Capítulo 16
No se veía nada. Todo estaba tan oscuro y apenas iluminado con la luz de la luna, creando formas siniestras entre la escaza hojarasca de los árboles. El camino se volvía más arriesgado al no saber qué había delante, o lo que no.
Jongin se ayudaba de la linterna de su celular y de sus gritos para encontrar a Baekhyun. Se había alejado bastante de la casa y no escuchaba las voces ni de Park ni de su pareja. Las luces a lo lejos, a su espalda, eran apenas un recordatorio de que la vivienda estaba ahí.
Bajó por la ladera, esperando no caerse y romperse algo de importancia. Ahí el silencio desapareció. Aunque apenas se escuchaba, unos suaves sollozos y lamentos le erizaron la piel. Sus ojos buscaron por los recovecos hasta que encontró el pequeño cuerpo de Baekhyun frente a un árbol viejo y grueso. Estaba arrodillado, cubierto con algo de tierra las piernas, y con las manos descubría las raíces.
—Baek —llamó ligeramente, aunque ese sonido no llegó al muchacho. Se movió rápidamente hacia el doncel, tropezando con la tierra floja. Se acuclilló a su lado—. ¿Baekhyun?
Pero como si el joven no lo escuchara, continuó arañando la tierra y cavando un agujero. Sus movimientos erráticos se mezclaban con los balbuceos que rondaban sus labios, y eran todavía más preocupantes sus ojos llorosos, pero ausentes.
—Baek —volvió a llamar—. Cariño, ¿qué haces?
—Conejo blanco —murmuró—. Me voy con el conejo blanco.
—¿Cuál conejo...?
—No voy a volver. No.
—Baek, calma —pidió, tomándole de las manos para que no dañara más sus dedos ennegrecidos por la tierra—. ¿Hablas del País de las Maravillas?
—Ahí... el conejo... Nadie me encontrará y... nadie me llevará de regreso al manicomio.
Jongin lo comprendió todo entonces. Por dentro, su pecho se sacudió con fuerza, doliendo contra sus costillas y quitándole la respiración.
—No vamos a permitir que nada te pase —le aseguró—. No necesitas ir al País de las Maravillas, además, creo que el conejo cerró la entrada.
Baekhyun se detuvo, congelando sus movimientos de forma abrupta e incluso sus balbuceos. Cerró los ojos fuertemente, quizás trató de contener el llanto, mas simplemente logró que esas lágrimas antes acumuladas se desfogaran como una cascada. De su garganta saltaron gemidos y quejidos doloridos que asustaron a Jongin.
—¿Por qué nadie puede... Jongin? —preguntó entre hipidos.
—¿Nadie puede qué, cariño?
—Quererme. ¿Por qué nadie puede quererme incluso si estoy roto?
El cuerpo lánguido del doncel se desplomó contra el árbol, descansando su espalda contra la rugosa corteza. El frío le caló los huesos, pero no importó ni pudo sacudirse en respuesta. A veces, cuando el corazón está marchito, no importa la inclemencia exterior, ya nada le tocará porque está moribundo.
—Mamá solía decir que alguien llegaría..., que en algún momento alguien me amaría. —Mordisqueó sus labios una y otra vez—. Pero ella nunca me dijo algo que fuera verdad. Solo... mentiras. Ni siquiera ella me quiso... Padre lo decía.
» Ella viene a verte porque siente culpa —imitó la voz de su padre, quebrándose de a poco por el llanto—. Sabe que creó un niño defec-tuoso.
» Tuvo razón. No hay nadie.
—¿Nadie? ¿Acaso Kyungsoo y yo no contamos?
Baekhyun apenas sonrió.
—Los envidié tanto. Tú amas mucho a Kyungsoo, incluso con su mal genio. Solía mostrarme fotos de ustedes cuando estaba encerrado. Decía que cuando fuera libre, yo podría tener algo igual. No es culpa de nadie. Yo mismo me llené la cabeza de mariposas e historias.
Historias que fueron su única compañía durante las largas noches en esa jaula de cristal. Baekhyun recordó que cuando niño su madre le contó cuentos de hadas y princesas, aquellos donde un gallardo príncipe pelea contra dragones y hechiceros para rescatar a su amado. Él también creyó que podría tener ese amor.
Esas ideas morían contra un muro donde una pregunta estaba garabateada con lágrimas: ¿Acaso alguien es capaz de amar a un pobre loco?
—Chanyeol tiene miedo de mí, Jongin —sollozó, cubriendo su boca con su diestra—. ¿Soy así de malo?
—No, no, cariño. No tienes culpa de lo que ocurrió. Tampoco eres un peligro para nadie.
