𝐨𝐧𝐞. where the wild winds blow
𝐜𝐡𝐚𝐩𝐭𝐞𝐫 𝐨𝐧𝐞
donde soplan los vientos salvajes
El crepúsculo se cernía sobre el horizonte, desvaneciendo el azul del cielo nocturno y reemplazándolo con un tono dorado que anunciaba un nuevo amanecer. Las criaturas de la noche buscaban refugio en sus hogares para descansar, cediendo la magia de Myr a aquellos que le daban vida a la isla durante el día. La escarcha que cubría las flores y los pastizales se derretía a medida que el sol ascendía entre las colinas, bañando cada rincón de la isla con su cálida luz. A medida que el cielo se esclarecía por completo, los primeros rayos de sol acariciaban las copas de los árboles, despertando a la flora y la fauna.
Los senderos de piedra que serpentean en el corazón de la isla se iluminan con destellos dorados, mientras en la costa, las olas danzan con gracia, generando un resplandor plateado cuando el sol las atraviesa. Las aves marinas se pierden en el cielo mientras criaturas parecidas a peces de gran tamaño surcan las olas, dejando que la luz haga brillar sus pieles escamosas de color esmeralda y azul zafiro. El aire se llenaba con el suave murmullo de la brisa marina, transportando consigo la fragancia fresca y salada del océano.
En lo alto de una de las colinas cercanas al centro de la isla, donde las nubes se mecían suavemente entre los picos cubiertos de pastizales y flores, se encontraba un viejo tronco de un árbol hueco el cual estaba cubierto por enredaderas que caían como cortinas que recubrían la madera. La corteza del árbol había sido extraída en fragmentos, dejando solo la estructura del tronco que se veía sostenido por las imponentes raíces del árbol y era decorado por el verde pastizal donde nacían algunas flores de color amarillo ámbar.
Los rayos del sol se filtraban a través de las hojas, iluminando el pálido rostro de Clío, apenas visible entre sus majestuosas alas. Un leve susurro de incomodidad escapó de sus labios, mientras su cuerpo reposaba placenteramente sobre un lecho de fardo, cubierto con algunas hojas secas. Sus alas se desplegaron con delicadeza al tiempo que sus ojos se ajustaban a la luz matutina. El suave murmullo del bosque y la brisa que acariciaba las ramas despertaron sus sentidos, mientras los aromas impregnaban el aire, dibujando una sonrisa en su rostro.
Clío se incorporó con elegancia, estirando sus brazos con gracia y deshaciéndose de cualquier vestigio de sueño. Apartó la improvisada cortina de hojas que colgaba en la entrada del hueco del árbol, abandonando su lecho mientras observaba a su alrededor, maravillándose como cada mañana con la belleza de la isla. Aquel refugio mágico lejos de la avaricia humana y perdido en la bruma del océano era el lugar perfecto donde la naturaleza y las criaturas que buscaban refugio convivían en una armonía perfecta.
Avanzando con pasos ligeros sobre el suelo cubierto de hojas secas con sus grandes alas arrastrando como una capa detrás de ella y sintiendo la humedad del pasto en cada pisada, Clío se detuvo al borde de la colina cerrando los ojos, dejándose envolver por el cálido abrazo del sol en su rostro. Inhaló una gran bocanada de aire mientras sus alas se extendían a cada lado de su cuerpo. Exhalando, Clío se dejó caer al vacío.
El viento silbaba en sus oídos mientras Clío descendía rápidamente. Su corazón latía con fuerza, pero la sensación de libertad y la adrenalina que fluía por sus venas eclipsaban cualquier otra sensación. Mientras caía, el paisaje se extendía ante ella: colinas ondulantes, bosques densos y ríos serpenteantes pintaban un cuadro majestuoso. Antes de alcanzar el suelo, Clío ajustó sus alas y aprovechó la corriente del aire para elevarse en vuelo.
Desde las alturas, la isla se revelaba en su plenitud, con colinas ondulantes y praderas salpicadas de flores de colores vivos. Una amplia sonrisa se instaló en sus finos y rosados labios. La experiencia de volar la hacía sentir viva de una manera que ninguna otra cosa podía. Sus alas eran mucho más que una extensión de su cuerpo, era una parte de ella desde el alma. Eran parte de su esencia, un rasgo que la diferenciaba de entre las criaturas de la isla y le otorgaba una libertad que solo experimentaba en los cielos abiertos. Con ellas había recorrido cada rincón de Myr, desde sus más oscuros bosques donde el peligro no era un impedimento, hasta la más hermosa cascada que recorría cada parte de la isla.
