seven - the people of the '40s

chapter vii.
( avengers )

mantén la cabeza abajo
y no pienses en eso
continúa a pesar de todo,
y presta atención a tu alrededor
soldier on ─── the temper trap

helicarrier de shield
3 de mayo, 2012

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Mis pies de tres años me llevaron por el largo pasillo de la mansión mientras mantenía mis cuatro dedos de bebé en la boca. Resoplé, arrastrando mi mantita detrás de mí. Había sufrido un fuerte resfriado y papá me dejó dormir en su habitación durante la semana pasada hasta que me recuperé. Él estaba arriba, roncando suavemente. Eran aproximadamente las seis de la mañana y pensé que era la única despierta aparte de Jarvis. La abuela tenía que asistir a una reunión y Pepper y Howard estaban en Industrias Stark.

Mis zapatillas de conejito se detuvieron frente a la alta puerta de madera y mis ojos azules la recorrieron. Era el despacho privada de Howard, la única habitación en la que nunca había estado. La abuela dijo que estaba llena de sus posesiones más preciadas, todo lo que le importaba en el mundo. Cada vez que le preguntaba al respecto, la cara de papá simplemente se endurecía y luego se encogía de hombros como si no fuera gran cosa. Pero, incluso siendo una niña de tres años, me di cuenta de que era un gran problema. Podía ver a través de él, tal como él podía ver a través de mí. Algo en esta sala hizo hacía daño a mi padre y no entendía por qué.

Saqué mis dedos babosos de la boca y giré suavemente el pomo. No me moví de mi lugar por un largo momento, simplemente miraba el interior. La sala que tenía ante mí era grande y amplia y estaba cubierta de bonitos muebles con largas cortinas oscuras y un bonito suelo de roble. El suelo estaba cubierto con una alfombra muy cara con flecos color crema a los lados. Un gran escritorio se encontraba en el centro y una silla de cuero acomodada orgullosamente detrás. Una línea de marcos colgaba en la pared y fotos en blanco y negro se encontraban dentro de ellos.

Mis zapatillas arañaron el suelo cuando llegué a la pared y miré las imágenes con ojos curiosos. Hombres y mujeres parecían fuertes y firmes en algunas, mientras que otras mostraban a esos mismos hombres y mujeres sonriendo con felicidad. Reconocí a un Howard de aspecto muy joven entre ellos al lado de un hombre rubio de hombros muy anchos, una mujer castaña y un soldado de cabello oscuro. El sonido de alguien aclarándose la garganta me hizo girar con un grito ahogado y chocar contra la pared. El terror apareció en mis ojos al mirar al recién llegado, y solo se desvaneció un poco cuando me di cuenta de que la persona era Howard.

—Vaya —deslizó las manos en los bolsillos y casualmente rodó los hombros hacia atrás—, no creo que debas estar aquí.

Traté de murmurar una disculpa, pero mis palabras fueron apagadas por mis dedos.

Parecía entenderlas, de todos modos.

—Está bien, Lisa —me dio una pequeña sonrisa antes de que sus ojos se alejaran de mí hacia las fotos—. ¿Las estabas mirando?

Asentí débilmente, alejándome unos centímetros de él mientras se abría camino. Todavía no me sentía cómoda estando con la gente a menos que fuera papá, Pepper o la abuela. Mi precaución no me había abandonado y no creo que fuera así hasta el día de hoy. Ambos miramos las fotos y la cara de Howard se convirtió en algo que nunca había visto antes: una mezcla de tristeza y admiración.

—Este hombre se llamaba Steve Rogers —señaló con un dedo al hombre rubio.

Mis cejas se arrugaron en reconocimiento y luego en comprensión. Por eso a papá no le gustaba esta sala. Por su culpa. Por el hombre rubio. Por Steve Rogers.

—Era un héroe, un gran hombre. Murió por nosotros —mis ojos dejaron la expresión distante de Howard para poder estudiar la cara del rubio.

