Pasado y Celos
Por tres días Hipo se mantuvo alejado de la ciudad en ruinas, por increíble que parezca el chico no sucumbía ante el deseo de ver a su compañero (el cual era muy fuerte), aun se recriminaba el haberle besado... ¡acaso estaba loco! tuvo suerte de que Rasmus no se despertara, de lo contrario lo habría freído.
Pero... ¿Por qué hizo semejante estupidez? y lo peor ¿Por qué le gusto tanto?
El chico se lavaba la cara en el baño, necesitaba refrescar sus ideas...un impulso...si, exacto, fue solo un impulso. A él no le gustaba su amigo, era imposible, y había dos buenas razones para que esto no ocurriera, Número uno, Rasmus en ocasiones era muy empalagoso y eso le molestaba, le desagradaba que lamiera su cara, que lo abrazara con su cola o lo protegiera con sus alas del frio nocturno, odiaba todos esos arrumacos y muestras de afecto de su compañero porque...porque...lo ponían nervioso, los nervios se apoderaban de él cada vez que su compañero se acercaba demasiado (ya fuera dragón o hibrido) y tenía que hacer un enorme esfuerzo para controlarse, para aparentar una máscara de frialdad e indiferencia.
Pero...pero eso era normal ¿No? él no estaba acostumbrado al contacto físico, era por eso que se sentía tan extraño cuando su compañero se acercaba demasiado, sí, eso era.
Y dos... ¡Rasmus era un chico! ¡un hombre igual que él! eso...eso era incorrecto, el amor se tenía que dar entre un hombre y una mujer... ¿no?...eso era lo correcto, lo natural. Él tenía que enamorarse de alguna de chica, talvez alguna de sus compañeras, que tal Heather, la chica era linda, muchos estaban detrás de ella, estaba seguro de que si le decía la verdad sobre Snoutlout la chica lo aceptaría, bueno, ella y cualquier otra, ya que parece que les gustaban mucho las pruebas de valentía.
Pero, la verdad ni Heather ni ninguna otra chica le llamaban la atención, para él casi todas las mujeres eran falsas e hipócritas, eran pocas las mujeres que estimaba, bueno la verdad solo eran dos, Camicazi y Margot. Pero no podían culparlo por no querer al género femenino, la primera mujer que conoció en su vida lo abandono, lo tiro en un bote de basura sin ninguna culpa o arrepentimiento... y las segundas...las monjas del orfanato, pero ellas no eran dulces ni maternales, es más podría jurar que se divertían cargándole el trabajo...no, la verdad no podían culparlo por no querer a las mujeres.
Pero, si de verdad era gay ¿Por qué hasta ahora le gustaba alguien? digo, había muchos humanos tan atractivos como su compañero, como por ejemplo Jedan, el templario era atractivo y fuerte.
Tal vez Rasmus no le gustaba, posiblemente solo estaba agradecido con él por haberle cuidado, por ser su primer y único amigo.
Salió del baño y se dirigió a la biblioteca, para que se puso a pensar en eso, ahora le dolía la cabeza.
Cuando entro observo a Margot...bueno, un concejo femenino no le caería mal, nervioso se acercó a la mujer, esta interrumpió su lectura y le sonrió acomodando sus gafas
-Margot...yo...bueno... ¿puedo preguntarte algo? el chico mordía sus labios nerviosos.
-claro Hipo ¿Qué deseas saber?
-bueno...como... ¿Cómo sabes si alguien en realidad te gusta? hablo en voz muy baja.
-perdona cariño no te escuche
-¿Cómo sabes si alguien te gusta?, pregunto más alto y sonrojándose.
La mujer lo miro incrédula, parpadeo unos segundos y después una sonrisa traviesa se formó en su rostro, miro al chico de forma maternal, el pequeño Hipo estaba creciendo muy rápido.
