Redemption

Charlie sentía que estaba viviendo su sueño. Aunque aún no habían rehabilitado a ningún demonio, había conseguido establecer su hotel y encontrar amigos que la ayudarían a hacerlo posible.

No era perfecto, ¿pero qué cosa sí lo era en el infierno? Claro, a excepción de su padre.

Durante un tiempo creyó que no tendría que lidiar con más problemas que ayudar a los demonios a mejorar, hasta que la presencia de cierto demonio de la radio comenzó a ser un problema para ella. Uno que la estaba alterando de más, y ya no se trataba de controlar que no hiciera de las suyas o alterara las cosas en el hotel, sino de algo más personal, con sus sentimientos.

Alastor disfrutaba molestarla, y eso era lo que hacía al inicio, especialmente con sus palabras de mala fe y con su invasión al espacio personal. Pronto comenzó a notar que era a la única a quien lo hacía de manera más íntima: acariciando su cabello, apareciendo de la nada para abrazarla por detrás y sujetando su cintura, queriendo acercarla más a él durante sus duetos musicales, que eran cada vez más frecuentes.

Esto la empezó a poner más nerviosa que molesta, y no sabía si él lo había notado y por eso seguía haciéndolo, o si lo hacía porque realmente quería estar cerca de ella. Aquello causó un revoltijo en la mente de la princesa, puesto que no sabía cómo procesarlo. Y no quería comentarlo con nadie más, ni siquiera con su mejor amiga, Vaggie, ya que sabía que su reacción podría no ser la mejor al entender lo que le podría estar pasando.

Por supuesto que lo sabía, lo entendió cuando aquellas cosas que Alastor hacía la ponían más nerviosa al notar su atractivo. Ya lo había notado, pero no vio más allá, al no verlo más que como un compañero de trabajo. Ahora sí lo hacía y se sonrojaba cada vez que pensaba en eso.

—¡Aquí estás, querida Charlie!—aquella voz la sobresaltó. — Te he buscado por todo el hotel.

—H-Hola, Alastor, no te escuché llegar. —sonrió nerviosa. — Sólo estaba tomando un poco de aire...—respondió jugando con sus manos en el barandal de la terraza.

—Ahora que lo pienso, estos últimos días casi no te he visto. Si pensara mal, creería que te estás ocultando de mí. —alzó una ceja con su típica sonrisa.

—¿Q-Qué? Claro que no, solo que nuestros tiempos no han coincidido del todo...

—... ¡Qué bueno! No me gustaría pensar mal. Pero sí me extraña, has estado actuando muy raro también.

—A-Ah, n-no es nada, ya sabes cómo soy.

—Eso no explica tu actitud nerviosa. —contestó acercándose peligrosamente al rostro de la rubia, como acostumbraba hacer, haciendo que sus mejillas se pusieran rojas.

—Y-Yo... ¡Me tengo que ir!

Estaba por irse, pero Alastor lo evitó sujetándola de la mano y haciendo que volviera, quedando muy cerca de él.

Querida...

Estar tan cerca de él y lo que dijo causó que las mejillas de la rubia se intensificaran a un color rojo, mucho más cuando fijó su vista en los labios del demonio.

—Dime qué sucede, Charlie. —pidió atrayendo su atención.

Esta desvió la vista y tragó nerviosa.

—Solamente pensaba en... ¡Cosas del hotel! En lo mucho que hemos progresado gracias a ustedes y aún más con el apoyo de mi padre.

—Ah, sí, ese...—murmuró mirando a otro lado con amargura.

—Y desde la batalla del cielo y que perdimos a Sir Pentious, he estado pensando en el propósito del hotel. Y ya que estás aquí, tengo algo que preguntarte. —suspiró. — ¿Tú realmente no crees que sea posible la redención?

—Ya sabes mi opinión al respecto. No creo en nada de esas banalidades de redención y el perdón. Hay una razón por la que se creó el infierno en primer lugar, y fue exactamente para pecadores que no son merecedores de dichas cosas.

—Suenas como esos tontos del cielo...—dijo sonriendo sin ganas.

—Probablemente sea la única cosa con la que esté de acuerdo con ellos. Quieras o no, tienen razón, esto es para siempre, querida...

—Pero no tiene que serlo. —se alejó de él con una expresión seria. — Merecen una segunda oportunidad, la oportunidad de redimirse por sus males y vivir en el cielo.

