Capítulo XXXI:|The Scientist|
Cayendo lento, la noche en el olvido es oscura y fría. Es primavera y las flores aún no florecen en mi corazón, a veces, desearía no estar buscando una puerta abierta. Una oportunidad para huir de lo que el destino depara para mí.
…
Cuando le dieron la dirección de su hotel, no pensó que sería lo suficientemente fuerte para quedarse en la habitación. Su olor lo cambió todo, impregnando cada centímetro del lugar, la sensación en sus fosas nasales… Lo volvió loco. Era inevitable percibir la encantadora dulzura en su ropa usada, en la maleta semi abierta que poseía ropa suya y en el montón de papeles en su escritorio. Se notaba que su Omega ya no estaba fumando por lo limpio de su ropajes y en recepción le comentaron vagamente que había pedido comida sana. Frutas frescas de estación, frutos secos y verduras orgánicas con agua embotellada. Katsuki no era un estúpido, pero si podría llamarse a sí mismo un cobarde, sin duda lo haría. Quería respuestas, y ahora las tenía en frente suyo. Era más que claro con la sensación hirviendo en su interior, ese deseo de abrazarlo y tenerlo en sus brazos lo hizo temblar como un cobarde ante la expectativa. Enfocado en la ciudad, en las luces que solo movían sus pupilas como si fuera fuego. Shoto le consiguió la información para que se fuera y solo obtuviera lo que deseaba al entrar. La idea era irse, pero se quedó para verlo. Escuchar la puerta abrirse y saber que el cuchillo estaría en su garganta antes de siquiera exhalar, era obvio, lo conocía tanto que lo sabía. Aún así, al sentirlo contra suyo por la espalda, también sintió lo abultado de su estómago. Tocando suavemente su cuerpo, y en ese momento entendió que no sería capaz de siquiera preguntar un porque de su abandono en la fría Rusia. Solo quería abrazarlo, besarlo y decirle lo mucho que sentía haberse ido sin preguntar nada. Solo asumiendo que era la víctima todo el tiempo cuando en realidad… Ninguno de los dos lo era.
El beso fue como respirar después de estar ahogándose en una piscina de fuego. Quemando todo hasta la piel que nunca parecía tocar la luz del sol, cada parte de su cuerpo ardió cuando los labios le respondieron como la primera vez que lo besó afuera de la ambulancia después de salvarlo de Chisaki. Cuando dejó que sus emociones tomaran el control de todo, dando paso al instinto de alfa en sus venas, llamándolo con cada milímetro de su cuerpo. Izuku gimió en sus labios, aunque fue más fácil asimilarlo como un alarido dolorido en consecuencia de lo que estaba ahogando su corazón. Katsuki se alejó y observó la obra de arte destructiva que tenía frente a sus ojos, limpió cada lágrima con sus pulgares y dejó de respirar. El aroma de su piel era diferente y solo podía desear tocar cada parte para recordar con detalle esa esencia peculiar. No estaba bajo su control pero besó su nariz antes de oír como pedía perdón entre bocanadas de aire desesperadas, un perdón que no tendría que ser nombrado por sus labios porque Katsuki no tenía nada que perdonar.
—Lo siento tanto, yo debí decirte que me entregaría a la interpol después de Siberia pero… No podía siquiera imaginar un mundo donde no estuvieras ahí para mí, así que lo evite hasta que doliera menos. ¡Pensé que sería así pero nunca dejó de doler! ¡Lo siento tanto!—Katsuki negó besando su mentón, sus mejillas, sus ojos y frente. La mitad de las palabras que había dicho Izuku no se entendían bien por el gimoteo de sus labios temblorosos. Era doloroso verlo así, luchando por respirar en esa enorme ola de sentimientos—. ¿Qué haces aquí? Creí que me odiabas, que no querías verme nunca más.
