Capítulo XXVII:|Love Is a Laserquest|

Es dulce, es fuerte y pertenece a él. Una llamada de la profundidad de un amor que estaba agonizando. Buscando algo para ser feliz.

...

Navidad fue como un balde de agua fría. Las calles de Moscú se vistieron con blanco, la plaza roja y el Kremlin ruso lucían tan lindos con sus decoraciones que hubiera deseado estrechar una mano con delicadeza para emocionarse por los regalos y las comidas típicas; para tomar una mano que tenía cicatrices por culpa de quemaduras de viejas explosiones. Más cálida de lo común pero tan agradable que los dedos fríos de Izuku lo agradecerían. Katsuki seguía en su corazón, de una forma tan fuerte que cada vez que cerraba los ojos, podía verlo con una claridad basta. A su lado, sonriendo como si quisiera perdonarle la vida por sus errores. La realidad no era así, sabía de fuentes confiables que había vuelto a trabajar en la agencia de Endeavor, poseía extensos turnos nocturnos de diez horas. También que había vendido todas sus propiedades para mudarse a un departamento más grande en una zona exclusiva. Y que había adquirido el hábito de fumar y beber en exceso. Algo peligroso considerando que sus manos sudaban nitroglicerina... Porque últimamente parecía poseer ese deseo por lo peligroso, por lo suicida. Izuku sabía que no debía saber de él, tenía que dejarlo ir porque el dolor de verlo avanzar con otras personas que podían ser sus amantes sería similar a tragar un cuchillo de hierro, tan caliente que solo sellaría sus heridas y derretiría su carne. Lo único que lo consolaba era que parecía estar bien... 

No era del todo así pero seguía con vida, y libre de tomar sus propias decisiones, sin nadie siguiéndole los talones y diciéndole qué hacer para evitar la guardia nacional por ser un criminal buscado en todo el mundo... Su libertad era lo más importante y valía cada segundo en su pequeño infierno. 

Para las fiestas de año nuevo estuvo en la oficina hasta tarde, leyendo informes sobre compañeros de carrera. Sobre Sparrows que habían dado más de lo que realmente podían entregar, sobretodo con respecto a los niños desamparados por la organización. Izuku no sabía que ciertos Sparrows escondían sus embarazos demorándose más de la cuenta en misiones. Leyó de cierto caso de una chica que se había olvidado de usar protección con su objetivo y había quedado en cinta como accidente. Una Omega que tenía como misión sacarle información a una gobernadora estadounidense, una joven que Izuku podía ver en fotos y encontrar atractiva. Sin embargo, la alfa de cabellos rojizos estaba muerta, nadie la había matado. Se había suicidado después de ver lo que le hicieron a su amante, la pequeña Sparrow. 

Ella vivió su embarazo en Boston, fueron meses felices y tuvo al bebé a escondidas de la organización para dejarla con su madre alfa. No había ocurrido hace mucho, solo unos cinco años. Nadie se enteró del crimen hasta que al volver a Rusia, ella por consecuencia de su embarazo, había adquirido un aroma más dulce. Lilia, la superior encargada de hacerla entrar en razón le pidió solo una cosa. Matar al bebé de la gobernadora por infringir la regla de reproducción de selección genética, la Omega Sparrow se negó y como resultado fue torturada hasta la muerte. Izuku mientras leía las descripciones de su mentora con respecto a su muerte, cada vez se sentía más enfermo. Pero lo soportó por días, porque quería saber qué había ocurrido con la criatura al final del conflicto. Desgarrador fue saber que el cuerpo desmembrado de la Sparrow llegó a la residencia de la gobernadora. No pudo soportar el dolor de verla así y se colgó en su sótano. El pequeño bebé de dos meses murió entre llantos gracias a que un Sparrow dió terminó al trabajo. La concepción fuera de la organización era un delito porque nada sería más importante que una extensión de uno mismo. Una parte tan primordial que cualquier misión quedaría en segundo plano.

Izuku vomitó en el baño ese cinco de enero. 

