Capítulo 4: Supermercado
El domingo era un día de descanso para la mayoría de la gente. Esa urbanización donde les habían mandado a investigar era perfecta para relajarse. Un lugar donde rara vez ocurría algo y eso era lo que también creía el pobre hombre que aceleraba el paso por los pasillos siendo observado por su nuevo vecino de enfrente.
Desde esa misma mañana en la que decidió salir a correr y despejarse haciendo un poco de ejercicio, ese chico no dejaba de seguirle. Empezaba a asustarse con todo lo que estaba ocurriendo. No entendía qué interés podía tener un chico de veintipocos años en él.
El hombre se posicionó junto a la estantería del tomate frito y miró primero a su derecha y, seguidamente, a la izquierda. No había nadie y, sobre todo, ese extraño chico recién llegado a la urbanización no sacaba la cabeza entre las estanterías para observar el pasillo donde él estaba.
Algo más relajado creyendo que finalmente le había perdido de vista, suspiró y agarró uno de los botes de tomate para, súbitamente, encontrarse tras éste con los ojos de su nuevo vecino.
Con un leve grito de sorpresa y terror, se alejó de golpe de la estantería, con tan mala suerte que su cuerpo chocó contra el carro de la compra y éste fue impulsado hacia atrás, provocando un ruido metálico al golpear contra otro carrito que pasaba a la espalda.
— Lo siento – se disculpó el hombre de inmediato a la vez que se giraba. Para su sorpresa, el otro chico nuevo había parado su carro con una mano y sonreía.
— No se preocupe. ¿Está bien?
— Sí, sí, estoy bien. Tú eres mi nuevo vecino, ¿no?
— Sí, creo que conocí ayer a su esposa. Izuku Midoriya. Mucho gusto. – sonrió Deku con una pequeña reverencia.
— Arata Fuju – susurró antes de realizar también una reverencia a modo de saludo.
— Oh y ése es... mi novio, Bakugo Katsuki.
El movimiento de sus dedos indicando el otro lado de la estantería sorprendió a Bakugo. Quizá él creía que estaba haciendo un buen seguimiento del sujeto, pero no era para nada así.
— Lamento mucho si le ha asustado – intentó mitigar Izuku el impacto del mal seguimiento de su chico – es que mi novio adora el deporte y es extremadamente competitivo. Tampoco se le da demasiado bien las dotes sociales – susurró esta vez para que Bakugo no escuchase eso último.
— Oh, no te preocupes, sólo ha sido...
— Lo sé. Katsuki puede resultar a veces atemorizante. Creo que sólo quería correr con usted. Solemos salir juntos a hacer deporte, pero hoy me he quedado dormido, estaba realmente cansado y él odia ir solo. Aquí no conoce a nadie y quizá pensó en intentar alcanzarle para hablar. Lamento mucho si le ha asustado. Por favor, acepte mis disculpas.
— Ya veo. No pasa nada – sonrió el hombre.
— ¿Por qué no se pasan un día usted y su esposa por casa? Prepararé té y una deliciosa tarta. Me encantaría poder disculparme como es debido por ese incidente.
— No es necesario.
— Insisto, de verdad. Además nos harían un gran favor. No conocemos a nadie aún en la urbanización.
— De acuerdo. Se lo comentaré a mi esposa.
— Muchísimas gracias. Espero que pase un buen día. Nos vemos en el barrio.
Con una profunda reverencia, Izuku desplazó su carro y volvió a su faena de comprar. Al menos había arreglado el asunto de Bakugo y su mal seguimiento, sin embargo, no tardó en tener repercusiones por su iniciativa.
— ¿Pero qué narices haces? – preguntó Bakugo, interceptando a Deku en el siguiente pasillo y frenando el carro tan súbitamente que el cuerpo de Deku golpeó contra el asa del carro. Un pequeño quejido salió de sus labios.
Durante unos segundos, Deku intentó calmarse. Realmente se había hecho un poco de daño, pero así era Bakugo. Él no solía medir las repercusiones de sus actos.
— Me he disculpado por tu comportamiento. Le estabas asustando.
— Eso no es cierto. Le vigilaba.
— Deberías hacerlo de una forma más discreta.
