Capítulo XXV:|Serenade|

Sin hablar, sin expresarse. El corazón está enjaulado en un hogar de lujos, el niño llora pero papá no puede escucharlo. Es imposible hacerlo, él no está ahí. 

...

Fue un parpadeo para Izuku, todo lo que ocurrió en Rusia fue un doloroso y mínimo parpadeo de su vida. Llegaron al aeropuerto internacional de Novosibirsk—Tolmachevo en el jet privado de Enji, y lo demás fue un largo viaje de doce horas a Stolby. Una reserva natural que el gobierno ruso le había dado a los Sparrows en el pasado para sus experimentos biológicos, para desarrollar el suero prime en sus primeras etapas hace más de una década. Cada segundo era menos que el anterior y en cada momento se sentía más confuso, estaba ahí con Katsuki, hablaban de la misión pero no se sentía él mismo. Cómo si otra persona igual a él estuviera tomando sus decisiones, como si alguien más leyera su vida delante de sus ojos sin poder cambiar nada aunque quisiera hacerlo. Era un espectador, era su historia sin realmente sentirla así. Veía todo y nada se sentía familiar, ni siquiera el frío que percibía en su nariz al dejar caer la nieve. Ni los parajes blancos e interminables que solían adornar su vida desde pequeño, estaba viviendo algo que no podía asimilar como suyo. Era terrible. Y aún así, la segunda noche fue una cama en un hotel barato de camino a la reversa. 

Sábanas baratas contra su cuerpo, tormenta con truenos resonando al exterior, una cama que sonaba chirriante cada vez que se encontraba con su cuerpo, oscuridad y su boca consumiendolo con placer todo, su piel, su sudor, el aroma de su perfume físico, sus palabras, la sensación de sus manos sobre todo su cuerpo, su pecho palpitando, quemando hasta ebullir en placer. Quería mucho más que eso, quería quedarse a su lado pero era un hombre de palabra y ya le había estrechado la mano a Viktor por la libertad de Katsuki. No era algo de lo cual arrepentirse, no existía la negociación en su decisión. Esa mañana, antes de llegar a la base militar, se besaron apasionadamente antes de salir. En los labios del alfa había un deje de tristeza que no podía entender. En ese momento tocó su mejilla, con cariño y casi al borde de las lágrimas susurró contra sus labios:

—Si somos soulmates, ¿por qué duele tanto?—Izuku quedó mudo, no pudo responderle porque un segundo después salieron de la habitación. Enfrentando el destino que ellos mismos habían decidido para sí mismos.

Se fueron en un automóvil blanco para no hacer contraste en el paraje, las calles parecían llorar pero Izuku estaba listo para hacer lo necesario y salvar del destino cruel a Katsuki. Solo el ruido del motor los acompañó en ese viaje lleno de arces, abetos y pinos viejos. Todos llenos de nieve, con la fauna aullando en la distancia. Sostuvo su aliento muchas veces por culpa del movimiento, de su propio corazón que golpeaba errático su pecho. Miedo en sus venas, colándose entre sus dedos y haciéndolos temblar hasta el punto que solo las dejó entre sus muslos para que no fuera evidente a los ojos rojos. No era frío, no era nerviosismo, solo temor. El temor de perderlo en todos los escenarios posibles que se había imaginado antes de pisar suelo ruso. Uno donde Lilia lo mataba para convertirlo en una máquina de guerra, en un soldado que fuera fácil de manipular. Otro donde Katsuki moría por una bala en la cabeza... Había imaginado tantas muertes y todas ellas producían un ruido enorme en su cabeza, como explosiones que solo lo volvían sordo, ciego y mudo. Odiaba la sensación más que a nada, odiaba ser tan débil en la antesala de algo tan importante. Llegaron en dos horas al lugar, caminaron un poco entre montañas porque la base militar estaba bajo tierra entre dos especies de montañas hechas artificialmente, ambas cubiertas de un blanco invierno. El sitio era de cierta manera impenetrable pero su servicio de entregas tenía una falla, una compuerta que no cerraba tan rápido. Necesitaban una distracción, Katsuki ya sabía que hacer. Le entregó a Izuku el arma que le había mostrado en Japón.

