Especial III: La última misión

III. La última misión.

"Deja que ella sea íntima con él, que llegue a confiar en Katsuki". 

Izuku estaba enojado, una ucraniana demasiado peligrosa estaba al lado derecho de Katsuki, con un vestido rojo y ajustado. Sonriendo como si el alfa fuera su juguete favorito, aunque ella realmente lo consideraba así, después de todo lo había "comprado" en el mercado negro. 
Hace unos meses estaban buscando una organización criminal que parecía conocer la ubicación de una fábrica clandestina que no solo creaba plutonio a través de una persona peculiar, sino que también creaba bombas y las vendía al mejor postor. A la interpol rusa no le gustaba que otros estuvieran haciendo el trabajo que sus científicos debían hacer. 
A Izuku y Katsuki no le tomó mucho tiempo llegar a la cuna de la organización pero al acabar con el líder se dieron cuenta que eran solo peones, que había algo peor detrás. Y así llegaron dónde Milenka, una ucraniana de treinta años que no solo conocía la ubicación de la fábrica clandestina sino que dominaba el mercado negro del plutonio, si el plutonio se estaba moviendo, ella era la causante. Era una beta delgada, con ojos azules y cabello tan negro que parecía absorber la luz de todos a su alrededor. Unos agentes infiltrados informaron de su gusto por lo alfas, sobretodo porque los compraba en el mercado negro y los hacía sus esclavos. El año pasado había comprado más de diez alfas y siempre los devolvía muertos, alegaba que ninguno de ellos satisfacían sus necesidades. 

Entonces cuando Katsuki fue citado para ser el infiltrado, Viktor sabía que Izuku se ofrecería ser su apoyo. No porque no confiara en su alfa y sus capacidades, sino porque conocía lo cruel que podía ser la mujer. No deseaba perder a su esposo por caprichos baratos de una basura ucraniana. Katsuki cuando fue llevado al mercado negro, con un collar de cuero negro en su cuello, desnudo y esperando ser comprado y marcado por su dueño, el ex Sparrow sabía que ella lo seleccionaría. Nadie podría ignorar a Katsuki, sobretodo porque cada vez estaba en mejor forma. Con una musculatura fuerte, mirada desafiante y ese pequeño brillo que lo hacía destacar sobre todos los demás. Izuku estaba a solo diez metros cuando la mujer preguntó por Katsuki en el mercadillo, aunque ya hubieran pasado dos meses desde ese día, lo recordaba como si fuera ayer. 

"—¿Cómo se llama este?—los ojos azules de Milenka se posaron sobre Katsuki, que estaba en una esquina de la habitación, desnudo y con una cadena atándolo al piso. Izuku podía escuchar todo gracias al intercomunicador incrustado en el cuello de su esposo, no tenía visual pero estaba al tanto de la situación a través de cámaras de vigilancia. Si algo salía mal, todo lo que haría sería tomar su cabeza antes que cayera al suelo. 

—No tiene nombre, lo trajeron de Rusia. Tiene lindo rasgos asiáticos, pero no habla mucho—el vendedor no sabía que Katsuki estaba infiltrado, solo sabía que el espécimen había llegado en un contenedor junto a otros dos alfas que no parecían estar con vida. Eso solo incrementó su precio, bordeando los diez millones de dólares. 

—¿Por qué no apesta?—la beta se acercó, todos en el lugar la conocían, hasta los alfas que estaban en la habitación cerrada, que al verla entrar en su sitio, se encogieron en sus puestos. Asustados por como algunos de sus compañeros habían llegado, mutilados en cajas sucias con heces de ratón. 

—A pesar de tener un aroma casi nulo, es un buen alfa. Un metro ochenta y ocho y ciento diez kilos de puro músculos—ante la mención de su peso, la ucraniana se acercó a Katsuki, hablándole en inglés le pidió que se pusiera de pie. Con cinta métrica en mano fue midiendo sus piernas, brazos pecho y miembro. Izuku estuvo tentado en entrar y matar a la mujer por tocarlo. Katsuki a través del lazo lo calmó diciéndole que todo estaba bien. Izuku se calmó, si su alfa estaba haciendo el horrible sacrificio de soportar esas humillaciones, no iba a dejar que su esfuerzo fuera en vano. 

—¿Cuál es tu nombre, pedazo de basura?—Katsuki observó a la mujer, el lápiz labial rojo en sus labios parecía sangre en contraste con su pálida piel. El tono semi moreno de Katsuki eclipsó sus dedos largos que tomaron con fuerza su mandíbula, incrustando sus uñas. Aclarando su garganta, respondió su pregunta sin dudar en ningún momento de mover la mirada. 