Descendió en picada, sumergiéndose en la frescura del páramo, sintiendo el viento en su rostro haciendo bailar su cabello color fuego. Siguiendo su travesía, Clío llegó a un arroyo que se extendía a lo largo de la isla conectando con una cascada.
──¡Buenos días! ──saludó mientras se acercaba sobrevolando el arroyo, donde un par de hadas de colores brillantes danzaban sobre el agua y le devolvían una sonrisa.
──¡Buenos días, Clío! ──algunas de las hadas le devolvieron el saludo mientras ella, con cuidado, detenía su vuelo arrodillándose en la orilla del arroyo para beber un poco de agua mientras el reflejo de sus alas danzaba en la superficie.
Alrededor, las mariposas revoloteaban en armonía. Una de ellas, sus alas de color negro y azul se posó con delicadeza en sus dedos. Clío sonrió, observando con detenimiento las hermosas alas de la mariposa brillando bajo la luz del sol.
Una fuerte explosión irrumpió con el silencio del lugar asustando a las criaturas que se encontraban a su alrededor. Clío miró en la dirección de donde había provenido el estruendo, algunas aves se alejaban del lugar mientras el silencio volvió a envolver a la isla. Dejando a la mariposa en una flor cercana, Clío levantó vuelo rápidamente y se dirigió al lugar de la explosión. La isla se desplegaba debajo de ella como un tapiz vibrante. Colinas verdes, cascadas serpenteantes y exuberantes bosques pintaban la tierra que se extendía hasta donde alcanzaba la vista, más no veía nada que le diera un indicio de que debiera preocuparse.
No obstante, decidió seguir explorando, adentrándose aún más en el bosque y atravesando los árboles cuyas hojas lucían tonos de rosa anaranjado. El viento llevaba consigo una amalgama de aromas, envolviéndola en una sinfonía natural que colmaba todos sus sentidos. Fue en ese momento cuando percibió un olor semejante al azufre. Se detuvo en el lugar, aquel aroma le había resultado conocido, más la pequeña reunión de criaturas que se desarrollaba a unos pocos pies de distancia la obligó a acercarse.
──¿Qué está pasando? ──preguntó cuando se acercó a un grupo de criaturas que parecían conversar preocupadas entre ellas.
──Escuchamos una explosión cerca de la costa ──le respondió una de las criaturas, sus grandes ojos verdes brillando con preocupación──, donde están las columnas rocosas cerca del mar.
──Pudo haber sido cualquier cosa, quizá las olas... ──respondió una de las hadas con aspecto de elfo. Su cuerpo de colores tierra cubierto por pequeños hongos como camuflaje.
──Las olas no destruyen las rocas de esa manera ──lo interrumpieron──. Parecía más bien un ataque ━━la joven hada se quedó en silencio antes de mirar a Clío──. ¿Es posible que los humanos hayan regresado...?
Antes de que Clío pudiera brindarles una respuesta que generara tranquilidad, las pequeñas criaturas empezaron a hablar entre ellas nuevamente, sumiendo la escena en un bullicio caótico. Clío, con paciencia y una mirada serena, intentó calmar la conversación que se había desatado pidiendo amablemente que todos hicieran silencio.
──Hay que mantener la calma ──las criaturas le brindaron su plena atención──. Iré a investigar. Sea lo que sea, no dejaré que llegue a pisar el páramo.
──Tres guardias fueron a revisar la zona. Ten cuidado, Clío ──la joven asintió antes de alejarse volando en dirección a la explosión.
Su olfato parecía guiarla a medida que aquel aroma se hacía más intenso, no era un olor ajeno a ella, más era imposible que proviniera de Myr. Con cautela, llegó hasta la costa de la isla donde observó como un par de árboles se movían en la misma dirección. Descendiendo entre aquel bosque, Clío se incorporó a ellos. A un lado de cada uno de los árboles, distinguió a los Rocacantos, pequeños seres con cuerpos rocosos que sujetaban lanzas improvisadas.
──¿Qué tenemos? ──susurró Clío mientras ocultaba su cuerpo en la maleza.
──No estamos seguros ──respondió uno de los Rocacantos al que Clío reconoció como Gravion. Su rostro anciano tallado en una piedra grisácea miraba con atención la escena──. Viniendo de afuera de los límites, no puede ser nada bueno.
──¿Cómo es posible que atravesarán el límite? La bruma rodea la isla por una razón ──preguntó Clío, frunciendo el ceño.
Un pequeño ser de luz con forma de luciérnaga se acercó hasta Clío. Sólo cuando su pequeño y delicado rostro estuvo cerca de ella, pudo ver el temor en su mirada.
──Es un humano, Clío... ──murmuró con voz suave.