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Los ojos verde/amarillos de Rasmus contemplaban fijamente las escaleras, el morocho tronaba nervioso sus dedos; unos ligeros rayos de sol se colaban por la maleza iluminando tenuemente las escaleras, afuera se escuchaban algunas voces y ruidos extraños (almenos para Rasmus). Molesto comenzó a morder su labios, tres días, por tres días Hipo no había aparecido. Camino hasta la mitad de las escaleras y se detuvo, tenía un enorme deseo de verlo, de buscarlo y saber que estaba bien.
Pero no, no saldría hasta la noche, si salía ahora posiblemente los humanos le atacarían al verlo, entonces todo se vendría abajo y pondría en peligro a Hipo. Aguardaría hasta la noche para salir, lo buscaría toda la noche...y si era necesario todo el día, no descansaría hasta verlo.
Bajo las escaleras y se retiró a su "casa", descansaría un rato, ya que no había dormido en tres días y necesitaría de todas sus fuerzas para buscar al menor.
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-Hipo, Hipo ¿tuegamos? anda sí, tueguemos.
-ahora no puedo Camicazi, tengo mucho trabajo, pero te prometo que jugare un rato contigo en la noche.
Acostó a la pequeña en su cama, le dio algunas hojas y colores y se retiró a terminar sus labores, quería apresurarse y salir rápido de ahí. El Padre Thomas y Jedan se habían marchado a medio día y las hermanas no prestaban mucha atención a lo que el chico hacía, mientras Hipo realizara sus deberes se daban por bien servidas.
Tomo algunos dulces de la despensa y los guardo en su mochila, la verdad era muy divertido el escuchar pelear a las hermanas, recriminándose por los dulces perdidos casi todas las noches, por fortuna no sospechaban de él, después de todo no tenía la llave del lugar...pero si tenía una buena ganzúa.
Antes de cerrar la maleta un objeto metálico llamo su atención, sonriente lo saco, un camafeo de plata salió a la luz, era una joya simple, parecía un pequeño espejo con simples óvalos a su alrededor. Alegre lo delineo con la yema de sus dedos, Margot se lo había regalado esa tarde.
La mujer lo encontró al limpiar el ático de su casa, ella no tenía ningún uso que darle, pero algo le decía que Hipo sí.
Apretó un diminuto botón y la reliquia se abrió, un porta retratos quedo descubierto, tomo una aguja de su cajón y levanto el portarretrato, revelando un pequeño compartimiento. Coloco el camafeo en su cama, se dirigió a una esquina de su cuarto, unas viejas tablas fueron removidas revelando el escondite del pequeño, una tela roja se encontraba en el fondo, el chico la saco con cuidado y la extendió en su cama, en el centro, en un ojo de la calavera, se encontraban cinco escamas negras, grandes y brillantes. Con mucho cuidado coloco una a una en el camafeo, al terminar lo cerro con mucho cuidado, guardo la aleta y se lo colgó en el cuello, ahora solo necesitaba una foto.
-Hipo ¿Qué ates?
-ya verás.
El chico la sentó en su cama, peino su rubio cabello y lo ato en una coleta y cambio su pijama.
-toma, sujeta a Blass.
Camicazi lo miro sonriente, el chico se paró frente a ella con una cámara, le pidió sonreír y tomo la foto, ahora solo tenía que imprimirla y listo.
-¿Qué ates?
-voy a poner tu foto aquí (mostrándole el camafeo).
-a vel...ta bonito ¿Qué esh?
-un camafeo, se utiliza para guardar fotos (y cabello, o en este caso escamas) de la persona que quieres, es una forma de llevarlos contigo todo el tiempo.
-tú me queles mucho ¿veldad? pol eso pones mi poto.
-si Camicazi, te adoro.
