Capitulo 4

En los pasillos del gran palacio, una pequeña bolita de amor gateaba incesantemente para encontrar a su padre. Lo hacia de la manera más discreta posible y con sincronía. No recordaba a la perfección dónde se encontraba su querido padre pero lo buscaría por mar y tierra hasta dar con el.

Su misión era reunir a su familia y jugar juntos, cosa que no parecía ser posible por el cambio tan repentino de su mamá.

Siempre que su mamá estaba triste, su padre y el lo sorprendían con besos y abrazos. Ahora, no había nadie que lo ayudara a dar besos y abrazos a su mamá.

El repentino paso y tintineo apresuro al pequeño bebé que, sin mucho trabajo, gateo hasta un pilar (nada grueso) y espero pacientemente a que llegara el peligro. Se colocó de tal forma que estuviera sentado y suspiro agotado, trato de recuperar el aliento con respiraciones largas.

"¿Que es eso?..."

Un guardia pelirrojo paro de repente su andar ante el regordete cuerpo de un bebé que sobresalía del delgado pilar. Nunca había visto algo así en sus entrenamientos por lo que no sabía muy bien cómo reaccionar.

Avanzo lentamente hacia el pequeño que estaba de espaldas a el y lo cargo sin mucho esfuerzo.

Ojos grises y azules conectaron.

Calixto frunció el ceño y le dió un golpe en su ojo. No era su mamá ni mucho menos su padre.

- ¡Au! ¡Oye! - el joven guardia sobó su ojo e hizo un puchero lastimero. - Los bebés buenos no hacen eso.

- ¡Malo! ¡Hombe malo! - sacudió sus bracitos para golpear el rostro del joven. No permitiría que se lo llevarán lejos de su familia. - ¡Malo!

El guardia alejo al bebé sin saber que más hacer. Lloro internamente por su situación tan lamentable aunque en su defensa, aquel mocoso tenía una fuerza impresionante.

- Tranquilo, tranquilo - mecio de arriba a abajo el pequeño cuerpo. Calixto detuvo su ataque al sentir sus energías irse. - Ya, ya, calmate bebé plateado.

Calixto al verse ya acorralado y sin fuerzas, procedió hacer lo que cualquier bebé haría al sentirse en peligro, llorar.

- ¡BUAAAAAA! - el potente grito aturdió al pelirrojo que ahora sí, alterado, abrazo al bebé y arruyo con rapidez. - ¡PAPÁ!

- Oh no, por favor, cállate. - en su desespero y al sentirse tan presionado, cubrió la boquita - Shh, shhh.

No sirvió de nada.

- ¡Otra vez con eso! - grito adolorido, el bebé lo había mordido. - ¡Mocoso grosero!

- ¿Grosero, dices?

- ¡Si! ¡Es un bebé muy ruidoso!

Calixto paro de llorar de repente y el guardia se tenso al analizar la situación. Alguien estaba tras suyo...

Giro su cuerpo rápidamente aún con el bebé moquiento en brazos y casi sonrió como el corazón se le salía del pecho.

El emperador estaba justo frente a el y no parecía contento. A cada lado, dos guardias lo cubrían y para su desgracia, uno de ellos era su superior.

- ¡Su majestad! - se inclino rápidamente, estaba nervioso, no lo había escuchado venir ¡Y eso que estaba debidamente entrenado! - Mis disculpas por semejante escándalo pero me encontré a un bebé y no podía controlarlo.

- ¿Cómo podrías? - Sovieshu miro de manera indiferente el guardia y extendió sus brazos al pequeño que extendió también los suyos para ser cargado. - Es mi hijo de quién hablamos, no es cargado por cualquiera.

El terror inundó el cuerpo del guardia, no levanto su mirada en ningún momento al bebé ser sostenido por su padre.

- ¡Papá! - exclamó feliz el pequeño paró después abrazar por el cuello al hombre. Sus ojos grises se llenaron de lágrimas. - ¡Papá!

Sovieshu suspiro aliviado. No había palabras para describir lo feliz que se sentía de tener a Calixto entre sus brazos, con el, junto a el.
Tanta era su alegría que olvidó por completo al guardia que grito a su retoño y en lugar de castigarlo, dió media vuelta para marcharse.

El guardia respiro sonoramemte pensando que ya todo quedaría atrás y solo entonces, debido al sonido exagerado, Sovieshu notó su presencia.

El emperador sonrió, sujeto a su juguetón hijo con firmeza y miro fijamente al hombre frente a el.

- Gritar a un miembro de la familia imperial es una ofensa que se castiga. - el pelinegro palmeo la espalda de su hijo para tranquilizar su tirón en su saco. - Pasarás 3 días en el calabozo, sin comer ni beber nada y con solo una idea en tu cabeza, pedir perdón a mi heredero.