──¿Un humano? ¿Cómo es eso posible? ──preguntó Clío con incredulidad, sus ojos centelleando con preocupación. Se había asegurado que nadie jamás volviera a pisar Myr y sentía que había fallado en proteger la isla. La llegada de un humano podría perturbar el equilibrio.
Uno de los árboles se apresuró a emboscar al intruso, dispuesto a atacarlo para que abandonara la isla, más el anciano Rocacanto lo detuvo con su lanza para que no diera un paso más.
──Debemos actuar con prudencia ──aconsejó el anciano Gravion──. Los humanos, aunque no todos son hostiles, pueden traer consigo conflictos y desequilibrios. Necesitamos entender por qué han llegado y tomar las medidas adecuadas.
Clío se apartó un momento y avanzó con cautela entre la flora para observar con sus propios ojos a situación. Detrás de ella, Gravion se disponía a dar indicaciones para el ataque, Clío sabía que era preciso conocer las razones por las que un humano había llegado a Myr, antes de disponerse a prohibirle la entrada. Podía ser una simple coincidencia o un peligro inminente, pero de igual forma no estaba dispuesta a que su gente saliera dañada. Si el humano era de buen corazón, entendería que los intrusos no tienen lugar en la isla para preservar el secreto. Pero si sus intenciones eran peligrosas, Clío estaba dispuesta a forzarlo a abandonar Myr.
La figura humana, aparentemente perdida en aquel entorno mágico, miraba a su alrededor con asombro. Clío lo observó detenidamente. Cabello castaño, estatura cercana a la suya, delgado. No parecía tener certeza de dónde estaba, más tampoco parecía preocupado por abandonar el lugar con prisa. Sin embargo, cuando Clío estaba por hacer presencia de entre las sombras para evaluar la situación, una criatura de piel escamosa negra derribó al humano.
El joven cayó al suelo, sorprendido por el ataque repentino de la criatura. Clío se sorprendió un momento, volviendo a ocultarse entre los árboles para evitar ser vista. Pero entonces, el humano se apartó de la criatura y Clío pudo verla con claridad. Era de tamaño mediano, un cuerpo oscuro y elegante con escamas negras que recordaban a la noche misma. Sus grandes alas parecían iguales a las de un murciélago y sus grandes ojos verdes amarillentos no se apartaban de la silueta del humano de pie frente a él.
«Un dragón», pensó Clío.
Más no podía ser. No era simplemente un dragón como cualquier otro que hubiera visto. Pero ahí estaba, frente a ella y en manos de un humano.
──Un Furia Nocturna... ──murmuró Clío, aún con sorpresa.
──Clío ──Gravion se acercó a ella interrumpiendo sus pensamientos──. No podemos permitir que se quede más tiempo. Humanos y dragones no se mezclan.
Clío asintió.
──Él no pertenece aquí.
La joven miró en dirección al par de árboles detrás de ellos, quienes ya estaban listos para atacar cuando les dieran la orden. Clío sabía que la presencia de aquel humano podría alarmar a los habitantes de Myr y su rol de guardiana le decía que aquel dragón estaría mejor en la isla que en manos de aquel joven. Sólo una señal le bastó para que los árboles comprendieran que era el momento de intervenir. Clío no sabía si aquel joven vikingo estaba solo o si le había avisado a alguien más de su ubicación, pero sabía que debían actuar rápido.
──No lo dejen escapar ──con aquellas últimas palabras, los dos imponentes árboles abandonaron su escondite y se acercaron hasta el humano y la Furia Nocturna.
El joven, quien ahora se había sentado en una roca cerca de la colina con la mirada perdida en el horizonte, conversaba animadamente con el dragón. Sin embargo, cuando le dirigió la mirada se apresuró a ponerse de pie al ver al par de imponentes árboles acercándose con determinación. Sus rostros, tallados en la madera, lo observaban enfurecidos.
──¿Qué... ? ¿Qué es esto? ──exclamó el humano, retrocediendo unos pasos, sin apartar la vista del dragón a sus pies──. Chimuelo...
Clío observó como el joven se preparaba para atacar y a su lado, el dragón también parecía ponerse a la defensiva. Los árboles parecieron decirle algo que sólo ella y Gravion comprendieron, pero el idioma era ajeno para el joven humano. Dispuesto a defenderse ──aunque Clío sabía que sería en vano──, el joven de cabello castaño intentó intimidar a los dos árboles aún con la confusión en su rostro. No obstante, uno de ellos retuvo al dragón evitando que se interpusiera en la pelea, mientras que el otro le dio un leve golpe en la cabeza al humano dejándolo inconsciente.
──Sylvan ──Clío lo reprendió abandonando su escondite. La joven observó ahora de cerca al humano, su rostro sereno, sus ojos cerrados. Entonces miró al dragón, había cierta ira en su mirada, pero también preocupación──. Hay que regresar.
