Capítulo 2





Chanyeol cerró su despacho luego de un largo día de trabajo. Estaba cansado. Aunque le gustaba entrenar a los jóvenes, al ser demasiado impetuosos y acelerados, solía terminar en muchos moretones innecesarios. Hoy tuvo un encontrón nuevamente con Jun por la supuesta pelea que tendría con Baekhyun. Él volvió a advertirle que de insistir con ese capricho, lo echaría de la academia.

Esperaba que tampoco empezarle a dar cacería a Baekhyun para pelear. Sería el acabose.

Bajó las escaleras en medio de la penumbra. Eran las siete y media de la noche, y afortunadamente no había nadie ya y podría irse a descansar. Pasaría a comprar comida italiana, le gustaba bastante desde que una de sus peleas, hace más de cinco años, lo llevaron a Italia.

Cruzó el vestíbulo poco iluminado cuando la música y unas risitas captaron su atención. Uno de los privados estaba iluminado. Había alguien ahí.

Resopló. Estaba demasiado cansado y quien quiera que estuviera ahí dentro, lo mejor sería que se fuera. Se detuvo en el umbral. Largó un suspiro, esta vez no de cansancio.

Baekhyun estaba dentro, con un extravagante short de mil colores y una camiseta blanca holgada. Estaba en un Split en el suelo, haciendo estiramientos, Chanyeol pensó. Era la primera vez que veía al bailarín sin mallas. Su piel era igual de lechosa que aquellas medias blancas, pero tenía músculos hermosamente definidos.

—¿Por dónde debería empezar? —se preguntó Baekhyun, dándole una mirada a todo el lugar. Había una pera de boxeo, pesas, banquillos, máquinas para ejercitar las piernas y un sinfín de cosas que Baekhyun no sabía ni qué eran.

—No necesitas hacerlo, ¿lo sabes?

—Oh, hola.

—Pero sería más productivo para ti aprender a defenderte.

Baekhyun ladeó la cabeza.

—¿Me enseñarás a boxear?

Por un breve segundo, Chanyeol se lo imaginó, pero la imagen fue muy graciosa como para tomarla en serio. Baekhyun no entraría ni en el peso pluma..., no, él era más bien peso gusano.

Contuvo una carcajada.

—No, te enseñaré defensa personal, y así no tendrás problemas si es que Jun o cualquier otro intentan propasarse contigo. Aunque ya me he hecho cargo de ello.

Baekhyun asintió.

—Sí quiero.

Chanyeol marchó hasta el jovencito y lo ayudó a ponerse en pie. La piel del chico estaba fría, pero era muy suave y agradable al tacto.

—Nunca he peleado, no de verdad —murmuró Baekhyun.

Park esbozó una sonrisa.

La mayoría de personas tampoco sabían pelear de verdad, creyó él, y solo cuando la situación lo demandaba eran capaces de alzar los puños. Incluso así, las técnicas eran plenamente deficientes. Él mismo, cuando fue un jovencito descarriado, se metió en varias peleas callejeras que lo llevaron en más de una ocasión a la comisaría.

—Voy a enseñarte lo más simple. No quiero que seas un experto.

—¿Por qué? ¿temes que te gane? —preguntó Baekhyun con una resplandeciente sonrisa.

—No. —Se carcajeó—. Para ganarme necesitas más que solo unas lecciones, yo diría, años de práctica.

—Algún día te ganaré —canturreó.

—¿Desde cuándo la confianza? ¿acaso no me llamabas Señor Park hasta hace días?

Baekhyun se encogió de hombros.

—Vamos a pasar tiempo juntos.

La respuesta no le dijo mucho a Chanyeol, pero no le dio importancia, tampoco le molestó.

Chanyeol fue hasta la gaveta para conseguir vendas. Abrió el paquete y se acercó al joven.

—¿Vamos a ser momias?

—No, pero necesitas esto para protegerte.

Baekhyun le tendió sus manos. Chanyeol les dio una prolongada mirada. Tenía dedos delgados y con los nudillos sonrosados. Los huesos en sus muñecas eran sobresalientes y peculiares, y siguiendo más alto, su piel lechosa transparentaba apenas sus venas azuladas. Un detalle captó la atención de Park. En las venas de la cara interna del codo había un punto rojizo muy llamativo.

«Droga», fue lo primero que pensó Chanyeol.

El minúsculo agujero de la inyección no era reciente, pero por el tono alrededor y lo que alcanzó a ver de la cicatrización, lo hacía seguido.

Inconscientemente, frunció el ceño. No era esa la imagen que tenía de Baekhyun ni era la que evocaba. Empero, pensó que él mismo bien podría parecer otra cosa: tatuado, grande y tosco, y el genio como el de un perro. ¡Las apariencias sí que engañaban!

