Condena

—Te ves hermosa, mamá— volvió a sonreír, y juro que es como ver un clon de Ansel, pero en versión miniatura—. Toma un descanso, mamá, yo me encargo de ella.

Su agilidad y rapidez fue sorprendente. No le dio oportunidad a Úrsula de esquivar su ataque. Sus piernas impactaron su pecho y su cuerpo fue arrojado con fuerza hacia el muro, creando una grieta de su mismo tamaño. 

«No, no puedo permitirlo. Ella debe traer consigo la daga y puede lastimar a mi hijo». 

—No hemos terminado—la Sra. Khali atrajo mi atención.

¡Maldita sea, no tengo tiempo para esto, necesito proteger a mi hijo!». 

—¿Todavía te quedan energías para pelear, maldita víbora? Entonces acabemos con esto de una vez. 

Me impulse con los pies descalzos en el cemento para ir hacia ella. No podía darle tiempo a clonarse de nuevo. Tenía en mi mente a mi hijo. Debía hacerme cargo de esta vieja maldita antes de que Úrsula le hiciera algo. A pesar de que él no aparentaba necesitar mi ayuda para nada, no podía desconectarme por completo de él. 

Pensaba esta vez en ir cuerpo a cuerpo, pues me di cuenta que de ese modo es donde únicamente tuve ventaja sobre ella, pero mi ataque fue detenido justo cuando estaba a solo unos pocos centímetros. Por mis preocupaciones, miedos y estar apurada a ir al lado de mi hijo, yo misma había aterrizado en el filo del cuchillo que me esperaba y que no se hizo visible hasta que me atravesó a la altura de mi abdomen. 

Para ser honesta, pensé que estaba desarmada. El cuchillo que había tenido en su control yacía en el suelo, por lo que no esperé que tuviera un segundo. Llegué a la conclusión de que probablemente lo había clonado también, pero a último momento. 

—Sin tus poderes no eres nadie, bruja. 

—¡Mamá! 

El ardor en mis entrañas parecía regarse por toda la zona como si fuese ácido corrosivo.

Algo tenía, estaba segura que no era un simple cuchillo y que el ardor y dolor que estaba experimentando, no era solamente por haber desgarrado mi piel. 

Fue el llamado de mi hijo lo que me hizo reaccionar casi instantáneamente. Esos cuernos que tanto he maldecido y odiado por el peso y dolor que provoca cargarlos, han sido mi salvación dos veces. Los atravesé en su pecho mientras hacía fuerza con su mano para desenterrar el cuchillo. 

Ella no se rendía, por lo que agarré el cuchillo por la hoja, a pesar de que me estaba lastimando también la mano. El dolor era insoportable e indescriptible, pero si lo soporté todo en silencio fue para no preocupar a mi pequeño. 

Agité mi cabeza, aunque eso me provocara más dolor en la herida, hasta que por fin logré arrancarla y mordí mis labios tan fuerte hasta percibir el dulce sabor de mi sangre en mi paladar. 

Ella se echó hacia atrás, limpiándose la barbilla de la sangre que goteaba, mientras con la otra mano se presionaba el pecho. 

—No te queda mucho tiempo— sonrió, enseñando su dentadura ensangrentada. 

Sin darle un segundo de descanso, mi mano se aferró a su cuello, manteniendo su cuerpo en el aire y enterrando mis uñas con fuerza para asegurarla. Sabía que eso no iba a matarla, pero el mismo cuchillo que usó en mi contra, fue el mismo que se levantó por mi voluntad y pude tomarlo con mi otra mano. 

Fue incapaz de mover su cuerpo luego de que la hubiera inmovilizado, eran sus ojos los que seguían el cuchillo y mis movimientos. 

«Perdóname, hijo, nunca quise ser un mal ejemplo para ti, ni permitir que fueses testigo de cómo tu madre se ensuciaba las manos». 

En el interior sabía que era lo correcto. «Por supuesto que lo era».

Arremetí contra su pecho innumerables veces, hasta que pude ver desde un extremo a otro lo que había al otro lado. No sabía si eso sería suficiente, por lo que al final lo enterré en su corazón, lo atravesé de un extremo al otro, hasta que logré ver el filo y la sangre que se escurría de ella. 

Mi fuerza se fue con ella. Dejé caer su cuerpo y mis piernas cedieron, cayendo de rodillas. No podía ponerme de pie por más que lo intenté. 

