Capítulo XXXII:|Mad About You|
Construiremos un universo donde solo estaremos nosotros dos, eternamente contemplando nuestros destinos como si tuviéramos idea de lo que es el amor. De lo que es la eternidad al lado de dos almas gemelas.
…
A Izuku le costó solo dos meses que Katsuki aprendiera todo sobre el idioma, la corrupción y el bajo mundo de Rusia, siendo honesto, estaba realmente sorprendido. Seis años de su trabajo habían quedado guardados en solo dos meses de su memoria. Sin embargo, cada vez que veía sus ojos mientras le enseñaba podía sentir la empatía de su alma bondadosa. "¿Todo esto lo viviste solo?" La respuesta siempre era un sí, porque cuando era un Sparrow, nunca se enfocó en sentirse acompañado, sólo en ser el más fuerte en una soledad debilitante del corazón. El alfa siempre que terminaba de contarle sus aventuras en solitario, besaba su cuerpo con ternura. Susurrándole entre besos que ya no estaba solo, que siempre estaría ahí para él, para verlo caer y para apoyarlo en todo lo que sus manos quisieran hacer. Sus sesiones de besos siempre terminaban en una molestia en los pantalones, el doctor Ustinov les aseguró que el embarazo no era peligroso pero después de que analizó la anatomía de su alfa, recomendó abstinencia hasta después del postoperatorio de la cesárea. Sin embargo, Izuku no necesitaba que Katsuki lo penetrara para que ambos se sintieran bien. Sólo lo necesitaba a él. Con las visitas al doctor cada dos semanas, ambos decidieron asistir (por recomendación del doctor) a unas clases preparto. Para preparar a su bebé y a sí mismos.
Izuku esperaba que Katsuki se sintiera incómodo, después de trabajar horas en un caso con traficantes de drogas fronterizos, el hombre no se veía ni cansado. Sin embargo, era diferente llegar a casa y besarlo que estar en una clase llena de rusos con bebés en camino. E increíblemente, cuando estaban acomodados en las colchonetas, mudando bebés de plástico, el alfa se veía pacífico, como si al pequeño juguete lo quisiera proteger incluso de la pomada blanca en un frasco. Todas las madres quedaron embelesadas con sus feromonas de tranquilidad, Izuku solo se apoyó a su lado mientras tomaba entre sus manos al pequeño. Lo acunó mientras Izuku comenzó a cantarle, Katsuki lo vió con tristeza. Había estado muchos años solo, anhelando ser el mejor y al final solo obteniendo dolores de corazón y cuerpo. Cada entonación de sus palabras cantadas era un fragmento de su corazón, mostrado crudo ante él. No lo iba a dejar nunca, Rusia era un lugar sin ley en los rincones más oscuros. Trabajar más de diez horas al día, de lunes a lunes era solo para hacer un lugar mejor. Para que cuando su pequeño bebé diera sus primeros pasos, el mundo fuera un poco más amable que el día anterior. Al momento que Izuku dejó de cantar, hasta la guía de las clases les aplaudió.
Ambos se dieron cuenta que nunca estuvieron solos, que alguien siempre estaba siendo espectador de sus vidas.
Cuando se marcharon a casa, Izuku tomó de la mano a su alfa. Mediados de junio era agradable, una brisa fresca antes del verano que no llegaba a ser caluroso. Katsuki estaba feliz, las calles sin nieve y el río Moscova descongelado se veía como arte en medio de una tempestad. Rusia era muy diferente a Japón, incluso extrañaba ciertas cosas de su país natal pero Japón no tenía a Izuku y mucho menos a su bebé. Al llegar a casa, Izuku se quitó los zapatos. Treinta y dos semanas de embarazo significaban pies hinchados y dolores en la espalda baja. Aunque Izuku no era del todo un embarazado gordo, tampoco lucía en extrema delgadez. Estaba sano, sus brazos seguían siendo igual de estilizados al igual que su espalda. De la única forma que podías notar que estaba en cinta, era viéndolo de perfil.
