Capítulo 20: Fin de semana
El fin de semana eran sólo un par de días donde Izuku descansaba y prácticamente no salía de su casa, sin embargo, en ese barrio residencial donde había tantas cosas que hacer, le apetecía integrarse con la sociedad o tener tiempo para sus hobbies. En el apartamento del centro nunca tuvo un jardín, así que su pasión por la jardinería la mantenía en unas cuantas macetas.
Esa mañana, él se había levantado temprano y pasó por el vivero más cercano a comprar ciertas plantas que siempre le gustaron y jamás pudo tener en un piso. Ahora que tenía jardín, quería dedicarse aunque sólo fueran unos días, a trasplantarlas y cuidarlas.
Acuclillado frente al macetero bajo la ventana de la cocina, Izuku trataba de hacer el menor ruido posible para no despertar a Bakugo. Él tenía un trabajo mucho más duro que el suyo en el taller y sabía que necesitaba descansar.
Concentrado como estaba, llevó manos llenas de tierra para rellenar el hueco del crisantemo que estaba plantando. Adoraba esas flores y aunque eran típicas de ver en Japón, no por ello le resultaban menos hermosas pese a que estaba acostumbrado a verlas.
Sentir los fuertes brazo de alguien agarrar su cintura con fuerza le hizo estremecerse. El aroma de la nitroglicerina y el olor a cierto humo le provocó un sobresalto inesperado. Por alguna razón, algo que debía sentirse bien puesto que el agarre era suave, cálido y casi tierno, Izuku lo sintió de forma muy diferente.
Su cuerpo tembló y no era un temblor por haberse sorprendido, no, era miedo. Los recuerdos de cuando Bakugo solía meterse con él habían aflorado de golpe provocándole que se encogiese y se congelase en ese instante sin saber muy bien cómo comportarse.
Por una parte, deseaba ese abrazo, claro que quería estar bien con Bakugo, con ese Bakugo que era tierno y le protegía, pero... no podía evitar que llegasen recuerdos de su infancia, recuerdos nada agradables.
— ¿Incómodo? – preguntó Bakugo apartando el abrazo de él, sin embargo, Izuku bloqueó sus brazos y volvió a hacer que le agarrase de nuevo.
— No... es sólo... – Izuku dudó si contarle la verdad. No quería herir sus sentimientos ni remover viejas heridas del pasado. Quería darle una oportunidad a ese Bakugo que había cambiado o, al menos, lo intentaba – me has sorprendido – mintió Izuku con una gentil sonrisa – me gustan tus abrazos.
— Yo lo siento raro.
— Porque nunca has tenido novio, supongo – sonrió Izuku – no es que seas demasiado cariñoso.
Bakugo se sonrojó ligeramente. Era cierto que hacer ese tipo de cosas no iban con él y, aun así, estaba intentando adaptarse porque conocía a Izuku, sabía que le gustaban ese tipo de mimos más románticos que solían hacer los enamorados. Él no era de los que demostraba demasiado sus sentimientos, pero por Izuku... quería cambiar.
— ¿Puedo ayudarte? – preguntó Bakugo al ver las manos de Izuku llenas de tierra.
Sintiendo su pecho apoyado contra su espalda, Izuku se sonrojó. El cuerpo de Bakugo era extremadamente cálido, seguramente debido a que solía ponerse bastante ropa para poder sudar y tener disponible su quirk. Se sentía más seguro teniendo calor en vez de frío.
— Sólo iba a trasplantar los crisantemos.
— Siempre te han gustado esas flores – susurró Bakugo recordando que ya de niño, solía enseñarlas a los compañeros. Su madre tenía algunas plantadas en el pequeño balcón de su casa.
Izuku se paralizó de nuevo. Todavía tenía muy en mente aquella vez donde Bakugo le robó la flor que llevaba con gran alegría y, tras lanzársela, la pisoteó con ganas frente a toda su cuadrilla de amigos mientras le insultaba. Aquel fue uno de los peores días de su vida. Bakugo pareció darse cuenta de aquello.
