Capítulo XXIII:|Need Nothing|

Aire en los pulmones, humo tóxico en las venas, alquitrán rompiendo la tonalidad de su piel... Lo amara hasta el final de sus tiempos. 

...

La vista de Shindo se nublo al noveno golpe. La tela enrollada sobre su mentón y el golpe del bate casi quebrando su mandíbula lo mantuvieron oscilante entre el dolor y la inconsciencia; mas nunca imaginó que la organización que sirvió desde que nació lo estuviera torturando para obtener información sobre el paradero de Izuku. El pequeño gorrión había vendido información de las bases de Kazan, San Petersburgo, Moscú, Novosibirsk, Ekaterimburgo, Omsk, entre otras. Información que había llevado a agentes de la interpol a los castillos de las ciudades, con información tan privilegiada que la obviedad hablaba del agente traidor. Muchas cabezas habían salido de la organización y en cosa de horas eran cuerpos congelados en ríos cercanos. Pocos se habían salvado, y los que lo habían hecho huyeron desolados a la base de Siberia. Los Sparrows ya no seguían órdenes del presidente, ahora eran una institución independiente que guardaba el maravilloso poder de los agentes prime alrededor del mundo. Ochenta y dos países que fácilmente se convertirían en presa manipulable de Lilia, la cabeza de la base rusa. Sola y con peligrosos experimentos en las manos, cada vez era más errática hasta el punto de utilizar las debilidades de Shindo en su contra. El propio Izuku en su piel cada vez que una ilusión se presentaba a través de drogas fuertes, las mismas que él había probado en enemigos del gobierno.

You estaba cansado de recibir los mismos golpes en los viejos moretones, del hambre y las desoladoras ilusiones. De haber sabido que Izuku los vendería, habría huido del país para apoyarlo en Japón con su caza, ahora era demasiado tarde. Conocía el desenlace de su vida. Lilia, en un extremo de la habitación, con la mirada fría sobre las manos ensangrentadas del torturador solo entrecerraba los ojos cuando veía un atisbo de flaqueo. Antes que el alfa de ojos oscuros nuevamente elevará sus muros para sonreírle, casi tan altanero que la propia Lilia en más de una ocasión lo golpeó ella misma con sus puños esqueléticos. Las manos de la alfa eran frías, desde que había liderado el castillo de Moscú no había vuelto a las calles. Detrás de su costoso escritorio todo lucía similar, todo era justo para el injusto y él podía verlo en sus rojizos labios finos. Su enojo tenía justificación pero la conocía, no sería capaz de matar a Izuku. Lo quería para ella, para liderar el ejército de primes que estaba creando con la pequeña Eri. 

Aburrido. 

Siempre el mismo discurso, siempre el mismo deseo. La dominación interna de los países más poderosos del mundo, sin destrucciones, solo pequeños señuelos haciendo el trabajo duro mientras ella jalaba de los hilos a su antojo. Mandando al pequeño niño que cuidó como si fuera suyo a pelear por sus deseos, por sus debilidades, por sus sueños. Lilia era cobarde, Shindo lo podía ver en la forma que de ensuciaba las manos. Siempre había alguien que lo hiciera por ella, por trabajos que ella misma diseñó para sus alumnos. Tal vez hubo algún trauma y por ello se quedó detrás de los hilos pero todos los Sparrows lo olvidaban en las pastillas, en el alcohol, en el sexo, en el dinero... En el poder. Nunca en el amor, Izuku recayó en el amor y por eso Lilia estaba molesta. Porque el pequeño gorrión no había dudado en vender toda la grandeza de su país por un hombre. Shindo no iba a ser menos, no era capaz de vender a Izuku por dolor. Prefería morir antes de verlo en las asquerosas garras de Lilia. 