Gravion asintió indicándole a los árboles que ayudaran a cargar al joven. Clío se acercó al Furia Nocturna, su actitud reacia la hizo detenerse. Pero cuando lo observó a los ojos, sus miradas conectando por un breve instante, el rostro del dragón se relajó al notar que no había ningún peligro, y entonces le permitió acariciarlo.
──Tranquilo... todo estará bien ──murmuró Clío con una sonrisa, sintiendo la piel escamosa bajo su tacto. La joven entonces pudo ver como la cola de aquel dragón tenía lo que parecía ser una prótesis, una parte creada específicamente a medida para que pudiera volar.
La preocupación la embargó nuevamente. Más se dispuso a seguir a Gravion en silencio hasta el corazón de la isla, el dragón a su lado custodiado por uno de los árboles, mientras que el otro cargaba sin cuidado alguno al humano sujetándolo entre sus manos de raíces. Las demás criaturas se fueron haciendo presente mientras avanzaban por la isla, mirando con detenimiento al Furia Nocturna y sólo entonces cuando veían al humano completamente inconsciente, se resguardaban. No obstante, al ver la tranquilidad en el rostro de Clío, algunas de las criaturas avanzaban detrás de ella siguiéndola hasta el centro de la isla.
Con cuidado, Clío observó el rostro del joven mientras lo recostaban sobre el pasto cerca del arroyo. Su rostro pálido y tranquilo no revelaba ninguna señal de peligro o maldad, pero la incertidumbre y la desconfianza persistían en la mente de la pelirroja. Sus extremidades se vieron fuertemente sujetadas por raíces que emergieron de la tierra dejándolo arrodillado frente a ella. El dragón se acercó, más la atención de Clío estaba plenamente enfocada en el joven intruso.
Poco a poco, observó como éste comenzaba a quejarse abriendo sus ojos lentamente. La luz del sol filtrándose entre las hojas de los árboles lo hizo parpadear, intentando adaptarse al entorno. Aún confundido, murmuró por lo bajo mientras su mirada borrosa se encontraba con las diversas criaturas que lo observaban con curiosidad y temor. Clío pudo ver un destello de desesperación que lo obligó a intentar ponerse de pie, más las raíces que lo sujetaban se lo impidieron.
──Chimuelo... ──la voz del castaño salió en un suave murmuro. Sin embargo, la hostilidad de Clío se hacía evidente en su mirada mientras lo observaba con cautela.
──Yo me encargo ──susurró la joven en dirección a Gravion.
La mirada de advertencia de Gravion se mantuvo en sus rocosas facciones mientras Clío se acercaba al joven vikingo. Plantándose frente a él con una expresión seria y decidida, lo contempló en silencio un momento, hasta que los ojos marrones del castaño se posaron en la silueta inusual de Clío. La claridad de su mirada se había instalado y ahora podía ver a la joven de imponentes alas con definición de pie frente a él. Aún aturdido, la miró con desconcierto, intentando comprender la situación. Clío pudo percibir el asombro del joven, cuando éste notó el par de alas que ella cargaba. Sin embargo, hizo caso omiso a aquel detalle.
──No sé quién eres ni por qué estás aquí, pero has irrumpido en nuestro hogar sin permiso ──dijo Clío con voz firme, sin apartar la mirada de los ojos del joven.
──¿Dónde está...? ¿Dónde está Chimuelo? ──volvió a hablar el castaño, pero Clío ignoró por completo su pregunta.
──¿Qué pretendías al acercarte a la isla? ──preguntó Clío, su tono de voz severo cargado de advertencia.
El joven vikingo titubeó un momento. Su mirada se desvió de los intensos ojos azules de la joven a las inmensas e imponentes alas que descansaban en su espalda, ésta vez, siendo más evidente. Clío estaba acostumbrada a todo tipo de miradas, después de todo, sus alas podían resultar su aspecto más temido entre las criaturas y los humanos. Sin embargo, mientras la mirada de aquel vikingo recorría su silueta, Clío percibió nuevamente una mezcla de curiosidad y asombro, más el temor al que estaba acostumbrada parecía haberse disipado luego de unos segundos.
No obstante, Clío no se permitió bajar la guardia y se mantuvo firme sin apartar la mirada. El castaño entonces desvió su mirada, la cual se iluminó al ver al dragón sentado al lado de Clío completamente sereno.
──Chimuelo ──lo llamó. Clío miró en dirección al dragón, más éste se mantenía firme en su lugar, como si aquel joven fuera un completo desconocido──. Chimuelo ──repitió el castaño apretando la mandíbula, su tono de voz más demandante.
Desplegando sus alas, la joven captó nuevamente la atención del vikingo.