— Fui un idiota, lo sé. Lo siento – se disculpó Bakugo y eso era muy raro en él, tanto que miró hacia otro lado y se sonrojó al hacerlo. Le costaba mucho decir esas cosas.
— Me gustas, Bakugo, y siento que estás cambiando, pero... a veces aún tengo ciertos recuerdos del pasado que siguen doliendo.
— Los cambiaría si pudiera, pero lo único que puedo hacer ahora mismo es intentar crear recuerdos nuevos contigo, recuerdos mejores.
— Eso me gustaría.
Abrazando su cintura de nuevo, Bakugo pasó sus manos hacia las de Izuku y agarró también un poco de tierra oscura fértil para ponerla sobre la raíz de la planta y cubrirla. Izuku sonrió. Le gustaba sentir a Bakugo tras él haciendo simplemente cosas rutinarias a su lado.
— ¿Cómo te está yendo en el trabajo? – preguntó Bakugo.
— Bien. Los niños son un encanto, los otros profesores, no tanto – sonrió –. Bueno, algunos son muy agradables, pero otros... no sé, me miran como si fueran mejores o yo demasiado joven para ser profesor, es raro.
— Seguro que te irá bien. Tienes don de gentes.
— ¿Y tú? Parece que has encajado muy bien en el taller.
— Encajar no sé si es la palabra. Yo sólo voy a lo mío, hago mi trabajo y me relaciono poco con los compañeros.
Izuku sonrió algo extrañado aunque conocía bien a Katsuki como para saber que hablaba en serio. Él no era demasiado sociable que dijeran. Suponía que no estaba cayendo demasiado en gracia a sus compañeros, pero a él, no eran cosas que le importasen demasiado.
— Estaba pensando en cocinar hoy algo de arroz al curry. Sé que te gusta mucho y puedo hacerlo picante tal y como adoras.
— Yo pensaba más bien en ayudarte con el jardín, invitarte a comer fuera unos takoyakis o algo de ramen y luego regresar a casa, tomarnos unas cervezas, ver quizá alguna película y acabar en el dormitorio – sonrió con cierta arrogancia.
— Me gusta ese plan. Es mejor que el mío.
— Nada mal para alguien que no ha tenido relaciones sentimentales formales, ¿verdad? Aprendo rápido.
— Sí... lo haces.
Bakugo tomó un puñado de tierra húmeda y tras resbalar sus dedos por ella, sonrió y pasó el dedo índice sobre la punta de la nariz de Izuku manchándole completamente con ese barro.
Izuku se sorprendió de aquel gesto, pero al ver cómo Bakugo se levantaba con rapidez para alejarse de él como si esperase una venganza por parte de Izuku, éste se levantó también agarrando un puñado de tierra dispuesto a empezar una guerra.
La tierra empezó a volar en ambas direcciones mientras trataban de cubrirse con los objetos que había por el jardín, sin embargo, Bakugo avanzaba hacia Izuku cada vez más mientras se cubría y finalmente, le alcanzó derribándole al césped. Los dos rieron, quedando Bakugo sobre el cuerpo de Izuku.
Ambos tenían el rostro manchado con la tierra, pero aquello no fue impedimento para besarse con pasión. Era la primera vez en mucho tiempo, que Bakugo pensó que aquello podía funcionar. El daño que le hizo a Izuku en el pasado... podía arreglarlo, quería pensar en ello. Quería crear esos nuevos recuerdos con él y vivir así siempre, quería ser ese chico, el novio perfecto para él.
***
Si alguna vez se planteó si el paraíso existía, hoy Inasa sabía que no había duda de ello. Tumbado en la cama de Todoroki, medio tapado con esa fina sábana y viendo cómo el chico desnudo buscaba su ropa por el cuarto, no podía dejar de observar su cuerpo. Era atractivo, exótico y, sobre todo, atrayente. Le gustaba ese chico, todo de él. Si alguna vez le odió, ahora se daba cuenta de que, en realidad, era un gran chico que solía enfadarse con sí mismo cuando las cosas no salían como él quería, pero sus miradas eran tan frías que hacía sentir temor a los de su alrededor. Se ganaba un odio injustificado cuando, en realidad, era adorable e inocente.