—Yo nunca podría odiarte, maldición… Te extrañé cada maldito día que no estabas ahí, odie ser un imbécil por no quedarme y preguntar. Joder, no puedo siquiera imaginar cómo te sentías al pensar eso—Izuku cada vez lucía más débil, sus ojos apenas podían estar abiertos, las lágrimas lo obstruían todo. Incluso Katsuki podía asegurar que sus ojos estaban más húmedos de lo normal, porque la mayoría de su vista estaba cegada. Lo único que lo mantenía vidente era el lazo haciendo todo el trabajo, sanando las cicatrices que hicieron más lento su corazón durante esos largos meses de angustia.
—Escuché la grabación de la interpol, las palabras que dijiste… Realmente me dolieron. Pensé que me odiabas por dejarte sin siquiera decir algo, solo quería que fueras libre aunque fuera sin mi—Katsuki guió a Izuku hasta la cama, lo abrazó acostandolo en su regazo. Apoyó su mentón sobre su cabeza mientras rodeaba su cuerpo aún sin llegar a sentir su vientre, quería protegerlo tanto que no podía siquiera sentir dolor—. ¿Por qué dijiste cosas tan feas sobre mi?
—No era mi intención, en el fondo solo quería saber si me amabas. Me descargue delante de esos idiotas porque pensé que te harían daño si mostraba mis verdaderas preocupaciones. No pude dormir en semanas pensando que solo era un juego para ti… Dios, incluso comencé a fumar para oler a ti—Izuku se aferró a su antebrazo mientras trataba de contener las lágrimas, ya estaba acostumbrándose su piel a sentir la humedad salada de su dolor—. Solo quería saber porqué…
—Te quería a salvo, solo eso. Después me enteré que estaba embarazado y solo pude imaginar tu cara de odio y decepción. Porque solo me enteré de ello cuando fui a sacarme la marca… Quería realmente que fueras libre de todo dolor y pensé que si te dejaba ir para siempre de mi lado, dejaría de doler. Que serías libre. Pero ardía tanto pensarlo, por eso quise hacerlo. Para que no lo sintieras tú de la misma forma que lo hacía yo—Katsuki estrechó aún más cerca de su pecho al Omega, entregándole el calor que estaba pidiendo en plegarias sordas a través del lazo. Nunca imaginó el horrible infierno que estaba pasando solo, en un enorme país que nunca consideró su hogar a pesar de la nacionalidad de su cédula. Imaginó lo pequeño que se vería Izuku en una camilla, pidiendo una operación tan dolorosa que solo una muerte traumática se asemejaba a ella. Lloró, porque si hubiera estado solo, si él hubiera sido el Omega que tenía que sacrificarse… No habría sido capaz de soportarlo. Agradecía a cualquier entidad en lo alto que su Omega fuera más fuerte de lo que aparentaba
—Perdóname, pasaste todo eso solo… No estuve ahí para ti, menos para él—Izuku al ver que Katsuki dirigía su mirada a su pequeño vientre, se sintió avergonzado por estar delgado. No parecía un embarazo saludable aunque el doctor Ustinov le dijera que era así.
—No, yo debería pedir perdón. No soy un buen Omega, te deje solo y ahora no soy un buen padre. Estoy delgado y no puedo darle a nuestro bebé lo necesario para vivir bien en mi vientre… Ni siquiera tengo calostro en mis glándulas, soy un fracaso como Omega—Katsuki era la única persona sobre la tierra que tendría su confianza para verlo así, pidiendo perdón por algo que en el fondo sabía no era su culpa. El alfa negó, lo tomó en brazos para verlo a los ojos, al oír la palabra nuestro… Su corazón solo dijo: protégelos. Le preguntó con la mirada si podía tocar a su cachorro, pidiéndole perdón al mismo tiempo. El lazo los comunicó como si fuera una voz intermediaria entre ellos. Izuku tembló pero tomó su mano derecha con decisión, grande contra la suya. Pesada en comparación…
Katsuki tocó su vientre y Antoshka lo supo, se movió apenas percibió la diferencia de temperatura. El alfa sonrió, las lágrimas cayeron al mismo tiempo que sus labios formularon una sonrisa eufórica. Fue increíble, sus manos siempre explotaban por consecuencia de su particularidad, siempre con una sensación dolorosa contra ellas, ahora podía sentir un movimiento suave debajo de una piel ajena a la suya pero que sentía tan propia que parecía estar tocándose a sí mismo. Izuku rió al mismo tiempo, acompañando las suaves patadas de Antoshka en su vientre. Se agarró con fuerza de su ropa y aspiro sus feromonas, enviando oleadas de tranquilidad a su cuerpo. A su pequeño bebé. Entendía que era temporal, que a la mañana siguiente tendría que irse de Japón, pero por el momento iba disfrutarlo. Hasta que solo fueran ellos tres y nadie más en el mundo.