— ¿Más discreta? ¿Y cuál es tu plan?
— ¿Qué tal si empezamos tomando un té con ellos para conocerlos mejor? Y de ahí, podrás hacer una amistad, ir a hacer deporte con él, pasar por su casa con la excusa de llevarle algo, invitarle a casa y tenerlo controlado, no sé, Bakugo, hay muchas posibilidades y cuanto más amigo te hagas de él, más cercano serás y más vigilado lo tendrás.
Bakugo pareció pensar en esa posibilidad. Siempre había sido un chico solitario y no se le daban bien las relaciones personales ni sociales, pero entendía el plan de Deku a la perfección y por eso mismo, sonrió. Deku siempre tenía buenas ideas.
— Ya veo. ¿Y cuándo vienen a tomar ese té? – se separó de la otra parte del carro y se dirigió justo al lado de Deku.
— No lo sé. Le preguntará a su esposa, pero viven enfrente. No tardaré en enterarme.
Repentinamente, el brazo de Deku pasó tras la cintura de un sonrojado Bakugo, sintiendo cómo le empujaba hacia su cuerpo en un acercamiento nada amistoso. Aquello parecía más un abrazo romántico. Quiso quejarse, pero entonces, observó a su vecino pasar por al lado con una sonrisa. Deku sonreía también, fingiendo que tenían una relación amorosa y estable.
— ¿Puedes sonreír? – preguntó Deku entre murmullos hacia Bakugo. Katsuki sonrió, más o menos –. ¿Puedes hacerlo de una forma que no diga que quieres matarme, "cielo"? – preguntó de nuevo Deku al ver su sonrisa homicida, dejando caer el "cielo" como muestra de afecto, aunque era todo fingido.
— Voy a arrancarte el brazo en cuanto se marche, "churri" – se quejó Bakugo, sin apenas mover los labios y sonriendo como un idiota mientras fingía tener una relación amorosa con su compañero.
— ¡Qué novio más cariñoso y comprensivo tengo! – susurró también Deku, todavía con la sonrisa en su boca y sin apenas mover sus labios al hablar.
En cuanto el vecino dio la vuelta a la última estantería y se perdió de vista iniciando el siguiente pasillo, Bakugo, con una gran agilidad, tomó la muñeca de Deku que estaba en su cintura y con una perfecta llave, dobló su mano hacia la espalda. Izuku tuvo que agachar un poco su torso para evitar que le rompiera el brazo, aunque el dolor le hizo quejarse levemente.
— Vale, vale, lo he pillado, no tocarte – susurró Deku –. ¿Puedes soltarme ya el brazo?
— ¿Seguro que no volverás a hacerlo?
— Te lo prometo, pero suéltame. Me haces daño.
Bakugo soltó el brazo de Deku y volvió a caminar hacia el pasillo de enfrente. Intentó centrarse en los productos que veía, pero la realidad era muy diferente. Pese a intentar mantener su postura de chico duro, la verdad era que sentir el brazo de Deku rodeando su cintura fue placentero y... por un momento, pensó que realmente así debía sentirse una relación de pareja. ¡Le gustó! Una pequeña sonrisa apareció en su rostro, una sonrisa que no pensaba mostrarle a Deku.
A su espalda, Deku sonrió también. Bakugo era un hueso duro de roer, pero tampoco se le escapaba a Izuku ese leve sonrojo que se posó en sus mejillas cuando le atrajo hacia él. Se había sorprendido con su abrazo y no pareció disgustarle demasiado. ¡Hasta había fingido una sonrisa frente a su vecino!
***
De vuelta a casa, Bakugo volvió a conducir, pero por suerte, esta vez lo hizo con mucho más cuidado para no tirar las bolsas con la compra en las curvas.
Para sorpresa de Izuku, Bakugo le ayudó a descargar la compra, dejando todas las bolsas sobre la encimera de la cocina antes de subir al cuarto a cambiarse de ropa. Mientras Izuku recogía y guardaba los alimentos, Bakugo se quitó la ropa que usó para salir y se puso algo mucho más cómodo. Su pantalón de deporte negro con su camiseta de manga corta oscura. Con ella dormía y se sentía a gusto.
