Capítulo 2: Primera noche
"Deku".
Bakugo miró a su compañero terminando de atornillar la última tabla del zapatero. Él mismo le dio ese apodo a modo de insulto, "el que no puede hacer nada", un chico inútil. Todo vino cuando leyó su nombre "Izuku" y al ver los Kanjis, se dio cuenta rápidamente de que podía pronunciarse también como "Deku". La palabra "Dekunobou" llegó a su mente como un insulto para él y... así se quedó. Ahora por algún motivo, ya no podía dejar de llamarle por ese apodo.
En la academia, sus compañeros le llamaban Midoriya, pero él nunca dejó de llamarle "Deku". Lo que empezó como un insulto, él lo convirtió en su nombre de superhéroe, porque Uraraka le dijo que también sonaba como "el que puede hacer todo" y... le gustó. Hoy, sintiendo lo que nunca creyó sentir por Deku, sentía un poco de envidia de que Uraraka le diera otro significado mejor que el suyo. Ella influenció en Deku para bien.
Bakugo observó a su compañero estirar los brazos con fuerza desentumeciéndose por la mala posición en la que había estado trabajando. El sonido que dejó escapar sonó como si estuviera muerto de sueño y era normal. Al mirar el reloj de su muñeca, Bakugo se dio cuenta de que eran casi las cuatro de la mañana y a su lado... tres botellines de cerveza vacíos junto a los papeles de cuatro muebles ya montados.
— Creo que me voy a dormir - susurró Deku - estoy muerto.
— Yo también me voy - sentenció Bakugo, siendo el primero en ponerse en pie.
Ni siquiera pensó por un segundo en recoger las latas de cervezas vacías o los papeles, ¡mañana lo haría! Ésa fue su mentalidad. Ahora mismo estaba demasiado cansado hasta para ponerse a buscar un cubo de basura.
Subieron los dos juntos al piso superior encontrándose frente a un largo pasillo con seis puertas.
— ¿Has revisado la casa? - preguntó Bakugo. Él solamente dejó su maleta en el primer piso y se había ido con rapidez a despejarse con una cerveza. Al volver, se puso a ayudar a Deku con los muebles. Tan sólo había visto la primera planta.
— La verdad es que muy poco. Abrí un par de puertas solamente. La primera de la derecha es un cuarto de baño - afirmó Deku -. ¿O era la segunda? No lo recuerdo.
Bakugo se puso manos a la obra. Avanzó por el pasillo y abrió la primera puerta de la derecha, un despacho. Había un ordenador encima de un escritorio y muchas estanterías con libros. Cerró la puerta. Segunda puerta de la derecha, el cuarto de baño del que Deku le habló. Amplio y revestido con azulejos azules. Tercera puerta de la derecha, un cuarto vacío sin amueblar. Bakugo abrió los ojos ante aquello, aunque siendo una casa de la agencia de héroes, seguramente no se gastarían más dinero en amueblar habitaciones que no necesitaban.
Deku imitaba a Bakugo por el lado de la izquierda. Abrió la primera puerta de la izquierda; un vestidor. Era amplio y moderno, lleno de armarios donde guardar su ropa. La segunda puerta de la izquierda, un cuarto de espionaje. Por un momento, Deku se quedó paralizado al ver los monitores de los ordenadores y todos los aparatos de audio, cámaras y demás cosas para espiar en el vecindario. Tenían todo lo necesario para realizar la misión. Bakugo se asomó por encima del hombro de Deku a observar también. La tercera puerta, el dormitorio.
Completamente sorprendidos, Bakugo y Deku se paralizaron en la puerta al ver la cama de matrimonio. Al unísono, se giraron hacia la puerta de atrás donde estaba la habitación vacía. ¡Ya podían haber puesto otra maldita habitación!
— No pienso dormir contigo - se quejó Bakugo.
— Venga ya, Kacchan... sólo hay una habitación.
— Lástima.
Bakugo empujó a Deku hacia un lado para apartarle de la puerta. Entró directo hacia la cama, sacó una de las almohadas y se la lanzó en la cara a Deku cuando éste se asomó una vez más.
— Tú al sofá.
— ¡Kacchan!
— ¿Qué?