Los próximos veinte días la paso leyendo más sobre las oscuridades de la organización, cómo habían hallado los prime una respuesta a la poca natalidad de élite que últimamente con los años estaban obteniendo. La selección genética que solían preservar para emparejar a sus propios Sparrows cada año era más decadente, como si los mismos genes estuvieran previniendo lo que ocurriría años después. El desplome total bajo la mano de un extranjero y un Omega desertor. Y al final de muchos informes llegó al caso de sus padres, los Sparrows que se habían enamorado y dejaron atrás un niño para ser siervo de la organización más cruel que habitaba en Rusia. Todos los informes sobre ellos hablaban de lo brillante que había sido su vida, de cómo nacieron en el castillo de Moscú para irse de misión en misión. Grandes hallazgos, grandes fuentes de información. Eran perfectos para el gobierno, Inko con su belleza conquistaba a cualquier que fuera su objetivo y con su destreza física maniobraba a su voluntad los enemigos. Por otro lado estaba Toshinori, un hombre poderoso que asfixiaba a los enemigos del país con sus potentes feromonas de humo. Izuku veía a sus padres en las fotos y se sentía desolado, la pareja actualmente estaba negociando con el gobierno ruso. La llave podría ser un buen recurso de inteligencia... Aún así, Izuku lo consideraba una bomba de tiempo a largo plazo. Japón y Rusia no podían estar tan tranquilos por muchos años. Una guerra fría, como la de Estado Unidos y Rusia no era algo fácil de disipar. La mayoría del globo pensaba que la guerra fría se había acabado, pero Izuku lo sabía bien. Quedaban de ella pequeños fragmentos, peligrosos y mortales si no se trataban con el debido respeto. 

—Debería ir a casa, ha trabajado todos estos días sin descanso—Annie, observó a Izuku desde la puerta de su oficina. Estaba amaneciendo en Moscú, el alba iluminaba sutilmente todo. Los edificios brillaban por la nieve y el sol recién salido pegado a ella, derritiéndola en zonas delgadas. No se dió cuenta de que la noche había pasado tan rápido. Toda la madrugada leyendo información de sus padres... Era momento de decir basta, sus ojos ardían. 

—Tienes razón, debería irme a casa y dormir un poco. 

La chica sonrió, Izuku salió de la oficina ese veinticinco de enero con una molestia en el cuerpo. Lo aludió al cansancio por comer poco y dormir solo unas cuatro horas al día. Pegado al celular, esperando cualquier tipo de información sobre Katsuki de su informante en Japón. Cada día temblando, no era sano y lo sabía pero no podía pensar en nada más. Y mucho menos en nadie más, sólo los crímenes de los Sparrows parecían disipar la creciente preocupación de su mente. Incluso había bajado de peso, recuperando el físico que tenía cuando había llegado a Japón. La delgadez y las curvas peligrosas con un cabello recogido en una trenza pequeña. Se veía bien, pero estaba acabado. Lo más bonito que poseía en ese momento era su cabello, brillante y contundente. Si era honesto, no sabía porque, no hacía mayores cuidados al tratarlo. Pero habían más cosas que lo tenían mal, el lazo. Aún no reservaba una hora con el doctor para quitar la marca porque lo posponía, tanto que tenía miedo de quedarse con ella hasta la muerte. Dos meses y él seguía ahí. En sueños. 

Tan profundos que le cantaba canciones rusas en ellos. 

Después de bañarse, se acostó abrazando una almohada. Tenía hambre pero no las fuerzas para cocinar o pedir algo a domicilio. Lo mejor que podía hacer era dormir. Todo el día y tal vez parte de la noche... Hasta que muy adentrada la tarde sintió las náuseas subiendo por su garganta, las mismas lo despertaron de sus sueños. Corrió al baño, afirmándose del lavamanos con ambas manos mientras su estómago y pecho dolían debido a la contracción. Cada vez eran peor los síntomas de la distancia entre él y Katsuki. Tenía que deshacerse de la marca, era mucho que soportar. Después de lavarse los dientes, tomó su celular personal. Marcó el número del doctor y espero en línea hasta que la secretaría lo direccionó hasta la oficina del doctor Ustinov, un hombre de mediana edad especializado en marcas, lazos y reproducción de Omegas masculinos. 

—Agente Midoriya, no me sorprende que esté llamando—Izuku suspiró, era tarde y tenía mucha hambre, su estómago rugía por algo de comida y no había nada en su refrigerador. Vagó por el departamento hasta su sillón, las ventanas reflejaban el atardecer en Moscú, un paraje hermoso y disfrutable de no ser por sus molestias físicas—. ¿Cómo se ha sentido? Imagino que no muy bien si me está contactando a esta hora del día. 

—Exacto, Doc. Es la marca, no duele pero las náuseas y los dolores de cabeza no me dejan en paz. He bajado de peso por ello y los vómitos son cada vez peores—el doctor al otro lado de la línea estaba pensando en una forma de romper el vínculo, de a poco sin llegar al dolor. Pero era inevitable, Izuku estaba unido al alfa de una forma muy apegada. Necesitaba encontrar algo más... Alguien más. Para distraerse del lazo establecido. 