—Yo no pensaría lo mismo. —respondió con una sonrisa divertida. — Hay pecadores que han hecho cosas atroces y no merecen ningún tipo de perdón; están justo en dónde pertenecen. Charlie, quizás no lo entiendes porque tú naciste aquí... ¡Pero allá arriba no es tan diferente de aquí, jaja!—rió con fuerza. — Las personas son egoístas, crueles, malvadas y toman terribles decisiones financieras que terminan en la caída de la bolsa. Solamente hay algunas que tienen la suerte de terminar allá arriba, pero no cambia el hecho de que son humanos, y por lo tanto son malos. No han cambiado hasta ahora y nunca lo harán. Y lo sé muy bien porque yo soy uno de ellos, por algo estoy aquí.

—Yo sé que es así, p-pero... ¡Sé que no todos lo son! Hay quienes solamente cometieron errores, y no merecen pagar por eso el resto de la eternidad...

—¿Todos? ¿Incluso aquellos que asesinaron e hicieron otras cosas malas?—preguntó sin quitar su sonrisa.

—Las personas que hicieron eso estaban conscientes de que era un error y aún así decidieron seguir haciéndolo. Esto es solamente para aquellos que lo merezcan, no para quienes hicieron cosas horribles de manera consciente. Los demás merecen la oportunidad de demostrar que son mejores y de redimirse, al igual que tú.

—¿Por eso me has estado evitando, querida Charlie? ¿Porque quieres redimirme? ¿Eso es lo que quieres?

—N-No es por eso, b-bueno sí, ¡Digo! Te lo acabo de decir...

—No, no es cierto. Y no te irás de aquí hasta que me lo digas...—contestó arrinconándola en la terraza para que no escape.

—L-Lo siento, pero n-no p-puedo...—evitó su mirada. — Porque si lo hago, nada volverá a ser igual.

—¿Quién lo dice? Los cambios pueden ser buenos.

—Este no...—cerró los ojos con miedo. — No lo será...

—Confía en mí.

Ella lo miró y suspiró. Era el momento para confesarle todo lo que sentía, él no dejaría que se fuese hasta que lo hiciera 

—Últimamente me he sentido extraña contigo, estoy sintiendo cosas cada vez que estoy junto a ti, que repasan el compañerismo o amistad...—no notó como él hizo lo suyo y se acercó peligrosamente a su rostro. — Tú entiendes a qué me refiero.

—No, no entiendo. —Charlie volteó y se encontró con el rostro del demonio rojo, lo que la hizo sonrojarse intensamente al instante. — Dímelo~...—susurró.

Ella contuvo la respiración.

—T-Tú... Tú me gustas, Alas-.

Este la calló dándole un beso en los labios.

Abrió los ojos de par en par mientras sentía que iba a explotar y sus mejillas rojas resaltaban más que nunca. La situación empeoró cuando se separaron y él tarareó mientras acariciaba sus mejillas.

—Yo también estoy sintiendo cosas que verdaderamente nunca creí que iba a sentir, hasta que te conocí, Charlie. Y a pesar de que no creo en algo como en la redención, sí creo en ti. —tomó sus manos con delicadeza.

La rubia observó esto y luego al demonio. Las dudas de si esto era una broma con el objetivo de burlarse de sus sentimientos quedaron disipadas en un instante.

Alastor odiaba que invadieran su espacio personal, pero irónicamente amaba invadir el de los demás, especialmente el de Charlie. Entre las cosas que hacía muy poco estaba tocar sus manos, y cuando lo hacía, nunca había sido de manera cálida como hasta ahora.

—... Gracias, Alastor. Y yo también creo en ti, y en que puedes salvarte.

—Y me halaga que lo hagas, querida. Pero eso nunca pasará, no solo porque no crea que eso suceda, sino porque no me interesa ir al cielo, además de que teniéndote a ti ahora, ir al cielo es lo último en lo que pienso ahora mismo, en especial porque estar contigo es mejor que ese frívolo lugar. —acarició su mejilla antes de tomarla del mentón para acercarla a él y acariciar su cabello antes de bajar la mirada para besarla.

Charlie cerró los ojos y respondió el beso acariciando el rostro del contrario, simplemente disfrutando del momento.

Ella sabía que la redención era posible, y se lo probaría a todo el infierno y a Alastor. Sin embargo, aceptaría lo que él decidiera sobre quedarse o no. Después de todo, ella lo amaba y también estar con él era mejor que el mismo cielo.

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