Capítulo XXVI:|for him.|
Un alma gemela es alguien que llevas contigo para siempre. No es algo que olvidas por dolor, se queda ahí… Hasta el último aliento.
…
Fue frío, como la nieve que los rodeaba en esa cruda nevada. Quizás Katsuki lo aceptó en el momento dónde dejó entrar en su corazón a un Sparrow, a un pajarito que nunca podría entender con sus acciones. Porque cada día era una sorpresa emocional, aún así, eso no significaba que doliera menos ver en sus ojos verdes el arrepentimiento, el dolor, la angustia y la culpa por haberle mentido. Hubiera deseado que las cosas fueran diferentes, que sus vidas no fueran tan diversas para hallarse. Pero Izuku nunca estuvo realmente ahí, todo para él fue una experiencia nueva que lo hizo más humano. Que lo convirtió en una persona que ahora sentía las consecuencias de sus propias acciones. Era frío porque muy en el fondo, cuando llegó a Rusia y vió reflejado en sus labios la palabra perdón, lo entendió. Las palabras de Serik eran reales, nunca podría hacer feliz a pajarito en una jaula, aunque esta fuera cómoda y amorosa con su piel. Izuku era libre hasta en el más profundo amor. Guardó silencio, las luces de la balizas se reflejaron en el suelo húmedo bajo sus pies. Bajos sus botas que no eran lo suficientemente gruesas para evitar el paso del frío. Izuku vió las camionetas acercarse, y trató de dar un paso al frente para ver a su alfa a los ojos. Pero los rojos no volvieron a verlo en su dirección nunca más en esa noche. Viktor llegó con policías, forenses y médicos. Todos para asegurar sus vidas y que los Sparrows con los prime estuvieran bajo tierra para siempre.
Mientras recibían atención médica, el ex Sparrow trató de buscar las palabras de disculpa en su interior pero no halló nada. Solo una profunda desolación que amenazaba con consumir todo, su lazo ardía pero era normal considerando que su alfa estaba confuso en un sentimiento que nunca debió existir. Lo sabía, desde que Lilia le pidió ir a Japón para saber quién era el asesino, que sería difícil. Entendía que cuando estuvo con Katsuki en su departamento, después de que se enteró que Will, el caníbal inglés, estaba buscándolo, él sería su peor moneda de cambio. Sin embargo, de cierta manera estaba feliz. Habían sobrevivido, podía vivir pensando que no le había quitado su vida. Que, tal vez, algún día entendería lo que hizo al recurrir a la ayuda de Viktor Gólubev. No imploraba perdón, sabía que no se lo merecía. Solo esperaba que su herida no fuera lo suficientemente profunda para dejar marca.
Cuando llegaron a Novosibirsk, se separaron. Izuku pudo sentir el tirón en su pecho cuando Katsuki se fue a las oficinas de la interpol para dar declaración de lo que había ocurrido en Stolby. Sabía que después de esa declaración, él volvería a Japón en el jet privado de Enji. No tenía dudas, y cuando se subió al tren en dirección a Moscú con Viktor y Eri, se aseguró de ello. Katsuki dejó Moscú tres días antes de finalizar Noviembre. Sin despedirse, sin decirle nada a su Omega. Solo frío en su rostro y lazo.
"Me odia, y no lo culparía si decide hacerlo para siempre."
Fue lo único que pensó al bajar del tren con una niña en los brazos. Ese día los de la interpol se llevaron a Eri a un hogar de protección de testigos dónde le borraron los recuerdos de los sucesos en la instalaciones rusas, el gobierno ruso y japonés discutirían su situación pero por el momento se quedaría bajo custodia rusa, en un programa seguro y sano para la salud mental de la pequeña. Izuku no debería aceptarlo pero quería saber desde las distancias sobre la situación de ella, sobre su vida y desarrollo alrededor del trauma, después de todo le salvó de una muerte casi segura. Era lo mínimo que sentía debía hacer.