—Eres idéntico a tu padre, son como dos gotas de agua— le dijo Úrsula a mi hijo y los miré de reojo—. No sé por qué te preocupas tanto por ella. Esa mujer ni siquiera es tu madre. 

Sus palabras fueron como un doble puñal en el pecho. 

«Por supuesto que soy su madre».

—Tú y yo no tenemos que pelear más. No sabes lo mucho que me duele esta situación. Esta mujer te ha puesto en mi contra. 

Algo no andaba bien. Ese humo negro que he visto en tantas ocasiones emanando del cuerpo de ciertas personas, estaba saliendo de mi propio hijo. 

—¿No me reconoces, mi amor? — le extendió los brazos, como si estuviera esperando un abrazo de él—. Yo soy tu madre. Es de mi parte que debes estar, no al lado de esa usurpadora que te arrancó de mí. 

—¿M-mamá? —la expresión de mi hijo denotaba confusión.

Supe inmediatamente sus intenciones. Lo estaba intentando controlar y ponerlo de su parte. 

Mi cuerpo no tenía fuerza para levantarse o moverse. Ni siquiera podía hablar. La herida estaba ardiendo, salía un humo negro de ella. Mis entrañas se retorcían, pero era incapaz de expresar mi dolor en quejidos.  

No tuve forma de desmentirla o de evitar que él tomara la daga en sus manos y caminara hacia donde me encontraba. 

Era mi hijo. Y dolía no poder frenarlo y hacerle despertar de esa ilusión que esa mujer había creado en su cabeza. 

En el fondo, reconocía que él en su otra vida era el bebé de Jana, pero para mí en esta, siempre ha sido y seguirá siendo mi hijo, porque estuvo en mi vientre y nació de mí, de esa primera vez que me entregué por amor. 

Situé la mirada sobre ella y en la sombra que tenía detrás. Logré reconocer a Vala por la manera en que sacudió su cola y arrojó por los aires a Úrsula, impactando el tronco de aquel gigantesco árbol de robles. 

Donde aterrizó su cuerpo apareció Ansel y ella desapareció al encontrarse con él, pero sus intentos de huir fueron frustrados por Vala quien, a pesar de que ella estaba invisible, logró revelar su ubicación y fuera vista por todos los que nos encontrábamos ahí. 

Vala le tenía mucho rencor acumulado, pues no le dio oportunidad de nada, antes de lanzarle otro ataque capaz de lastimarle el hombro con su feroz mordida. Agitó su cabeza tan fuerte hasta que su cuerpo mal herido cayó a los pies de Louis. Al verlo ahí, de pie y en mejor estado, sentí un inmenso alivio dentro de todo. 

—Esto te pertenece— mi hijo soltó la daga a mis pies.  

Mis ojos se engrandecieron. 

—Tú eres mi única mamá— sonrió ladeado, yéndose a mi espalda y engulléndome en sus pequeños, pero fuertes brazos—. El dolor desaparecerá, lo prometo, solo confía en mí— sus dos manos apretaron la herida y me sacó un grito.

Algo se estaba moviendo en mis entrañas. Dolía mucho, era como si mi piel estuviera sellando, pero en ese transcurso, dolió más que cuando me abrieron esa herida. 

—Te amo, mamá. 

Sus palabras me derritieron. Me causaron un sinnúmero de sensaciones en el estómago y en mi pecho. 

«Mi niño, ya no es un niño. Ha crecido tanto». Y ese hecho me estremece el alma.

Úrsula volvió a desaparecer, pero esta vez quien reveló su ubicación fue mi hija. Supe que era ella porque su color de cabello, su piel blanca y ojos claros como los de su papá eran inconfundibles, además de su gran parecido a Vala, al tener la mitad de su pequeño cuerpo en forma de una serpiente. Se veía tan tierna con sus orejitas puntiagudas y su cabello tan lacio y largo.

Úrsula cayó de rodillas cuando se topó con ella en su intento de cruzar el muro. Ahí estaba ella, desarmada, herida y rodeada por ellos cuatro.

—Esta vez no vas a escapar—le dijo Louis. 

—Te recuerdo—los ojos rojos de Ansel resplandecían en medio de la noche—. Eres tú— le ayudó a ponerse de pie, algo que encontré sumamente extraño viniendo de su parte—. Jana.