Katsuki no quería que fuera así.
—No me dejes tanto tiempo de nuevo, por favor no lo hagas. Te lo pedí hace meses pero ahora lo digo realmente, no lo hagas, sé que no puedo controlar la libertad de un pequeño gorrión… Pero déjame orbitar a tu lado. Solo eso—Katsuki estaba suplicando, Izuku tocó su mejilla, lisa contra su palma porque el alfa se había afeitado antes de llegar. Quería ser más que una fachada de mentiras.
—El gobierno me dijo que tengo veinticuatro horas para irme, lo siento—Katsuki sonrió, no era lo que esperaba pero era sinceridad y lo significaba todo.
—Entonces en unos días nos veremos en Rusia, me iré a vivir allá contigo hasta que la interpol decida dejarte ir—Izuku lo miró, atónito por sus palabras, Katsuki se adelantó a su pregunta—. Lo dijo en serio… ¿Quieres saber porque?
—Katsuki yo...—el alfa sonrió, fue algo extrañamente suave contra sus labios hinchados. Sus ojos lo miraron directamente y fue como ver su alma en una bandeja de plata, expuesta a sus ojos.
—Porque te amo—lo dijo en ruso, fue un horrible ruso pero Izuku lloró en sus brazos al escucharlo. ¿Cuántas veces había llorado esa noche? Más que nunca pero ahora no eran lágrimas de dolor, la alegría movía cada una de ellas y se sentía muy bien—. Te amo más que a nada mi pequeño gorrión rojo.
—Yo también te amo—los ojos de Katsuki quedaron opacados por la impresión antes de brillar con una fuerza que Izuku quiso replicar meses atrás. Bajo la vista un poco divertido—, no quería decirlo porque nunca quise ser una carga para ti… Enamorarse de un ruso traumado no es algo muy bonito o sano.
Katsuki se mofo.
—Tampoco del héroe que perdió su puesto en las encuestas de popularidad por ser pedante, con pasado abusivo y problemas para controlar sus personalidad—Izuku se enderezó, se sentó de medio lado en su regazo, Antoshka había dejado de moverse. Quizás estaba durmiendo… Pero podía sentirlo más vivo que nunca en su vientre. Y por ese momento, dejó de preocuparse por él para ver a su alfa. Con cuidado, tocó su mandíbula, delineando el hueso hasta llegar a sus labios—. Te extrañé, no imaginas cuánto lo hice.
—Yo más, ambos realmente lo hicimos—Katsuki cubrió su vientre con una mano mientras apoyaba su cabeza en el hueco de su cuello. Izuku lo abrazó con fuerza, sintiendo en sus oídos los latidos de su corazón—. Pero ahora tomaré tu promesa, y no dejaré irte nunca.
Katsuki besó la marca en su glándula y susurró contra ella.
—Te seguiré hasta el fin del mundo—Izuku cerró los ojos, complacido por sus palabras y la sensación vibrante de su voz.
—Y te dejaré hacerlo, hasta que no pueda respirar—Katsuki besó con más cuidado su marca, hasta que formó un camino hasta su mentón. Llegó a sus labios y lo besó como si quisiera quitarle el aire, pero no llegó a tocarlo con más intensidad aunque muriera por hacerlo. Al contrario, lo guió hasta la cabecera para descansar. Izuku lo entendió. Se aferró a él con fuerza, sintiendo sus propios miedo hacer preguntas—. Es decir que, ¿te veré en Rusia? ¿Podré irme mañana con la certeza de que algún día estaremos juntos allá?