No parecía el villano que mi papá pensaba que era. Parecía un buen hombre. Mis ojos siguieron las imágenes hasta que vi un viejo escudo colgado sobre una gruesa placa de madera. Tenía la forma de una flecha curva invertida y estaba pintada con estrellas y rayas rojas, blancas y azules. Me recordó a la bandera estadounidense que colgaba cerca de nuestro buzón.

—Lisa —la voz de papá sonaba anormalmente fuerte cuando me llamó.

Ambos nos dimos la vuelta y vi a mi desaliñado padre en pijama. Tenía una vieja camiseta pegada a su musculoso pecho, como si se hubiera apresurado a colocarla al salir de su habitación. Probablemente se había despertado cuando yo dejé de estar ahí y entró en pánico. Su cabello que combinaba con el mío estaba revuelto. Tenía las manos deslizadas casualmente en los bolsillos, pero tenía los hombros tensos y parecía irritado.

Sus ojos color chocolate se encontraron con los de Howard y su mandíbula se apretó.

—No quiero que le hables de él. No tiene que escucharlo.

Las cejas de Howard se alzaron casi burlonas.

—Dice todo tu año de experiencia parental.

—Comparado con la tuya, la mía es mejor —dijo papá con dureza antes de que su expresión se suavizara al mirarme—. Vamos, Smalls. Tienes que tomarte el jarabe.

Di un asentimiento rápido y complaciente mientras tropezaba con mis zapatillas y mi manta. Él me atrapó suavemente antes de colocar sus manos debajo de mis brazos, levantarme y ponerme sobre su cadera. Observé que el escudo se hacía más pequeño cuando papá me alejaba de la sala a la que nunca volvería a entrar.

Mis nudillos tamborilean ligeramente sobre el metal de la puerta.

—¿Steve?

Los anchos hombros cubiertos de azul se vuelven, y veo el pelo rubio y los ojos azules devolviéndome la mirada. Dios, los 40 era el hogar de hombres guapos ordinarios. Hoy en día, todos los hombres guapos son famosos. No es que me guste Steve de esa manera, para que quede claro. Es súper agradable, asombroso y maravilloso, pero también tiene veintisiete años y es, francamente, espeluznante. Está más cerca de la edad de mi padre que de la mía. Sin embargo, no significa que no sea guapo.

Parece sorprendido de verme. Quería hablar con él, pero nunca parecía haber un buen momento. Ha pasado media hora desde que él y papá discutieron y desde entonces, las matemáticas han amenazado con matarme con cosas aterradoras llamadas números. Decidí que ahora era un buen momento para buscarlo. A papá no le gustó que me alejara y estoy bastante segura de que estaba a punto de exigir que no saliera del laboratorio pero, antes de que pudiera, salí corriendo como si fuera a morir por quedarme. Porque podría.

—¿Lisa? —me da una sonrisa cortés pero inquisitiva.

—Hola —miro a mi alrededor y veo que ha estado buscando por el almacén—. Parece que te atrapé con las manos en la masa.

Frunce un poco los labios e intenta explicar:

—Necesitaba probar o refutar lo que decían tu padre y el doctor Banner.

—Lo entiendo —agito mis manos en comprensión—. Créeme, no estoy aquí para regañarte ni nada por el estilo. Sería irrespetuoso. Eres mucho mayor que yo, después de todo —sonrío un poco, bromeando.

Suspira y ríe un poco, levantando las cejas y sacudiendo la cabeza en el proceso.

—Sí, bueno, soy más mayor que el resto.

—No tanto como nuestra Peggy —le digo suavemente y con timidez.

Sus ojos se abren y luce casi congelado (oh, qué mala elección de palabras).

—¿Qué? ¿Quién?

Trago saliva mientras mantengo mis manos en el borde de la puerta.

—¿Te importa si entro?

—No, no, ¡entra!

Parece muy ansioso por escuchar lo que tengo que decir, y eso me alivia; me preocupaba que no quisiera. Entro al almacén y cierro la puerta detrás de mí, apoyando la espalda contra ella. Él se sienta en una de las cajas y espera a que yo empiece. Apoya las manos sobre las rodillas y me mira casi con temor. Tiene miedo de escucharme. Esperamos en silencio un rato. Él frunce las cejas y luce dolorido.