—¿Así que no hablarás?—la mujer detuvo al torturador, ella misma tomó el bate que le arrebató de las manos al hombre. La habitación se selló bajo el perturbador aroma a muerte, al deseo de la sangre. Shindo trato de respirar antes de sentir la madera en sus rodillas. Quebrando sus huesos, astillando la madera destruida en sus heridas. La alfa con sus ojos lima sonrió antes de golpear la siguiente rodilla, los huesos crujieron bajo la fuerza. Shindo trató de zafarse de sus ataduras pero el metal reteniendo su magullado cuerpo contra la silla era más fuerte. Diseñado únicamente para retener alfas—. Agradece que no unte con mierda el bate. Hubiera deseado verte morir por una infección. 

La mujer disfrutó ver el dolor en los ojos oscuros. 

—Señora, el individuo está perdiendo mucha sangre—el hombre que lo estaba torturando habló por encima del goteo constante. Shindo ya estaba sintiendo el frío abrazar su cuerpo, sabía que su muerte iba a ser patética después de matar tantas personas pero nunca imaginó que sería en una celda en un subterráneo ubicado en Siberia. Cerró los ojos por unos momentos y vislumbró esa noche que disfruto al lado de Izuku, como sus ojos verdes lo seguían en cada movimiento errático de caderas. Daría su último aliento con tal de ver una vez más sus ojos. Sabía que no sería así. 

—Realmente lo amas—Lilia sonrió al ver la sangre en el piso de cemento, sería tan fácil matarlo con un golpe en la cabeza pero quería que fuera lento. Que le doliera morir por amor. Se acercó a Shindo y tomó su mentón con fuerza, hundiendo sus uñas en la carne—. El amor solo es destrucción, no hace nada bueno por nadie. Mira lo que hizo el amor a nuestra organización, por amor Izuku entregó a todos sus compañeros, a sus superiores, a todo lo que alguna vez considero correcto. Por amor estamos perdiendo información, porque una pareja de exiliados están haciendo de las suyas con un arma extranjera. ¿Crees que el amor te salvará? ¿Con quién crees que está revolcándose? ¿Contigo? ¡Qué iluso!Shindo, abre los ojos, Izuku nunca te amara como lo haces tú. 

Shindo, luchando contra el dolor en sus costillas rotas, contra la madera en sus heridas y la profunda sensación de estarse rompiendo de adentro hacia afuera, sonrió. 

—No me importa, él siempre fue mejor que todos. No nació para servirte Lilia, debiste haberlo previsto cuando superó a sus padres en menos de cinco años. Un bastardo fruto de un amor prohibido, tu eres quien no abrió los ojos a tiempo—la rusa perdió su paciencia y golpeó por última vez a Shindo, dejándolo inconsciente. Le dolía ver cómo sus mejores alumnos caían en la desesperanza del amor, del profundo egoísmo que este provocaba en las personas. En sus pequeños bebés. 

—Morirá si lo dejamos aquí, mi señora—Lilia suspiró. Observó el cuerpo magullado de Shindo y como lo había destruido a su antojo las últimas horas, su boca nunca dijo nada sobre la ubicación de Izuku en Japón. Aún podía usar los prime que Chisaki tenía ahí pero necesitaba la ubicación para traerlo de vuelta, para hacerlo entrar en razón. Lo necesitaba con vida, necesitaba un intermediario diplomático para vender su ejército de prime a los aliados estadounidenses. Nadie más podía hacerlo, solo él poseía el carisma suficiente para hacer de los líderes sus marionetas. Ahora no podía recurrir a él porque se había enamorado de un japonés inepto, y no solo eso... También había agarrado con sus manos a un Sparrow excelente. A Shindo, el mejor. Indirectamente había matado a la trinidad de los Sparrows. Él mismo, Shindo y Serik. Cuánta pérdida de poder en un solo año. Daría todo por devolver el tiempo para entregarle el trabajo de Japón a otro Sparrow. A alguien más débil. 

Finalmente Lilia suspiró y se dió media vuelta para salir de la habitación.  

—No importa, será un castigo. Morirá en unas horas por culpa de la hemorragia y se pudrirá como un animal enjaulado en días—el hombre tragó duro, casi temblando cuando siguió los pasos de su superior—. Morir aquí es suficiente castigo para un traidor como el.