Al despedirse de la niña, las instalaciones de la interpol lo recibieron como una especie de héroe, Lilia no se lo había dicho pero hace años que los Sparrows estaban en una fase decisiva sobre su rumbo como organización dependiente. El gobierno ruso creía que la fusión de la interpol con la inteligencia rusa sería casi igual a los Sparrows, con una única diferencia que sería un reclutamiento voluntario y menos costoso. No niños nacidos en castillos fríos para servirle en las sombras a un país en ascendencia. Izuku estaba un poco sorprendido, esperaba más resistencia por parte de los uniformados pero la gran mayoría de ellos estaban admirados porque fuera un Omega el único sobreviviente de la masacre roja. Incluso, cuando le preguntaron sobre sus padres biológicos, le sorprendió saber que ellos estaban negociando con seguridad nacional sobre su vida y estadía en el país. Todo… Era tan fácil que le admiraba saber que su corazón estaba en vilo. Esperando algo sin entender realmente qué. Sabía que tenía que deshacerse de la marca, que aún podía compartir sensaciones con Katsuki. No quería sentir su odio, su dolor y mucho menos otra persona en sus brazos. Aunque era bastante probable que fuera así. Simple, no quería saber si seguía adelante sin él.
Viktor Gólubev le enseñó todo lo que había a su nombre. Le respetaron su lujoso apartamento en el centro de Moscú, incluso la fortuna que hizo trabajando para los Sparrows. Izuku pensaba que cuando accediera a ser un agente de la interpol, sería mandando a cualquier país, excepto su natal Rusia. No fue así, Viktor le confesó que trabajaría en las oficinas entregando testimonios sobre todos los trabajos que había hecho durante su vida. De lo que se acordara. Además de ello, tendría que revisar los archivos que había sacado de la base rusa en Siberia y hacer informes sobre cada suceso. Todo, durante un año antes de ganar la confianza suficiente de las autoridades rusas para ser enviado a campo como recurso ruso. Izuku hubiera deseado estar en otro país, Moscú ya no le parecía su hogar. Aunque, realmente nunca lo fue.
—Entiendo que esto podría parecer extraño, te estamos pidiendo que seas básicamente un secretario después de todo lo bueno que has hecho por el país, pero el presidente y las autoridades están ansiosas. Los Sparrows nos han dado mucho honor, eso nadie lo podría discutir… No obstante, los recientes acontecimientos han opacado su renombre. Los países extranjeros están pidiendo recompensas ante la ONU sobre este suceso—Viktor era un hombre demasiado flexible. Izuku aún recordaba cuando había trabajado para él hace unos años, cuando salvó a su hermana de un balazo certero. Una misión arriesgada con terroristas, un Izuku más joven se dió cuenta de que el trato con ellos no era viable. Millones estaban en juego, Viktor siempre estaría agradecido por lo que ocurrió. Por eso deseaba que el pequeño gorrión que le recordaba a su empoderada hermana tuviera un pequeño descanso. Que trabajara para él de forma tranquila e íntegra, sin jugarse la vida. No lo decía directamente porque no deseaba perder el respeto de su persona.
—Entiendo, ¿cuándo me darán mi horario y uniforme? Quiero empezar desde ya, quiero mantener mi cabeza en algo—Izuku sacó un cigarrillo, inmediatamente después lo arrugó. El aroma del cigarrillo le recordaba su cama, la cama que compartía día y noche con Katsuki.
—Claro, te haremos un exámen psicológico uno de estos días para saber si necesitas terapia. Aquí está tu contrato, puedes leerlo si lo deseas, y en cuanto al uniforme puede ser un traje formal. Siempre y cuando estés cómodo con ello—Izuku tomó el contrato, lo leyó con cuidado. Siempre lo hacía, no quería meterse en más problemas por cosas evitables. Al finalizar, lo firmó. Un año en la oficina, con una paga bastante buena considerando que no se jugaría su vida haciéndolo. Tendría su propia oficina, pequeña pero con una gran y hermosa ventana que daba al centro internacional de negocios de Moscú.
Al acabar de hablar con Viktor, fue directamente ahí. Su primer día en Moscú y poseía las mejores vistas a la zona más increíble de la ciudad. Donde podía verlo todo, incluso las oscuras agua del río Moscova. En su piel lo sentía como su hogar, el lugar al cual pertenecía por defecto. En su corazón… Anhelaba el bosque lleno de cigarras y el sonido del tren en las lejanías, acompañado de una luna hermosa. Se acercó al ventanal, tocando el grueso vidrio que lo separaba de la muerte. Su corazón no dolía pero la ausencia del mismo dolor le dijo que Katsuki había rechazado las sensaciones del vínculo que él mismo había hecho con tanto amor y premura. Tenía que cortar el lazo, podía imaginar el dolor del alfa. Si tan solo hubiera visto sus ojos antes de que se fuera a Tokio… Negó, ahora estaba de nuevo en su ciudad, con un trabajo tranquilo. Katsuki viviría su vida en Japón como debía ser, libre y ejerciendo lo que mejor sabía hacer. Ser un héroe.