—Margaret 'Peggy' Carter —digo su nombre con precaución—. La conoces, ¿verdad?

Él asiente casi a regañadientes.

Por supuesto que la conoce. Es como lo que me dijo la tía Peggy el día que enterramos a Howard y a la abuela: "Ninguna relación o amor puede ser detenida por la muerte." En ese momento, no sabía que ella hablaba de algo más que de Howard y la abuela, de Steve. Ella lo amaba y todavía lo ama, creyendo que no cambiaría a pesar de que él estaba desaparecido y presuntamente muerto. Ahora, aquí está Steve, sentado ante mí y con la misma edad que tenía cuando lo vio por última vez. Casi me dan escalofríos al pensar lo loco que es todo esto.

Espera, si Peggy es mi tía abuela, ¿eso convierte a Steve en mi tío abuelo? Uff, um, wow. Esto es raro, especialmente para mi padre.

—Yo también —sonrío con cariño, olvidando mis pensamientos para poder concentrarme en el hombre frente a mí y en la mujer que lo ama.

—P-Pero ella y Howard n-no se... —lucha y realmente se encoge—, bueno, ya sabes, um —respira hondo por su incomodidad.

Mis ojos se abren al darme cuenta de lo que quiere decir.

—¡Oh, no! ¡No, no! Peggy y Howard se casaron con dos personas totalmente diferentes. Se hicieron amigos después de la guerra y durante sus años de S.H.I.E.L.D.

—Menos mal —Steve suspira aliviado.

—¿Te preocupaba? —me río un poco y sacudo la cabeza—. Ella estuvo ahí cuando mi padre era más joven y para mí después del fallecimiento de Howard y la abuela.

—Oí que sigue viva.

—Sí, la vi hace unos días. Me detuve a hacerle una visita camino a Nueva York. Papá y yo tratamos de visitarla tanto como podemos. A ella le gusta tener compañía.

Él se toma un momento para responder mientras mira a sus pies.

—¿Tuvo una vida feliz?

Respiro hondo mientras me siento en la caja junto a él.

—Sí, creo que sí, pero creo que te sigue echando de menos. Habla de ti todo el tiempo —lamo mis labios, sintiendo un dolor en el pecho—. A veces no recuerda mucho de los últimos diez años más o menos, pero sí mucho de aquel entonces —sonrío con tristeza y, cuando lo miro, creo que puedo ver lágrimas en su azul ojos—. Me sigue diciendo que es tu chica.

—Sí —se ríe, olisqueando y mirando a sus pies—. Dios, la echo de menos.

Me deslizo más cerca, aunque me siento culpable por entrometerse en su dolor.

—Ni siquiera puedo imaginar pasar por lo que has pasado, Steve, pero a lo mejor verla te ayuda.

Hace una pausa y dice con voz gruesa:

—¿Ella lo sabe?

—No. No queríamos que lo supiera por si no querías ir.

Él asiente en silencio pero profundamente en sus pensamientos.

Yo tampoco digo nada, decidiendo que él debería ser el primero en hablar ahora.

Y él parece decidir esto también porque dice:

—Me desperté una mañana y ella dijo que bailaría conmigo. A la mañana siguiente ya había encontrado a otro. Su canción está lista. La música ya no suena.

La tristeza en su voz y palabras hace que las lágrimas lleguen a mis ojos cuando aparto la vista de él. De repente lo entiendo todo. Ya veo por qué está tan enfadado. No es necesariamente nada en contra de alguien. Es por lo que pasó. Por su vida. Por cómo es el mundo ahora. Por su amor. Tiene miedo de que todo lo que hizo no haya servido porque seguimos luchando lo mismo que él cuando murió. Está furioso y siente dolor.

Me inclino hacia él, poniendo una mano en el hombro.

—Por favor, ve a verla, Steve. No solo por ella, sino por ti. No puedes empezar el próximo capítulo cuando el último aún no ha terminado.

Aunque sus ojos brillan levemente, aún puede lograr sonreír.