Caminaron fuera del pasillo, los alaridos de algunos traidores se escuchaban hasta el final del mismo. Lilia oía esos gritos como una honra a su organización, desde pequeña observó el dolor como algo malo. Ahora era un recompensa, sentir aunque sea una cosa era divinidad de dios. De lo que les había entregado a ellos por orden natural. Al cerrar la puerta del pasillo, apagó la luz y los gritos se intensificaron. El temor era un arma increíble, la mejor de no ser por el honor en sus venas. Lilia a veces pensaba que todos ellos, los que la habían traicionado, eran seres inferiores que no poseían el suficiente intelecto para comprender su visión ambiciosa sobre el mundo y sus reglas. Cerró la puerta y el sonido se encapsuló en el pasillo, nadie podía oírlos ahora, solo ellos mismos. Porque no había nada más desolador que la soledad en el dolor del corazón. Caminó con el torturador por una plataforma de metal hasta acabar en el laboratorio principal. Un galpón enorme que dedicada sus quinientos metros cuadrados en la experimentación del suero. Casi mil primes en proceso... Los gritos ahogados eran la mejor melodía. La melodía del poder. 

Lilia nunca imaginó que el poder fuera tan adictivo. Pero no quería detenerse, quería más. Muchos más que mil primes, deseaba miles en ese lugar. Miles de corazones destruidos y a su merced. A la orden de sus deseos. Ni el presidente podría detenerla, el control total era suyo. Hoy Siberia, mañana Rusia y después el mundo entero. Y todo en silencio, su propio silencio.

...

Inasa observó la silueta de Shoto en la cocina, sabía que le dolía cocinar porque en ciertas ocasiones Katsuki lo hizo por él. Cuando eran amantes y seguían hallándose en el otro. Ahora todo era diferente, cada uno en su camino. Estaba arrepentido de haber huido, de haberlo abandonado por una oferta de trabajo más agradable. Tal vez no era su culpa, tal vez sí. Aún así, ahora estaba ahí para quedarse y ayudarlo a sanar su corazón. Suspiró y se acercó para ayudarlo a cortar las verduras, había pasado una semana desde la muerte de Chisaki. Su padre, Enji, le había ofrecido trabajo porque con la caída de su agencia, Japón necesitaba un héroe más grande. Endeavor había vuelto a las filas con Hawks como su compañero. Sin embargo, la agencia necesitaba un aire fresco. Keigo ya no era tan joven como antes y Enji de no ser porque era alfa, hubiera mantenido su manto guardado. Afortunadamente el hombre seguía manteniendo su fuerza de cuarenta años. La genética siempre favorecía a los alfas. Aún así, Shoto a pesar de todo el dolor que su padre le había causado en su infancia, lo estaba pensando. No necesitaba el dinero pero deseaba distraerse, salvar personas y seguir rastreando villanos. Cómo en los viejos tiempos. Cómo cuando no sabía lo que era cargar con un corazón roto.

Finalizaron el plato y comieron escuchando la radio, todo era preocupante. Los ataques cibernéticos seguían ocurriendo. Decenas de villanos muertos por robots doctores que aplicaron dosis incorrectas de medicación peligrosa. Y no solo en Japón, todos los países estaban sufriendo algún tipo de repercusión. Datos sobre crímenes de hace años, escándalos sobre políticos corruptos, todos tenían algo escondido que apestaba a crimen. Los padres de Izuku seguían sacando toda la verdad a la luz, entre ella mucha información que solo estaba provocando histeria colectiva. Cientos de omegas habían salido a las calles para luchar por sus derechos, después de ser revelada información sobre violaciones, tratas de blancas y hurtos, adquirieron fuerzas y estallaron en furia por las injusticias que los alfas llevaban cometiendo hace años junto al sistema judicial. Los héroes no podían atacarlos porque estaban en su derecho de libre expresión pero las autoridades seguían en alerta por su comportamiento. Cualquiera de ellos podía ser un potencial asesino.