—Aleksandr.

—¿Cómo el escritor e historiador ruso?—Katsuki asintió, Milenka miró al vendedor con su afilada mirada. El hombre no necesitó ni siquiera escuchar la pregunta para responder. 

—Diez millones, llegó solo en un contenedor. Un muy buen luchador, antes de traerlo a la habitación, luchó contra nuestro campeón, ganó en menos de cinco minutos. Su particularidad es muy llamativa, explosiones muy poderosas—ante la mención de las explosiones, la ucraniana sacó de su billetera un celular, hizo una llamada y al cabo de unos minutos llegaron dos hombres con tres maletines llenos de dinero, el hombre pesó el dinero y cuando corroboró que estaba la totalidad, se acercó a Katsuki y lo liberó de sus cadenas para darle el control del collar a la mujer. Ella se acercó hasta Katsuki, analizando cada centímetro de su cuerpo. 

—Espero que sepas usar muy bien tu lengua y que tu verga valga esos diez millones, alfa sucio. De otra forma, estarás en una caja hasta que te pudras—Katsuki no respondió, Izuku solo apretó su mandíbula. Del solo hecho de haberla escuchado su estómago se sentía enfermo, el alfa fue llevado hasta una sala donde todos los esclavos se vestían con los ropajes que su nuevos amos le proporcionaban. Katsuki se vistió con un mono plomo, Milenka quería asearlo bien antes de usarlo, por eso solo lo vistió con ropajes comunes de un esclavo. Cuando salieron del establecimiento, Izuku los siguió en una motocicleta muy de cerca pero a mitad de camino los adelanto. Cuando Katsuki estaba llegando a la mansión de la ucraniana en Kiev, el ex Sparrow ya estaba trabajando como trabajador doméstico. No era fan de limpiar, planchar o hacer camas de criminales, pero si su esposo estaba en la mansión de una bruja inhumana que en cualquier momento podía matarlo, limpiaría el piso hasta con la lengua. 

Katsuki quedó estático y frío cuando lo vio en uniforme para recibir a la mujer. Él no sabía que estaría ahí. Milenka ni lo notó, estaba más enfocada en Katsuki. Eso la condenó, porque de los dos, Izuku era el más peligroso. 

Esa misma noche, Milenka tenía planes de usar a Katsuki pero un incendio en su caja fuerte la hizo castigar a doce trabajadores en la mansión, Izuku sonrió mientras la mujer estaba nerviosa buscando sus diamantes entre todos los billetes hechos polvo. Era solo el comienzo, la información que estaban buscando podría bien estar en una computadora de la mansión o en su propia boca, de alguna forma iba a sacarsela porque sabía bien que su alfa estaba nervioso. Cada vez que Milenka lo buscaba con la mirada, el nerviosismo en su espina dorsal llegaba hasta Izuku. Comiendo los segundos, esperando cualquier momento para inventar una excusa, sin embargo, los esclavos no tenían excusas, Katsuki no podía negarse a las peticiones de la mujer por eso Izuku estaba pegado a su sombra. Esperando tranquilo, ella se creía el lobo acechando a su presa. Pero Izuku era el que estaba en la oscuridad, con los ojos puestos en ella de una manera suave. Los primeros días pasaron, cuando se normalizo el desbalance bancario, ella deseó tener entre sus piernas a Katsuki. Lo citó a su despacho, con su cabello rapado, el collar de esclavo resaltaba más de lo común. El grabado de "Aleksandr, propiedad de Milenka" brillaba con oro. Katsuki llegó al lugar y lo primero que vio fue a la mujer fumando y bebiendo.

Izuku aprovechó el momento de debilidad para entrar por el balcón del despacho, Milenka se levantó de su sillón al mismo tiempo que el ex Sparrow entró sin emitir el mayor ruido. Ella no estaba en sus sentidos, las dos botellas de alcohol vacías en uno de los muebles habló por ella. Katsuki vió con nerviosismo a su esposo moverse por el escritorio de la mujer, la beta le estaba prestando toda la atención pero un solo movimiento en falso y la misión podría fallar. La ucraniana se abrazó al alfa hablándole sobre su familia, sobre la presión que había en sus hombros al ser hija de un alfa cruel. Izuku estaba tecleando sin descanso mientras Katsuki la abrazaba para retenerla cerca, pasaron unos segundos e Izuku retiro un pendrive, casi cae al suelo al enredarse con unos cables y para evitar que ella lo viera, Katsuki besó a Milenka. Izuku se mordió su propia lengua y se arrojó por el balcón al patio interior de la mansión, para fortuna de los dos, la mujer se desmayó ahí mismo por culpa del alcohol. El alfa, aliviado, la llevó a su habitación bajó la mirada de los sirvientes, no podía descifrar lo que sus ojos decían pero parecía ser algo bueno. Aún así cuando llegó, Izuku estaba sentado en el umbral del ventanal principal con un pequeño computador en su regazo, descifrando la información que había extraído.