— ¿Podrías decir algo más amable por una vez? ¿Cómo van a creerse los demás que salimos juntos si me echas al sofá de esa manera tan brusca? - preguntó Deku algo ofuscado por su comportamiento infantil.
— Oh... perdona - se quejó Bakugo -. "Ve a dormir al sofá, churri".
La puerta se cerró en las narices de Izuku. Estaba claro que Kacchan no le iba a dejar entrar en la única habitación disponible de toda la maldita casa. Deku agarró la almohada con fuerza hasta el punto de creer que la rompería, pero pese a su malhumor, volvió por el pasillo y descendió las escaleras en busca del sofá. Mañana hablaría seriamente de ese asunto con Katsuki.
El salón ni siquiera era un salón. Había maderas, tornillos y herramientas por doquier. Malhumorado, Deku lanzó la almohada sobre el sofá y tomó las latas vacías de cerveza que Bakugo dejó en el suelo y las llevó a la cocina. A las cuatro de la mañana, allí se encontraba, buscando una bolsa de basura para recoger las cosas. Tenía sueño y sinceramente... le daba miedo esa misión. Si Bakugo no empezaba a comportarse como un novio, estarían en problemas.
Podía comprender lo de la habitación, nadie iba a verles en la intimidad, pero aun así... Deku suspiró. No había nada que hacer al respecto.
Volvió al sofá y se tumbó. No era nada cómodo y tuvo que mover unas cuantas veces la almohada para buscar una posición cómoda. Cuando por fin la encontró, el frío le invadió. Iba a ser una mala noche. Se levantó hasta tres veces en busca de algo con lo que abrigarse y finalmente, acabó poniéndose una de sus sudaderas y acurrucándose en el sofá lo mejor que pudo para tratar de dormir. ¡Jamás pasó tanto frío como esa noche!
***
Eran las siete de la mañana cuando Bakugo abría los ojos. Todavía estaba cansado, pero ese vecindario, pese a parecer muy tranquilo, no lo era. Podía escuchar a los perros ladrar y a la gente manteniendo conversaciones. ¡Por Dios, eran las siete! Le daban ganas de abrir la ventana y gritarles que se fueran todos a su casa, sin embargo, cuando abrió...
El barrio estaba lleno de gente. Unos paseaban a sus mascotas, otros hacían deporte, otros recogían el periódico... pero no se fijó en ellos, sino en su vecino de enfrente al que debía espiar. Decían que era un villano, pero ocultaba su identidad. Su misión era no perderle de vista y ahora mismo... ese hombre pensaba salir a correr. Se estaba calzando las zapatillas y pronto empezaría con los estiramientos. Debía darse prisa.
Ni siquiera cerró la ventana. Se apresuró a vestirse y bajó las escaleras de dos en dos a todo correr hasta que llegó al salón. ¿Aún no se había despertado Deku? Miró tras la columna que daba a la cocina para verla desierta. No, no estaba allí. Se acercó entonces al respaldo del sofá y miró por encima para verle allí tumbado.
Por primera vez en mucho tiempo, se sintió mal. Deku estaba con los brazos fuertemente agarrados a su pecho por el frío, con su barbilla metida bajo el cuello de su sudadera y sus piernas se acurrucaban lo máximo posible en un intento por hacerse lo más pequeño y estar a resguardo del frío. No podía dejarle así, por lo que volvió a subir las escaleras y buscó una manta en el armario.
Al volver con Deku, éste no se había movido ni un milímetro. Caminó hasta ponerse frente al chico y le puso la manta encima antes de acuclillarse a su lado.
— Debiste pedirme una manta, idiota - susurró Bakugo apartando con el dorso de su mano uno de los mechones de Deku.
¡De verdad que le quería! Le quería tanto que dolía, pero... su relación era demasiado complicada como para poder decir algo semejante. De niños, él le hizo mucho daño a Deku y ahora el destino se lo estaba devolviendo. No debió enamorarse de él, jamás debió pasar, pero... ahora se daba cuenta de que ese amor era imposible. Deku nunca le perdonaría por todos los insultos y su mal comportamiento.