—Crea una distracción, cuando salgan los soldados centinelas, la compuerta principal se abrirá y solo tendremos medio minutos. Es matar o morir, ¿entendiste?—Izuku tembló, todo a su alrededor era una pesadilla. De esas que solía vivir en Japón cuando no podía dormir por culpa de la angustia, no quería hacerlo pero de igual manera asintió.

Katsuki en su perfecto traje negro, cubrió su cabeza con el casco que su maestro le había dado. Izuku se movió, pensando que en cualquier momento Lilia podría salir con su ejército de primes pero no podía dudar, la vida de su alfa estaba en vilo de las decisiones de su cuerpo. Se escondió detrás de una piedra y apuntó justamente en el intercomunicador. La bala impactó el pequeño dispositivo de reconocimiento facial y cinco segundos después, la explosión se formó. Despertando sus sentidos. Todo fue como un baile de medianoche. Los soldados salieron con sus armas, Katsuki desde la distancia les enviaba explosiones localizada y específicas para matarlos en menos de un segundo. Izuku quedó asombrado con la cantidad de corazones calcinados bajo el poder de su alfa. Eso lo alimento, podían ganar. Podían salir con vida de ahí. La compuerta comenzó a cerrarse y ambos corrieron, a la par de la nieve que estaba comenzando a caer. Cuerpos cayeron bajo su balas, y al hacerlo, ellos se deslizaron dentro del infierno de muchas personas. 

El olor a sangre y feromonas de sufrimiento llenaba el búnker subterráneo. 

Izuku sintió los olores en su nariz, acariciando con furia sus sentidos. Sostuvo su estómago con fuerza pero le fue inevitable, vomitó con dolor sobre el metal frío. Katsuki lo observó preocupado por el sonido que produjo, similar al de una presa herida. 

—Das vergüenza—el sonido de Lilia en la distancia lo hizo darse vuelta, Katsuki no podía entender lo que decían porque estaba hablando en ruso, pero Izuku estaba atento a todo lo que ella hacía. Incluso su cabeza era un lío insoportable de ecos interminables—. ¿Te dejaste marcar? Nunca lo hubieras hecho en tus cinco sentidos. ¿Qué cambió? ¿Lo hizo a la fuerza? ¿Te violo? ¿Estás bajo su voz?

Lilia apuntó a Katsuki, Izuku se movió tan rápido que su cabeza osciló en dolor pero no le importaba. Cubrió con su cuerpo a Katsuki, casi odiando las ganas que tenía de vomitar a sus pies. 

—¿Qué ocurre si te digo que me enamoré de mi misión, de un alfa japonés? ¿Me matarías solo por ello? ¿Por amor?—Lilia ante la última palabra echó fuego por la boca, era imposible. 

—¡El amor no existe! ¡Es solo una mierda que convierte a mis mejores agentes en miserias débiles!—disparó, Izuku empujó a Katsuki pero fue muy lento, la bala se acomodó con rudeza en su brazo derecho. 

—¡Izuku!—Katsuki apuntó a Lilia, la explosión resonó en todo el lugar. La alfa rusa no esperaba una reacción tan rápida del japonés pero el lazo estaba retroalimentando su preocupación, su dolor. Fue aterrador el sonido del grito, como luchaba a gritos por su Omega. Izuku estaba en el suelo sin poder moverse bien porque le ardía, le dolía el brazo como nunca. Ni siquiera su pecho se sentía de esa forma cuando sobrevivió de milagro por una puñalada en el corazón. Antes estar solo lo había vuelto un ser insensible que solo se dejaba envolver por el poder, el amor que fluyó en esos segundos por su lazo era tan sofocante que su garganta se apretó. Intentó moverse para hacer algo pero cuando lo hizo solo pudo ver una fila de primes, a sus espaldas y esperando indicaciones de Lilia. Ella claramente estaba jugando con Katsuki, como le sonreía y esquivaba sus explosiones más ágiles. Era un juego de poder y Katsuki era el ratón. 

