Capítulo 7: Un día de cama
Tapado con una manta y sentado en el sofá, Deku se tomaba en silencio el caldo caliente que Bakugo había preparado para él. Miró hacia atrás. Bakugo mantenía sus codos apoyados sobre la encimera, con un vaso vacío frente a él y el prospecto de la caja de medicamento en sus manos. Parecía preocupado. Era cierto que él se olvidó las llaves puestas, pero había sido un accidente y ahora intentaba hacer algo bueno por él. Deku sonrió. Ese chico podía ser amable cuando se lo proponía, cuando bajaba un poco su coraza.
Esa mañana cuando abrió los ojos, estaba sumamente nervioso por tener que impartir clases a los niños. Por algún motivo desconocido, su madre siempre decía que los niños le adoraban y se sentían cómodos a su lado, pero aun así, enfrentarse a toda una clase, era la primera vez que lo haría y, por tanto, los nervios se agolpaban en su estómago creando una sensación incómoda y de malestar.
Al despertarse y dirigirse a la cocina para desayunar, se llevó la gran sorpresa de que Bakugo ya lo había preparado por él. Fue todo un detalle. Si hoy alguien le preguntase qué pensaba sobre el cambio de Bakugo, indudablemente diría que iba mejorando. Era cierto que seguía llamándole "Deku", pero por algún motivo, ya no pensaba que lo hacía como un desprecio, sino por costumbre y más desde que lo adoptó como nombre de héroe. Tampoco le insultaba tanto como antes y, desde luego, no volvió a ponerle la mano encima a no ser que fuera por algún entrenamiento o alguna pelea que tuvieran. Aquel abusón que le hacía la vida imposible de niño ya no estaba, sin embargo, sí seguía siendo un chico muy cerrado en cuanto a sus sentimientos y preocupaciones. Tampoco solía disculparse, o al menos, no con él.
Bakugo terminó de leer el prospecto de la medicación y llenó el vaso frente a él con agua para llevárselo. Traía consigo un par de cajas con pastillas, pero en vez de darle algo, las dejó sobre la mesa junto al vaso.
— Ponte esto — comentó en el momento en que le pasaba otra cajita con un termómetro en su interior.
Sin pronunciar palabra pero con una dulce sonrisa, Izuku tomó el termómetro y lo metió bajo su axila derecha para tomarse la temperatura. Seguramente había traído varias cajas de medicación al no estar seguro de cuál darle. Deku dejó caer su cuerpo hacia atrás hasta apoyarse en el respaldo y cerró los párpados. No se encontraba bien, pero mañana debía volver a clases.
Se sorprendió al sentir la mano de Bakugo sobre su frente. Por algún motivo, pese a que el rubio no le estaba mirando, Izuku se sonrojó ante su contacto. Sólo estaba comprobando su temperatura. ¿Cómo de mal debía estar su rostro para que Bakugo hiciera contacto físico con él con esa preocupación?
— Creo que tienes fiebre — susurró Bakugo, aunque apartó la mano y esperó pacientemente a que el termómetro hiciera su función — Oye, Deku, sabes que tenemos dos puertas, ¿verdad? ¿Por qué no entraste por el garaje?
¡Izuku se sonrojó todavía más! Había pensado en esa posibilidad y de hecho, fue lo primero que hizo al ver que no podía acceder al interior. Sin embargo, cuando llegó a la puerta del garaje y sacar su llavero de All Might, se dio cuenta de que no tenía la llave del garaje. No la había puesto en el llavero y, por tanto, debía estar en el interior de la casa, en la bandeja donde dejaban todas las llaves.
— Fui al garaje, pero... no tenía la llave para entrar.
Izuku tensó el rostro, frunciendo un poco el ceño, cerrando los párpados con fuerza y colocó las manos frente a su rostro a modo de protección temiendo ser regañado o incluso golpeado por su compañero ante su despiste. En cambio, lo que escuchó fue un largo resoplido por parte de Bakugo.
Al ver que no llegaba ni una queja por su parte ni algún golpe, Izuku abrió los ojos. Bakugo se levantaba para ir a buscar algo y cuando regresó, lo primero que hizo fue estirar su mano con la palma hacia arriba.