— No pensarás dejarme así, ¿no? – preguntó Inasa con las manos amarradas con las esposas a la cabecera de la cama.
Shoto, que se subía el pantalón de héroe, se giró para observarle. Sonrió al instante como un niño pequeño que acaba de hacer una travesura pero finge no saber nada.
— ¿De verdad quieres que te desate?
— En realidad... preferiría que volvieras a la cama conmigo pero sé que tenemos trabajo y no voy a dejarte sin compañero.
— ¡Qué caballeroso! – sonrió Shoto como si él necesitase ayuda.
— Venga... suéltame anda. Te has divertido bastante conmigo esta noche, ¿no? Has podido hacer lo que has querido.
Shoto sonrió. Era cierto que siempre le había gustado dominar, incluso siendo el pasivo le gustaba que las cosas se hicieran como él quería y, desde luego, Inasa siempre estaba dispuesto a complacerle en todo.
— Te soltaré pero... me invitas al desayuno.
— Hecho – sonrió Inasa – siempre que no sea soba frío.
— Me apetece chocolate a la taza y churros – dijo al ver por la ventana que hoy llovía.
— Como un niño pequeño. Me encanta – susurró Inasa.
— Ya. Como si a ti no te gustase el chocolate con churros.
— La verdad es que es de mis bebidas favoritas, así que conozco la mejor chocolatería de la ciudad. Te llevaré a ella en cuanto pueda vestirme. Pero tendremos que darnos prisa antes de que empiece nuestro turno.
Shoto buscó por el suelo las llaves de las esposas y al encontrarlas, se subió sobre el cuerpo de Inasa y le besó con pasión antes de liberarle.
— Desde luego no me esperaba que te gustasen esta clase de juegos.
— Ya... no muchos se lo imaginan. Excepto Bakugo, creo que él sospecha que me va el sexo salvaje.
— Bakugo es muy de tu estilo, estoy seguro de ello. Quizá no tan bestia con eso de atarme y tal, pero muy explosivo, seguro que le va el sexo salvaje.
— De eso no me cabe duda – expresó Shoto.
Poniéndose en pie de nuevo, Shoto terminó de vestirse la parte de arriba mientras Inasa buscaba su ropa.
— ¿Qué crees que pensará tu padre si se entera de esto?
— ¿De que me va el sexo salvaje? Le daría algo seguramente. No creo que él quiera saber sobre mi vida sexual – susurró Shoto.
— No decía eso, sino de lo nuestro.
— No lo sé – dijo Shoto con sinceridad –. No estoy seguro de qué opinaría al respecto. Nunca hemos hablado de estas cosas. Quizá espera que encuentre una mujer y tenga descendencia pero... no es que sea una prioridad para mí. Me encantaría tener hijos y eso pero... creo que no es el momento y podría adoptar.
— Si él espera que le des hijos biológicos... entonces tenemos un problema.
— Tendrá que conformarse, porque ya me han manipulado durante demasiado tiempo. Creo que le dejé muy claro que, a partir de ahora, soy yo el que va a usarle para aprender todo lo posible, pero nunca más dejaré que me digan cómo debo actuar o qué debo hacer.
Inasa no quiso tocar más el tema. Shoto era cabezón y, desde luego, era muy posible que no quisiera hablar ese tema con su padre, al menos no ahora que lo suyo era tan reciente, pero estaba convencido de que, algún día, lo haría y él debería estar preparado para los gritos que seguramente habría en esa familia. Conocía bien el carácter endemoniado de Endeavor y más cuando se trataba de su hijo pequeño. Era su favorito sin duda alguna.
— Vamos a por ese chocolate y luego ya pensaré cómo seguir tu ritmo caótico en el trabajo.
— Frenaré el ritmo. Sabiendo que no te molesto, puedo ir a tu lado.
— No pasa nada si quieres ir un poco por delante. Puedo ver mejor tu trasero – bromeó Inasa.
— Oh... es bueno saberlo – sonrió Shoto.
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