Comenzó a hacerle cosquillas ocasionando la risa de la pequeña, paso cerca de una hora jugando con ella, le daba vueltas, la cargaba, todo lo necesario para que la niña riera; Camicazi comenzó a cansarse, ya era de noche y su hora de dormir había pasado, Hipo la arropo y le canto una canción de cuna antes de salir, apretó el colgante en su cuello y se dispuso a salir, ahora a ver a Rasmus.
Comenzó a anochecer y los ruidos disminuían, la escaza luz que inundaba los escalones comenzaba a evaporarse poco a poco. Solo unos minutos más, cuando no escuchara nada más que el canto de los insectos saldría, buscaría a Hipo y no regresaría hasta encontrarlo.
Empezó a caminar de un lado a otro, vamos, vamos, obscurece ya.
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Hipo caminaba nervioso a la estación de tren abandonada, tenía que estar seguro de que lo sentía por su amigo era más que amistad, después de hablar con Margot ya tenía una idea de sus sentimientos... a quién diablos engañaba, ya sabía que estaba enamorado de su amigo y la plática con la mujer solo lo confirmo, ahora el problema era como expresarlo.
Comenzó a adentrarse en la maleza, con calma cruzo las barras de metal, estaba por bajar las escaleras cuando se detuvo en seco.
-Ra...Rasmus
El morocho lo miraba feliz, balanceando su cola de un lado a otro. Hipo lo miro tiernamente, parece que su amigo también lo había extrañado.
El ruido de un auto corto la escena, aun no era tan tarde como para que el lugar quedara desierto. Esto regreso a Hipo a la realidad, se cubrió con su máscara de frialdad, bajo las escaleras y le dio un fuerte jalón de orejas a su compañero y comenzó a regañarlo.
-¡idiota! ¿Por qué estás aquí? te he dicho que es peligroso.
-¡auch! ¡lo siento! ¡lo siento! no venias y me preocupe.
-esa no es excusa (Hipo bajo la mirada apenado y ruborizado), te dije que faltaría unos días, no tenías por qué preocuparte.
-pero...estuviste enfermo.
-y...y eso que...vámonos.
El castaño comenzó a caminar con la mirada gacha, Rasmus le seguía confundido, bueno, almenos estaba bien.
Salieron a la ciudad, la tormenta sí que había dejado estragos en ese lugar, algunos edificios se encontraban adornados con autos y postes, por fortuna su casa era protegida por ese enorme muro.
Hipo se sentó en el pavimento, con la mirada le indico a su compañero que lo imitara, tomo una gran bocanada de aire antes de empezar a hablar.
-quiero...quiero que me hables sobre ti, que me digas lo que has visto en todos estos años, el chico hablaba nervioso.
Margot solo había confirmado lo que él sabía, estaba enamorado de su amigo, la mujer le dijo que bastaba con oírle hablar de él para darse cuenta. Por desgracia cuando le pregunto sobre su compañero, bueno, no pudo decirle nada más allá de los últimos meses, fue cuando se dio cuenta de que no conocía nada de Rasmus, estaba consciente de que él había conocido a uno de sus antepasados, pero no sabía el ¿Cómo? o el ¿Por qué? tampoco si tenía familia o ¿Por qué estaba en la ciudad?...pero no importaba, estaba decidido a conocer todo sobre su amigo, lo que le gustaba, lo que le aterraba, conocería todos sus secretos antes de confesarse.
-¿quieres que te hable de mí?
-Sí
Rasmus lo miro sorprendido, la verdad nunca había hablado de su vida personal, casi todo el tiempo hablaban de trivialidades o disfrutaban solo de la mutua compañía. En el fondo se alegraba, le hacía feliz saber que Hipo se interesaba más en él.
-¿Dónde...donde están tus padres? ¿Cómo eran? lo miraba nervioso, solo esperaba que el interrogatorio no molestara a su compañero.
El morocho lo miro por unos segundos, desvió la mirada triste, ase mucho (siglos) que no pensaba en sus padres, la verdad nunca nadie le pregunto por ellos, ni siquiera su jinete.