—Chanyeol —volvió a llamar Baekhyun.

Fue cuando Chanyeol se dio cuenta de que había pasado demasiado tiempo mirando y tocando el brazo de Baekhyun, hipnotizado con lo que veía y sin pronunciar palabra.

Carraspeó suavemente antes de empezar a vendarle las manos a Baekhyun. Pasó la venda sobre los nudillos, cubriéndolos apropiadamente, luego dio un par de vueltas más abajo, luego cubrió la zona del pulgar y nuevamente bajó hasta la muñeca.

—Dime si está apretado.

—No, está bien. Todavía puedo mover los dedos.

Repitió el proceso con la otra mano antes de soltarlo.

—¿Qué te ocurrió en el brazo? —preguntó, imprudentemente.

—¿Qué cosa?

—La herida. —Señaló el lugar y Baekhyun se quedó viendo el lugar fijamente.

—Medicina.

Chanyeol aguzó la mirada.

—¿Estás enfermo?

—Eso es lo que dicen todos —soltó una risa.

Nuevamente, las respuestas vagas de Baekhyun pusieron en una encrucijada a Chanyeol quien, sin saber cómo seguir con el interrogatorio, se detuvo ahí mismo.

—Espero que no sea nada grave.

Baekhyun se encogió de hombros.

—Todos vamos a morir un día.

Chanyeol se heló. Sus ojos atraparon el rostro de Baekhyun, tan sonriente y despreocupado. Quizá tenía razón al respecto de lo efímera que era la vida y que la muerte era una nube oscura que constantemente planeaba sobre los seres humanos, pero decirlo con tanta despreocupación resultaba perturbador. A la mayoría de personas les daba miedo morir; a otros, a la forma, pero al final del día iban por el mismo camino.

Ningún comentario o réplica pudo formularse en la cabeza de Chanyeol, así que, otra vez, se rindió. Baekhyun era del tipo de personas que él nunca entendería y que, de hecho, no le interesaba entender.

—Comencemos —pidió—. Aunque no pretendo que pelees con nadie, puedes escaparte con facilidad de un agresor si sabes dónde golpear.

» Con los donceles y mujeres es un tanto más sencillo. Siendo más delicados, recibir un solo golpe bastaría. Puedes golpear con puño cerrado en el vientre, o en el rostro, sobre la mejilla. Asegúrate de cerrar bien el puño y, para evitar una fractura, ubica tu dedo pulgar sobre la segunda falange del dedo índice. Así.

Chanyeol le enseñó su mano cerrada tal cual le había indicado. Baekhyun pasó sus ojos por cada dedo, como si memorizara la forma correcta y cómo hacerlo.

—Cuando golpees el rostro de una persona, la zona más fácil es la mejilla. Con la suficiente fuerza, puedes alejar a tu oponente y aturdirlo el tiempo suficiente como para intentar otro golpe o, en tu caso, escapar. —Chanyeol formó el puño de Baekhyun, apretando esa pequeña mano con fuerza—. Recuerda que no solo es importante qué tan fuerte golpeas sino cómo. Una vez que puedas formar tu puño de la forma correcta, lo siguiente es lanzar un gancho correctamente.

—¡Oh, yo sé eso! ¡Te he visto hacerlo!

Entusiasmado, Baekhyun dio un par de pasos hacia atrás y dio golpecitos hacia el frente, haciendo cuanto recordaba (lo que podría ser muy poco) de aquellas peleas de Chanyeol que cuando más joven solía ver en la televisión.

El boxeador lo miró con sorpresa, más por saber que ese muchachito gustaba del box y las competencias que de su torpeza al lanzar golpes, casi parecía que estaba bailando.

—A eso me refiero. Mira, necesitas ubicar bien tus pies, paralelos a tus hombros para tener un buen aguante. Tu gancho no debe temblar ni desviarse. Mantenlo firme, pero tampoco tenses tus músculos porque cuando golpees se puede acumular esa tensión y lesionarte.

—Todo lo que dices me confunde —se quejó Baekhyun.

—Mira.

Chanyeol lo guio hasta la pera de boxeo, ahí golpeó certeramente el saco, mostrándole a Baekhyun la técnica.

—Inténtalo. No muy duro.

Baekhyun se puso frente a la pera, la miró como un humano mira a un marciano; formó su puño y levantó el brazo.

—Aguarda. —Chanyeol se puso detrás del chico, apoyó sus manos sobre las caderas ajenas y las palmeó—. Recuerda la posición de tus piernas.

El bailarín abrió sus gelatinosas piernas. Dentro, en su cabeza, empezó a preguntarse en qué lapso de mal juicio se le ocurrió aprender a pelear, pero ya era tarde. Y francamente Chanyeol era muy agradable.