—Haré algo de comer, báñate si quieres—el rostro de Katsuki era tan sereno que temió lo peor. No era misterio que el alfa estaba en sincronía con su corazón pero, como no se tocaban mucho… Parecía estar reteniéndose en cada momento, hallando excusas para no tomarse un momento a solas. De cierta manera, era desesperante para Izuku que solo deseaba sentirlo. Entendía las indicaciones del doctor, nada de penetración por culpa del tamaño de su miembro viril pero tampoco Katsuki dejaba que lo tocara más allá. La mayoría del tiempo se iba al baño antes de llegar a tocarlo con más profundidad.
Bajo el rocío del agua pudo ver el reflejo de su cuerpo en los azulejos oscuros del baño, lo tibia que era el agua contra su piel se sintió suave y casi nostálgica. No era poco atractivo, no había perdido la figura y su estómago se había ganado solo dos estrías, incluso le sentaba mejor las hormonas del bebé en su cuerpo. ¿Por qué se retenía? ¿Ya no era atractivo a sus ojos? Limpió su cabello largo y cuando salió, el alfa entró a bañarse también. Izuku fue hasta la pieza que compartían hace dos meses y cubrió su cuerpo con cremas y perfumes que acentuaban el suyo. Se estaba vistiendo cuando el alfa salió del baño con una toalla en su cintura. El atractivo que ganó cumpliendo veintiséis años se notaba tan bien que Izuku solo quería pasar su lengua por su cuerpo, recorrerlo por montones hasta saciarse y sentir cansancio suficiente para dormir todo un fin de semana. Se quejó a un lado en la cama, empapó la ropa que recién se había puesto con solo pensar en él. Ni siquiera se había masturbado cuando él estaba fuera de casa en misiones porque la mayoría de sus juguetes se asemejaban a él. Y no quería un juguete, lo quería a él.
Por completo.
—¿Estás bien?—Katsuki se acercó, confundiendo su gemido de desesperación con dolor. Se arrodilló frente suyo…No sintió su placer y lo malinterpreto. Eso solo podía significar que estaba usando supresores para inhibir las sensaciones del lazo. Por eso la mayoría del tiempo lucía tranquilo, las pastillas placebas lo estaban haciendo por él. Comenzó a llorar, ni siquiera entendió el porqué de ello, solo lo hizo como si sus ojos ardieran. La piel de Katsuki aún tenía un rastro de crema, aún brillaba. Desearlo lo hacía todo mucho más difícil—. Hey, nerd. Háblame, ¿qué mierda te duele? ¿Llamo al doctor Ustinov?
Izuku negó, la mirada de Katsuki se alivió de inmediato.
—¿Por qué ya no me tocas? ¿Lo abultado de mi vientre hace que luzca feo y poco deseable?—Katsuki negó anonadado, notando lo difícil que debió ser para él dormir en una sola cama sin poder tocarlo como lo hacían en antaño. Hasta la madrugada tocándose con desespero.
—Eres la mierda más hermosa que han visto mis jodidos ojos, es solo que… Mierda, ¿por qué tenía que tenerlo grande?—se tomó un momento y acarició el dorso de las manos de su Omega—. No quiero hacerte daño, eso es todo. Cada día quiero tomarte y hacerte tantas cosas que me siento sucio de pensar así de ti en tu estado.
Izuku sonrió saboreando las lágrimas de sus ojos.
—Kacchan… Quiero que me toques, no necesitamos tener penetración para sentirnos bien. No necesitamos destruirnos físicamente para llegar al éxtasis—Katsuki lo observó viendo el dolor y pesar en sus ojos.
—Perdón, como siempre he sido un egoísta contigo. Comamos algo y tendremos toda la noche para nosotros, mañana no trabajo y la próxima semana solo es trabajo de oficina. Tenemos tiempo—Izuku sonrió, sintiéndose nervioso. Después de vestirse, y en su caso cambiarse ropa; fueron de la cama hasta el comedor. Katsuki tenía katsudon casero sobre la mesa de vidrio, humeante y con un aroma tan embriagador que el estómago de Izuku rugió. Comieron hablando sobre el próximo caso de Katsuki, una red de trata de personas con particularidades de tiempo. Eran poco los casos que habían en Rusia sobre adultos así pero los criminales estaban atentos a cualquier atisbo. Al final y al cabo, Rusia y Japón no eran tan distintos en aspectos de criminalidad.