— Dame tu llavero.
— Oh... claro — susurró Izuku, pasando sus manos por los bolsillos de su pantalón hasta encontrar el llavero. Se lo dejó sobre la palma de su mano.
Sus fuertes manos abrieron el enganche metálico con una facilidad asombrosa. A él nunca se le dio bien meter las llaves en esas anillas, pero a Bakugo se le daba genial. Coló la llave del garaje y la dejó junto a las demás. En ese momento, viendo a su compañero tan concentrado y preocupado por evitar de nuevo una situación similar, Izuku no pudo evitar pensar que en realidad, Bakugo sería un gran novio si no fuera por sus insultos o lo poco cariñoso que resultaba a veces, sin embargo, su forma de preocuparse por los pequeños detalles era... perfecta.
Puede que le hubiera echado de la cama, pero le trajo una manta en cuanto vio que tenía frío, le preparó el desayuno por la mañana, volvió el primer día con una cerveza para él y se quedó hasta la madrugada a su lado montando muebles, se preocupó por acompañarle a comprar, por el golpe que se dio en la cabeza y hoy... allí estaba, procurando poner remedio a que pudiera entrar en casa incluso si él se despistaba y dejaba las llaves o cuidándole por haberse puesto enfermo. ¡Sí! Bakugo sería un gran novio. La persona que estuviera a su lado sería afortunada si conseguía acostumbrarse a su mal humor, los insultos que solía soltar y su cero romanticismo.
En ese instante, se dio cuenta de algo todavía más importante. Él no sería ese alguien. Le conocía desde niño, estaba acostumbrado a sus palabras mal sonantes, a su mal genio e incluso a los accidentes que sufría a su lado. Sabía que Bakugo jamás sería romántico, no le traería bombones, no irían a cenas románticas y seguramente, nunca se disculparía con él abiertamente, pero sí sabía ahora que fingían ser novios que sería un chico que se preocuparía por evitar hacerle daño, que intentaría corregir sus errores aunque no los hablase, que estaría a su lado intentando apoyarle en lo que fuera. Claro que se quejaría de que se hubiera puesto enfermo y de que era un problema tener que estar a su lado cuidándole o preparándole sopas o té caliente, o mirando la medicación, pero lo hacía y eso era lo que contaba a la larga. Era un chico en quien podías confiar. Pensar en ello le deprimió un poco.
Su pasado era realmente malo. Cualquier persona en su sano juicio se habría alejado de él todo lo posible. Los pocos amigos que Izuku tuvo le dijeron miles de veces que debía apartarse de ese chico, incluso cuando fueron amigos, en el momento en que cruzó la línea de la amistad a abusón, él debió alejarse, pero... no pudo hacerlo. Sentía que Bakugo era su amigo y que estaba perdido. Para ser honesto, pese a que llevaba años sin sufrir sus abusos, todavía tenía cierto temor a volver a un tiempo así. Ahora que estaban siendo al menos compañeros, le gustaba y quería que fuera así para el resto de su vida. A veces pensaba que Bakugo deseaba lo mismo y por eso dejó de intimidarle, por eso aunque seguía insultándole, le soportaba y trataba de ser medianamente amable con él.
— ¿Por qué me miras así? Dame el maldito termómetro. Hace un rato que está sonando. ¿Es que estás sordo o qué?
Izuku sonrió. ¡Ése era su mal genio! Pero estaba acostumbrado. Sin dilación y algo sonrojado, le dio el termómetro.
— Como suponía. Tienes fiebre. No me va a quedar más remedio que cederte la cama hoy.
¡Eso sí sorprendió a Izuku! ¿Bakugo pensaba dejarle la cama? Era todo un detalle teniendo en cuenta el dolor de cuello y espalda con que se había levantado hoy.
— ¿Vas a dejarme dormir en la cama? — preguntó con extrañeza.
— No te hagas tantas ilusiones, sólo mientras estés enfermo. Yo me olvidé las llaves puestas, así que... supongo que es lo mínimo que puedo hacer por ti. Pero habrá una línea y no vas a cruzarla. No quiero sufrir abrazos, ni quiero que invadas mi espacio.
— Lo prometo — sonrió Izuku — Ni te enterarás de que estoy allí.