-¿Rasmus? el castaño lo miro, parece que no fue buena idea, -olvídalo, no tienes que contes...
-vivíamos en el gran nido, respondió el azabache mirándolo a los ojos, -mis padres y yo, era una enorme isla, con un volcán en el centro, la habitaban distintas razas de dragones, el morocho sonrió al recordar, -todos convivíamos pacíficamente...recuerdo que había un lago, me gustaba pescar ahí...en una ocasión se me ocurrió agarrar un cangrejo...sus tenazas aprisionaron mi lengua, ja, ja, ja, me estuvo doliendo todo una semana.
Hipo se acercó más a él, le gustaba verle sonreír, almenos sus recuerdos eran agradables.
-y... ¿tus padres?
-mis padres, bueno, ellos jamás se transformaron como yo...para ser honestos no conocí a ningún dragón que se transformara como yo, ni siquiera muerte o el alfa.
- ¿muerte? ¿alfa?
-otros razas de dragones.
-ah... y ¿Cómo eran tus padres?
-se parecían a mí en la forma de dragón, eran muy cariñosos. A mi madre le fascinaba apapacharme, jugaba conmigo, me alimentaba, y mi padre, él era muy fuerte, nos protegía a mi madre y a mí, nos traía pescados, nos cuidaba de los demás dragones, también jugaba conmigo...yo los quería tanto (menciono melancólico)
-y ¿tenías hermanos?
-No, mi especie solo tiene una cría por camada, yo era el primero que mis padres engendraron, tal vez...posiblemente...habría tenido hermanos si ellos no...ellos, el chico cayo de golpe y oculto su cabeza en las rodillas.
-¿Rasmus?
Hipo lo miro preocupado, se acercó despacio y comenzó a acariciar sus orejas y cabello, de forma tierna y protectora. Su compañero levanto la vista y le sonrió débilmente.
-ellos, un día salieron a cazar y ya no regresaron...creo que tenía un año en ese entonces, yo...no sé muy bien lo que les sucedió, pero creo que fueron cazados por los vikingos...recuerdo que vi enormes barcos cerca de la isla antes de que ellos se marcharan, por alguna razón mi madre decidió acompañar ese día a mi papá. Después de eso me quede solo, no había otro dragón como yo en toda la isla.
Hipo lo miro serio, él también se había quedado solo, pero con la diferencia de que sus padres no lo abandonaron, a ellos se los arrebataron. Rasmus se sorprendió cuando el chico lo abrazo y comenzó a acariciar su cabello, dándole pequeños besos en este, el morocho respondió la caricia, oculto su cara en el pecho del chico y se dejó mimar, la verdad lo necesitaba después de recordar a sus padres.
Estuvieron así por un rato, cuando se separaron Rasmus continuo narrándole su vida, le conto cuando su padre le enseño a volar, como le enseño a cazar, algunos de sus juegos, lo seguro que se sentía al dormir entre ellos. El humano lo escuchaba feliz, apreciando cada recuerdo y guardándolo en su mente.
Hipo se retiró más "temprano" (ósea a las cuatro de la madrugada), pero regreso a la noche siguiente para seguir escuchando la vida de su compañero.
Rasmus sobrevivo con un poco de esfuerzo. A diferencia de los humanos los dragones se desarrollaban más rápido, sabia pescar (presas pequeñas) y en ocasiones los dragones adultos le regalaban un poco de su botín, porque a los dragones les gusta cuidarse entre sí (almenos la mayoría), no se alejaba mucho del nido (porque sus alas aun no eran tan fuertes) y exploraba las islas cercanas, su vida no pintaba tan mal, por cuatro años todo fue paz, pero un día...él llego.
-Muerte llegó a nuestra isla, era el dragón más grande que había visto, tan enorme como una montaña, devoro a los mayores y nos esclavizo, nos obligó a llevarle comida, de lo contrario, si no obedecíamos nos devoraba...viví por años así, incluso, gracias a ello me conseguí un enemigo.