──No has respondido a mi pregunta.
──Yo... Bueno, realmente no tenía intención de venir aquí, fue una especie de accidente ──la mirada hostil de Clío le aseguró al castaño que ella no creía ninguna de sus palabras. Suspirando, prosiguió──. Lo siento, no estaba tratando de irrumpir en tu hogar ni nada de eso. Pero quiero decir, en mi defensa, no vi el letrero que decía prohibido el ingreso, así que no es culpa mía.
Clío respondió con voz firme.
──Tú no perteneces a este lugar ──declaró──. Los dragones y los humanos no deben mezclarse.
──Mira ──suspiro Hipo──, sólo quiero regresar a casa con mi dragón ──dijo señalando en dirección a Chimuelo.
──¿Tú dragón? ──preguntó Clío con incredulidad.
──Si, Chimuelo ──señaló al dragón con su mirada volviendo a hacer fuerza para liberarse de las raíces que lo sujetaban──. Él es... él es mi mejor amigo. Somos una especie de equipo, un dúo.
Clío miró al dragón a su lado. Los ojos verdes amarillentos pasaron del vikingo a Clío, la expresión en su mirada indicaba confusión y la desconfianza se instauró nuevamente en el rostro de Clío ante la suposición de que el joven frente a ella mentía.
──¡Hey! ¿Qué pasa, amigo? ──el castaño trató de levantarse del suelo, siendo arrastrado nuevamente de rodillas en el pasto──. Chimuelo, ¡Mira, soy yo, Hipo! Vamos, amigo...
Una sonrisa se instaló en los labios de Clío ante lo cómico de la situación. Apartándose de Hipo, la joven se acercó al dragón, quien le permitió volver a acariciar su hocico dulcemente.
──Chimuelo... ¿Tú conoces a éste vikingo? ──preguntó la joven en dirección al dragón con naturalidad, como si ambos hablaran el mismo idioma.
──Será mejor que no digas que no... ──respondió Hipo en voz baja entre dientes, evidentemente con fastidio.
──Él no parece reconocerte ──exclamó Clío volviendo a mirarlo.
──¡Claro que me conoce! Vamos amigo, tienes que ayudarme. Tenemos una situación aquí ──apretó los dientes señalando las raíces que parecían sujetarlo cada vez con más fuerza contra el suelo. Clío suspiró cansada de la misma conversación.
──Buen intento, vikingo. Pero tus mentiras me están cansando.
──¡Espera, espera! ¡No estoy mintiendo! ──se apresuró a responder mirando en dirección a Clío antes de volver a ver a Chimuelo──. Chimuelo, ¡Vamos, amigo! Por favor... ¡Soy yo!
Suspirando evidentemente fastidiada, Clío se acercó rápidamente a Hipo arrancándolo con fuerza de las raíces que lo tenían prisionero y extendió sus alas para tomar vuelo cargando el cuerpo de Hipo hasta lo alto de la isla. El aire rozando su rostro y haciendo bailar su cabello color fuego. Cuando sintió que estaba a una altura considerable, Clío se detuvo en el aire, sosteniendo con fuerza a Hipo entre sus brazos, quien luchaba por liberarse pero al ver la altura en la que se encontraban el temor lo invadió obligándolo a aferrarse a Clío. Abajo, la isla se abría paso entre la bruma con una magia misteriosa.
──¡Espera, espera! ¡¿Qué estás haciendo?! ¡Bájame! ¡No puedes simplemente llevarme así! Sabes... ¿Creo que en realidad esto es un secuestro? Probablemente esto sea un secuestro ──una risa nerviosa escapó de los labios del castaño──. Estamos muy alto...
Sus miradas se encontraron, mientras Hipo intentaba aferrarse a ella para que no lo dejara caer al vacío. Pero Clío se mantenía firme con su estoica mirada.
──Última advertencia, vikingo ──la joven comenzó a soltarlo de a poco. Hipo levantó su mirada en dirección a Clío suplicando──. ¡¿Por qué has venido a Myr?!
──¡Ya te lo dije! ¡Fue un accidente! ──respondió el castaño con desesperación──. ¡Espera, espera! ¿Acabas de decir la Isla Myr? ──Clío le mantuvo la mirada, más ninguna respuesta abandonó sus labios──. Yo... prometo irme ahora mismo si me dejas volver al suelo. Lo prometo.
Clío no respondió, sólo le mantuvo la mirada en silencio mientras sus alas se movían en el aire, analizando cada una de sus palabras. Hipo volvió a mirarla suplicante cuando de repente, sintió como la joven lo soltaba, dejándolo caer.