—Eres un poco sabia para tener dieciséis.

—Viene y va —sonrío y me encojo de hombros otra vez antes de ponerme seria—. ¿Alguien te ha dicho alguna vez que lo sienten?

Parece confundido mientras sus cejas rubias se fruncen y sus ojos azules se arrugan de nuevo.

—Bueno, yo estoy así. Lamento que te haya pasado esto, Steve. Es muy injusto —me detengo y pienso en algo de hace dos años—. Una bomba explotó cerca de mí y mi padre antes de que nos secuestraran en Afganistán.

—Por eso necesitaba el reactor —asiente, recordando lo que leyó sobre nosotros—, por la metralla.

—Mmhm, pero una vez volvimos a casa, dejó de ser el mismo. Lo oí decirle a Pepper que no debería estar vivo, a menos que fuera por una razón —vuelvo a mirar a Steve—. Puede que para ti sea igual.

Él no responde, pero puedo decir que está pensando en mis palabras.

—Está bien, lo siento, sigue con lo tuyo —le guiño un ojo y me levanto, dirigiéndome hacia la puerta.

Su voz hace que me detenga.

—Howard —hace una pausa después de decir el nombre de mi abuelo—. He notado que no le dices 'abuelo.' Llamas a la madre de tu padre 'abuela', así que me preguntaba por qué no llamas así a Howard.

Mi cara se contorsiona al pensarlo. Me doy la vuelta para mirarlo.

—Supongo que la razón es porque él no era uno para mí. Sí, lo conocí durante un año, pero él nunca jugó conmigo, me cantó, mostró cariño, protección —de repente las palabras tienen un sabor amargo e incorrecto en mi lengua y pienso en algo que no he pensado en mucho tiempo.

Eran las 7:01 p.m.

Una vez.

Dos veces.

—No le hagas daño —la abuela estaba luchando por hablar—, por favor, por favor...

—¡Papi! —grité aterrada—. ¡Papi, papi!

Me quedo casi sin aliento mientras parpadeo con fuerza y en voz baja digo:

—Huh.

—¿Qué? —Steve se endereza, intrigado.

Me encuentro con sus ojos, todavía un poco atónita mientras mi lengua se siente entumecida.

—Yo... yo, um, me he acordado del... del accidente. Cuando murió, creo que llamó a alguien para que me ayudara.

Mis cejas se fruncen.

Espera, eso no tiene sentido.

—Pensé que él y tu abuela fallecieron tras el impacto —Steve habla con tacto para no molestarme, pero suena tan confundido como yo.

—Sí —digo pensativa, inclinando la cabeza ligeramente hacia un lado—, lo hicieron. Pero creo que mi abuela dijo algo y que él me llamó. Quería protegerme.

Steve me mira con extrañeza, probablemente pensando que estoy loca. No está muy lejos.

—Hm, debo estar imaginando cosas —salgo del aturdimiento en el que me encuentro antes de encogerme y decir rápidamente—: Bueno, adiós.

—Bueno —su voz se calma un poco—. Adiós, Lisa.

Ando por el pasillo e intento encontrar el camino de vuelta al laboratorio, donde papá probablemente sufrirá un paro cardíaco por todo el tiempo que he estado fuera.

Doblando una esquina al azar, rezando para que sea la correcta, creo que casi puedo escuchar la voz de Howard en mi oído: Ayude a mi nieta y a mi mujer. Por favor.

Mis pies tiemblan un poco y mi cabeza parece nadar mientras el helicarrier gira a mi alrededor. Mis dedos tocan la pared e intento estabilizarme. ¿Qué estoy oyendo? Golpeamos el árbol. No recuerdo mucho más de antes o después. Howard murió de inmediato. Eso es lo que la policía le dijo a papá y eso es lo que él me dijo. Que no sufrieron. Entonces, ¿por qué pienso que la abuela suplicó por mi vida y que Howard llamó a alguien para que nos ayudara a mí y a su esposa? ¿Falsa esperanza de que le importaba? Quién sabe.

Sacudo los pensamientos.

Ahora no es el momento de volverse loca.

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