—Un peligro... nadie... —repitió con tono melancólico—. Yo lastimé a personas...
Porque había querido hacerles sentir el dolor que ellos le infligieron. Era esa parte oscura de su corazón que quería algo de redención la que lo empujaba a convertirse en la criatura aterradora que todos detestaban.
La iglesia, la decencia y las personas dicen que la venganza ennegrece todavía más un corazón, pero siempre terminan cayendo. Todos tienen un dolor en el alma del cual no pueden desprenderse ni con la sanación más profunda, y al final lo que te queda es la idea de la retaliación. ¿Acaso es tan terrible? Impartir justicia por tu propia mano es prohibido porque te puede quebrar. Sin embargo, ¿acaso es justo que los monstruos que acechan las calles sean solo enjaulados por un breve tiempo antes de ser desatados para provocar más daño mientras tu sigues sin poder dormir porque temes que en tus sueños te encuentre otra vez?
La justicia no existe. Ni terrenal ni celestial. Solo es un vago intento hipócrita de calmar a las sociedades.
—Lamenta haberles hecho daño cuando ellos no te hayan dañado primero.
—¿Y si él no lo entiende? —gimoteó—. Lo hubieras visto... Él tenía la misma expresión que madre cuando me- me visitaba. No quería acercarse mucho..., miraba con lástima.
—Podrías explicarle —sugirió Jongin, quitándose su casaca de cuero para ponerla sobre Baekhyun. El frío era terrible para alguien que solo llevaba un suéter delgado—. Chanyeol te quiere, no lo dudes, pero para nadie es sencillo enfrentar algo nuevo. Él solo no comprende lo que ocurre contigo.
—¿Y cómo lo hago? ¿Cómo le digo lo que veo y lo que hay en esta cabeza? ¿Cómo le digo que aprendí a hablar con fluidez porque mi padre me golpeaba en cada visita, cuando no me entendía?
» Yo solo quería volar lejos con las aves.
Porque las aves enjauladas morían temprano y en amargura, rodeadas de la soledad y el acero. Porque si tenía que morir en algún momento, prefería hacerlo en un campo lejano donde la libertad le sacudiera las alas y oliera a felicidad, incluso si no tenía a nadie; incluso si no era amado por nadie.
***
Una hora más tarde, Jongin cargó a Baekhyun en brazos, estando el muchacho dormido, y lo llevó cuesta arriba hacia la casa. Luego de todo el llanto y la crisis que envolvió al doncel, Jongin se preguntaba si realmente era correcto lo que Kyungsoo y él hacían. Mantenerlo fuera había sido una idea muy romantizada y, aunque le doliera decirlo, surrealista. ¿Cómo podrían ellos cuidar de Baekhyun?
En algún punto, la enfermedad avanzaría y provocaría mayores estragos que las lágrimas y la incoherencia. Aunque no creía que Baekhyun pudiera ser peligroso, esa era una posibilidad verdadera para el futuro.
No podía cegarse más.
La luz de la vivienda le guio por el sendero en penumbras, siendo cuidadoso de no tropezar o hacer algún ruido que despertara al chico. A lo lejos vio dos figuras, una más alta y robusta que la otra, cerca del porche.
—Baekhyun —jadeó Kyungsoo, corriendo en su dirección.
—Shh, está dormido.
Chanyeol se acercó con el miedo latiendo en sus poros, temeroso de la reacción de Baekhyun. Porque no era capaz de verlo llorar otra vez, mucho menos por su culpa.
—Regresemos a casa —susurró Jongin.
—¿Él estará bien?
—Déjalo descansar por hoy —pidió Kyungsoo suavemente—. Mañana podrás hablar con él.
Bajo esa promesa, Chanyeol lo dejó marchar, susurrando un «lo siento» al viento.
Esa noche no pudo conciliar el sueño, pasando las horas solo pensando en Baekhyun. La bomba que había estallado en su cara lo dejaba intranquilo por muchas razones, pero al menos ahora era capaz de comprender esas raras actitudes y frases del jovencito. Siempre le pareció como sacado de otro planeta y encontró en esa rareza una belleza que lo enmudeció en más de una ocasión.
Lo adoraba y lo seguiría adorando incluso en la más difícil situación porque su corazón no podía con todo ese cariño que crecía dentro.
Le preocupaba, sin embargo, lo que ocurriría. Él no sabía cómo manejarse con una persona mentalmente enferma. Chanyeol pensaba que tuvieron suerte al no haber causado ningún estrago negativo en Baekhyun, pero eso no era necesariamente lo que ocurriría a futuro.