Shoto lo hallaba valiente, sería hipócrita de su parte apoyar a los alfas cuando su hermana había sufrido muchas veces abuso de poder por parte de un ex novio que salió impune por dinero en la justicia. Enji había tomado la justicia por su propia mano pero si no lo hubiera hecho él, con su rango se autoridad y poder, no hubiera sido posible hacerlo. Las cosas no iban a cambiar de un día para otro pero era un paso más adelante en la revolución de los Omegas. 

Cuando terminaron de comer, limpiaron todo y se fueron a dormir. 

La noche no era cómoda para ninguno de los dos. Inasa deseaba tocarlo y Shoto desearía dejar de pensar en Katsuki, en lo que estaría haciendo con Izuku en una situación similar. Solo era una sombra en su cabeza, llena de dolor que no podía digerir bien. Y así, siempre pasaba en vela hasta entrada la madrugada. Llenándose la mente con pensamientos dolorosos, no quería que siguiera así. Quería olvidarlo, una sola muestra de que era capaz de seguir adelante. Se acostó y observó a su alfa, como el cabello de Inasa estaba creciendo más de la cuenta. Seguía acostumbrado a verlo con su cabeza rapada, verle unas pulgadas de pelo era diferente. Dejó que su mano viajara hasta su cabeza, percibiendo el hormigueo del cabello en su piel. Inasa no hizo nada, ni siquiera se movió. Simplemente se quedó inmóvil en la oscuridad, bajo las mantas y el tacto de su alfa destinado. 

—Inasa... Yoarashi... ¿Por qué te estás quedando a mi lado? ¿Por qué ser espectador de mi miseria?—Inasa observó como los ojos de su alfa cargaban con familiaridad el dolor. Esos colores tan hermosos, su cabello liso y largo siguiendo las curvas de su rostro, de su belleza. 

—Porque te amo y quiero ayudarte, amarte no solo en cuerpo, sino también en alma. En las buenas y malas—los ojos de Shoto se llenaron de lágrimas, no sabía bien porque estaba llorando pero entendía que su corazón estaba aceptando el peso de las palabras; no las había ignorado. Las quería para su corazón. Se acercó, Yoarashi no se movió cuando lo vió entrar en su espacio personal, respirando tan cerca que su propia piel percibía el calor de su aliento. Realmente quería besarlo, probar con traición la dulzura de sus labios.

Y lo hizo. 

Cerró distancias con su destinado y lo recibieron con debilidad, los labios de Shoto eran dueños de vestigios de una hoguera agónica. Con movimiento retenidos, guardando su lengua para solo moverse por encima, sin profundizar porque solo eran movimientos de un señuelo. El verdadero Shoto seguía escondido detrás de una pared cruda, golpeando a cada latido de su corazón las grietas débiles para romper y traicionarse a sí mismo. Las esposas abandonaron las manos y las llagas que dejaron en las muñecas comenzaron a sangrar, su estómago ardió y se subió al regazo de Inasa. Cubriendo su espalda por el frío y simplemente besando sus labios, con respiraciones profundas, desvergonzadas y que lo volvían loco porque su alfa olía bien. Cómo un océano de fuego limpiando sus pulmones acostumbrados al humo ajeno. Al humo del cual no era dueño. Ya no importaba, se enderezó viendo en los ojos oscuros la sensación volverse una realidad. También podía sentir la erección golpeando la suya, quería tocarla. Olvidarse por un momento de todo y agotar sus energías en ello. 

Con su pulgar izquierdo quemó una parte de su propio bóxer, liberando su propia erección. Pesada sobre el regazo de Inasa. Hizo lo mismo con la ropa interior de su destinado. Las tonalidades de piel eran diferentes pero sus tamaños tan similares, se veían tan bien juntas. Se movió, amansando sus pollas al mismo tiempo. Los labios de Yoarashi soltaron un gemido y pudo sentir cómo cobraba vida su miembro, tomó ambos con su mano izquierda y usó la derecha para enfriar los labios de su alfa. Fue lento en un principio, casi perdiendo la paciencia en ello. El calor de su propia mano trepando por sus intimidades, formulando el presemen por lo increíble que se sentía. Inasa no dejó sus manos quietas, lleno de saliva dos de sus dedos y viajó hasta el centro de Shoto. Acariciando levemente su anillo, molestándolo un poco sin llegar a la penetración. 