Con el dolor entre sus dientes, usó un trozo de tela para formar un torniquete en su brazo herido, justo sobre la bala, con eso debería bastar por el momento. Lilia estaba distraída, así que con su mano izquierda apuntó con el arma justo al prime que más miedo le daba, un hombre de más de dos metros que poseía manos de metal. Fue justo en su pecho, el balazo rompió la pelea y antes de que Lilia pudiera reírse por su intento de daño, la explosión de la bala se formó destruyendo completamente al prime. Los otros a su lado no se movieron, inmóviles en su puesto, con el rostro en una expresión tan nula que la parca se sentiría celosa de su ausencia de vida. Izuku no esperó más y disparó desesperadamente, doce explosiones consecutivas que destruyeron a la fila de primes. Katsuki retrocedió porque Lilia quedó estática, con la mirada en la carne disuelta en el piso. El olor a muerte estaba mareando a Izuku pero debía soportarlo, mantenerse firme era crucial. Se formó un silencio incómodo, Lilia tomando entre sus manos la carne y Katsuki verificando el estado de su Omega. 

—¿Qué has hecho? ¿Por qué les haces daño a mis bebés?—el tono de su voz era discreto en la cordura, la locura que emanaba su tono de voz se sentía tan extraño en ella. Izuku estaba acostumbrado a ver una mujer imparable, invencible en el más crudo invierno. Una mujer que había sido forjada por años de preparación y misiones, alguien que nunca perdería la mente en algo. Pensó mal, porque también se dijo a sí mismo que no caería por ningún alfa y ahora estaba en los brazos de un hombre que lo había marcado hace semanas... Las personas definitivamente cambiaban y Lilia era una de ellas—. Lo hiciste con Serik, atravesaste su cabeza como un animal de caza. Estaba huyendo para decirnos lo que era evidente, pero fuí ciega. Sorda en el sentido más burdo. ¡Cómo no me dí cuenta! ¡Eres un traidor, nos vendiste por una polla traidora! ¡Cientos de años para que tú nos vendieras igual que tus padres—Lilia se puso de pie, la locura en sus ojos era tan perceptible que el verde se veía consumido por la ira y el dolor—. ¡¡¡Debí dejar que te comieran los lobos, debí dejar que te convirtieras en polvo!!!

Izuku sintió el ruido de los primes acercándose, decenas de ellos acercándose como depredadores detrás de sus presas. Izuku pensó que sabía lo que era el miedo hasta que vio como Lilia les decía a todos ellos que fueran uno a uno tras Katsuki y él. En ese momento, en ese parpadeo cuando su alfa comenzó a pelear y perdió el casco naranja por un golpe... Fue que despertó de la ilusión, tomó el arma con ambas manos, temblando y disparó contra ellos. Contra compañeros que en algún momento vio, que admiró. El abismo de su alma lo consumió y solo sonrió, las explosiones se hicieron un eco constante mientras Lilia asombrada se reía de la situación, los primes fueron tras ellos para matarlos pero solo Izuku estaba listo para entregar su vida en ello. Los cargadores del arma cayeron como piedra, Katsuki explotó cabezas mientras cuerpos caían inertes al suelo. Izuku hubiera deseado estar cuerdo pero no, solo apuntó sin siquiera pensarlo. Balas en los pechos hasta que se quedó sin ellas, no importaba nada. Tenía explosivos en su cinturón, con sus látigos fue atacando, la sangre caía por sus dedos pero en ese momento, solo importaba matar. Katsuki percibió en su nariz la sangre de su Omega en todas partes, Izuku no estaba siendo cuidadoso, estaba atacando de forma descuidada. Se distrajo un momento para verlo, los látigos atravesaban cabezas y él con una sonrisa en los labios dejaba explosivos en las bocas, forzandolas. Era un paraje desgarrador. 