—Prometo estar en Rusia antes de mi cumpleaños, que me aceptes será el mejor regalo que podrías darme—Izuku besó su pecho, Katsuki se acomodó y lo cubrió protegiéndolo con sus brazos. Antes de cerrar los ojos, el Omega susurró.
—Te estaré esperando, мой альфа.
Alfa mío.
Se quedaron acurrucados contra la marquesa, protegiendo a Antoshka con sus manos. Al poco tiempo se durmieron. Pasaron las horas e Izuku despertó solo en la habitación del hotel, pensó por un momento que todo había sido parte de su subconsciente deseosa de Katsuki pero el alfa le había dejado una nota con su abrigo. "Para que la espera en Rusia no sea tan dolorosa". Estrechó entre sus brazos la prenda de ropa, se vistió de forma elegante y por encima de ello se puso el abrigo. Llegó al aeropuerto apestando a su alfa, mas no le importaba porque la sola sensación de llevarlo a Rusia con él… Era más que satisfactoria para que no le importara nada más. Después de todo, tenía planeado volver a Japón. No quería criar a Antoshka en un lugar tan frío y duro como su país natal. Y como era el maestro de los tratos, iba a hacer uno con Viktor por su libertad. Solo tenía que esperar, tener a Antoshka y recuperar su forma física.
...
Katsuki presentó su renuncia en el escritorio de Endeavor el día que Izuku piso nuevamente Rusia. No dejó en claro un porqué de su salida de la agencia pero no iba a negociar su libertad con nadie. Si Izuku lo había hecho todo por él, no iba a entregarle un trato diferente. Después de todo, era su pequeño gorrión rojo y el sacrificio por él era un regalo del destino. Enji entendió inmediatamente su lenguaje corporal y la forma en que estaba dispuesto a guardarse sus comentarios sobre el hecho, entendía la sensación de encontrar una aguja hermosa en un pajar lleno de mierda. Hawks para él era su pequeño tesoro, nunca comparándose con su familia pero siempre siendo más importante que todo lo demás. Aceptó su salida sin decir nada. Shoto fue la persona más afectada, pero acepto que ser amigos era mucho más importante que monopolizar una vida. Katsuki vendió su enorme departamento y guardó parte de su fortuna en la casa de su madre por si algo pasaba, aunque en el fondo sabía que no sería así. Mitsuki conocía tanto a su hijo que no hizo ninguna pregunta, lo dejó ir también. Después de todo, que él estuviera vivo era gracias a Izuku. Para nadie era un misterio, las noticias lo habían dejado bastante claro. Se despidió de todos sus amigos y entre ellos de Denki, su Omega destinado solo le sonrió con ternura. Le deseó suerte en su nueva etapa de vida.
Cuando se abrazaron en el aeropuerto, Shinso estaba ahí para recibir al Omega de mirada ámbar. La nula fragancia en su piel era más que evidente, Denki estaba feliz y sonreía como si el mundo le perteneciera solo a él. Estaba feliz por él, tanto que hubiera deseado darle algo a cambio. Subió al avión el quince de abril, a casi nada de cumplir veintiséis años. Si hace un año le hubieran dicho que estaría dejando su país natal para residir en un país donde sus explosiones dolerían por culpa del abundante frío, no le creería a nadie. En menos de un año todo había cambiado, pero estaba bien con ello. Estaba feliz, después de todo cualquier dolor no significaba nada si podía despertar amando al hombre que le quitaba cada noche el sueño. Si podía llamar de una forma al sentimiento, sería felicidad a largo plazo. Además, le tenía una sorpresa al ex Sparrow que no se podría imaginar. Sonrió cerrando los ojos, Rusia iba a ser su tierra y nadie estaba preparado para eso. Todo gracias a su antiguo maestro que le había cumplido un último favor. Si en Japón en su momento había sido el número uno, en Rusia también lo iba a ser. Nadie le quitaría ese trono, solo su Omega podía hacerlo. Y no lo consideraría una derrota, sino más bien una competencia para ser mejor persona.