—Shoto—gimió cuando lo llamo, la vista del alfa sobre su regazo, amasando sus pollas y gimiendo con gusto mientras su cabello largo caía por su hombros y pecho lechoso... Inasa quería llorar por lo bello que era, por lo íntimo que se sentía todo lo que estaban haciendo—. ¿Quieres que hagamos el amor?

Shoto rió. 

—¿Qué crees que estamos haciendo? No estamos jugando, Inasa—el alfa de ojos oscuros guardó silencio, mordiendo su labio inferior. 

—No, no me entendiste. Estoy hablando como la última vez, bien hecho... Con amor y dedicación. Como antes que me fuera—Shoto se detuvo, observó los ojos de su alfa destinado. La sonrisa que consumía su expresión dolorida, consumiendo todo. Ahora había entendido la pregunta. No era simplemente masturbarse juntos, no. Hablaba de amarse con propiedad, con preparación, con nudos y paciencia. ¿Cuando había sido la última vez que hicieron aquello? Tomarse su tiempo nunca fue algo que hiciera con Katsuki... Realmente quería sentirse amado. Realmente quería nublar su mente con el deseo. Inclinó su cuerpo, sintiendo la deliciosa fricción de sus pollas aplastandose juntas bajo su peso. Mordió la glándula de su alfa, con tanta fuerza que su lengua se llenó del sabor metálico. Inasa apretó las sábanas cuando el veneno de los colmillos de Shoto impactaron su piel. Podía sentir su nudo hincharse con solo esa acción. No era justo. 

Él no estaba jugando limpio. 

—Hazlo, ámame Inasa—las palabras golpearon su cuello ensangrentado. Dió vuelta a Shoto en la cama, observando sus ojos para ver si había alguna mentira en ellos. Nada, solo honestidad. La primera gota de su herida cayó al pecho descubierto de Shoto, con sus cabellos rojos y blancos desordenados por toda la almohada... Su imagen era hermosa y salvaje, Dios solo sabía lo mucho que quería hacerlo suyo. Suspiró y bajó hasta sus labios. Esta vez la lengua saboreó su boca, como el agrio dolor abandonaba su cuerpo. Con sus dedos fue por sus pezones, apretando sus pectorales para luego hundirse entre ellos. Respirando su aroma a hombre, no perdió el tiempo y lamió. Enroscando su lengua por encima de los pezones rosáceos que parecían llamarlo con ganas. 

Shoto se mordió el dorso de su mano para callar su gemidos. Inasa sabía dónde tocarlo para volverlo loco. Conocía tan bien su cuerpo, que hasta si fuera mujer... Sabría exactamente qué hacer para provocarle sensaciones olvidadas por el tiempo... Y luego cerró los ojos, la lengua de su alfa no le dió tregua. Era tan cálida que en más de una ocasión quemó sus propias sábanas, liberando su cuerpo de ataduras nuevas y viejas. Había extrañado sentirse así, tan amado que un orgasmo era reiterado. Doloroso en sus bolas hinchadas, solo buscando liberación. Libertad. Igual que su alma dolida por el amor no correspondido.

El tiempo lo iba a sanar pero Inasa lo estaba volviendo amigo de su cuerpo, de las sensaciones que él mismo podía experimentar. Realmente estaba agradecido de que volviera. Porque siendo honesto, lo necesitaba y como buen egoísta no lo iba a dejar ir. Si Katsuki no podía ser suyo, haría Inasa suyo hasta el cansancio. Hasta que no quedara nada. 

Absolutamente nada de sí mismo. 

….

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