Capitulo 5
Sabía que escapar de la situación no era nada buena y ahora, tenía que enfrentar a su esposo frente a su hijo.
Encerio, que mala suerte se traía encima.
- Inari, mi amado Inari. - Sovieshu avanzo hasta el y acaricio las suaves mejillas de su esposo, complacido de poder tenerlo por fin ante el. - Te extrañe, mi bello angel.
"No caigas..."
El precioso doncel se repetía constantemente esas dos palabras. Era de vida o muerte no caer ante las palabras tan sin sentido del emperador. Si lo hubiera extrañado, aquella mujer no estaría en el palacio.
El dolor en su corazón latió de solo recordar a la amante, su bebé pateo su vientre para hacerlo reaccionar y solo entonces, supo alejarse del emperador.
- Emperador - el saludo del doncel era frío, el pequeño príncipe se encogió ante tal escena y se oculto en el cuello de su madre. - estoy seguro que me extraño, tanto, que...- cerro sus ojos para calmar su mente. Acaricio su vientre al sentir patadas. - trajo a aún esclava y la convirtió en su amante.
- ¿Cómo...- el murmuró anonadado surgio con rapidez. - Inari, no es lo que piensas, es solo una invitada al palacio, y-yo-
Inari lo fulminó con la mirada haciéndolo callar. Sentía las lágrimas arremolinarse pero no lloraría frente al emperador, sería fuerte frente a el y a su hijo que se encontraba asustado por la energía tan fría que desprendía. Inhaló profundamente y su aura se disperso con una ventisca.
Acaricio la espalda de su hijo y soltó todo su veneno en lo siguiente. - Te odio tanto, Sovieshu.
- Ina-
- ¡Te detesto tanto! - el dolor fue reemplazado por ira. Su poder nuevamente salió a flote. - ¡Te odio, te odió, te odio!
El guardia personal de Inari hizo acto de presencia ante el desprendimiento tan fuerte de magia. Con rapidez se acerco, Inari entre su hijo y este se marchó con el bebé asustado, el hombre le dió una leve mirada a su señor y este entendió.
No debía discutir frente a su hijo, tenía que controlarse. El asunto era entre el y el emperador.
Quedando los dos solos, Inari se permitió por fin desquitar todo su dolor con el hombre frente a el.
- Deja que te explique, Inari, amor...- el emperador sudo de los nervios, estaba asustado. No quería perder a su amado esposo. Los días de abundante estrés lo estaban matando. - Lo que sucedió no fue como crees, solo... Di asilo a una esclava que salió herida por culpa mía, solo eso, no pasó nada más, no tiene un título.
Inari resopló y sujeto su vientre con algo de dolor. Aún así, no se contuvo. - ¡Eres un descarado! ¡¿Te atreves a mentirme?! ¡¿a decir que la palabra de mis lacayos son mentiras?! - bramó al darle una bofetada, aturdiendo al emperador. - ¡Yo lo ví, todos en este palacio saben que estuviste con esa mujer y que además de eso la nombraste concubina!
Sovieshu ya perdiendo la paciencia por tal golpe, explotó contra su esposo. - ¡No te permito que me grites de esa manera y mucho menos que me pongas una mano encima! - tomo a su esposo de la muñeca y lo jalo hacia el, tomando sus brazos para tenerlo más cerca. Y sin pensarlo, soltó lo que alguna vez escucho decir a su padre. - ¡Soy el emperador! ¡Puedo tener varias mujeres a mi disposición de ser necesario! ¡Y tu! - agarro la nuca del doncel furioso, juntando sus frentes con firmeza. - Eres uno más-
Inari logró safar sus brazos y golpearlo a puño limpio en su nariz, rompiéndola. Las lágrimas eran tenidas, el dolor en su vientre aumento pero no sé doblegó, lo único que no quería escuchar, lo había termino por acabar.
- Hice todo, todo por ti Sovieshu. - sus labios temblaron, la escarcha cubrió sus pies. - Y aún no parece bastarte... - apretó sus prendas con frustracion y dolor. - Que tonto fui por creerte, por creer en esas promesas que me hiciste.
Sovieshu un poco más conciente, dejo que el sangrado continuará y solo se quedó observando a su esposo. Había cometido una gran estupidez.
¿Cómo pudo decir algo así? ¡El no era su padre! ¡El odiaba a su padre por hacer sufrir a su madre!
Y ahora...
- Y ahora es igual a su padre. - aquello paralizó al hombre. - ¿Y sabe qué? - continuo de nueva cuenta, a pesar del dolor. Limpio con fuerza sus ojos. - Puede hacerlo, puede tener a esa mujer como su amante. - aseguró. - ¡Pero no se atreva a tocarme, verme o a interesarse por lo que sucede con mi vida! ¡Llore suficiente por usted, ya no me quedan más lágrimas que derramar! ¡Y SI TANTO DESEA TENER UN HAREM, HAGALO YA!
Dicho y hecho, dió media vuelta y salio con paso apresurado.
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- Y eso sucedió...
El secretario negó al terminar el relato del emperador. Podría ser su superior y un miembro de la realeza pero había arruinado su matrimonio con aquellas pocas palabras.
Tiempos difíciles le esperaban al imperio si tanto la emperatriz cómo el Consorte le daban la espalda al monarca.
- ¿Y que esperaba, su majestad? - el conde Carl ajusto los papeles en sus manos. - ¿Un reencuentro y final feliz? Usted dijo e hizo muchas cosas en su adolescencia y aún así el Consorte se quedó con usted, a su lado, apoyándolo. Creo y disculpe mis palabras - miro directamente al hombre cabizbajo. - No sabe valorar a su esposo.
Sovieshu suspiro y restrego sus manos por su cara. Apretó su mandíbula y golpeó la mesa con brusquedad.
- Eso lo sé. - trago el nudo en su garganta. - Mi amado Inari nunca me perdonará por esto, he perdido su confianza y amor.
- Su confianza si. - aseguró el conde. - pero su amor no del todo. - hizo una mueca por lo que diría pero tenía que ser sincero. - El Consorte siempre a demostrado su gran amor hacia usted, mi señor. Un amor así, no puede desaparecer de un día para otro. Es entendible que este dolido, sobretodo al llevar a su segundo hijo en su vientre ante su terrible condición salud, cuidado de su primer hijo en aquel desolado lugar mientras usted se acostaba con otra-
- Ya entendí. - gruño, mientras más lo pensaba, más le dolía. - No es necesario que me lo diga.
- Lo pongo en contexto, su majestad.- sonrió, cómo estaba disfrutando esto. - ¿Debería trasladar a Lady Rastha al palacio de las lágrimas?
Sovieshu medito esto... El palacio es donde la amante de su padre se trasladó al morir el. Un lugar donde se abandona a las amantes a su suerte...
- No. - aquello descolocó al conde. - Déjala, en el palacio. Es peligroso que una esclava sin ningún título vaya a un lugar desolado.
El conde no daba crédito a lo que escuchaba, le estaba dando la oportunidad de deshacerse del problema y el emperador no parecía ceder a dejar su capricho.
- Cómo ordene, su majestad. - el hombre se inclino y salió del despacho.
"Una excusa bastante mala para decir que quiere seguir estando con ella..."
Eso era realmente....
- Repugnante.
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