Capítulo 14: Una noche diferente
Completamente sonrojado, Izuku caminaba hacia la puerta. No estaba seguro si aquella interrupción había sido una suerte o una desgracia. Pocas veces podría sentir los labios de Bakugo sobre los suyos y de hecho, no esperó sentirlos jamás. Le resultaba realmente extraño que hubiera ocurrido algo semejante. Siempre creyó que Bakugo no podría sentir nada por él y quizá sólo había sido un pequeño desliz por su parte. Llevaban algo más de una semana viviendo juntos en esa misión y podría haberles afectado estar fingiendo ser novios ese tiempo para confundir sus sentimientos.
No podía negar que ese beso le había hecho feliz y le había gustado, pero a la vez, le hizo sentir una mala sensación en su interior. Por alguna razón, pese a todo lo que vivieron de niños y ese carácter orgulloso y altanero que tenía Bakugo, nunca dejó de admirarle y de quererle hasta cierto punto. Era su mejor amigo y hubo un tiempo donde deseó mucho más. En el fondo, aún le quería, pero también pensaba en su amigo y en que tendría que formar una familia que él jamás podría ofrecerle.
El timbre sonó de nuevo. Ese ruido provocó que Izuku elevase el rostro y acelerase el paso intentando evitar pensar en lo que acababa de suceder pese a que parecía imposible.
— Voy, voy – comentó Izuku para que la persona al otro lado supiera que ya estaba en camino a la puerta.
La abrió. Era el vecino. La primera idea que le llegó a Izuku a la mente fue que se había olvidado algo.
— Hola – susurró Izuku con una sonrisa.
— Verás...
— Se te ha olvidado algo, ¿verdad?
— La chaqueta. Creo que la dejé en el recibidor.
— Pasa, la buscaremos.
Tras la pared de la cocina que daba al comedor, Bakugo esperaba con un botellín de cerveza en su mano mientras miraba el frutero de la encimera. Podía escuchar la conversación desde donde estaba, pero no estaba demasiado centrado. En este momento, sólo podía pensar en que se había dejado llevar por un impulso. Ver herido de nuevo a Izuku, por pequeño que hubiera sido ese corte en el dedo, le hizo preocuparse como las últimas veces que resultó herido en las peleas. Odiaba verle así y simplemente... no había podido evitar que sus sentimientos salieran.
Se sentía imbécil creyendo que, seguramente, había asustado a Izuku. Debía detestarle, odiarle por cometer todos esos errores con él de niño y que nunca supo subsanar. Todavía no sabía cómo hacerlo. Esperó hasta que escuchó de nuevo la puerta. Su vecino había recogido su chaqueta y se marchaba. De nuevo, se quedaban solos con el ambiente tan extraño que habían creado entre ambos tras ese beso. Sentía la tensión y tras esa interrupción, no sabía cómo abordar el tema de nuevo para dar una explicación a lo ocurrido.
Izuku entró. Su rostro sonrojado le indicaba a Bakugo lo cohibido que estaba su compañero con lo que había ocurrido y su silencio le daba mala sensación. Se había equivocado al besarle o al menos, era lo que sentía.
Ambos se miraron fijamente, levemente sonrojados y sin saber qué decir. A ninguno se le ocurría una forma de iniciar la conversación sobre lo que había sucedido. Bakugo movió la mano, provocando así que la cerveza que sostenía se moviera levemente en círculos como si comprobase cuánta le quedaba en el botellín. La miró. Estaba prácticamente acabada.
— Me voy a la cama – susurró finalmente Bakugo evitando el tema. Pulsó con el pie el mecanismo de la papelera y en cuanto la tapa se abrió, lanzó el botellín dentro. Huía, pero era lo único que se le ocurría en ese momento.
— Sí, yo también necesito dormir – susurró Izuku evitando el tema. Era plenamente consciente de que cuando su compañero evitaba hablar del asunto, era mejor dejarlo a cabrearle.