—Umm, disculpa que te moleste pero el superior Viktor me dijo que te gustaría escuchar esto—una beta de quizás unos veinte años golpeó su puerta, tenía una grabadora en la mano con una cinta y unos auriculares.
—¿Qué es?—Izuku se acercó, vio el formato de la cinta y sus manos temblaron antes de ver el nombre en ella.
—Es la copia de la interpol sobre el interrogatorio al héroe japonés, Katsuki Bakugō—la chica, con su cabello que se asemejaba al tinte de una zanahoria, le sonrió—. Me llamo Annie, por si desea algo, yo siempre estaré en la oficina de la izquierda.
—Gracias—recibió la grabadora en sus manos y se sentó en el sillón cercano a su escritorio. Annie se marchó para darle privacidad, si era sincero no quería oír nada. Sabía que las palabras de Katsuki serían afiladas hacia su persona. Pero también deseaba saber lo que tenía que decir, las sensaciones en el tono de su voz. Suspiró y se puso los auriculares, comenzó a escuchar la cinta. El perfecto inglés de Katsuki resonó en toda la entrevista. Los agentes rusos le hicieron preguntas sobre las instalaciones de Siberia, sobre cómo había obtenido información y las facilidades con los implementos. La ayuda extranjera y lo que había ocurrido en Japón con los prime de Chisaki, todo el interrogatorio fue fluido hasta que le preguntaron por él, por Izuku. El tono parcial y casi normal de Katsuki cambió.
—Tenemos entendido, que usted y el ex Sparrow Midoriya tuvieron una relación más allá de socios. ¿No es así?—Katsuki guardó silencio por más de un minuto, Izuku se mordió las uñas mientras esperaba su respuesta.
—¿Es relevante el tipo de relación que mantuve con él?—Izuku pudo sentir el pinchazo en su voz, la molestia al nombrarlo.
—Toda la información es relevante para acabar con la investigación, señor Bakugō—esperó, el alfa se tomó su tiempo para responder, quizás estaba tratando de hallar palabras adecuadas.
—Sí, mantuvimos una relación extraña. Estábamos asustados de lo que pudiera pasar aquí, era normal desarrollar sentimientos superficiales.
—La marca en el cuello del agente Midoriya… ¿También fue un acto superficial de su parte?—Katsuki casi se ahogó en su palabras, Izuku se mantuvo expectante recordando esa noche donde le rogó por la marca. Por la sensación en sus venas al verlo sobre su cuerpo, decidido a tomarlo todo. Hasta la profundidad de su alma.
—No, la marca creo que en su momento fue real. Aunque, ¿qué es realmente eterno al lado de un Sparrow? ¿O real? Ahora todo eso parece un montón de mentiras entre sueños—le dolió, fue como una puñalada en su estómago. Quizá no tanto por sus palabras sino por el tono, con un poco de ira en ello. Tal vez si hubiera visto sus ojos antes de irse, no habría soportado la ira en ellos. Un sentimiento tan destructivo que podría haberlo roto hasta el fondo. Honestamente lo entendía, cada sentimiento de su alfa era válido. Nunca le dió las respuestas y mucho menos las justificaciones.
—No lo sabemos, señor Bakugō. ¿Usted qué piensa?—en ese momento solo hablaron sus sentimientos difusos, nublando cada raciocinio. Era el dolor y la ira en su corazón hablando por él.
—Fuí usado para conveniencia, no creo que haya sido real lo que viví a su lado. Fingió estar involucrado emocionalmente conmigo para obtener lo que deseaba… Siempre fue así.
Izuku dejó caer las lágrimas, su estómago dolió pero lo ignoró. Unas cuantas gotas de sangre mancharon su ropa, la marca estaba ardiendo con tanto ímpetu que su cabeza también lo hacía. No se quitó los audífonos, siguió escuchando su tono. La respiración entrando y saliendo de sus pulmones, todo era tan surrealista.
—¿Fue forzado de alguna manera a ayudar al gobierno ruso?—Izuku dejó de respirar.
—No, nada de lo que hice fue forzado. Todo fue consensuado. Lo hice por él. Por el agente Midoriya.