Izuku amaba escucharlo hablar sobre la oficina, como tenía todo desordenado en sus carpetas y estaba teniendo problemas porque era demasiado violento al hablar y algunas personas lo mal interpretaban en los pasillos. Desde que cumplió seis meses de gestación, el Omega comenzó a trabajar desde casa. Aunque la mayoría del tiempo lo hacía desde la cama, también solía hablar por teléfono con Annie mientras caminaba en su caminadora y estaba haciendo yoga con música suave de fondo. La colorina cada día estaba más preocupada por su estado y cuando Izuku no podía salir de casa y Katsuki no estaba ahí para ayudarlo, ella iba y le hacía las compras de insumos. Todo era relativamente bueno… Hasta que viejos fantasmas del pasado hicieron su acto de presencia.
—¿Sabías que tus padres están trabajando para la interpol también?—Izuku tomó un poco de agua antes de asentir. Su madre lo había estado llamando durante semanas, enviándole mensajes y girasoles en la puerta para que se sintiera mejor. Cuando los mensajes no funcionaban, las cartas no se demoraban en llegar. Diciéndole lo mucho que le gustaría ayudar con la crianza de Antoshka y que cuando volviera a trabajar, estaría ahí para cuidarlo sin pestañear.
—Lo sé… Mi madre, ella ha estado enviando cartas y flores de hace como dos semanas. Dice que quiere estar ahí para mí y Antoshka. No quise decirte porque no quería preocuparte mientras estabas en Vienna—Katsuki entendía un poco la molestia de Izuku con sus padres. Después de todo él también había sufrido la ira de Toshinori en su momento… Sin embargo, en Vienna había ocurrido algo muy importante que Izuku debía saber.
—No te lo dije porque no quería preocuparte mucho pero en Vienna, casi caemos en manos de los enemigos. Tu padre… Nos ayudó a salir de ahí—Izuku observó a Katsuki, atento—. Del hecho que yo estoy usando supresores no es para no sentirte, sino para que no sientas mi miedo cuando algo no sale bien. Gólubev dice que esa fue una de las peores misiones, que lo peor ya fue. Aún así, no quería que estuvieras al vilo mientras no sabías nada de mi.
—Debiste decirme, créeme, no me hubiera preocupado tanto si hubiera estado ayudando para salvarte—la sola imagen de Katsuki muriendo le hizo tener asco. Su alfa… No podía siquiera imaginarlo sin sentirse mal por no saberlo.
—Sé que deseas ayudar pero no quiero estresarte, cuando tengamos a Antoshka en nuestros brazos, estaremos peleando juntos ahí afuera—Katsuki estaba temblando, Izuku entendió que no debía presionar más—. Seremos los mejores, lo prometo.
—Okey, no hay problemas—sonrió, se levantó de su asiento hasta llegar a la espalda de su alfa. Los músculos de Katsuki estaban tensos bajo la fina tela gris de su camiseta, comenzó acariciando sus hombros. Suave, masajeando con cuidado la grandiosa espalda que le gustaba, ardiendo bajo su tacto. Su garganta se secó al momento de escuchar el leve gemido de sus labios, quería morderlo y saborearlo. Se acercó, susurrando lánguido en su oído—. Estás muy tenso, yo podría hacerte sentir más calmado.
Katsuki no se negó así que fue una respuesta afirmativa, depositó sus labios alrededor de su cuello, donde la marca los conectaba. El sabor agridulce de su piel lo embargó como grietas, rompiendo el dolor y la desolación de la distancia en épocas de misiones. Un suspiro se escapó de sus labios al percibir las feromonas en su estómago, hurgando sus nervios. Katsuki se dió vuelta para ver a su Omega entregándose al placer del momento, la sola intención de besarlo lo ponía de rodillas en un abismo profundo. Propenso a la oscuridad y a la luz de un fuego ardiente. Tomando su mano con gentileza, lo llevó hasta la cama. El vientre abultado de Izuku por un momento no importó, Antoshka no estaba entre ellos. Solo una pareja que estaba en la antesala de la intimidad más grande. Lo sentó en el borde, los ojos de Izuku siguieron sus dedos hasta el borde su pantalón de seda. La piel de sus piernas fue descubierta por una oleada de aire frío, no lo suficiente para erizar su piel. La noche cubriendo la habitación sólo potenciaba el aroma. Casi ciegos, solo el lazo los volvía videntes.