—¿Quiere quitarse la marca?—Izuku casi tembló al oír las palabras pero era lo mejor. No solo para él, sino también para Katsuki. 

—Sí, ya han pasado casi dos meses. Tengo que dejarlo ir.

—Antes de hacerlo deberá distraer al dolor. Los lazos son fuentes ilimitadas de confianza e intimidad, la misma que los unió... Debe separarlos. Asumo que usted sabe a lo que me refiero—Izuku dudo por un instante, sabía lo que eso significaba pero no le gustaba. Estar con otro hombre para romper el vínculo de confianza física sonaba tan asqueroso que su estómago se retorcía aún más con solo pensarlo. 

—Doc, ¿no hay otra forma de hacerlo? En estos días no creo tener el estómago suficiente para acostarme con otra persona.

—Agendaremos una hora para hacerle los exámenes correspondientes, el treinta de enero sería la fecha más próxima. Haremos los análisis correspondientes y estableceremos una fecha segura para quitar la marca. Recuerde que no dolerá durante la operación, lo malo será despertar sin ella, sin el lazo de alma. Se sentirá como si estuviera muriendo...—porque lo único más fuerte en el universo para romper un lazo es la muerte misma del ser amado. 

—Entiendo, dejémoslo para el treinta. Pero si ahora puede darme algo para las náuseas y el dolor de cabeza, estaría muy agradecido.

—Le enviaré una receta por correo para que la compre en la farmacia. Nos veremos en unos días, agente Midoriya.

—Okey, nos vemos Doc.

Dejó su celular a un lado y tomó sus llaves, estaba cansado y hambriento pero quedarse en casa no llenaría su estómago y mucho menos compraría sus pastillas para las náuseas y el dolor. Debía moverse, sobrevivir aunque fuera lo más complejo. Lo mínimo era cuidarse y tratar de dormir las horas suficientes para estar sano al momento de la operación y no morir literalmente en el intento. Al salir, se cubrió con su ushanka negro con terminaciones grises la cabeza, los fríos de finales de enero eran horribles y no estaba listo para resfriarse. Tenía que tomar fuerzas de alguna cosa, aunque doliera lo suficiente para rendirse.

...

Katsuki vio la botella de vodka en sus manos, realmente era un dolor tomarlo solo. Pero prefería sufrir un poco que ir a la tienda por una bebida de limón. Había perdido hábitos saludables para adquirir unos no tan sanos. Pero el cigarrillo lo mantenía a flote, con guantes especiales sobre sus dedos para evitar una explosión innecesaria. Vodka para quemar su lengua y dormir más rápido, era extraño considerar que una vez tuvo la cara limpia de vello facial. Hasta de cierta manera su cabello se había vuelto más oscuro, a un rubio oscuro. Con solo los rayos del sol haciéndolo lucir normal, debido al descuido de su dieta había ganado unos kilos demás. Agradecía tener genética de alfa puro, de otra forma todo lo que hubiera ganado sería grasa. Siete kilos de músculo lo hacían ver más animal, más distante de las personas como realmente quería que fuera. 

Aún así, trabajar para Enji era de cierta manera terapéutico, le permitía cosas que otras agencias no lo dejarían hacer ni por asomo, como golpear con más fuerza a los villanos que le parecían una molestia en el culo. Era agradable, sobretodo porque nadie quería acercarse a decirle que estaba mal. Shoto parecía ser el único que podía soportarlo, los demás no se tomaban el tiempo. Una molestia y Katsuki lo agradecía enormemente, no tenía tiempo para gilipolleces. 

—¿Qué mierda importa? Empapela al imbécil—ese día estaba más que cansado y la ayudante de Endeavor era una mujer muy nerviosa que con solo ver el rostro de Katsuki por el ascensor comenzaba a temblar. El alfa rubio la encontraba molesta, si no estaba acostumbrada a un hombre con carácter, qué mierda hacía trabajando para Endeavor.

—Pero, aún no tenemos todos los datos. Deberíamos esperar el análisis de inteligencia y así tomar una decisión—Katsuki, hastiado con la actitud débil de la beta de ojos azules, tomó sus granadas y las dejó encima del mostrador. Ella observó los ojos rojos, la espesa barba y el filo brillante de sus colmillos. Si ella pudiera ser sincera, desde que había comenzado a trabajar hace siete semanas con Endeavor, cada día parecía más una bestia salvaje. Cómo si Siberia lo hubiera cambiado lo suficiente para dejar de exudar virilidad y así vestir con elegancia la violencia. 