-¿un enemigo?
-Je, Sí, en una ocasión yo llevaba un yak como tributo, mientras volaba me topé con un susurro mortal, otra especie de dragón, comenzamos a pelear por el botín, él me atacaba y yo me defendía, ja, ja, ja, al final el yak se cayó al mar y los dos nos quedamos si presa, él se llevó una buena mordida de mi parte y yo tuve que ir por otro tributo, je, eso fue muy divertido.
-valla con el dragón peleonero (Hipo le revolvió el cabello), pero, no entiendo, si ustedes eran más ¿Por qué no lo enfrentaron? estoy seguro de que entre todos lo abrían derrotado (yo opino lo mismo).
-le teníamos miedo, era muy grande y feroz.
-entonces ¿Qué ocurrió? ¿Cómo te liberaste de su dominio?
El rostro de Rasmus cambio, sus ojos se llenaron de nostalgia, alegría y una infinita ternura, este cambio no paso desapercibido para el chico.
-Hipo, al final fue Hipo el que nos salvó.
-¿Hipo? mi antepasado.
Rasmus sonrió feliz y asintió, el morocho comenzó a narrarle la historia, desde su primer encuentro, como ambos se perdonaron la vida, la enorme amistad que creció en ellos y el lazo que formaron.
Por varias noches Hipo escucho las aventuras que dragón y vikingo vivieron, las peleas que tuvieron que enfrentar contra Alvin, Dagur, Drago y varios dragones. El chico lo escuchaba atentamente, gravando cada palabra y gesto que su compañero hacía.
-finalmente Hipo dejo el mando, su hijo Balder tomo el liderazgo, las tardes no la pasábamos volando y en ocasiones caminábamos en la playa, él y yo...bueno, también iban Astrid y sus nietos.
Cuando termino de narrar el castaño se levantó en silencio con la vista gacha.
-yo...me tengo que ir.
Hipo comenzó a caminar, antes de desaparecer por completo le informo a su compañero que tardaría varios días en regresar, fue solo un murmullo pero el morocho lo escucho claro, Rasmus no tuvo tiempo de protestar ya que Hipo se echó a correr, perdiéndose en la obscuridad.
La manera en que hablaba de él, con infinita ternura, su mirada soñadora, sus expresiones, las mismas palabras, bastaba con oírle decir su nombre...su nombre.
Porque a pesar de tener el mismo nombre la mención de este era distinta, un Hipo dulce era para referirse al vikingo, mientras un Hipo más seco era para referirse a él.
Amor, podía jurarlo, Rasmus estaba enamorado de aquel humano con el que convivio hace cientos de años, de aquel chico que lo derribo, de aquel chico que le devolvió el cielo, con el que vivió un sinfín de aventuras...y, podría jurar que aún lo estaba.
Se levantó de su cama y se acercó a su escondite, saco la aleta roja y la extendió, la tela contaba con varias reparaciones, tenía planeado arreglarla antes de devolverla con su dueño. Molesto la apretó en sus manos, tenía unas enormes ganas de romperla, de destruirla y quemarla. Porque ese objeto era un recuerdo permanente del vikingo; el chico logro controlarse y la regreso a su escondite, no podía destruirla, era un tesoro para Rasmus y él no se atrevería a arrebatárselo.
Molesto se tumbó en su cama, reprimiendo las ganas de llorar.
Talvez...lo mejor era reprimir los sentimientos por su amigo, era obvio que jamás serian correspondidos, lo mejor sería alejarse poco a poco, de lo contrario terminaría más roto y herido de lo que ya estaba. Con este pensamiento se marchó a la escuela.
Olvidaría su amor por Rasmus, y con esto esperaba poder desechar esos celos que sentía, ese odio a un recuerdo, al recuerdo de su antepasado, al recuerdo de Hipo el vikingo.
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