El asesino que hay en mí.


Zhen Wen se había dado por vencido cuando Zi Xuan se fue. No podía hacer nada con este Xue Yang que tenía un objetivo fijo y que no variaba ni un ápice. Por otro lado Zi Xuan también era terco y uniendo las dos partes se formaba alguien contra quien no se podía luchar. Solo esperaba que la sensatez que solía tener el segundo venciera a la irascibilidad e impredecibilidad del primero. Más no podía hacer y eso le estaba destrozando. Tenía muy presente las palabras del Maestro Wu sobre lo que era la vida pasada de su hermano, una tempestad, una catástrofe que acababa con todo a su paso. Si Xue Yang definitivamente se imponía, las cosas podrían ser muy peligrosas. Si solo estuviera Zi Xuan y le hubiera dicho de estar con XingChen él lo habría aceptado pero esto era diferente.

 Era el XingChen de Xue Yang, era la historia pasada de los dos y no era una historia feliz. Alguien que actuó así con otra persona que lo había cuidado de aquella manera, era alguien extremadamente peligroso y cruel. Temía tanto por el médico como por su hermano que tarde o temprano se metería en algún lío importante. Por eso le dijo que le pondría un rastreador en el móvil, para saber dónde estaba en todo momento hasta que las cosas se estabilizaran. Zi Xuan no se opuso a esto, sobre todo porque daba igual donde estuviera, haría lo que creía que debía hacer y nadie lo impediría. Pero si así se quedaba su gege más tranquilo, no había problema. Zhen Wen miró y como esperaba el localizador  situaba a su hermano cerca del hospital.


XingChen había esperado un mensaje o una llamada de Xue Yang pero no la hubo. Comprendió que todo había acabado cuando salió por la puerta de aquel apartamento y ese pensamiento lo entristeció. Cuando Song Lan pasó para cambiarse y marcharse al fin, accedió a su invitación, al fin y al cabo solo quería dormir y dejar pasar las horas para olvidar aquel encuentro que ahora formaría parte de sus buenos recuerdos.

—Genial entonces. No te preocupes por nada, allí tienes ropa todavía de las últimas veces y si necesitas algo más lo compramos de paso. No perdamos tiempo que yo también estoy cansado.

—Está bien, de todos modos no necesito mucho. ¿Vamos en tu coche? Vine en taxi ayer.—Su coche permanecía cerca de la oficina de Xue Yang donde lo había dejado para acompañar a buscarlo con Zhen Wen. Otro problema más que ya resolvería.

Mientras, Xue Yang ya estaba dentro del hospital para verle. No había calculado bien el tiempo, se había entretenido mucho con Zhen Wen y además estaba el maldito tráfico que siempre entorpecía cualquier plan. Corrió por los pasillos para llegar al despacho de su daozhang esperando que aún siguiera allí. El pasillo era espacioso y estaba muy iluminado, ya eran las ocho de la tarde y la noche había caído de sobra pero todo el hospital estaba bañado de luz aséptica, blanca y fría. En uno de los laterales se alineaban grandes ventanales que dejaban ver el exterior donde aparcaba el personal del hospital. Por casualidad miró por ellos y entonces los vio y como si hubiera sido una señal de alarma, Song Lan también le miró a él. Xue Yang estaba en un cuarto piso, se distinguían bien las caras así que se reconocieron mutuamente al instante. XingChen estaba de espaldas ajeno a todo esto, fatigado, triste y apático. Song Lan que se sabía observado jugó su baza y abrazó a XingChen por sorpresa. Nunca mantenía contacto físico con los demás pero con él hacía excepciones y hoy sería una de ellas.

—¿Qué... qué pasa?—dijo entre sorprendido y divertido el cirujano.

—Gracias por venir, necesitaba que nos fuéramos y descansáramos, pensaba que dirías que no y bueno... — Le tomó por las mejillas para mirarlo bien. — Muchas gracias.

—Bueno, no sabía que te hacía tanta ilusión. Venga vámonos ya, que me duermo de pie.

Song Lan mantuvo uno de sus brazos rodeándolo por la espalda hasta que llegaron al coche y cuando Xingchen se sentó le puso el cinturón desde fuera.

— Jajaja, tan cansado no estoy Zichen, puedo hacerlo yo, esto no es una comedia romántica.