No siquiera espero un reconocimiento y salió del lugar con su hijo. Los guardias que lo acompañaban tomaron al joven y lo arrastraron hasta su nuevo destino.

El superior negó decepcionado, el soldado no llevaba ni un día en el castillo y ya era castigo de tal manera. Hablaría con el emperador para reducir su tiempo en el calabozo, era un novato y no sabía cómo se manejaban las cosas en el palacio.

Mientras el guardia desaparecía, Calixto encontró divertido la expresión asustada del hombre y rio en el cuello de su padre.

- ¿Mi pequeño príncipe se está divirtiendo con papá? - suavemente repartió besos en su costado, logrando que el bebé lanzará una carcajada por el cosquilleo.

Sovieshu repaso la situación un poco, inspecciono a su hijo de pies a cabeza. Su pequeño estaba solo cuando aquel guardia lo encontró, sin ningún rastro de su madre.

Si el estaba solo, ¿Cómo llegó hasta aquí? ¿Dónde estaba su amado Inari? ¿Había llegado mucho antes de lo previsto?

¿Será que se encontró con Rashta?...

Con ese último pensamiento avanzó rápidamente hasta la sección de su marido. El único lugar donde podría estar.

Calixto levantó sus brazos al sentir la brisa golpear su rostro. ¡Por fin estaba jugando con su papá!

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- ¡Cómo es posible que no encuentren a mi hijo!

La helada ráfaga hizo temblar a las sirvientas arrodilladas ante el rey, nadie quería hablar y enfrentarse al terrible temperamento que el doncel dejaba a flote cuando se enojaba.

- ¡S-su majestad, nosotras intentamos hacer nuestro trabajo pero el principe no cedia con sus llantos y berrinches!

Inari sintió su sangre burbujear de ira. No se contendria esta vez, les había dado una oportunidad de servirlo y no parecían entender su posición como niñeras del príncipe.

- ¿Me dirán una respuesta lógica o seguirán dando excusas ridículas? - siseo. - ¡Respondan!

Las sirvientas temblaron y la única que logró hablar ya no lo hizo, estaba asustada a más no poder. Inari inhala profundamente por la terrible patada de su hijo, tenía que tranquilizarse.

¿Pero como haría algo así? Su bebé estaba perdido y el único que podía ayudar a buscar era su escolta Sir Garte.

El rey avanzado hasta sostener el rostro de la valiente descarada. Apretó sin cuidado alguno. - Su UNICO trabajo es cuidar de mi príncipe - sus azules ojos brillaron en frialdad. - y si no pueden con esta tarea, les aseguro que no sirven en este palacio.

Las mujeres asíntieron al unison, temblando en el proceso. El doncel soltó la cara de la sirvienta y cerro sus ojos por un momento.

- ¿Qué les parece esto? - sonrió. - Su castigo se aplicará con una rata. - comenzó con dulzura. - Está pequeña rata hambrienta será por fin alimentada con su carne. Se alimentará con ustedes aún estando vivas.

- ¡Mi señor, no!

- ¡Por favor, tenga piedad!

Los gritos de súplica inundaron la había pero el doncel no dió su brazo a torcer. Hizo una leve señal al adolescente guardia y este se quedó con las sirvientas llorosas.

Inari salió de la habitación sin mirar atrás, a medio camino, recargo su cuerpo en la pared. El bebé estaba pateando demasiado fuerte para su gusto desde que su hermano mayor se perdió.

- Cali...- las hermosas gemas se llenaron de lágrimas. Se sentía tan impotente por no poder ayudar en la búsqueda. - Mi niño...

- ¡Mami!

Inari dejo de recargar su cuerpo en la pared y giro su cabeza rápidamente. Soltó sus lágrimas al ver a su hijo y sin prestar atención al emperador lo tomo en brazos y beso cada parte de su rostro.

- Mi bebé, mi Calixto...- Murmuró con adoración, escuchando la risa angelical y los llamados felices. - Estás a salvó mi amor, mamá no te dejará solo nunca más. Nunca.

El doncel rio por las risas de su hijo y subo su vientre, ya no sentía patadas.

Para el emperador, no había doncel más hermoso que su esposo.
Sentía su corazón latir desbocado ante el redondo vientre que albergaba a su próximo hijo. Tenía sentimientos encontrados ya que no estaba informado del embarazo pero estaba muy feliz de verlo, lo sería aún más si pudiera besarlo y abrazarlo como se debe.

Calixto estiró su manita tras Inari y grito. - ¡Mami, iha!

Gris y azul conectaron miradas. Sovieshu dejo de respirar por unos segundos y sintió su sangre correr hasta cierta parte del sur, un sonrojo inundó sus mejillas pero no aparto la mirada.

Su esposo tenía aquella habilidad de dominarlo con una simple mirada. Amaba cada parte de el pero definitivamente no podía contra los azulados glaciares.

- Emperador...

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