Un grito abandonó los labios de Hipo, el terror plasmado en su rostro mientras caía al vacío. No había prestado atención a la altura en la que se encontraban hasta ese preciso momento, donde la isla se abría paso entre las nubes y la neblina, y el suelo se acercaba estrepitosamente haciéndolo cerrar los ojos a la espera del impacto.
No obstante, antes de que pudiera sentir el roce de la flora en su rostro, dos manos lo sujetaron con fuerza deteniendo la caída libre. Cuando abrió los ojos, pudo ver como Clío lo llevaba de regreso al suelo en el centro de la isla donde anteriormente estaban. Algunas criaturas seguían alrededor del arroyo, incluido a Chimuelo, quien se acercó rápidamente a Hipo cuando Clío descendió dejando al castaño de pie sobre el suelo.
──Eso... fue... aterrador. Casi me matas de un susto ──miró a Clío mientras intentaba calmar su respiración──. ¡Deberías decir algo antes de dejar caer a alguien así! ──Chimuelo empujó a Hipo con su cabeza suavemente para llamar su atención. Contrario a un gesto de enojo, Hipo lo abrazó sonriendo──. Estoy bien, amigo.
Clío miró a las criaturas alrededor de ellos, algunos se mostraban menos temerosos ante la idea de tener a un humano en la isla. Gravion inspeccionó con su mirada a Hipo, más la serenidad en su actitud le aseguró a Clío que la preocupación se había desvanecido. Sólo entonces, Clío los observó e inevitablemente, una sonrisa apareció en sus labios, era la primer persona a la que veía tratar con cariño a un dragón. Sin embargo, cuando Hipo le dirigió la mirada más relajado, ella volvió a ponerse seria antes de comenzar a alejarse.
──Espera ──dijo Hipo. Clío se detuvo, podía sentir que el joven se había acercado hasta ella, manteniendo una distancia respetuosa──. Eso... ¿Eso es todo?
──Debes irte ahora ──murmuró aún dándole la espalda.
──Espera, por favor ──insistió con amabilidad──. Entiendo que probablemente estés enojada porque irrumpimos en tu isla por accidente, pero-
──Pero deben irse ──lo interrumpió Clío, volteando sobre su lugar para mirarlo a los ojos. Su mirada luego se desvió a Chimuelo, a quien le dedicó una pequeña y casi imperceptible sonrisa──. Gravion los acompañará hasta la costa.
Sin mediar otra palabra, la joven desplegó sus alas nuevamente bajo la mirada de Hipo y se elevó en el aire alejándose del corazón de la isla. Hipo se quedó allí de pie, mirando cómo la silueta de Clío se alejaba en el cielo. Aunque había sobrevivido a la caída y parecía haber ganado un atisbo de aceptación por parte de las criaturas de la isla, aún sentía una mezcla de asombro y confusión. Chimuelo permanecía a su lado, con la mirada fija en el lugar donde Clío se había desvanecido en el horizonte.
Suspirando, Hipo acarició la cabeza de Chimuelo y el dragón emitió un suave rugido reconfortante. La joven de alas caoba y cabello rojo le había perdonado la vida, pero sabía que no era bienvenido por más tiempo. Gravion se acercó lentamente. La criatura de piedra lo sorprendió de repente tomándolo de la ropa para indicarle que lo siguiera, su presencia transmitía una sensación de calma y confianza.
──¿Siempre es así de amable? ──preguntó inevitablemente con un tono de sarcasmo. Aunque tampoco estaba completamente seguro si las demás criaturas podían entenderlo.
Gravion emitió un sonido que Hipo interpretó como una especie de risa.
──No todos los humanos son tan afortunados como tú, vikingo. Agradece que sigues con vida ──respondió con una voz profunda y resonante──. Clío no suele mostrar esa faceta tan fácilmente. Ha pasado mucho tiempo desde que alguien ajeno a la isla llegó aquí. Y nunca ha llegado alguien sin intenciones de destruir el lugar.
Hipo asintió sintiéndose un poco abrumado por la situación, pero comprendiendo la reacción que había tenido Clío respecto a su presencia. Sabía que debía cumplir con su promesa de irse, pero algo en él lo hacía dudar. Se acercó a Chimuelo y acarició suavemente las escamas del dragón.
──Deberíamos irnos, amigo. No quiero causar más problemas aquí ──murmuró Hipo, dirigiendo su mirada hacia la dirección en la que Clío había desaparecido.
Gravion se movió sin decir una palabra más, y con un simple gesto le indicó con la cabeza que lo siguieran hacia la costa. Con una última mirada al lugar donde Clío se había ido, Hipo comenzó a caminar junto a su fiel amigo y la misteriosa criatura. Tal vez era el ambiente cargado de energía mágica lo que despertaba su curiosidad, o quizá era la misma protectora del páramo la que había despertado miles de preguntas. El nombre de la isla resonaba en su mente mientras caminaba y observaba con detalle cada parte del lugar con una sonrisa, completamente asombrado. De todos los lugares a los que había ido con Chimuelo, Myr era diferente.