Miró el angelical rostro de Deku. Cuando dormía se le veía tan apacible. Sus dedos se agarraron con fuerza a la manta, tirando de ella para taparse mejor y eso hizo sonreír a Bakugo. En un momento así, habría dado cualquier cosa por un beso suyo, pero... siendo sincero, no tenía nada que ofrecerle. Él era el culpable de que Deku pasase una mala infancia.
— ¿Sabes, Deku? Esto te va a sonar muy raro pero... - Bakugo miró sus párpados cerrados y su respiración relajada. Dormía profundamente - eres más importante para mí de lo que tú piensas - susurró sabiendo que sus palabras jamás le llegarían, pero él necesitaba sacarlas.
Se levantó del suelo y buscó sus zapatillas para salir a correr. Debía empezar a espiar a su vecino y sabiendo la mala noche que debió pasar Deku, prefirió no despertarle.
Salió corriendo como un loco, sin siquiera hacer ejercicios de calentamiento. No tenía tiempo. Había perdido unos valiosos segundos con Deku y ahora, debía recuperarlos y encontrar a su vecino. Al verlo pasar, unos perros ladraron sin control alguno y los vecinos saludaban, pero él sólo corría en dirección al parque. La larga calle llena de viviendas unifamiliares, enseguida quedó atrás. Los árboles del parque le hicieron acelerar y entró a él. Mucha gente estaba haciendo deporte.
Hombres y mujeres corrían. Algunos hacían Yoga o Taichí en el césped, otros iban en bicicleta y algunos simplemente descansaban en los bancos rodeados por la naturaleza. Bakugo no dejó de correr hasta que encontró a su vecino. Unos metros más adelante, corría a un ritmo medio. Él aumentó el ritmo para acercarse cuando el hombre, al verle, aceleró ligeramente.
¿Por qué aceleraba? Con cara de mal humor por ese hecho, Bakugo aceleró de nuevo, viendo cómo el hombre volvía a aumentar el ritmo en un intento por distanciarse de él. ¿Competía contra él? Porque si era así... ¡Se iba a enterar!
El hombre, observando de vez en cuando al loco que corría detrás de él con cara de enfadado, aceleró en un intento por perderle de vista. Sorprendido y asustado, viendo cómo el que le perseguía aumentaba el ritmo, volvió a aumentar más y decidió salir del parque para resguardarse en su casa.
Calle arriba, los dos corrían a más no poder hasta que el hombre, sin siquiera quitarse las zapatillas y tropezando con los peldaños de su porche, entró en casa a resguardarse de aquel maníaco que le perseguía desde que había salido de su casa. Bakugo detuvo la carrera al verle entrar en su hogar. Un chasquido de frustración fue lo único que dejó escapar antes de entrar en su casa. ¡Olía a desayuno típico japonés! Tortilla, sopa de miso y arroz. Su estómago rugió al instante.
— Has madrugado por lo que veo - sonrió Deku.
Bakugo se sonrojó. Le había dicho algo importante esa misma mañana pero esperaba que él no se hubiera enterado de nada. Por suerte, pareció ser así.
— No como tú, Deku idiota - se quejó - el vecino ya estaba en pie. He tenido que ir yo a vigilarle por si hacía algo.
— ¿Algo? - Deku miró por la ventana de la cocina cómo el hombre se escondía atemorizado tras las cortinas de su casa -. ¿Le has hecho algo?
— No. Sólo le seguía.
— ¿Con esa cara de loco? - preguntó Deku con una sonrisa.
— Le seguía - intentó hacerse entender - se ha puesto a aumentar el ritmo por el parque. Creo que intentaba perderme de vista.
— Supongo que porque un loco le seguía - sentenció Deku.
— ¡Venga ya! Tramaba algo.
— ¿Crees que iba a secuestrar niños en el parque? - dijo con ironía Deku sin creerse algo así.
— Hoy ya no, estaba yo para impedirlo.
— Si tú lo dices... he preparado el desayuno. ¿Te apetece desayunar?
— Claro que quiero desayunar. Tengo tanta hambre que hasta soy capaz de comerme esa tortilla quemada.
— No está quemada - sentenció Deku, aunque ya conocía a Bakugo. Siempre tenía algo de lo que quejarse en referencia a lo que dijera o hiciera. Aun así, se sentó a la mesa a desayunar junto a él.
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