—¿Lo ves, japonés inepto? Esa es su verdadera esencia, para la cual nació. Es un esclavo del dolor, daría su vida con tal de ganar. Y es así como debe ser, un Sparrow hecho y derecho—Katsuki vió a Lilia contenta, casi absorta al completo en lo que estaba ocurriendo. Su Omega estaba dando lo mejor de sí mismo hasta la entrega completa y ella lo veía como algo bueno. Tenía que detenerlo, tenía que hacer algo antes que un prime tomara su vida como una flor, quitando sus extremidades como si fueran pétalos. En un segundo, golpeó a Lilia como su maestro le habría sugerido hacerlo. Solo duró un segundo antes de arrojarse por completo dónde estaba Izuku, diez primes quedaban e Izuku estaba peleando con ellos como si fueran personas normales y no humanoides casi inmortales que podrían matarlo en un segundo... Uno de los primes tomó a Izuku como si fuera un trozo de papel, y arrojó lejos. Impactando su espalda contra una pared del bunker. El sonido sordo que hizo Izuku antes de expulsar sangre por su boca fue agrio. Lilia misma tomó con firmeza el control para detener a los prime...

Pero ellos ya no le hacían caso. 

—Les ordenó que se detengan. El invierno se acabó, soldados—usó las palabras clave pero ellos fueron tras Izuku, que solo miraba aterrado como su alfa intentaba detenerlos. Era imposible que su último aliento fuera asi, en frente del hombre que amaba, con las piernas sin fuerzas, heridas por todo su cuerpo y una marca sangrando hasta manchar su perfecto traje. Era imposible que saliera con vida, sus ojos se llenaron con lágrimas y solo se enfocó en su alfa. Casi tan fácil como tocar con su mano izquierda la marca sobre su glándula, tan exquisita que se sentía. Tan cálida y reconfortante. El primer prime tomó a Izuku por el cuello, los demás se quedaron viendo como si fuera un espectáculo. Probablemente su cabeza hubiera rodado de no ser porque el prime dejó de oponer fuerza. Lo soltó, formulando una tos seca en la garganta de Izuku. Katsuki no espero ningún segundo, corrió detrás de su Omega. Abrazándolo como si fuera su último segundo—. ¿Qué hacen, humanoides tontos?

Lilia preguntó acercándose hasta uno de los prime que quedaron estáticos, fue casi trágico ver cómo uno de ellos la tomaba del cuello. Izuku vió los ojos color lima, envueltos en terror y como en un último momento intentaba luchar para zafarse. Ella aún no había terminado de hablar, ella quería luchar más, tenía muchos planes. Un mundo donde los omegas no tuvieran que preocuparse por esconderse detrás de un temor en una habitación oscura, un mundo más libre, un mundo donde Izuku fuera feliz de ser el mismo. Un asesino a sangre fría que se desvivía por matar. Los ojos de Lilia, casi rojos por las venas palpitando en su cabeza debido a la presión, lo vieron. Una sonrisa se formó en ellos, quizá en último momento, cuando su cerebro llegó al límite, recobró el sentido. 

Lo siento, mi pequeño vorobey. 

Un segundo después, el crujido rompió el silencio. Izuku vio como la mujer que lo vió crecer moría bajo el yugo de su arma más letal, su propia ambición. Lloró, lo hizo porque el recuerdo de ella seguía latiendo en sus venas, en sus recuerdos sólidos en memorias que hubiera deseado olvidar. Cómo en una navidad le regaló una bufanda verde oscura con conejos blancos, como le escondía chocolates belgas debajo de las almohadas en las noches de invierno para que comiera solo, como lo hizo destacar hasta hallar su máximo potencial en el mayor dolor de sus músculos. Lilia fue como una madre, una mujer que hubiese deseado fuera diferente. Pero era así, incluso Izuku podía sentir que de cierta manera eran similares. Mataría por sus seres amados, cambiarían el mundo por ellos, para verlos felices. El mundo que Lilia idealizó no era muy diferente al que Izuku soñaba con realizar en su pequeña habitación en el castillo de Santa Ana. 

Los primes se miraron unos a otros, sin vida alguna. Y acabaron con sus vidas sacándose las cabezas, en un baile de horror y sangre. Izuku solo pudo llorar en el pecho de su alfa, con todos los dolores de sus heridas y huesos rotos haciendo eco en sus nervios. Había acabado, de alguna forma al último minuto el último deseo de los primes se había hecho realidad, morir antes de ser máquinas de guerra.