…
Izuku estaba trabajando cuando Annie lo visitó dándole un informe sobre sus trabajos en Japón, la perspectiva de Lilia sobre sus andanzas en el país asiático eran bastante malas. Por no decir que consideraba de alto riesgo que siguiera por su propia cuenta después del trauma de Will, nunca imaginó que ella le tendría tanta estima como al mismo tiempo un profundo recelo. No la entendía pero leer los párrafos llenos de odio y admiración era extrañamente terapéutico, como ver caer a un monstruo que admiró por años. Observó el reloj de su escritorio, doce y media de un diecinueve de abril. Ya era demasiado tarde, envió el informe y fue tomando sus cosas. Gracias a la expectativa de la llegada de Katsuki a Rusia, se sentía mucho mejor, se veía hasta bonito con sus mejillas rellenas. Estaba satisfecho, hasta Antoshka estaba moviéndose más de lo común. Entrando al estacionamiento notó un nuevo automóvil al lado del suyo, no le prestó atención, no era de su importancia. Porque al parecer llegaría una nueva adición al equipo, alguien casi tan talentoso como él.
No eran sus asuntos.
El cumpleaños de Katsuki, si. Desde hace unos días había estado hablando con él por mensaje, iba a llegar pronto y quería estar descansado para ir a buscarlo al aeropuerto. Aunque si pensaba bien las cosas… Él estaría de cumpleaños mañana. Mordió su labio inferior con molestia, quería recibirlo antes de que cumpliera veintiséis... Sin embargo, quizá podría hacerlo. En la agencia, a esa misma hora, Katsuki estaba hablando con Viktor Gólubev sobre su introducción al equipo de la interpol Rusa.
—La interpol no permite relaciones interpersonales a sus trabajadores pero la petición llegó desde la sede de Lyon, asumo que tienes muchos amigos grandes por ahí—Katsuki estaba bien sentado en el sillón de cuero, el perfecto inglés de Gólubev se rivalizaba perfectamente con el suyo.
—Mi relación con Izuku no significara un problema para mi desempeño en la interpol. Después de todo, mi estadía en Rusia será breve. Después volveré a mis andanzas en Japón, así que le sugiero aprovecharme bien en estos seis años—El hombre formuló una mueca con sus labios pero asintió tomando entre sus manos el contrato recien firmado por Katsuki, la verdad, estaba un poco cansado de tanto papeleo. Solo deseaba dormir. El día había sido demasiado largo y la semana mucho más, la intervención de Bakugō en la interpol había sido desde hace unos días, un importante influyente le había dado el puesto en Rusia como muestra de gratitud. Los rusos no dudaron en aceptarlo en el equipo, desde Siberia poseían un ojo en él. Estaban expectantes a su evolución.
—Bien, eso es todo. Mañana se te cederá una oficina cómoda, probablemente hagas trabajo de campo en unas semanas así que yo que tú, me tomaría bien las horas de sueño—Katsuki se levantó abrochándose el botón de su traje, la corbata se veía tan bien y mal a la vez que era extraño. Gólubev extendió su mano para sellar el trato antes de dejarlo ir. Su equipo cada día era más grande pero eso no significaba que el mundo dejara de ser malo, cada día era peor. Solo esperaba que Katsuki fuera alguien realmente talentoso y de sangre fría. Porque si no era así, Rusia lo iba a destruir pieza por pieza.
Al salir del enorme edificio, Katsuki vió como a Rusia le sentaba muy bien la primavera. No era fan de los vientos fríos de Siberia pero Moscú lucía bien. Casi amigable con la temperatura de sus palmas, prendió su último cigarrillo antes de subirse a su automóvil. Manejó por las calles hasta que llegó a un complejo departamental conocido, tomó su celular entre manos y marcó a su omega. La última calada en sus pulmones se sintió como lo que era, humo quemándolo. Ya no necesitaba más la sensación, ahora estaba en presencia de su mayor adicción. Su gorrión.