«¿Ha recordado a Jana?».

La expresión de Úrsula denotaba que ese trago fue más amargo que la retana. 

—¡No, yo no soy esa estúpida de Jana! — respondió agitada, sosteniendo su hombro y parte de su brazo caído.

—Hasta que al fin reconoces que no eres y nunca serás ella—su mano atravesó su pecho y de su boca brotó sangre—. Tú nunca has existido para mí. Aun cuando estabas con vida, tu existencia era la misma que la de un insecto. Incluso ahora, no eres nada más ni nada menos que una miserable muñeca de trapo que se aferra a la vida, sin darse cuenta que su tiempo en la tierra hace mucho tiempo pasó y que aquí no hay nada que buscar, porque aquí nunca tuviste ni tendrás nada.

Su interior no era enteramente como el nuestro, contenía el mismo material con el que rellené la muñeca y un corazón; sí, un corazón de verdad, tan negro como su alma.  

Ansel caminó hacia donde mí, poniéndose de rodillas frente a nosotros y extendiéndome ese corazón que, aún sin estar dentro de su cuerpo, seguía latiendo y tenía una especie de hilo negro conectado de un extremo a otro. 

«¿Es este hilo el que la conecta a la vida?». Es increíble que algo tan fino que se puede deshacer tan fácilmente en mis manos, sea tan importante y significativo. 

Ella se apretó el pecho, intentando atrapar el hilo en sus manos, pero no podía sostenerlo por más que lo trataba. Sus intentos fueron detenidos por Louis, cuando la empujó hacia atrás, poniendo su pierna en el pecho, justo debajo de su mano. 

A pesar de la situación, ella me miraba con lágrimas en sus ojos, como si todavía, después de todo lo que escuchó de Ansel, sus esperanzas no hubieran sido pisoteadas lo suficiente y aún guardara un rayo de esperanza. 

—Hazlo, mamá. 

En el fondo, la comprendía… 

A veces nos aferramos tanto a algo que no encontramos la forma de dejarlo ir, a pesar del daño que esto nos cause.  

Podía ver mi antigua yo reflejada en sus brillantes ojos. 

Esa niña que fui, la misma que se aferró a permanecer al lado de mi madre y soportarlo todo con tal de recibir, así fuera un minuto de su tiempo o una demostración genuina de amor y cariño, que no fueran sus malos tratos, reprensiones y golpes. Pero al final, pude descubrir que merecía más de lo que ella podía ofrecerme y que la verdadera felicidad no estaba al lado suyo, nunca la estuvo. 

No es sano para ninguna de las partes permanecer en un lugar donde no eres bien recibida o no te quieren. 

La única forma de liberar su alma era esta, regresarla al lugar de donde no debía salir, pues solo allí recibirá su merecido castigo, por todo el daño que provocó en vida. La única solución que podía ofrecerle era esta. 

Coloqué el corazón en el suelo, apretándolo entre mi mano izquierda y cerrando los ojos, trayendo las palabras que Jana recitó en aquella ilusión. 

—Quien siembra maldad, cosecha desgracias. Todo tarde o temprano regresa a ti, por eso te condeno a vivir en la oscuridad eternamente, reviviendo una y otra vez tus actos protervos, llenos de iniquidad y envidia. Que cada acto o pensamiento destructivo o malvado se convierta en un puñal que abra tu podrida carne y las lágrimas que derramaron cada una de tus víctimas, sea la misma cantidad de sangre que derrames por toda una eternidad— tomé la daga en las manos, cortando ese hilo que conectaba su corazón y lo mantenía latiendo—. Corto toda cadena y cuenta pendiente que te conecte con nuestro mundo, para que vivas eternamente en soledad y agonía. Que así sea— sujeté la daga con mis dos manos y, aunque escuché sus lamentos y ruegos en mi cabeza, pues su boca estaba sellada, arremetí contra el hasta que sus voces dejaron de oírse y el corazón se convirtió en cenizas que se regaron con el viento, desapareciendo por completo de nuestra vista, tanto como la presencia física de lo que alguna vez fue Úrsula. 

«Lo hice, papá, lo hice». Luego de haber pronunciado esas palabras, mi vista se fue por completo a negro. Era mi cuerpo quien no podía soportarlo más. 

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