—Estoy arrodillado frente al Omega más hermoso y poderoso del mundo… Mi pequeño gorrión rojo—acostó a Izuku, abrió sus piernas para ver su intimidad florecer ante sus anhelos. Fue suave al depositar un beso en sus muslos, recorriendo con su nariz la sangre que curvaba su cuerpo al interior, entregando oxigenación a cada centímetro. La belleza de sus pecas salpicando cada sitio como una invitación a sus labios, lo hizo inclinarse y besar como si quisiera degustar su epidermis. Lamió por sobre ellas con avidez hasta que llegó al lugar que solo él podía llenar y llamar suyo. Completamente suyo...
En Vienna, un hombre llamado Alejandro lo increpó, era tan joven como él pero en sus ojos azules había dolor añejo. Preguntó por Izuku, uno de los agentes de la interpol que estaba ayudando a Katsuki con los narcotraficantes le explicó que Alejandro era hijo de un mafioso italiano, un bastardo que llegó al poder gracias a la información privilegiada que le dió un Omega hace cuatro años. No le tomó mucho tiempo saber que el muchacho estaba perdido en el encanto de su Omega, Izuku lo hizo por los Sparrows pero el muchacho se lo tomó demasiado personal. Katsuki no dijo nada de lo que ocurría, pero tenía claro que era una persona de pocas palabras que esperanzado veía el futuro al saber que Izuku ya no trabajaba para los Sparrows y que ahora formaba parte de la interpol. No era su problema pero alguien tenía que decirle la verdad… Que el Omega rojo ya era suyo por orden de lazo y sentimientos. Una fotografía de un "espía" en su buró le dejó en claro que Izuku ya era dueño de alguien más. Alejandro increpó a Katsuki con fuerza, la diferencia de experiencias y la fuerza de ambos era diferente. Abismal. Katsuki usó la voz, solo unas palabras para que Alejandro volviera a Roma sin palabras en la boca.
Deja a mi Omega en paz si no quieres conocer las aguas del Danubio por tus propios ojos.
El muchacho de apenas veinticuatro años se fue, no sin antes dar la información necesaria para proseguir con la misión. La misma que lo había llevado hasta Austria. Amenazar a un líder de la mafia podría considerarse estúpido pero Katsuki podía con todos ellos aún con los ojos cerrados. Después de vivir unas semanas en la ciudad más oscura y con mayor criminalidad en Estados Unidos, nada le aterraba. Solo perder a Izuku. Y tenerlo ahora, gimiendo bajo su lengua ágil, era una satisfacción personal increíble. Lamió la gota transparente que se deslizó entre sus nalgas, saboreando el sabor dulce que hacía sus pupilas bailar. Como si estuviera recibiendo un manjar en el hambre más profunda.
Izuku estaba agarrándose de las mantas, con fuerza porque su cuerpo estaba sintiendo después de semanas una explosión de placer que no había sentido. Katsuki quería más de esos gemidos. Aún lúcido por el mar de feromonas en su habitación, solo lo lamió aunque hubiera deseado hacer mucho más. Persiguiendo el orgasmo de su Omega, introdujo un solo dedo que lo absorbió. Izuku se corrió en las mantas, bajo un grito que pudo bien alertar a los vecinos de no ser porque se quedó estancado en su garganta. Katsuki aún estaba duro pero con solo ver cómo su Omega se rendía a él… Estaba más que satisfecho aunque doliera. El Omega se acercó, aún cegado por el placer que explotó en su cuerpo. Temblando mientras sus ojos eran tan oscuros como la noche.
—Puedes usar mis muslos, es seguro y placentero para ambos—Izuku lo tomó de la mano, él se recostó de medio lado, mostrándole un culo húmedo a un alfa que sólo deseaba enterrarse en el. Era cierto, los muslos de Izuku habían ganado grasa, la adecuada con musculosos para mostrarse fuertes y jugosos. El alfa se acostó a su lado, ayudándose de una almohada para tener su nariz en su cuello, sobre la marca palpitando cada vez más fuerte. Izuku junto sus muslos y con la humedad de su trasero, lubrico el entremedio de sus piernas.
