedirse, alcanzo a escuchar lo que le decía a los pequeños y no perdió tiempo para apuntarse, le agradaba la compañía del pelirrojo.
-me gustaría volver a verte, mi bella ave.
El chico desvió la mirada, ocultando su sonrojo con el cabello, -co...como quieras...adiós...
El pelirrojo se echó a correr, adentrándose en el bosque. Una flama carmesí cubrió su cuerpo, la flama se balanceo, hasta dar la forma de un ave. Los humanos vieron como Zhar-Ptitsa se marchaba, dejando un brillo dorado a su paso.
Escucho a lo lejos los gritos de los niños, que le deseaban un buen viaje, así como la grave y cálida voz del mayor, esto por alguna extraña razón removió sus entrañas...no era bueno seguir ahí.
Esa noche, acurrucado en su nido, después de varios años, él se sintió...solo. Extraño el refunfuño de los pequeños cuando les decían que debían retirarse, que mañana podían verle, la música que el hombre viejo hacía con su flauta fuera dela ventana, el cuchicheo de las mujeres, alegando que prepararían mañana, pero lo que más extrañaba era...la compañía de Alexander. El peli plata se quedaba a su lado, hasta que se dormía, le arropaba y siempre le daba las buenas noches, acompañado en ocasiones de un beso en su frente.
¡Esto era absurdo! ¿Cómo podía extrañarlos tanto? si solo convivio unos días con ellos. Paso noches solo, años, él estaba acostumbrado a esta soledad. Era absurdo ese sentimiento de tristeza. ¡Los humanos no eran sus amigos! jamás lo serian, él solo tuvo un amigo que...irónicamente, apreciaba a los humanos.
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Hace tiempo.
Matvey escuchaba atento a su compañero. Chimuelo le narraba el cómo conoció a Hipo, su relación y como se fue enamorando poco a poco de él. El ave le miraba incrédulo. Si a él le hubiesen cortado un ala, ¡él habría destrozado a ese humano! la abría sacado los ojos con sus garras, rasgaría su carne con su filoso pico, no, no... ¡no se enamoraría de él, carajo!
-entonces... él te tumbo con una extraña arma, destrozo tu aleta, pasaste toda la noche a la intemperie y atado, al día siguiente te encuentra, está por matarte, pero no lo hace, te suelta y tú...en lugar de morderlo, rasgarlo o incinerarlo (lo más lógico desde su punto de vista)...lo perdonaste.
-sí, así fue (respondió sonriente el dragón)
-pero.... ¿por qué?, ¡él té arrebato el cielo! e intento matarte.
-pero no lo hizo. Al final no clavo el cuchillo en mi pecho, me libero y alimento por varios días y después, ¡se encargó de devolverme el cielo!
-ahí, pero a qué precio. Prácticamente te agarro como carreta aérea.
-ja, ja, valla, no lo pensé así, pero sabes. No me importa, me gustaba compartir mi mundo con él. Volar a su lado se convirtió en la mejor experiencia de mi vida, tenía ideas divertidas para las acrobacias, su curiosidad era muy parecida a la mía... (Suspiro)...no, no me arrepiento de haber unido mi vida a la suya.
Matvey suspiro resignado, su amigo era un terco. Con un aleteo, elegante, se internó en el agua, tenía que pensar en lo que Chimuelo decía, no estaba convencido de que existiese un humano amable. Pero tampoco dudaba de su amigo, simplemente era...raro.
Chimuelo le veía de reojo, entendía su confusión, él también la vivido cuando comenzó a tratar a Hipo. No negaría que al principio se arrepintió un poco por haberle perdonado, ¡qué tal si regresaba con más vikingos! ¡Qué tal que se arrepentía y decidía matarle! aunque odiase admitirlo, en ese momento se encontraba indefenso, aun no controlaba su equilibrio y las heridas por la caída aun dolían. Pero el tiempo le dio la razón, no cometió un error al perdonarle a Hipo la vida.
-¡ah! está bien, te otorgare el benéfico de la duda respecto a ese Hipo (susurro el ave). Creeré que tal vez, solo talvez, existen humanos buenos.
El dragón gorgoteo feliz con la respuesta, se adentró al agua, para nadar con su compañero.
-pero sabes (murmuro el ave), sigo creyendo que estás loco.
-¡¿Qué?!
-lo siento, pero es que no entiendo, ¿Cómo demonios te enamoraste de aquel que te arrebato el cielo? (Chimuelo lo miro enojado, estaba por reclamar pero su compañero se adelantó), -sí, si, ya entendí que te lo devolvió con sus artefactos y todo eso, pero aun así... ¡te encadeno al suelo! dependías de él, ahora que ya no está, bueno tu...