—Escúchame corbatitas de cuadritos, el imbécil mató a diez policías en dos días. Ayer amenazó a una niña de once años para hacerle cosas que tú nunca hubieras imaginado en tu puta vida detrás de este lindo escritorio, no necesitamos ningún análisis de inteligencia para saber que es un criminal de mierda. Haz algo útil y empapela su puto nombre para que no lo saquen de la cárcel en su jodida vida. No me hagas arrepentirme de ser amable contigo, ¿entendiste?—la mujer asintió casi sintiendo las lágrimas en sus ojos, al ver el leve asentimiento, Katsuki tomó sus cosas y se fue hasta la oficina de Endeavor. Tenía que seguir trabajando, el cansancio en su cuerpo no iba a llegar solo. 

Mientras iba subiendo sintió un aroma familiar que casi lo hizo dar la vuelta. Abrió la puerta del despacho y allí estaba ella, Rumi Usagiyama, sonriendo como si quisiera matar al mundo con sus frondosas piernas. A sus treinta y cuatro años lucía tan joven como en sus veintes, su aroma de Omega era molesto y más aún porque era evidente que estaba desafiando a Katsuki con solo mirarlo a la cara. 

—Me alegra que estés bien. Pero no debemos perder tiempo, Mirko está aquí para ayudarte con un caso importante, la policía no puede más con un alfa que secuestra jóvenes con particularidad de sanación—Katsuki dejó de escuchar la voz de Enji porque ella lo estaba viendo como si estuviera enojada con él, tratando de resolver el rompecabezas que significaba toda la actitud altiva y salvaje. Solo le tomó unos momentos descifrarlo antes de poner nuevamente toda su atención en el alfa de cincuenta años. Katsuki se sintió extraño en la oficina, tan grande que podría gritar y nadie podría oírlo. No le gustaba la idea de trabajar con ella porque sabía bien que era capaz de formular para hacerlo hablar. Y no quería un sermón; despejar su cabeza, para eso estaba sacrificando sus noches de descanso. No para oír sus palabras, que ya veía próximas a sus labios. No había otra razón de porqué ella estuviera en la oficina. Solo quería atormentarlo. 

Al finalizar, Enji le propuso ponerse más en perspectiva con el caso visitando una víctima pasada que había logrado escapar de las garras del hombre. Salieron de la oficina y en silencio se dirigieron al ascensor, el clima entre ambos eran tan pesado que más de una persona cubrió su nariz en señal de hastío y molestia. Se cerraron las puertas y Rumi sacó de su cinturón una bola de chicle, Katsuki pudo sentir su párpado temblar ante el sonido de su boca. Era irritante solo pensar en que tendría que trabajar con ella durante unos días, y si el caso se complicaba, semanas. Agónicas semanas. Las puertas nuevamente se abrieron de par en par y el vestíbulo principal del edificio los recibió. El lugar era elegante y a veces se podía oír la melodía de un violín calmante para los visitantes. Katsuki hallaba el lugar agradable, sin ruidos molestos. Hasta ahora, que solo deseaba huir de su presencia. No era tan afortunado. Al salir, la noche nocturna de Tokio los recibió. Finales de enero no era precisamente una estación agradable, se ramificaba hasta lo huesos el frío. Las explosiones dolían más, pero no tanto como lo hicieron en Siberia. Solo dios sabía cómo había odiado esos veinte grados bajo cero. Nunca el frío había sido devoto de su confianza, solo lo hacía por Izuku. Y dios, lo extrañaba como un infierno. Sus pecas, su sonrisa, sus comentarios sobre la comida que hacía, sus manos... Absolutamente todo. Y ya ni siquiera podía saber si él realmente seguía ahí, en sueños todo era tan real. Su tacto amoroso y todo, pero despertar con el anochecer, listo para trabajar era el real problema. Casi una tortura. 

—Realmente el ruso te dejo marcando ocupado—Rumi entonó mientras iban caminando hasta la casa de la víctima, que no quedaba muy lejos del centro. Katsuki se dió media vuelta, el cuello de su traje de invierno tocaba su barba. El frío casi ni entraba gracias a ello pero en ese momento sintió uno recorrer su espalda. Hasta la espina, donde solo sus amantes habían tocado con pasión. 