—¿Te duele mucho el cuerpo?—Izuku quería decir que no, que su cuerpo estaba en perfecto estado pero no pudo. Su brazo derecho apenas lo sentía y lo que sentía en lo demás solo era dolor. Uno profundo que calaba hasta donde no había piel, solo hueso. Su espalda ardió en el golpe que le dió unos de los prime y podría apostar que una de sus costillas estaba hecha trizas, pero quería caminar. Acabar con todo como prometieron hacerlo en Japón.

—Ayúdame a caminar, pero tienes que estar atento porque aún pueden quedar científicos en las instalaciones. No estarán felices de que sus maquilas de guerra sean aniquiladas—Katsuki asintió, tomó a Izuku con un brazo y con el otro su pistola. Se fueron adentrando en las instalaciones, muchos científicos salieron corriendo pero Izuku los atrapaba para que Katsuki acabara con ellos de un balazo en la cabeza. Sesos en el suelo, donde ponían sus pies para caminar. Avanzando a través de la muerte entre paredes de metal, de hierro como el de sus armas. 

Cuando encontraron la computadora central, Izuku cayó de lleno en la silla, sus dedos se movieron ansiosos sobre el teclado, buscando todas las ubicaciones de los primes alrededor del mundo, hallando sus programaciones y desactivando cada una de ellas. Cada prime que fue vendido bajo la orden de los Sparrows se desintegró en el viento de un medio oriente en guerra, de una Italia llena de sentimientos inocentes, de un Brasil acostumbrado a las injusticias. Todos los primes que el mundo vió con sus propios ojos... Se desintegraron como polvo. Izuku al ver los vídeos que el ordenador le arrojó en último momento, como las memorias de los humanos prime en sus último momentos agónicos, se sintió mal por notar una similitud en todas. Había una niña, la niña de la cual Serik no paraba de hablar durante los interrogatorios en Japón. 

—¿Qué encontraste?—Katsuki cerró la puerta de la sala de los ordenadores, donde la computadora central estaba ubicada con toda la información necesaria para destruir a los Sparrows y enterrarlos en el fondo de la nieve. 

—Es una niña, está en las instalaciones. Podría ser importante—Katsuki vió el pendrive que Izuku estaba usando para extraer información, más lo ignoró. Cómo todas las señales que recibió en esos últimos días, como la noche anterior dónde Izuku le pidió perdón sin razón aparente mientras lo montaba—. Debemos buscarla, ayudarla. El gobierno ruso y japonés podrían ayudarla a reintegrarse en la sociedad. 

—Está bien—Izuku extendió sus brazos para que su alfa lo tomara, en ese momento quitó el pendrive así mismo como Katsuki apretó su mandíbula. ¿Desde cuándo estaban involucrados los gobiernos en sus planes? No lo sabía, pero lo entendió. La niña que no tenía nada que ver en su plan de acabar con los primes y Lilia, tenía que ser salvada.

Caminaron asesinando científicos por los pasillos de las instalaciones, cuando llegaron al galpón principal aún habían soldados muertos. A puntos de ser primes, también vieron la trituradora en la distancia, apestando a sangre y residuos biológicos. Todo el paraje era horrible, y más aún cuando ninguno de los científicos se sentía mal por hacerlo. Era fácil oler en las feromonas el arrepentimiento, ninguno de ellos las emanó así. Comenzaron a poner los explosivos en los extremos, en lugares estratégicos para que no quedara rastro del lugar en el mapa. Ambos se juntaron en una plataforma y sintieron un hedor horrible proveniente de un pasillo. Katsuki dejó a Izuku en la pared contigua y abrió la puerta...

Solo se podía oler la muerte en su peor momento y un llanto lastimero. El llanto de una niña pequeña. 

—Quédate aquí, es más penetrante el olor en el interior—Izuku asintió porque ya no soportaba el olor. Solo quería vomitar. 