Desde la distancia, en la colina que albergaba su modesto refugio, Clío observaba atentamente cada parte de Myr. Los habitantes de la isla se habían dispersado pacíficamente, retomando sus actividades cotidianas. Desde su posición, ya no divisaba al joven vikingo ni a su dragón, pero ansiaba que se hubieran retirado en armonía y confiaba en que, con su advertencia, nunca regresarían.
No podía dejar de pensar sobre la peculiar relación entre el joven invasor y el Furia Nocturna. Estaba convencida de que era la primera vez que presenciaba a un humano convivir de manera tan extraordinaria con un dragón. Por lo general, estaba acostumbrada a la barbarie de los hombres, a los ataques despiadados que buscaban destruir hasta la más pequeña criatura y a la frialdad de sus miradas mientras cometían cualquier tipo de brutalidad.
Intentando olvidar lo sucedido, Clío se dispuso a resguardarse un momento en la seguridad de la colina. Cerrando sus ojos un momento, se permitió sentir el calor del sol sobre su piel y un suspiro abandonó sus labios. De repente, un fuerte viento revoloteó alrededor suyo, haciendo que sus cabellos rojizos ondearan en el aire. La sorpresa se reflejó en sus ojos cuando, proveniente de la nada, Hipo y Chimuelo aterrizaron con gracia a pocos metros de distancia en la colina. Las alas del Furia Nocturna se plegaron con elegancia mientras Hipo desmontaba, con una sonrisa amistosa en el rostro.
──Antes de que digas algo ──dijo apresurándose a hablar mientras bajaba del lomo de Chimuelo──, quería disculparme ──la interrumpió Hipo viendo el enojo en el rostro de la joven. Clío suspiró calmando sus emociones──. Quiero decir... Comprendo que nuestra llegada pudo haber sido inesperada y causar preocupación. Pero quiero que sepas que no teníamos intenciones hostiles.
Clío se acercó a Hipo sin pronunciar palabra alguna, pero se permitió acariciar nuevamente a Chimuelo, quien parecía haberse encariñado ya con su presencia. Una sonrisa iluminó sus labios antes de dirigir la mirada al castaño, que observaba la interacción entre ellos con una sonrisa amable. La joven se apartó y dirigió su atención al páramo frente a ellos. Pasado unos segundos, sintió que Hipo se paraba a su lado contemplando la isla.
──Si viviera en un lugar así, también lo protegería.
Clío asintió.
──Si vivieras aquí, entenderías por qué esta tierra es tan especial para nosotros y porqué tomó las medidas que tomó ──dijo Clío con un tono de voz sereno──. Todo lo que ves desde aquí arriba, desde las rocas de la costa, hasta los árboles del Bosque Oscuro, todo es Myr ──Clío dirigió su atención a Hipo, quien contemplaba todo frente a ellos──. Los humanos han traído desgracia a esta isla, se creen con la autoridad de reclamarla y destruirla ──la joven hizo una pausa volviendo a mirar en dirección a la costa──. La conexión que tienes con tu dragón... No todos los humanos pueden compartir una relación como la que tienes con Chimuelo ──dijo Clío, su tono ahora más suave.
Ambos se quedaron en silencio por un momento, contemplando la isla y el horizonte lejano. La mirada de Hipo se desvió a Clío. Su tez pálida brillando bajo la luz del sol, su cabello rojo bailando suavemente con la brisa y sus grandes alas de dragón descansando en su espalda. Aquel rasgo que la convertía en la protectora de Myr ──además de su imponente personalidad ──, lo había sorprendido cuando apenas despertó de su estado inconsciente. Sin embargo, el temor había sido el último de sus pensamientos. Ciertamente jamás había visto a nadie parecido a ella y aquello lo había asombrado.
Por su parte, Clío jamás había estado así de cerca de un humano y sentido que estaba en confianza, sin el temor de un peligro inminente. Recordaba las historias que había escuchado sobre vikingos y sus batallas con dragones. Sin embargo, la presencia de Hipo y Chimuelo le mostró un lado diferente de esa relación, una visión que jamás creyó que existía. Por lo general, mantenía la guardia alta esperando un ataque por la espalda y aunque se mantenía alerta, algo en Hipo la hacia sentir en calma. No obstante, arriesgarse significaba poner en peligro todo lo que Myr era para ella y su hogar valía más que cualquier cosa.
──Es realmente hermoso... ──interrumpió Hipo.