Katsuki enterró su miembro entre sus muslos, fue glorioso. Sus manos no podían compararse con sentir el calor de su cuerpo y como calaba hasta encontrarlo. Comenzaron a moverse juntos, fue errático el movimiento porque ambos estaban cansados pero no lo suficiente para detenerse, la fuerza entre los muslos de Izuku hizo que Katsuki anudara antes de los diez minutos. Izuku apretó el nudo lo más que pudo porque sabía que eso se sentiría bien y mientras lo hacía, la sobre estimulación de sus pequeños testículos y roce con su culo lo hizo tener un segundo orgasmo, uno más calmado y que se extinguió en los labios de alfa, que entre caricias en sus caderas, manchó la cama con su semilla. Ambos se quedaron dormidos en la misma posición, para cualquiera sería desagradable pero realmente no les importaba.
Tendrían más tiempo a la siguiente mañana.
Al otro día, cuando Katsuki estaba bañándose, Izuku llamó a su madre para hacer un trato. Si Toshinori mantenía a Katsuki con vida durante sus ausencia en la interpol, podrían ver a Antoshka y si se ganaban su confianza… Con el tiempo cuidarlo. Inko sonrió cuando escuchó las palabras de su hijo, podría haber dejado atrás su vida como Sparrow pero seguía siendo uno. Un hombre de negociaciones que solo buscaba mantener con vida a su interés, el hombre que lo había vuelto más humano.
…
Las semanas pasaron, y con ellas, su amor se intensificó. Katsuki aún estando a kilómetros de distancia podía oír a Izuku susurrándole en su oído, como si estuviera a su lado, dándole los mejores consejos para tratar con los enemigos. Y cuando el Omega fue internado para ser operado, Katsuki estuvo a su lado, acariciando sus cabellos mientras Antoshka salía con vida de su vientre, cubierto de sangre y llorando por la falta de calor del vientre paterno. Sus llantos eran fuertes, así como él. Un hermoso bebé alfa de tres kilos y medio. Con ojos tan rojos como los de su padre y un cabello cenizo tan claro que a la luz del pabellón parecía platino. Su hermoso bebé, Katsuki lo recibió en brazos llorando al ser testigo de tal belleza. Soltó sus feromonas y el pequeño bebé las recibió todas, y en ese momento el lazo familiar se formó entre los tres. Un lazo que solo se rompería al primer celo de Antoshka. Cuando Izuku salió del pabellón, el pequeño cachorro estaba mamando una mamadera con fórmula. Por mucho que Katsuki masajeo sus pectorales para estimular las glándulas mamarias, nada de leche salió. Pero al doctor Ustinov no le preocupaba, el bebé era tan sano que no hubieron complicaciones físicas. Todo era perfecto, tanto que Izuku antes de cumplir las dos semanas en el hospital estaba saliendo de la mano de su alfa.
Katsuki como padre era increíble, él y Antoshka se llevaban tan bien que Izuku descansaba la mayor parte del día, durmiendo y caminando con la molesta faja alrededor de su estómago semi abultado. El postoperatorio de la cesárea tenía que respetarse si o si, no habían negociaciones con eso así que Katsuki cada vez que podía le dejaba en claro a su Omega que lo amaba mucho y que por él esperaría toda una vida si era necesario. Cada mañana que estaba en casa, lo despertaba con un beso en la frente antes de ir por Antoshka para limpiarlo y darle su biberón con fórmula. Izuku despertaba más tarde y casi siempre Katsuki estaba en la cocina, haciendo el desayuno para irse a trabajar. Izuku estaba tan agradecido con él y con su cachorro. Eran perfectos. Tanto que cuando le quitaron la faja de su estómago y el doctor Ustinov le dijo que su cicatriz tenía una cicatrización sana y estaba listo para cualquier tipo de actividad física, se sintió emocionado por la expectativa. Katsuki y Antoshka estaban durmiendo en el sillón de su departamento cuando volvió del consultorio. Izuku se quedó ahí, contemplando su familia. Un pequeño cachorro que estaba aferrado a la mano de su padre, y un alfa que hacía todo en la casa para no darle trabajo extra. Lloró de la felicidad, de cierta manera le agradecía a Lilia por darle el trabajo de Japón. Sin todo el suplicio, estaría viviendo una quincena de diciembre solo en un departamento frío.
No con dos hermosos hombres en su vida.
...
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