—Ve con cuidado—Katsuki se adentró. Fue puerta por puerta viendo el interior por unas rendijas, todos estaban muertos. Algunos de ellos ni siquiera estaban reconocibles. Al final del pasillo había dos puertas más. La de la derecha apestaba a muerto de días así que ni se asomó para ver, solo se ganaría un disgusto. De la otra provenía el llanto lastimero. Tomó una linterna e iluminó el interior viendo a la pequeña Eri en una esquina. Llorando rodeada de juguetes y comida. Era increíble pensar que la niña tenía que comer con el hedor a putrefacción en todos lados. Abrió la puerta y vió como ella se escondía detrás de un peluche enorme. 

—¡No me haga daño! ¡No quiero revivir más personas! ¡Duele mucho cada vez que lo hago!—Katsuki intentó sonreír, no se le daban bien los niños pero esta era una ocasión especial.

—Niña, tranquila. Soy un héroe japonés, vine aquí y acabe con los malos. Puedes confiar en mí y mi Omega—La niña no confío en Katsuki pero el aroma de Izuku en su piel la atrajo, extendió su mano con cuidado. En todo momento lista para atacar si se sentía amenazada. Caminaron por el pasillo con cuidado y al acabar en la puerta, la pequeña Eri solo se aferró a la pierna de Izuku. El ex Sparrow se sentía incómodo pero entendía que era más importante la niña que su pequeña incomodidad y dolor físico. Katsuki termino de instalar los explosivos mientras Izuku apenas caminaba hasta la salida con la niña de la mano. 

—¿Qué le ocurre? ¿Por qué sangra?—Izuku se detuvo un momento, se apoyó en una pared mientras trataba de respirar. La pérdida de sangre había sido mucha, sumado el vómito, no se sentía muy bien. 

—Solo dame unos segundos, me duele la cabeza, eso es todo—la niña observó el brazo de Izuku. 

—Puedo ayudarlo si se quita la cosa de metal. Mamá solía pedirme ayuda cuando papá llegaba a casa sangrando, él siempre tenía esas cosa en sus piernas y brazos... Después el pájaro malo vino a buscarme y nos los ví más—Izuku pensó por un momento, si la niña no mentía podría ayudarlo con sus heridas, era peligroso sacarse la bala pero si ella podía hacerlo... Era mejor que no hacer nada, siendo honesto, no creía que pudiera pasar la noche. Katsuki aún estaba ocupado con los explosivos a distancia, tenían tiempo. Buscó entre sus cosas unas pinzas, quitó el torniquete y temblando se sacó la bala. Gritó cuando el casquillo salió. Eri, motivada por el aroma acogedor proveniente de Izuku, actuó inmediatamente. Todo el cuerpo de Izuku se sintió cálido, dolió pero era soportable. La niña realmente podía sanarlo. 

Al finalizar, sintió su latido calmado en su cabeza pero no era incómodo. De alguna forma, era como volver a nacer. 

—Listo, ahora se sentirá mejor—Izuku no sentía ningún dolor, era increíble lo que la niña podía hacer pero un segundo después de hacerlo, una gota de sangre cayó hasta sus labios regordetes. La niña perdió el conocimiento, Izuku la abrazó. La niña lo había salvado de una muerte casi segura, salvarla a ella de ese infierno sería su próxima misión. Quería hacerlo así, algo dentro suyo rugía por cumplirlo. 

—¿Izuku?—con la niña en brazos, se dió media vuelta para ver a su alfa—. ¿Cómo te curaste?

—La niña lo hizo—sonrió mirando a la pequeña Eri en sus brazos—. Salgamos de aquí y volemos por los aires este lugar, estoy asqueado con el hedor a muerto. 

Katsuki no pudo estar más de acuerdo. Los tres salieron caminando por la compuerta principal, fue tranquilo. Y a más de medio kilómetro, Katsuki explotó las instalaciones. El cielo oscuro se tiñó de rojo y la nieve acabó con el fuego. Finalmente eran libres, eso fue lo que pensó Katsuki un momento antes de ver las camionetas rusas acercarse a su ubicación.

...

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