—Eso es. Ahora tus brazos. Aunque ocupes el derecho, es bueno que mantengas firmeza y un gancho similar en el izquierdo, como segunda opción. Muy bien. Ahora golpea.

Aunque el golpe fue débil, estuvo bastante bien ejecutado, lo suficiente como para que Baekhyun no se hiriera.

—Correcto.

Baekhyun aplaudió.

—Otro punto importante es el vientre; la técnica cambia un poco. En lugar de dar el golpe de lado, tienes que darlo desde abajo, para que tu puño impacte el estómago de tu oponente, debajo de las costillas. Eso te permite cortarles el aire. Inténtalo.

Baekhyun dio el golpe, pero su gancho débil le dobló la muñeca al final. Soltó un gemido suave. Chanyeol le tomó la muñeca, aun estando a su espalda, y la sobó.

—¿Duele mucho?

—No, solo fue un momento.

—Bien. Mira ahora.

Chanyeol empuñó la mano de Baekhyun y como guía lanzó el golpe de forma correcta.

El joven se estremeció con el cálido aliento de Chanyeol sobre su cabeza, le hizo cosquillas, pero no se movió, solo sintiendo el cuerpo ajeno, duro y fibroso, contra sus propias extremidades gelatinosas. Siempre le había parecido un hombre muy apuesto, mas tenerlo de cerca, tan cerca, le sacudía esas mariposas en el vientre.

—¿Puedes hacerlo tú solo ahora?

Baekhyun negó, no queriendo dejar de sentir el toque de Chanyeol sobre su piel. Fue irracional, pero fue su corazón el que mandó sobre su razón.

—¿Baekhyun? —insistió en una respuesta, pero la voz usada fue agradable y algo jocosa.

—No me sueltes.

La voz salió suave, aterciopelada, con un deje hipnótico que mantuvo a Chanyeol quieto, todavía tocándole la mano y con su otra apenas rozando la cintura ajena. El rostro de Baekhyun estaba de medio lado, con sus ojos atrapando esos orbes negros del boxeador.

—¿Me estás dando una orden, tú a mí? —preguntó con cierta maldad, empujando su rostro contra el de Baekhyun. La respuesta del joven fue sonrojarse—. ¿No te parece que te hace falta medio metro de estatura como para hablarme así?

Con coquetería ignorada, Baekhyun batió sus pestañas y se relamió los labios, no sabiendo qué contestar.

El celular de Baekhyun sonó en su bolsa, a pocos metros de donde estaban; el joven se separó de Chanyeol y fue a contestar. Era Kyungsoo.

—¿Sí?

—Baek, ¿dónde estás?

—Sigo en el estudio de Chanyeol.

—Es un poco tarde y tienes que tomar tu medicina con el estómago lleno.

—Está bien —suspiró—. Iré a casa ahora.

—¿Quieres que pase Jongin a recogerte? Es un poco peligroso a esta hora.

—No, está bien, yo puedo solo. Además, Jongin debe estar ahora con su familia.

—Puedo ir yo en un taxi.

—Tranquilo, Kyung, nada me va a pasar. Llegaré en media hora.

Chanyeol esperaba junto a la pera de boxeo esperando el siguiente movimiento de Baekhyun. El muchachito se giró a verlo, sonriendo con pena.

—Tengo que irme. Kyungsoo me está esperando.

—¿Vives con él?

—Sí, solo somos él y yo.

—¿Queda muy lejos?

—¿El qué?

—La casa de Kyungsoo.

—Oh, mmm —dudó y en ese tiempo su cabeza trató de armar el mapa de camino a casa de Kyungsoo. Sabía que desde la academia debía ir tres cuadras hacia el este hasta la estación de buses, no recordaba precisamente qué línea era, pero debía llegar hasta Hongdae; un par de cuadras al norte desde donde le dejaba el bus podía llegar al edificio residencial. Pequeño y poco elegante, pero era lo suficientemente cómo y hogareño para ellos—. Queda por Hongdae.

—A esta hora no encontrarás un bus que te lleve hasta esa parte del centro —comentó, pero ni él supo a dónde estaba llevando la conversación. Simplemente sus palabras saltaban sin querer de su boca.

—Puedo tomar un taxi. Tengo algo de dinero.

Chanyeol no iba a preguntar cuánto tenía o si es que acaso le alcanzaría para llegar hasta donde quería. Algo dudoso, se pasó la mano por el pelo.

—Puedo llevarte.

—¿Tú? La verdad es que no quiero molestarte. Ya es tarde y tú-

—No tengo a nadie que me espere en casa, de todas formas. Puedo llevarte.