Tampoco quería ver a Baekhyun encerrado de nuevo, no cuando Kyungsoo le había contado las atrocidades que ahí dentro ocurrían. Pero tampoco podía ser tan fantasioso y creer que todo estaría bien teniéndolo fuera. Él necesitaba medicamentos y un control continuo.
Sin saber cómo más sacar esa frustración de su sistema, salió de la cama y fue a por su tablet.
«Esquizofrenia».
Encontró muchos artículos, pero quería empezar por el principio.
«... es una enfermedad mental grave que afecta la forma en la que una persona piensa, siente y se comporta. Puede parecer como si hubieran perdido el contacto con la realidad...».
Chanyeol recordó cuando Baekhyun se quitó la ropa frente a él, sin esperar a llegar a un camerino o a estar en privacidad. Le pareció un comportamiento extraño e incluso llegó a pensar que era alguna treta de seducción. Luego simplemente supo entendió que Baekhyun no sabía de normas de comportamiento.
Aquellas actitudes tan raras, como cuando se recostó sobre su pierna cuando lo escuchó tocar el piano. Aun así, le encantó que lo hiciera y quería que volviera a pasar. Volvería a tocar el piano solo para tenerlo así.
«Presencia de alucinaciones, comportamiento desorganizado, falta de atención o pérdida de memoria... Limitación del habla y expresión de las emociones».
Baekhyun hablaba mucho, a veces atropelladamente, según Chanyeol recordaba, pero siempre le entendía. O la mayoría de veces. Casi siempre con coherencia, excepto por esos momentos cuando alguna idea saltaba directamente de su cabeza a sus labios sin siquiera ser parte de la conversación. Pero adoraba eso, porque les daba otra oportunidad de continuar charlando infinitamente. Ahora entendía que aquellos cohetes en el cielo que veía no solo eran un intento de escapar de la incomodidad del momento, sino de la realidad en la que Baekhyun nunca encajó.
Y sí, Baekhyun poseía una completa falta de atención a las cosas y a las personas. No fue solo por su carrera atolondrada que tropezaron aquel día de la audición.
«Interactuar de manera socialmente incómoda. Dificultad para sentir placer —leyó Chanyeol y se encontró brevemente incómodo antes de seguir— en la vida cotidiana».
¿El sexo era parte de la vida cotidiana?
—Carajo —maldijo por lo bajo.
Ellos habían tenido relaciones algunas veces y, esperaba por el bien de su juicio —¿y por qué no?, de su orgullo— que el placer que le causó a Baekhyun no haya sido fingido. Sin embargo, lejos de esa trivial preocupación, Chanyeol esperaba no haberle causado daño alguno en ningún sentido. Pensar en que quizás lo empujó a una situación indeseada o que incluso lo violentó, le causó una honda desazón.
En ese momento más que nunca deseó haber sabido la verdad para cuidar de Baekhyun de forma apropiada. Pero incluso ahora conociendo la enfermedad que padecía el muchacho, no sabía qué hacer ni cómo ayudar.
¿Realmente hubiese sido mejor saberlo todo de antemano?
Probablemente, y con pesar admitió Chanyeol, nunca se le hubiese acercado mucho y menos lo habría llevado a la cama, no por miedo ni repudio, pero por una preocupación acerca de su propio comportamiento frente a lo desconocido.
«Cuando la esquizofrenia no es grave, y frente a un primer brote de psicosis, se recomienda un tratamiento de recuperación con un psiquiatra de forma constante y continua. Sin embargo, cuando la enfermedad ha avanzado y se han detectado focos de violencia o inestabilidad peligrosa, se recomienda la atención en centros especializados como psiquiátricos o clínicas mentales».
Aunque Kyungsoo dijo que no era peligroso y que la enfermedad de Baekhyun no era ni tan avanzada ni tan grave como sus padres lo hacían parecer, eso no era seguro.
En su corazón, Chanyeol sabía que Baekhyun necesitaba ayuda y mucha paciencia. Quizás regresando al psiquiátrico o siendo ingresado en otro...
—¿Qué debo hacer contigo, Baekhyun? —le preguntó a la nada, posando su mirada en la cama donde ambos solían pasar las noches—. Dime cómo puedo ayudarte.
Yo sé, tú sabes, los dos sabemos
Que no estuviste triste para siempre y está bien
Yo sé, tú sabes, los dos sabemos
Que no fuimos hechos el uno para el otro y está bien
Pero si el mundo se acabara, vendrías a mi casa, ¿verdad?
Vendrías y pasarías la noche
¿Me amarías en medio de ese infierno?
Todos nuestros miedos serían irrelevantes
—If the world was ending, JP Saxe and Julia Michaels
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*Información obtenida de la Organización Mundial de Salud y del Instituto Nacional de Salud Mental de Estados Unidos.
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