Izuku observó sus manos, y recordó los breves momentos donde todo se perdió. En el momento dónde le envió un mensaje a Viktor... Pero si no hubiera entregado su alma al gobierno ruso, estarían huyendo de la justicia en todos los países del mundo. Olvidando todo, dejando atrás una vida normal. Habrían fingido sus muertes y cómo estarían… ¿Igual que sus padres? Nunca estableciendo un hogar, temores al dormir por culpa de un asesino buscándolos. Izuku no quería eso para Katsuki, no lo querría para nadie porque sabía lo que era huir de todos lados; de una propia piel. Los años habrían provocado rupturas en sus vidas y no deseaba odiar al hombre que le había dado humanidad a cambio de nada. Nunca se lo perdonaría a sí mismo. El interrogatorio siguió sonando en los auriculares, sin darle un descanso a su corazón.
—¿Tiene constancia que la marca que le proporcionó sobre la glándula del cuello será removida bajo un proceso quirúrgico y hormonal?—Katsuki guardó silencio, más del suficiente. Izuku podía oír el rechinar de sus dientes.
—No, no sabía que se podía hacer eso... ¿Tenemos que seguir hablando de ésto?—estaba exasperado, quería huir luego del país ruso. Su lazo estaba ardiendo.
—No, eso es todo por nuestra parte. Agradecemos profundamente la ayuda que le ha dado al agente Midoriya para acabar con la fraudulenta organización independiente llamada Los Sparrows. Puede irse de Rusia cuando usted desee, es libre de hacerlo—la frialdad en las palabras de los agentes de la interpol hicieron que Katsuki tragara duro.
—¿Qué ocurrirá con él? ¿Con el agente Midoriya? ¿Qué harán con él?—Izuku poseyó una breve esperanza pero un segundo después la perdió, era normal. Una marca lo obligaba a preocuparse. No era real.
—Eso es información clasificada, el estado del agente Midoriya es confidencialidad del gobierno ruso. Agradecemos su aporte en esta entrevista. Puede retirarse...—Izuku se quitó lo auriculares. La cinta se detuvo y los auriculares pesaron en sus manos. Lo había arruinado todo pero era lo mejor. No existía otra forma de haberlo hecho. Era lo mejor para ambos. Tomar sus propios rumbos.
…
Viktor observó los expedientes de Izuku, las fotografías del pasado, su coqueteo con el abuso y las drogas recetadas por los Sparrows para tratar sus traumas. Se preocupaba por el muchacho, después de todo había salvado a su hermana hace años. Él más que nadie merecía el universo a sus pies, sabía lo que era capaz de hacer. Solo necesitaba tiempo para sanar, para hallar su mejor formar. Y el ruso, creía firmemente que Izuku era mucho más importante que todo lo demás. Nunca tuvo hijos, no deseaba la sexualidad ni el amor pero… Cuando veía los ojos verdes llenos de ira y dolor, desearía ayudarlo. Nunca le iba a decir pero intervino para que él fuera tratado mejor, porque la mayoría de los rusos lo querían muerto. Fugitivo en el peor de los casos. Gólubev fue el único que entendía el potencial de Izuku. Iba a sanarlo, darle todos los insumos para que hallará su mejor forma y de ahí… Soltar a la bestia de la perfección que habitaba en su interior, no de una forma sádica como Lilia lo amaba, sino de una forma sana.
El gobierno no lo entendía aún, pero Izuku era el mejor. Incluso siendo bueno, siendo el primer héroe de Rusia.
...
La ventisca de Japón lo hizo reflexionar sobre sus expectativas. Pensó que Izuku era honesto con él, con sus palabras, con sus planes, con su futuro, con su vida. No estaba en su destino que fuera así, le dolía mucho darse cuenta que podía sentir su glándula arder. La mayoría de las veces pensaba que sería la última vez que lo sentiría, que la próxima vez no habría nada. Quizás era un pensamiento tóxico pero sentir algo le decía que el Omega aún no lo había abandonado. Que a pesar de los kilómetros entre ellos, aún podían compartir algo. Bajó del avión con su maleta de mano y Todoroki lo recibió con Inasa. La primera mirada de Shoto fue miedo, quizás muy en el interior de su corazón temía por la vida del Omega. Katsuki se quedó en su puesto, casi pensando cómo moverse, obligándose a sí a hacerlo para no quedarse ahí. Pegado al suelo del aeropuerto.