Los dos creyeron que la cosa se enfriaría lentamente y todo volvería a la normalidad por sí solo, pero Izuku suspiró al ver que Bakugo subía los peldaños hacia el cuarto. No estaba seguro de que esa tensión fuera a solucionarse sola. Él habría preferido hablarlo y aclararlo cuanto antes, pero...
Izuku apoyó los codos sobre la encimera y hundió el rostro en sus manos. Estaba avergonzado por el beso y, a la vez, sentía un cosquilleo de felicidad en su estómago y un ligero ardor por la tristeza que se apoderaba de él al mismo tiempo, al pensar que sólo había podido ser un desliz. Todo era demasiado contradictorio cuando se hablaba de sentimientos y él no estaba acostumbrado a encontrarse en esas encrucijadas.
Se restregó los párpados cerrados con los dedos de la mano y se incorporó con rapidez, haciéndose el ánimo de subir a la habitación.
Nervioso como estaba, Izuku subió hacia el dormitorio. El sonrojo regresó de nuevo a las mejillas del chico al descubrir, tras abrir la puerta, que Bakugo pese a darle la espalda, se encontraba sin la camiseta. Se estaba cambiando.
Izuku se quedó absorto con la mirada perdida en la fuerte espalda de Bakugo. No podía dejar de seguir los movimientos de la musculatura de su espalda con los movimientos que hacía al abrir la camiseta del pijama negra para ponérsela.
El rostro de Bakugo se giró mínimamente hasta poder mirar de reojo a un indeciso Izuku que esperaba junto a la puerta como preguntándose si entrar o no. Todavía le observó agachar la mirada antes de dirigirse a la cama y buscar su pijama bajo las almohadas. El silencio que reinaba entre ellos era demasiado tenso debido a lo sucedido entre ellos minutos antes en la cocina.
Bakugo se metió en la cama tratando de evitar mirar a Izuku. Quería evitar tentaciones y, en cambio, lo que consiguió fue ver el reflejo de Izuku en el cristal de la ventana justo cuando se cambiaba al pijama. Era un infierno completo y una tortura. Vivir con Izuku era una tentación continua.
***
Pese a mantener sus párpados cerrados y tratar de dormir, Izuku era incapaz de hacerlo. Cada pocos segundos, abría uno de sus ojos y miraba el rostro de Bakugo. Hacía ya horas que se había dado la vuelta hacia él y dormía profundamente. La respiración de Bakugo golpeaba contra su mejilla y por extraño que sonase, a Izuku le gustaba sentirlo. Se le notaba tremendamente relajado.
Como un impulso, Izuku sacó su mano de bajo las mantas y acarició con suavidad la mejilla del rubio. Aquel beso y el arrebato que sufrió Bakugo para llevarlo a cabo había cambiado algo en Izuku o más bien, le había hecho plantearse otras cosas como el motivo o lo que le habría ocurrido a Bakugo para hacerlo.
Una sonrisa surgió en el rostro de Izuku al observar el pequeño pero gracioso movimiento de la nariz de Bakugo como si sintiera cosquillas. Era agradable verle dormir. Su rostro, que generalmente siempre estaba tenso y con el ceño fruncido, estaba relajado y en paz. Todo su mal carácter desaparecía y hasta daba la apariencia de que fuera un chico agradable y hasta dulce.
Con la desagradable sensación de orinar, Izuku se movió para poder levantarse e ir al aseo. Por suerte, éste no estaba lejos. Apartó las sábanas y sacó las piernas buscando las zapatillas con los pies descalzos.
Cuando quiso levantarse, le resultó imposible hacerlo. Una mano sujetaba la parte de atrás de su camiseta. Al girarse, agachó la mirada hasta la mano de Bakugo. Sus dedos apretaban en un puño parte de su camiseta y le impedía alejarse. Izuku sonrió sutilmente, porque ni siquiera estaba despierto. Más bien parecía un acto reflejo.
— ¿Kacchan? – preguntó Izuku con cierta confusión tras sus actos. Bakugo no era de los que hicieran cosas semejantes.