Al bajar, se puso a ayudar a Deku en completo silencio. En casa, estaba acostumbrado a ayudar a su madre y, de hecho, era preferible ayudar antes que llevarse alguno de sus golpes. Ni siquiera pensó si Deku recogería las cosas, pero por costumbre, él había decidido ayudar.
Tras dejar el exceso de carne en el congelador para evitar que se pusiera malo, observó a Izuku. Su frente se estaba hinchando por culpa del golpe contra los botes de pintura. ¡Todavía se sentía mal por aquello! Debía dolerle, pero no se estaba quejando pese a ello.
Con un suspiro, Bakugo se encaminó hacia Deku. Una vez lo tuvo frente a él, observó con mayor detenimiento su frente, aunque Izuku se sorprendió por su cercanía y trató de alejarse un poco con un sonrojo en sus mejillas.
— ¿Kacchan? ¿Qué ocurre?
— Quédate quieto.
— Pero... ¿Qué pasa? Me estás asustando.
— No te muevas – susurró Bakugo.
Completamente inmóvil, Deku no sabía cómo reaccionar. Estaba acostumbrado a que Kacchan le gritase, le insultase y hasta le diera algún golpe, pero que susurrase... era algo totalmente nuevo para él. Las manos de Bakugo se colocaron sobre su cintura, provocando un sonrojo todavía mayor en el rostro de Deku antes de sentir cómo éste le impulsaba hacia arriba y le sentaba sobre la encimera para tener su rostro a mejor altura.
— Espera ahí.
— ¿Kacchan?
Buscó en el congelador los cubos de hielo que anoche preparó para las cervezas y tras encontrarlos, los sacó del molde y los puso sobre un trapo. Cerró todo bien y regresó junto a Deku poniendo el trapo con el hielo en la frente de su compañero. Deku se quedó atónito ante aquello.
Bakugo estaba realmente cerca y ni siquiera le insultaba. Parecía preocupado por su frente o quizá, todavía se sentía algo culpable por el accidente sufrido. ¡Se había hecho daño! No iba a negarlo, pero ver a Kacchan tan preocupado ahora, intentando bajarle la hinchazón de su frente, le hacía sonreír como un idiota.
— ¿Por qué sonríes, Deku idiota? – se quejó Bakugo.
— Sólo... es que es raro verte preocupado por un chichón – sonrió Izuku.
— Sigue tú – se cabreó Bakugo, queriendo soltar el trapo para que Deku continuase poniéndose frío, sin embargo, la mano de Izuku detuvo la de Kacchan antes de que pudiera soltar el trapo, lo cual provocó un ligero sonrojo en el rostro de Bakugo.
— Gracias, Kacchan – susurró Deku.
Su instinto le decía que debía alejarse de Izuku, pero al escuchar esa palabra, al ver el brillo de sus ojos y la sonrisa alegre, una fuerza mayor le impidió moverse. ¡Le quería! No tenía dudas de ello, amaba a ese chico, pero... ¿Por qué siempre acababa metiendo la pata con él? Si hubiera un buen momento para decirle sus sentimientos... era ése, pero, entonces, otra imagen cruzaba su mente. Deku llorando de niño porque él había roto sus cuadernos, le había golpeado y hasta hecho explotar su nitroglicerina cerca de su piel creando quemaduras.
Bakugo apartó la mirada. ¿Cómo podía decirle a Deku que le quería después de haberle causando tanto daño en el pasado? Simplemente, era imposible. Izuku jamás estaría con él y debía mentalizarse de eso.
— Sigue tú – susurró Bakugo – yo terminaré de recoger la compra.
Ante el asombro de sus palabras y el tono triste con el que Bakugo las dijo, Deku soltó su agarre. La mano de Kacchan deslizó entre la suya en un roce que estremecía a ambos y, a la vez, les causaba un dolor sin igual en el corazón. En las manos de Deku, cayó el trapo con el hielo e instantáneamente, volvió a subirlo a su cabeza mientras veía a Bakugo terminar de recoger los alimentos.
Izuku le observaba desde la encimera donde su compañero le había dejado sentado. Con el trapo en su frente, no podía creerse todavía que hubiera sentido esa preocupación por él, pero... tampoco comprendía la última mirada triste que le lanzó antes de alejarse.
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