—No sé a qué te refieres—Rumi lo tomó de la mano, fue fuerte su tacto. Ni los guantes lo podían salvar de su fuerza casi animal. Lo llevó a un callejón, oscuro con un desagradable olor a humedad. Katsuki frunció su nariz y entonces la vio, acercarse para darle un beso. Fue un movimiento rápido pero alcanzó a correr el rostro, no. No podía hacerlo, su cuerpo y mente no deseaban a nadie más que Izuku. Quizás era porque recién habían pasado dos meses, quizás más adelante sería diferente mas ahora no. Le dolía decirlo, pero enamorarse era una mierda. Nadie podría siquiera alcanzar los talones de Izuku en ese sentido, ni siquiera ella, su primera vez. Rumi sonrió, satisfecha por corroborar su punto. 

—A esto me refiero, estás disperso. Actúas violento y más ágil que antes hasta el punto de rozar lo suicida. He visto tus explosiones últimamente, son más fuertes que antes pero más retenidas en otros aspectos. Cambiaste, y lo hiciste cuando el Sparrow llegó a Japón. Pero esto empeoró mucho más cuando volviste de Rusia, sin olor, sin sentimientos... Como si te hubieran roto el jodido corazón—Katsuki selló sus labios, si. Ella tenía razón, habían roto su confianza con mentiras y omisiones pero más que eso, se había enamorado de un gorrión que nunca podría hacer lo mismo. Creía firmemente que él estaría en Moscú o en alguna parte del mundo trabajando, seduciendo hombres y mujeres a diestra y siniestra, con esos lindos ojos y labios que lo habían besado con tanto ahínco... Joder, le dolía el estómago de una manera horrible solo pensar que otra persona podría estarlo tocando. Estaba celoso, tanto que se hundía en su jornada de trabajo para olvidar el profundo dolor. Pero, no podía hacer nada. Si Izuku había hecho aquello, de mentirle y quedarse el Rusia... Quizás era mejor así. Ambos en sus caminos respectivos—. Te enamoraste, ¿no es así?

—¿Qué sabes tú de amor?—Katsuki se apoyó en contra de la pared, mirándola fijamente. Quería estar a la defensiva—. Solo coges y ya, nunca dejas a nadie entrar.

—Yo sé mucho sobre amor, sobretodo no correspondido. Con solo decir que una vez, una niña hermosa vió en la televisión un héroe tan destellante que deseó ser como él. Estar en su piel, volverse su compañera. Trabajó duro, con todas sus fuerzas y se convirtió en heroína. Una de las mejores debido a su buena condición física, pero este hombre nunca la amaría, él estaba enfocado en ser el mejor... Ella se rindió, hizo lo mismo y se enfocó en su vida de heroína. Pocos años después se dió cuenta que este hombre ahora estaba con otra persona. Un Omega levemente menor que ella, entonces se dió cuenta que si hubiera luchado un poco por él... Las cosas hubieran sido diferentes—Katsuki podía verlo, la admiración que llevaba en los ojos cada vez que veía a Endeavor y el extraño dolor que sus ojos hallaban cuando lo contemplaba junto a Hawks. Era desesperante saber que no era la única persona que estaba sufriendo por amor, y ella llevaba años así. 

—¿Alguna vez dejó de doler?—Rumi dejó caer su vista hasta el suelo. Sus patas de conejo sentían un poco de frío, su traje de invierno más arropado era cómodo pero sus patas seguían estando expuestas. Cómo su corazón cada vez que pensaba en lo mucho que hubiera deseado ser Hawks en su momento. 

—No, solo te acostumbras a sentirlo. No creo que alguna vez algo deje de doler. Empiezas a follar con medio mundo pensando que podría dejar de doler un poco... Nunca es así. Es disfrutable en su momento pero te aburres, porque nadie es él—Katsuki ya lo veía, viejo y solo en una casa con paredes secas que lo verían morir llorándole al Omega que nunca dejó ir de su corazón. 

—La verdad, no eres muy buena dando consejos. 

—Como sea, no te rindas, ese es mi consejo, aún puede ser que no sea tarde—después de esas palabras, comenzó a caminar masticando con más fuerza el chicle en su boca. Katsuki se quedó unos momentos ahí antes de seguirla. 

"Cómo si fuera tan fácil".

Pensó mientras iban a visitar a la víctima. No era capaz de volver a la vida de Izuku y decir todo lo que pasaba por su cabeza al cerrar los ojos. No creía ser lo suficientemente fuerte para estar preparado y ver cómo el otro estaba, no quería sorpresas. Era mejor quedarse con el dolor de la duda que agrandarlo con una realidad aún peor. 

...

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