Mientras tanto, en el piso cuarto Xue Yang asistía a la escena que a sus ojos era la de dos enamorados que se marchan juntos. Incluso pensó que Song Lan lo había besado cuando entró en el coche. La sangre le hervía, la boca tenía un sabor metálico y lanzó un puñetazo contra el cristal.

— ¡No lo toques! — grito ante la sorpresa de un par de enfermeras y un médico que pasaban a su lado. Si no fuera por la mirada asesina que tenía, le hubieran llamado la atención, pero en su lugar apretaron el paso como el que se libra de la ira de un loco.

Salió corriendo buscando las escaleras de servicio para llegar antes abajo, mientras, el coche de Song Lan comenzaba a moverse maniobrando para salir del aparcamiento. Tercer piso, saltaba los escalones, volaba sobre algunos mientras se agarraba a la barandilla. Song Lan miró por el retrovisor y metió segunda marcha. Segundo piso, golpeó a un celador que subía con unos papeles que salieron volando. XingChen se estiraba en el asiento y miraba por la ventanilla a un punto perdido. Primer piso, se agarró a una manilla de la puerta para no caer y saltó varios escalones a la vez. Song Lan puso el intermitente para girar. Planta baja y una puerta de emergencia al fondo, las alarmas sonaron al abrirse para dejar pasar a Xue Yang como si fuera un huracán. Aún quedaba distancia hasta el aparcamiento y apretó la carrera. Song Lan se puso en marcha de nuevo y salió a la carretera general.

—¡Voy a matarte maldito cabrón!—gritó con todas sus fuerzas en mitad del aparcamiento cuando comprendió que ya no podría alcanzarlo. De pronto sintió que lo agarraban desde atrás y le tapaban la boca.

—Cállate idiota. ¿No ves que hay gente mirando y si le pasa algo dirán que fuiste tú o no ves películas?

—¡Dirán que fui yo porque seré yo! Voy a sacarle los intestinos y los voy a atar a su puto cuello—farfullaba con la mano de Zhen Wen aún cubriendo su boca. Algunas personas se pararon a contemplar la escena.

—No lo dice en serio, somos hermanos, en realidad me quiere mucho.— Tiró de Xue Yang para llevarlo hasta su coche donde permanecieron bastante tiempo mientras Xue Yang seguía maldiciendo y golpeando el salpicadero.

—¡Voy a rajarle la garganta, le abriré en canal y lo llenaré de gusanos para que se lo coman vivo!

—Está bien, haz todo eso si quieres pero dime primero qué ha pasado.

—Ese cabrón lo abrazó, lo beso. Puso sus asquerosas manos sobre mi XingChen. Voy a matarlo lentamente, le sacaré los ojos y esta vez lo soltaré entre una manada de perros salvajes que huelan su sangre y lo descuarticen.

—Deja de decir barbaridades que no he comido, por el amor de Dios. ¿Cómo puedes ponerte así? Nunca lo has hecho. Con Anne no eras de esta manera, no te ponías celoso aunque ella  abrazara a sus amigos y ella era tu novia, él no es nada más que...¡Ni siquiera se lo que sois, joder! Pero no puedes actuar así. Ellos ya se conocen, igual eres tú el que se ha metido en medio.

— Él es mío ahora, antes y siempre.

—Las personas no son de nadie, no hables así. Si de verdad lo amas como dices, no puedes actuar de esta manera. No dejes que Xue Yang actúe así, A-Xuan. Solo piensa que si él te odió en otro tiempo por tu crueldad, si vuelves a hacerlo, volverá a odiarte.

Xue Yang sabía que su gege tenía razón, pero se sentía tan frustrado que no podía tranquilizarse así como así. Gritó dentro del coche tan fuerte que dejó los oídos de Zhen Wen con un pitido molesto.

—Vamos al Roxie porque yo necesito mucha cerveza para aguantarte esta noche.

La cabaña de Song Lan estaba en la orilla de un lago en la montaña. Había sido la casa familiar de la infancia del psiquiatra y en la actualidad solo la usaba él. El lugar era muy tranquilo, lejos de cualquier núcleo de población, lejos de carreteras, lejos de actividad humana. Siempre que se encontraba estresado o por cualquier otro motivo, solía pasar los días allí. Cuando veía a XingChen demasiado cansado o abatido por alguna causa, lo llevaba allí como terapia. Había cosas personales de él en la casa como si también fuera suya, de esa manera no había necesidad de preparar nada nunca. Simplemente salían hacia el lugar sin más problema. Compraban algo de comida por el camino para la llegada y luego ya compraban algo en el pueblo más cercano que estaba a 10 kilómetros. Sin duda era el lugar más indicado para desconectar de todo. 