La triste realidad de que su casa estaba en penumbras y solitaria le dio una razón de peso a Chanyeol para querer alejarse de ahí. Era a veces demasiado deprimente cenar solo, acostarse solo y levantarse solo en ese lugar tan frío.

Chanyeol lo llevó a su auto, un jeep plateado al que Baekhyun subió dando saltos.

—¿Por qué vives con Kyungsoo? ¿están pagando los dos el piso?

—No exactamente. —Se ruborizó.

¿Cómo podía Baekhyun decirle que en realidad él no aportaba más que con su presencia en ese departamento?

Kyungsoo, que era hijo único de una familia acomodada, pagaba todas las cuentas. Aunque el departamento pequeño y feo, en palabras de su madre, él insistió en conseguir algo modesto y cambiarlo por algo mejor cuando tuviera su propio dinero. No obstante, sus padres eran quienes pagaban el departamento y le daban una muy generosa mensualidad.

Baekhyun había sugerido trabajar y ayudarle con los gastos, pero no fue siquiera necesario. Kyungsoo fue además quien le ayudó para la audición en la academia y Jongin le compró toda la ropa y zapatillas.

Les debía mucho.

—Él me deja quedarme en su departamento y yo suelto los chistes durante la cena.

Chanyeol contuvo una carcajada.

—¿Tus padres no apoyan tu gusto por el ballet?

—Ellos no... no saben que yo estoy en la academia —confesó dando un largo suspiro.

—Entonces, no tienes buena relación con ellos, ¿cierto?

—No —murmuró, con media pena y la otra de tristeza—. No he pasado nunca mucho tiempo con mis padres. A mamá la veía una vez cada tres meses, y a papá sólo cuando causaba problemas.

Chanyeol supuso y asumió entones que Baekhyun había sido criado en un internado, una práctica muy común entre las familias acaudaladas de Corea. Aunque él no fue precisamente criado en la pobreza, tampoco fue rico sino hasta que empezó a ganar las peleas de la liga. Aun así, su propia relación con sus padres no era la mejor. Su padre era encantador y lo cuidó mucho, pero su madre se deslindó de él cuando tenía once. Solo se fue.

—Lo siento por eso. Pero eres un muy buen bailarín.

Baekhyun soltó una risita, pero entre ese sonido se ocultó la vergüenza.

—Madame Joo no cree lo mismo. Dice que debería dedicarme a cualquier otra cosa que no sea el ballet.

—Es una mujer dura —comentó simplemente Chanyeol.

—Y si pudiera me hubiera echado hace semanas. Si no fuera por ti.

Chanyeol desvió su mirada por unos escasos segundos, atrapado en un secreto que compartía con su sobrino y el amigo de él, Jongin.

—Tú pujaste para que me dejaran quedar en la academia.

—... Sí.

—Lo escuché de una conversación entre Jongin y Kyungsoo hace como un mes. Jongin es quien paga mi colegiatura y fue él quien te pidió ayuda para que yo entrara.

Chanyeol suspiró.

—Minho y Jongin me contaron que tenían un amigo que quería ingresar en la academia. Me mostraron un video tuyo bailando.

No incluiría en esa confesión que cuando vio al muchachito bailar, inevitablemente pensó en su difunta esposa. Sus movimientos gráciles, la forma en la que sus ojos transmitían las emociones. Aunque Sandara era siempre muy alegre y así sus bailes, cuando vio el video notó tristeza y temor en esos ojos avellana.

—Como soy socio mayoritario, se me permiten ciertas cosas. Así que pedí que te hicieran la audición fuera de tiempo y te dejaran estudiar aquí.

—¿Y sabías quién era yo cuando nos chocamos?

—No, tenías el cabello de otro color en el video. Además, ese día solo tenía ojos para mis documentos.

Baekhyun volvió a reír.

—Soy excelente conociendo personas.

Esta vez fue el turno de reír de Chanyeol.

Pronto llegaron hasta el edificio, no precisamente guiados por la memoria de Baekhyun, fue algo más instintivo. Recorre el barrio hasta que el chico reconozca su edificio.

—Gracias por traerme.

—Hasta mañana, Baekhyun.

El joven se bajó del auto, deslizándose con la misma dificultad con la que se subió, tomó su bolso, pero antes de irse, Chanyeol volvió a hablarle.

—Eres un excelente bailarín, sin importar lo que Madame Joo diga. La razón por la que accedí a lo que me pidieron Jongin y Minho es que me encantó tu baile. Hay muy pocas personas que pueden dejar ver su alma con tanta facilidad... Así que no te avergüences de lo que haces y no creas que eres terrible.

—Voy a tratar de nunca olvidar eso.

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