Katsuki suspiró.

—Izuku yo, realmente no quería hacerlo...—su Omega le sonrió, le pidió que se acercara a su lado en el suelo. El alfa, sintiéndose un poco culpable por haberla besado, se acercó. Se sentó a su lado, aún sin mirarlo a los ojos. Jugaba con sus manos como si quisiera doblar sus dedos. 

—No importa, sé que lo hiciste por mí—Izuku dejó a un lado el pequeño artefacto y se inclinó para buscarle la mirada a su esposo y besar sus labios. Desde la cama, Milenka roncó. Pero eso ya no importaba, Katsuki perdía su propia consciencia cuando Izuku revoloteaba coqueto sobre sus labios, tentandolo con la lengua y usando sus látigos para acariciarlo. El beso poco a poco se fue intensificando hasta que el Omega se sentó sobre su regazo al borde del ventanal, el problema se presentó en los pantalones de ambos. Antes de que las cosas fueran un poco más allá, Izuku sacó de su pantalón un lápiz labial—. Usa esto, póntelo en los labios. No afecta a los alfas, así que no te preocupes. Solo la afectara a ella o a mí, así que procura no usarlo cuando me beses. 

—¿Qué es?—Katsuki tomó el pequeño lápiz labial, parecía inofensivo. 

—Es una droga, hace que el extremo receptor se desmaye, estará noqueada por unas horas. Al despertar sentirá su cuerpo cansado y con las sensaciones características después de una noche de sexo. Así que no tendrás que hacerlo con ella… Claro, a menos que quieras hacerlo—Katsuki negó divertido, se guardó el lápiz labial en el bolsillo izquierdo de su traje y atrajo más cerca a Izuku.

—Yo solo deseo a una sola persona, y esa persona es mi jodido esposo—Izuku sonrió, al escuchar que la información se había enviado con éxito a la base de la interpol rusa, guardó el pequeño computador en un bolsillo de su chaqueta. En silencio se movieron hasta el baño de la mujer. Nadie se dió cuenta que ambos se perdieron una hora en ese lugar. Después de todo, Izuku era Danya y Katsuki Aleksandr. Ninguno de los dos se conocía ante los ojos de los trabajadores. 

La información que Izuku había enviado a la interpol no era relevante en la investigación pero dejaba en claro que la mujer haría en unas semanas una fiesta para vender plutonio a una organización. Así que la instrucciones eran quedarse hasta esa fiesta y averiguar dónde estaba la fábrica, si las identidades se veían comprometidas, la orden era eliminar a Milenka. Izuku solo estaba esperando el momento exacto para dispararle a la mujer. Las semanas pasaron y la ucraniana no sospechaba nada de lo que Katsuki le hacía con los labios, solo estaba satisfecha de lo alucinante que era el sexo con él. Lo suficiente para desear presumir a su nueva mascota en la fiesta. Izuku no fue invitado pero eso lo hizo mejor. Listo para intervenir en cualquier momento. La fiesta se presentó y en su apogeo, ella lució a Katsuki con una máscara roja de carnaval que le quedaba a la perfección en sus facciones. Todas las mujeres que estuvieron invitadas estaban encantadas con él, con su porte elegante y lo callado que era ante los comentarios. Izuku estaba atento a cualquier señal de información, pero cuando menos se lo esperó. El alfa comenzó a toser. 

—Vaya… ¿Te ahogaste?—Milenka se acercó a Katsuki, sonriendo satisfecha. Izuku comenzó a sentir el calor de Katsuki acumularse—. Debió ser la droga pero no te preocupes, lo pasarás increíble. Tengo que irme unos momentos, diviértete con ellas mientras yo hago unos tratos. Si lo haces bien, te daré más libertades. 