-ah, ya te dije que no fue apropósito...aparte, me hizo una aleta especial, pero ya te dije que se me rompió en la tormenta que me trajo hasta aquí...y yo no puedo arreglarla.
-¡exacto! nuevamente no puedes volar, estas encadenado al cielo, necesitas a un humano para arreglar eso, ¿no lo ves? Te volvió a arrebatar el cielo de nuevo.
Toothless bufo molesto ¡Ese cerebro de pollo! No entendía, ya no le interesaba volar, no sin Hipo.
-necio, ya te dije que no me molesta para nada no poder volar...ya no significa nada para mí.
-¡Mentiroso! Vas a negar que no extrañas el cielo. Esa Sensación de libertad, no extrañas ser bañado por los rayos del sol, de la luna. Escuchar la canción del viento silbando en tus oídos, la textura de las nubes, perderte en la noche siguiendo las estrellas, tan hermosas y grandes que guiñan solo para ti.
Chimuelo desvió la mirada, callando. Claro que lo extrañaba. Toda esa libertad y belleza que solo el cielo te puede dar...lo añoraba. Pero también, también extrañaba a Hipo, su aroma, los roces que le daba en las orejas al volar, animándolo, el calor en su espalda producto del peso extra. Él que poseyó dos cosas importantes...ahora no tenía nada.
Matvey le vio interrogante, la tristeza de su amigo le hizo sentir culpable, exagero.
-perdona...es que, no lo entiendo, ¿cómo lo logras? yo moriría si me arrebataran el cielo.
-ah, no es fácil...créeme. Pero...no me arrepiento de mi decisión...de ser necesario, lo volvería a hacer.
-si tú lo dices...yo no toleraría llevar a un humano en mi espalda, se ensuciarían mis bellas plumas (bromeo).
-ja,ja,ja, lo dudo pajarraco. Con lo enclenque que estas, no podría ni con un niño vikingo, la verdad no entiendo cómo es que vuelas con esas delgadas alas (se mofo el reptil).
-¡oye!
-es verdad, te vez tan flaco y debilucho.
-ah, eso crees.
Matvey desplego sus hermosas alas y levanto el vuelo. Toothless detuvo su burla y lo miro, estaba por disculparse cuando su compañero realizo una vuelta en "U" y descendió a gran velocidad. Su sorpresa fue enorme. Su enorme cuerpo fue sujetado por las dos delicadas patas del pájaro; el agua comenzó a escurrir de su piel, mientras la tierra se perdía ante sus ojos.
-¡¿pero qué demo...?!
-ja,ja, relajate amigo, solo será un paseo.
La suave textura de las nubes comenzó a bañarles, pequeña y densa neblina que comenzó a espesar. En poco tiempo se encontraron rodeados por montes de algodón y un magnifico cielo estrellado.
-¿lo recuerdas Chimuelo? este mundo que solo nos es permitido a los hijos del cielo.
Chimuelo asintió, claro que lo recordaba y porque negarlo... lo añoraba.
-¡es muy hermoso!
-Sí, lo es, nuestro regalo dado por los dioses.
El ave se elevó cada vez más, hasta llegar a una altura que parecía considerable. Chimuelo no podía volar pero...podía planear.
-¿listo?
-¿eh?
-¡ahora!
Las garras se abrieron y la gravedad hizo lo suyo. Chimuelo miraba horrorizado como empezaba a caer.
-¡Ahhhh! ¡Matvey!
-ja,ja,ja
El ave se colocó a su lado, mirándole divertido.
-vamos Chimuelo...sabes que hacer (susurro mientras comenzaba a planear en picada).
Chimuelo entendió la indirecta y actuó. Las enormes alas negras se desplegaron, cubriendo gran parte del cielo. La sensación del viento golpeando su cara, el zumbido en sus oídos, la tensión en sus alas, todo le recordó a la primera vez que voló. Su padre también le había arrojado de esa manera. Una risa no tardo en escapar de su boca, la sensación del vuelo recorría sus venas...ocasionando felicidad en su ser.
Luz y sombra descendía a la tierra, dando giros y piruetas, deleitando a todos aquellos que le veían. Aterrizaron justo en medio del lago.
-ja,ja,ja, y bien mi amigo, no soy tan débil verdad.
-ja, ja, ja, lo reconozco, eres más fuerte de lo que creí.
-así es, no olvides que las apariencia engañan mi estimado dragón.
Chimuelo le miro agradecido, atesorando el pequeño regalo que su amigo le dio. Nado hasta él y lamio su cabeza como muestra de afecto.
-¡gracias Matvey! ¡Muchas gracias!
-por nada.
-mi querido amigo (viéndole fijamente) tu tampoco lo olvides...Las apariencias engañan.
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