— Eso espero. No quiero arrepentirme de dejarte dormir conmigo.
Bakugo guardó el termómetro. Con su rostro hacia la mesa buscando las pastillas para la fiebre y siendo conocedor de que Izuku no podía ver su rostro al tener su espalda recostada sobre el respaldo del sofá, sonrió. ¡Había conseguido meterlo en su cama! De una forma extraña, sin decirle directamente que deseaba aquello y fingiendo molestia, pero le alegraba haber logrado su objetivo.
Le pasó la pastilla con el vaso de agua y esperó a que se tomase la medicación. Bakugo le observó hacerlo. Su rostro estaba ligeramente sonrojado, seguramente producto de la enfermedad y la fiebre. Tosía de vez en cuando y estaba convencido de que mañana se encontraría peor. Lo cierto era que Bakugo se sentía bastante culpable por haber olvidado quitar las llaves. Era un acto involuntario y rutinario. Siempre entraba en su casa, vivía solo y, por tanto, cerraba la puerta y la bloqueaba dejando las llaves. ¡No se dio cuenta de que Deku debía entrar tras él! Un despiste que le costó caro.
— Deberíamos ir a dormir — sugirió Bakugo — será mejor que te acuestes, descanses y estés bien abrigado.
— Tienes razón. Subiré entonces e intentaré dormir.
Agotado como estaba, se levantó llevándose la manta consigo. Tenía mucho frío por culpa de la fiebre. Bakugo subió tras Izuku hacia la habitación, llevando consigo la almohada que Deku usaba para dormir en el sofá.
En cuanto llegaron al cuarto, Izuku se dejó caer sobre la cama. ¡Era tan mullida que cerró los ojos al instante!
— Pero métete dentro, idiota — se quejó Bakugo al ver que ni siquiera se había tapado con la colcha pese a estar enrollado en su manta.
— Es tan blandita — susurró Deku. El sofá donde dormía era duro e incómodo, pero la cama... era como tocar el cielo.
Bakugo sonrió al escucharle. Debió haber pasado dos malas noches en ese sofá. Agarró entonces la colcha y se la echó por encima a Izuku para taparle mejor. Una vez vio que se encontraba cómodo y bien tapado, Bakugo dio la vuelta a la cama y se tumbó en su sitio. Era la primera vez que compartía cama en su vida, pero siendo sincero consigo mismo, le gustaba la idea de que Izuku fuera el primero.
Se giró hacia él y le observó. Estaba girado hacia su lado, completamente acurrucado y con los párpados cerrados. Sus labios entreabiertos hipnotizaban su mirada. ¿Cuántas veces soñó con probarlos? ¡Demasiadas! Los últimos años, trabajando con él en la misma agencia de héroes, viéndole día a día, sintiendo esa alegría cada vez que cruzaba la puerta y miserable cuando se alejaba de él... no tenía duda alguna de que estaba enamorado. ¡Enamorado de la única persona con la que jamás podría tener nada!
Bakugo acercó su mano hasta el rostro de Izuku. Su respiración se relajaba y cuando pasó el dorso de su mano para apartar un poco el flequillo para impedir que le molestase, supo que Izuku se había dormido profundamente. Debía estar agotado y encontrarse tan mal hizo que cayese rendido.
— Ojalá pudiera volver atrás — susurró Bakugo — Ojalá pudiese hablar con mi yo del pasado y evitar el daño que te hice. Haría lo que fuera por tener una oportunidad de estar contigo.
Su corazón se rompió a cada una de las palabras. Izuku dormía sin ser consciente de lo que él sentía. Ese sentimiento debería llevárselo a la tumba consigo mismo, porque decirle algo así a Izuku sería dañarle todavía más. ¿Qué persona podría aceptar a alguien que abusaba de él de niño? Él no lo habría hecho, Izuku no lo haría. Su mayor error del pasado le costaría caro en su presente. Podía intentar cambiar, lo hacía, cada día se esforzaba por cambiar, pero... no era suficiente para enmendar su error. Era demasiado grande. Ése era el único pensamiento de Bakugo. Hiciera lo que hiciera, nunca sería suficiente para suplicar su perdón.
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