Y ante ello, la mujer se fue. Izuku no dudo en ningún momento, apenas Milenka se fue del centro de la fiesta hacia su despacho, fue tras Katsuki. Tres omegas estaban agarrándose de él, volviéndolo loco con sus feromonas dulces. Lo llevaron a una habitación que poseía un gran nido, ellas también estaban drogadas pero Izuku podía sentir que la persona más afectada con ello era su esposo, podía sentir su ira y la molestia calando en su interior. Debido a que compartía lazo con Izuku, ninguna de las omegas en la habitación podía satisfacerlo. Su alfa interno las rechazaría y si ellas insistían, como lo estaban haciendo, el alfa interno que ahora estaba dominando su raciocinio, acabaría con la molestia. Una a una fueron desvistiéndolo, sorprendidas por lo cálida que era su piel. Katsuki había ignorado algunos celos porque habían estado trabajando mucho, los había suprimido lo suficiente para que las molestias que estuviera sintiendo en ese momento fueran similares a su primer celo. En extremo doloroso y desesperante, con la abrumadora necesidad de tomar a su Omega. Al momento que Izuku entró por la puerta de la habitación, ellos ya estaban al centro del enorme nido. Katsuki estaba en boxers, aún usando su máscara al igual que las omegas. 

—Omega… Mi Omega—Katsuki empujó a las omegas que estaban a su alrededor y fue hasta Izuku, sudando y con la evidente fiebre acumulándose en su entrepierna. 

—¿¡Quién eres!? ¡Vete, nosotros vamos a usarlo!—ante la última palabra, Izuku sacó del interior de su chaqueta un taser. Apuntó a la mujer y le envió la descarga eléctrica que la dejó inconsciente en el suelo. Ante ello, las otras dos Omegas gritaron desplazándose a un rincón, Izuku no las dejo. Las tres quedaron amarradas e inconscientes en el centro del nido. 

—Vamos, Omega, déjame impregnarte con mi semilla—Izuku vio las gotas de sudor caer por el rostro de su esposo, sus ojos eran completamente negros. La neblina de la desesperación estaba nublando sus acciones, ya se estaba frotando en contra de las caderas de Izuku. 

—Kacchan, despierta. Tenemos que salir—Katsuki negó, arrinconó a Izuku en una de las paredes acolchadas y tomó su mandíbula, las feromonas también estaban embriagando al Omega. Tenían que salir porque si seguían así, sería fatal para ambos. Contra todos sus sentidos, apuntó con el taser a su alfa y disparó. El japonés cayó a sus pies quejándose. El golpe de electricidad lo volvió más dócil pero no lo dejó inconsciente, Izuku buscó la ropa y ayudó a Katsuki a vestirse—. Vamos. 

Salieron a un pasillo, Katsuki estaba apoyado en su hombro mientras susurraba lo mucho que deseaba follarlo. Las palabras y feromonas de su alfa lo estaban afectando tanto que ya estaba goteando, tenían que salir. En el despacho de Milenka, donde estaba cerrando el trato con una organización extranjera, tenían micrófonos y explosivos que posteriormente había instalado. Al momento que ella dijera la ubicación, la interpol iba a volar el lugar. Caminando por los pasillos, tropezaron unas cuantas veces pero lograron salir de la mansión. Los guardias personales de Milenka que estaban fumando afuera, vieron a ambos pero Izuku no les dió chance de atacar. Enojado los atrapó con sus látigos, sus cuellos crujieron al mismo que Izuku empujó a Katsuki en un automóvil blanco. El alfa era terco y no quería entrar, se resistía tanto que Izuku ya estaba perdiendo la paciencia. 

—Si entras ahora mismo, te juro que te hago la mejor mamada de tu puta vida, pero solo si entras. ¡De no hacerlo, me divorcio!—el alfa al escuchar la última frase entró sin dudarlo, Izuku todo despeinado se subió al asiento del conductor y sin perder segundos, aceleró. Algunas personas intentaron detenerlo pero con arma en la mano izquierda, apuntó y cada bala acabó en el centro de las frentes. Izuku no iba a más de medio kilómetro cuando la mansión salió volando por los aires. Katsuki se quedó divertido viendo el horizonte. 

—Puedo hacer mejores—estaba medio lucido pero Izuku podía adivinar que aún no estaba en sus cinco sentidos. Ni siquiera se había dado cuenta que dos automóviles venían siguiéndolos. 

—Mierda...—el susurró de Izuku alarmó a Katsuki que ya estaba mirando a sus presas desde el asiento trasero.

—Trata de mantener recto el auto, yo acabo con estos malditos extras—formando un círculo con su mano derecha, acumuló el sudor suficiente y con su mano izquierda creó la explosión direccionada. El primer automóvil explotó volando por los aires, Katsuki se rió pero no notó el francotirador en el segundo, Izuku usando el freno de mano, dió vuelta el automóvil justo para tener en la mira al conductor. Con la pistola en la mano, tres disparos acabaron en el pecho del conductor y otros dos en el galón de gasolina. El automóvil explotó al mismo tiempo que el ex Sparrow se estabilizaba en la carretera. 