Esa idea era la que tenía XingChen en su mente antes de dormirse en el coche completamente agotado. El día que había pasado con Xue Yang le había robado todas las fuerzas, pero la excitación de un nuevo encuentro lo había llevado en volandas por su guardia de veinticuatro horas. Sin embargo a medida que pasaba el tiempo y Xue Yang no daba señales de vida, el cansancio y el abatimiento pudieron con él poco a poco y en ese momento, ya no podía mantenerse despierto. Song Lan lo despertó cuando llegaron y él como un zombi, se dejó caer directamente en la cama. Ni siquiera se quitó la ropa que llevaba así que fue el psiquiatra el que lo cubrió con una manta y cerró las ventanas para que cuando amaneciera no le despertara la claridad del día.

Song Lan se preparó un whisky y encendió la chimenea. Mirando el fuego sonrió recordando la cara de Xue Yang cuando abrazó a XhingChen, una pequeña victoria que sabía a gloria. Si lo había hecho bien, en ese momento el asesino estaría desquiciado y con un poco de suerte haciendo algo que lo mandara directo a la cárcel. En ese momento sonó su teléfono, era Wang Jiang. Activó el modulador de voz antes de contestar.

—Señor Wang, ¿qué puedo hacer por usted?

—Noticias sobre nuestro amigo. Tengo un trabajo que hacer y creo que es buena idea que le  enredemos en ello. No voy a darle muchos detalles que no necesita, solo decirle que comienza la caída a los infiernos de Xue Zi Xuan.

—Eso es jodidamente bueno. ¿Qué quiere a cambio?

—Poca cosa.

Mientras XingChen soñaba de nuevo con Xue Yang, Song Lan ponía precio a su cabeza con Wang Jiang. Con un poco de suerte en una semana todo estaría terminado. El psicópata estaría en serios problemas y si jugaba bien sus cartas podía argumentar un trastorno mental que lo llevara a una institución que él manejase. Por un momento pensó en qué tipo de trabajo sería el que haría Wang Jiang y se autoconvenció de que nadie más saldría herido a parte de Xue Yang. También se autoconvenció de que era un mal menor para un bien mayor porque la alternativa era darse cuenta que la ponzoña que salpicaba aquel asesino del pasado ya lo había contaminado a él también.


—Otras dos Mimi.

Zhen Wen respiraba más tranquilo ahora que Xue Yang había dejado las maldiciones y los golpes a todo lo que tenía cerca. Zi Xuan había vuelto a tomar el control y como podía intentaba calmar los nervios y recapacitar sobre su reacción.

—No se qué me pasó, no pensaba en nada más que en matar a Song Lan. Sentía que me robaban el alma cuando vi que se llevaba a XingChen con él. No pude controlarme hermano, no podía hacer nada más que correr hacia él para rescatarlo de aquel cabrón.

—Él no necesita que lo rescaten, A-Xuan, necesita que lo dejéis tranquilo. Además tú deberías ir a un médico que te recete tranquilizantes porque yo no voy a poder estar siempre cerca para salvarte. Al menos hazme caso en esto. Dormirás mejor y controlarás mejor tus impulsos.

—Está bien, lo haré. Pero entiende que necesito ver a XingChen, al menos que me diga que no me quiere ver más, que me recuerda y no me quiere en su vida. Pero que me lo diga porque esta espera me está matando.

—Tú siempre terminas en el mismo sitio, buscando volver a verlo una y otra vez. Siempre le das la vuelta a la situación para trasformarlo en un encuentro.

—¿Y qué quieres que haga? Apenas puedo respirar cuando pienso en él, se me hace un nudo en la garganta y siento que me duele todo. Lo que siento lo siento dentro de mí en mi corazón, en mi cabeza, pero también en el cuerpo. Es una agonía constante gege, una agonía.

Bebió un largo trago con los ojos llenos de lágrimas que no se permitió derramar. Resopló con fuerzas para recuperar la compostura. Zhen Wen le rodeó con un brazo y le besó en la cabeza.

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