No hubo ninguna respuesta, pero Izuku sonrió. Esa actitud o impulso de su compañero le resultó realmente adorable y sin siquiera darse cuenta, acabó tumbándose nuevamente hacia el rubio y depositando un dulce beso.
Tras levantarse algo somnoliento y llegar al aseo, mientras descargaba la vejiga, a Izuku se le abrieron los ojos repentinamente. Con el sueño que tenía no estaba seguro de lo que había ocurrido, pero juraría... que había depositado un beso en los labios de Bakugo.
— Maldición – susurró al no estar del todo seguro, pero venirle esa imagen a su cabeza. Ni siquiera se había dado cuenta de que lo había hecho y ahora, quizá era tarde. Pudiera ser que Bakugo se hubiera despertado por aquello.
Tras orinar, se lavó las manos durante unos minutos y las secó en la toalla a su derecha. El nerviosismo se apoderó de él en cuanto agarró el pomo de la puerta del aseo temiendo la reacción de su compañero a su acto. Debido al miedo, abrió muy lentamente la puerta. Bakugo dormía bocabajo con su brazo sobre la almohada. Estaba en el centro de la cama y eso hizo que Izuku sonriera. Seguramente al notar su ausencia, instintivamente había buscado más espacio.
Izuku se acercó al colchón y volvió a tumbarse en la cama dispuesto a dormirse. Se tapó con la manta, pero antes de que pudiera girarse y darle la espalda a Bakugo, el brazo de éste, que estaba cerca de la almohada, atrapó su cintura y le movió hacia él. Izuku le observó, tenía los ojos abiertos.
— ¿Kacchan?
Nuevamente, no obtuvo una respuesta, pero sí observó cómo apoyándose con las manos sobre el colchón, subía su cuerpo y pasaba su pierna hacia el otro lado de su cuerpo para subirse encima de él. Izuku se sorprendió al verle allí y con los ojos tan abiertos.
— Lo siento... Kacchan. Creo que me he confundi...
Sin tiempo para ofrecer su disculpa, Bakugo agachó el rostro sosteniendo el de Izuku con una de sus manos y así, impidiendo que moviera la cabeza cuando él unía sus labios a los suyos.
Estaba claro que ese beso del que Izuku no fue consciente de haber dado cuando se levantó al aseo, había hecho que el tema no resuelto del beso de la cocina pasase a mayores. Ahora había sido él quien le había abierto la puerta a Bakugo para actuar de esa manera y, en parte, lo deseaba. Desde niño soñó cómo sería salir con él, tras los problemas que tuvieron y el mal carácter de Bakugo, dejó de soñar y ahora... por algún motivo desconocido, esos sentimientos que había tratado de enterrar y desechar volvían a aparecer. No podía dejar de amar a ese chico pese a todo lo que le había hecho sufrir. Quizá... era algo masoquista. Nadie en su sano juicio estaría con alguien que le trató tan mal, pero... no podía dejar de verle como su mejor amigo, esa persona a la que tanto admiraba. No podía mandar sobre sus sentimientos por más que quisiera. Esos últimos años había cambiado tanto que hoy, le hacían dudar y regresar a esos sentimientos que una vez tuvo por él.
Al sentir la mano de Bakugo bajar desde su mejilla hacia su cintura y colarse bajo su camiseta para acariciar su piel, Izuku se incorporó un poco y agarrando la parte de la nuca de la camiseta, tiró de ella para quitársela. Ambos separaron el beso unos segundos y se observaron con detenimiento. Aquello era una clara señal de lo que deseaba y con una leve sonrisa arrogante, Bakugo le imitó para quitarse la suya también.
Durante tantos años ambos desearon un imposible que hoy estaban dispuestos a convertir en posible. Sus labios se unieron una vez más, en esa ocasión, con mayor fogosidad e impaciencia que antes mientras sus manos se dirigían al rostro del otro agarrándose con fuerza y pasión.
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