—Increíble… No sabes lo cachondo que me pongo ante omegas así. Buenos para pelear, no quiero imaginar lo rico que debes coger. ¿Tienes pareja?—Izuku observó a Katsuki a través de espejo retrovisor, parecía ser honesto. 

—¿Es una broma?—Katsuki negó. 

—No, estoy a un segundo de decirte que mandes al carajo quién sea que sea tu pareja. Porque quiero follarte aquí mismo. Realmente no imaginas las ganas que siento en este momento—Izuku se mofo, tomando la cadena que estaba debajo de sus ropajes, le mostró a Katsuki su argolla de matrimonio colgando de ella—. ¿Estás casado? ¡Demonios! ¿Con quién? Me da igual, separate. Te haré sentir mejor que el imbécil con quién estés. 

—¡Estoy casado contigo, japonés estúpido!—Izuku lo golpeó con uno de sus látigos, Katsuki se quejó al mismo tiempo que tomaba con ambas manos su nariz. Después de unos momentos, Izuku pensó que tendría que darle nuevamente otro golpe mas el lazo le devolvió la señal que habían perdido por unos instantes.

—¿Izuku? Demonios, no recuerdo nada. ¿Por qué hace tanto calor? ¿Dónde estamos?—Izuku comenzó a llorar, el miedo que no había sentido unos momentos atrás por culpa de la adrenalina lo golpeó, las lágrimas cayeron al mismo que detuvo el automóvil a un lado de la carretera. Katsuki se bajó para abrir la puerta del conductor, Izuku temblaba y sus gimoteos eran tan sonoros que se podían oír a metros de distancia—. ¿Qué ocurrió? Dímelo, me duele mucho verte así. 

Izuku observó a su alfa y se arrojó a sus brazos, ambos cayeron sobre la hierba a un lado del camino. Katsuki lo estrechó, el dolor aún no dejaba su cuerpo y el calor parecía aumentar pero la sensación calmante de tenerlo entre sus brazos era reconfortante. Izuku apoyó su frente en el pecho de su alfa, ahogando sus gemidos lastimeros en sus ropas de esclavos. Al alzar la mirada y ver el collar que Milenka le había dado, sacó un cuchillo de uno de sus bolsillos y cortó el cuero para arrojar lejos el collar. Katsuki nunca había visto tan visibles sus colmillos de Omega, realmente estaba enojado y dolido. Tocó sutilmente su rostro, palpando sus colmillos, el Omega se calmó con el tacto. 

—Lo siento Kacchan, es solo que cuando esa mujer te drogo, creí lo peor. Lo único que pensé era en sacarte de ahí antes que ellas te...—omitió la palabra, él sabía mejor que nadie el infierno que un abuso podía provocar. Katsuki no recordaba nada pero podía sentir la droga fluir por su sangre, el aroma de Izuku era tan melancólico que solo lo abrazó dándole el apoyo que necesitaba. Que ambos necesitaban. En los últimos años habían experimentado el dolor y la angustia de ser parte de una organización que ponía en riesgo sus vidas. Había aceptado ser el juguete de Milenka solo porque Viktor le dijo que esa sería su última misión. Ahora eran libres, y realmente agradecía estar íntegro al lado de su Omega. Del hombre que amaba más que a nada. 

—Todo acabó, ahora vámonos a casa—Izuku vio los ojos de su alfa al pronunciar las palabras, entendió inmediatamente el trasfondo de sus palabras, era hora de volver a Japón. Era tiempo de decir adiós al país que juró honrar con su sangre. 

Cuando volvieron a Rusia, Viktor los estaba esperando con las buenas noticias sobre su retiro. Habían atrapado a la persona peculiar que producía plutonio ilegalmente, habían acabado con una enorme red de tráfico en solo dos meses. Katsuki e Izuku estaban tan agotados que no querían oír las alabanzas de sus compañeros y mucho menos ir a una fiesta de despedida por sus años de servicio. Solo querían estar con su hijo en casa, ver televisión en el sillón mientras comían dulces y arreglar todo para volver pronto a Japón y criar a Antoshka ahí. Y así se hizo, pasaron los meses e Izuku cumplió los treinta en una casa a las afueras de Tokio, con Antoshka corriendo feliz detrás de Katsuki. Agradecido y dejando finalmente todo atrás. 

Absolutamente todo. 

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