—¿Qué ocurrió—Shoto pudo leer en su expresión el dolor, tragó duro y se acercó para consolarlo—. Lo siento tanto, si hubiera sabido habría ido sin dudarlo para ayudarlos.
Inasa mantuvo su silencio, casi entendiendo el dolor que podría sentir en ese momento el alfa. No podía imaginar una vida sin Shoto ahí, rondando alrededor como una mariposa errante. Entre sus brazos, en la cama, en la vida y sus día. Era imposible. Se acercó, detrás de su destinado y levantó la mirada para ver el rojo en sus ojos. Si pudiera clasificar su mirada, sería la de un miserable que había visto la muerte a los ojos. Sin parpadear. Katsuki suspiró, caminó al lado de Shoto y fue a buscar sus maletas.
—No te preocupes, dulce de navidad. Solo me dejó, cumplió su sueño de ser el mejor de su puto país. No hay nada que lamentar—Shoto vió como se marchaba. Se abstuvo de preguntar algo más, parecía que necesitaba descansar y pensar.
Katsuki aceptó que lo llevarán a su departamento, quería dormir y olvidar por un momento que tenía una pesadez en su cabeza y pecho. Ni hablar del pinchazo en su cuello, donde debería estar la marca de su Omega… Pensarlo de esa manera se sentía tan extraño. Cuando llegó a su departamento, su celular tenía millones de mensajes de su madre. No quería atender ninguno de ellos, quería descansar y dejar de imaginar. Ni siquiera se baño, tampoco alcanzó a llegar a la cama, se desplomó en el sillón principal. El lugar olía bien, a limpio gracias al aire acondicionado, pero si cerraba los ojos y concentraba sus sentidos, podía ser capaz de oler la esencia a petrico en los muebles. En los cojines que estaban acomodados su cabeza, de alguna manera el aroma solo lo hacía sentirse más expuesto. No le molestaba, solo lo hacía sentirse cansado…
Dolido, recordando.
A Izuku le gustaban mucho las frutillas, Japón poseía dos épocas de frutillas al año. Una en invierno y la otra en verano, el ruso pudo aprovechar las del verano. A Katsuki le gustaba hacerle panqueques con ellas, frescas y recién compradas del mercado. Parecía agradarle más que el sabor agrio del saque en su garganta, le costó aceptar que quería verlo todos los días ahí. Diciéndole lo mucho que le gustaba su comida y su intento de comida rusa, Katsuki solo quería que se sintiera bien. Que fuera feliz. Ser su héroe. También disfrutaba mucho del mochi y las delicias dulces, aún así… Por alguna razón siempre ignoró la sensación que le daba su presencia en su hogar. Cómo si un día solo se fuera para siempre, las mentiras lo habían confirmado y el perdón en sus labios esa noche antes del ataque a la base de Siberia lo hizo real. Ahora estaba mirando desde el sillón una cocina vacía, no quería comer y lavar platos para una sola persona. Nunca se había dado cuenta antes pero estaba terriblemente solo, con Izuku ahí, sintiendo su lazo y las sensaciones de sus manos… Cometió el error de acostumbrarse a ese agradable calor familiar.
Recordó las palabras del agente de la interpol, podía deshacerse de la marca. ¿La había pedido por eso? ¿Por qué era fácil deshacerse de ella? ¿Siempre fue una pieza en su juego de ajedrez? Katsuki por una parte quería saber y por otra ya sabía la respuesta. "No puedes enjaular un ave que siempre fue libre, nadie ama las cadenas". Le empezó a doler la cabeza, iba a ser un diciembre de mierda y lo peor de todo… Es que no podía odiarlo ni por un segundo. Estaba dolido, tenía ira en su interior pero nunca fue para él, solo quería dañarse a sí mismo a través de palabras para dejarlo ir. No era tan fácil, nunca había sido fácil.
"Quizás es así porque lo amas, porque nunca habías amado a alguien hasta que te diste cuenta que no estaban sincronizados. Solo orbitando uno a otro, sin realmente colisionar".
Tal vez era verdad, no estaban diseñados para estar juntos, para vivir una vida acompañados. Sonrió por la ironía, Denki había sufrido por él durante años… Ahora el karma le decía hola.
—Maldito karma, te odio—se encogió en el sillón, apretó uno de los cojines y cerró los ojos. Quería dormir, olvidarlo todo y despertar en los brazos de su Omega.
...
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