Clío asintió.
──Cuida a Chimuelo ──dijo con serenidad antes de que sus miradas se encontraran nuevamente──. No todos en este mundo comprenden la magia que existe entre los dragones y los humanos. La mayoría solo ve a los dragones como criaturas peligrosas, y a veces, los dragones también ven a los humanos de la misma manera. Pero contigo, parece que haber encontrado seguridad.
Hipo miró a Chimuelo con una sonrisa tranquila y cargada de ternura. El dragón se encontraba jugando con lo que Clío reconoció como Glimmergato, un pequeño felino con pelaje centelleante en color dorado que se camuflaba bajo la mirada de Chimuelo y se acercaba por la espalda sorprendiéndolo.
──Puedes confiar en mi ──Hipo volvió a mirar a Clío. La mirada del castaño reflejaba determinación y sinceridad, algo que Clío no había esperado encontrar en un humano.
Clío suspiró, más relajada antes de comenzar a alejarse. Sin embargo, una parte de ella mantenía la guardia en alto.
──Espera... Una última pregunta, si no te molesta ──Clío le dirigió la mirada, esta vez con menos hostilidad──. Dijiste que no todos pueden tener... esa conexión entre dragones y humanos que tenemos Chimuelo y yo. Pero, ¿Qué hay de ti? Tú conexión con él...
Clío sonrió.
──Supongo que es un don.
Hipo asintió con una leve sonrisa cuando Clío se apartó dejando atrás la vista del páramo que se desplegaba bajo la colina. Chimuelo se acercó al castaño listo para partir de regreso a casa.
──Bueno, supongo que nos veremos de nuevo ──Clío lo observó montarse sobre el lomo de Chimuelo, preparando la montura.
──No creo que se buena idea que regresen, Hipo. No puedo permitir que el secreto de la isla sea revelado ──Clío se detuvo, mirando a Hipo con una expresión amable, pero firme.
──Y si decidiera volver... ¿Podría verte aquí? ──preguntó Hipo mientras sostenía las riendas de la montura. Clío pudo ver una sonrisa amable en su rostro y le sostuvo la mirada por un momento. No comprendía porqué estaría interesado en regresar. No obstante, Hipo comenzó a borrar su sonrisa al ver que la joven se dio media vuelta para alejarse.
──Intentaré no volver a asustarte ──respondió Clío finalmente, aún de espaldas alejándose del dúo y escuchando una ligera risa proveniente del vikingo.
──Bueno, me alegra que no me amenaces con dejarme caer al vacío otra vez.
──Eran sólo un par de metros ━━rectificó Clío. Hipo volvió a sonreír.
──Bueno, hora de irnos amigo ──Hipo instó a Chimuelo a emprender el vuelo, elevándose en el cielo con majestuosidad──. ¡Por cierto! ¡Me gustan tus alas!
Clío se volvió hacia ellos con una risa ligera mientras alzaba la mano en un gesto de despedida. Chimuelo rugió en respuesta, extendiendo sus imponentes alas mientras ascendían en espiral, ganando altura rápidamente, y pronto se convirtieron en pequeños puntos en el cielo.
Clío se quedó allí, sobre la colina, observando cómo los dos se alejaban entre las nubes. Sus pensamientos se sumieron en la reflexión sobre aquel inesperado encuentro mientras una brisa suave soplaba, llevando consigo sus rojizos cabellos, haciéndolos danzar con suavidad. Con una cálida sonrisa, Clío se giró para caminar de regreso a su hogar en la colina. El cielo había comenzado a teñirse con tonos dorados y rosados mientras la tarde se avecina, y la brisa lleva consigo el suave rugido de las olas cercanas.
Al llegar a su pequeño escondite, Clío se sentó entre las flores, disfrutando de la tranquilidad del lugar. Sus pensamientos divagaron nuevamente, la idea de que alguien más en el mundo entendiera la magia que Myr escondía y la importancia de aquel mundo para ella, le generó un sentimiento reconfortante que hacía mucho no sentía.
Clío cerró los ojos, suspirando. Tras unos segundos, una suave sonrisa se abrió paso en sus labios.
Publicado: 03 / 02 / 2024
Editado: 03 / 02 / 2024 ✅
GIULY AL HABLA. . . !!! Holiisssss amores, ¿Cómo han estado? Aquí está el primer capítulo corregido para ustedes. No puedo creer que mis niños ya hayan interactuado por primera vez ❤😭 ¿Qué opinan de cómo se conocieron? ¿Les va gustando la historia?
Estoy emocionada por lo que sigue, vayan preparando pañuelitos 😭 Espero les haya gustado. ¡Nos leemos en el próximo capítulo! ¡Las amodoro! 💖
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