—Kacchan, ¿cómo estás? ¿No es demasiado temprano en Japón?—Katsuki bajó del automóvil y fue hasta la caseta del conserje aún sin interactuar con él.
—Dile al conserje que me deje entrar—la respiración de Izuku se detuvo en seco. Corrió hasta una ventana para ver la entrada de los departamentos, la indiscutible silueta de Katsuki en la caseta del conserje lo hizo sonreír enajenado. Fue cosa de minutos para que Katsuki estuviera subiendo por el ascensor hasta el piso de Izuku. El Omega se quedó afuera de su puerta hasta que lo vió salir en traje del ascensor, uno completamente negro con una corbata de la misma tonalidad de sus ojos. Pudo sentir su propia garganta tragar. El alfa, sabiendo bien lo que provocaba en su Omega, sonrió altivo. Aún así, era él la persona que estaba en ese momento reteniéndose. El Omega olía a cremas humectantes, su cabello colgaba recién limpio en su cuello y su rostro aún estaba cubierto con una mascarilla. Se veía tan atractivo y adorable al mismo tiempo que lo consideraba un delito en contra de su raciocinio.
Se detuvo en frente suyo, tratando de no respirar mucho porque la dulzura de su aroma lo estaba volviendo loco.
—Katsuki… Creí que me avisarías. Blyat, eso ya no importa, pasa—Lo dejó entrar a su departamento, no traía nada más que un pequeño bolso con sus pertenencias personales, cédula, pasaporte y tarjeta de crédito. Izuku pudo ver cómo el alfa encajaba a la perfección en su casa, como si perteneciera a ella—. ¿Cuándo llegaste?
—Hace unos días, estuve hablando con tu jefe… Bueno, nuestro jefe ahora—Izuku pestañeo varias veces antes de entenderlo.
—Tu eres la nueva inserción al equipo…—Katsuki lo observó morderse el labio.
—¿Te molesta?
—Me preocupa, la interpol te tomara como si fueras unas esponja. Ellos siempre han tenido su ojo sobre ti. Te entregaste en bandeja—Katsuki le tomó la mano a Izuku, lo guió hasta el ventanal del departamento, el más grande que mostraba la mejor parte de la ciudad. La oscuridad de la habitación junto al tono de la ciudad le entregaron al momento un ambiente tranquilo, calmado a pesar de que el temor estaba creciendo en el interior de Izuku.
—Rusia es tu territorio, pero me lo aprenderé como si fuera mío. Nada en este mundo nos va a separar, ¿me oíste?—Izuku observó al alfa, él veía la ciudad como si quisiera comérsela viva. Conocía a Katsuki, podía sentir en el lazo que todo lo que estaba diciendo era real. Él era fuerte, una de las personas más fuertes que había conocido en su vida. Si quería conocer Rusia y convertirla en su pequeño gatito, tendría que primero saber todos sus secretos.
Fue un tonto al tener miedo.
—Bueno, tienes suerte. Para hacer a Rusia tu pequeño gatito, tienes que saber todo sobre todos… Menos mal que tienes al Omega rojo que lo sabe absolutamente todo de cada mierdita del país—Izuku le quitó su corbata, la tomó entre sus manos y la dejó caer al suelo. Katsuki sonrió y tomó entre sus manos su rostro, ambos par de labios se unieron en frente de Moscú. Sellando una alianza que solo traería a la fría Rusia un pequeño lapso de prosperidad y seguridad. Porque el Omega rojo había elegido a su alfa, y ya nadie podía detenerlos. Unidos y convertidos en la pareja roja. La verdadera imagen de la perfección que los Sparrows tanto tiempo buscaron.
Y que sin ningún éxito hallaron.
—Por cierto, mañana es mi cumpleaños. Espero mi regalo, pequeño gorrión—Izuku sonrió pícaro, tentando su fuerza de voluntad.
—Cuando el cachorro que pusiste en mi vientre salga, te lo daré sin ningún problema—el rostro de Katsuki fue un poema de terror. Izuku solo pudo reír, amaba tanto a su alfa que quizá podría preguntarle al doctor Ustinov un par de cosas.
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