Capítulo XIX:|Russian Soul|
Lánguidamente sobre su piel, gimiendo aquello que juró odiar. Su vida había cambiado tanto que no podía imaginarse el futuro sin sentirlo en sus labios.
...
Izuku podría acostumbrarse.
Podría explicar a las personas que lo conocieron en antaño que ahora era dueño de un hombre que poseía manos calientes y poderosas, que en momentos dejaban su piel roja y crispada por más. Podría acostumbrarse a la fragancia que desprendía el sudor de su cuerpo, una penetrante que se acoplaba con firmeza en sus pulmones. Haciéndolo dudar de si alguna vez pudiera sobrevivir sin ella, sin la sonrisa sobre su estómago al llenar con cientos de besos su piel pecosa. Podría acostumbrarse a su mirada hirviendo, volcánica y las sensaciones que provocaba en sus nervios. Demonios, incluso podía visualizar la mirada decepcionada de Lilia, podía ver su propio nombre manchado con la insubordinación de su comportamiento, podía ver todo lo que antes temía; el olvido, el fracaso, el error y esas pequeñas imperfecciones que su vida nunca poseyó; y nada de eso le importaría. Sí, no había forma de explicar lo que estaba sintiendo al tenerlo debajo de su piel gracias a la marca latiendo con placer en su cuello pero podía acostumbrarse a ello.
A domar y ser domado. A romper decenas de reglas y establecer las suyas. Las de su corazón y voluntad.
Cerró los ojos por unos instantes al sentir el nudo expandiéndose en su interior. El calor que los brazos de Katsuki le entregaron en ese momento, junto a los susurros agitados y los besos que secaron sus lágrimas, lo hicieron agradecer estar con vida. Ser el todo de su persona y saber que sería así hasta el final de la existencia... Honestamente, era la sensación que su alma había estado esperando por años; estar completo e íntegro. Quizás lo más increíble era que no podía imaginarse a nadie más tomando el puesto de Katsuki. Hubieron tantos betas y omegas que recayeron con fuerza en las sábanas de su dolor que no podía creer que ninguno de ellos llegara a dejar una huella en su corazón, una como la que estaba haciendo el alfa japonés en su cuerpo y alma. Con su cuerpo fatal y esas manos que nunca dejaba tranquilas.
Los minutos pasaron mientras el nudo del alfa se estaba haciendo cada vez más pequeño, ¿cuántas veces estuvieron así? ¿Con los cuerpos enajenados y en movimiento para alcanzar el sentimiento culmine? Quizás más del necesario porque la noche estaba dejándose ir por el amanecer y las feromonas se habían quedado impregnadas con fuerza en su piel. El sudor húmedo de ambos pegando su cabello a la piel, la mirada extasiada, todo lo suyo los hacía verse desordenados. Eran la vista explícita del desastre sexual que ambos crearon durante la ruda noche. E Izuku lo estaba tomando con una familiaridad increíble, casi la misma que tenía el alfa haciendo círculos en su espalda baja. Acariciando su cuerpo con gentileza después de haberlo tenido contra la marquesa para mantenerlo en su centro tan esporádicamente que la mente de ambos era una mezcla de sensaciones entumecedoras.
La destrucción era pequeña al lado de la construcción pasional que ambos habían hecho en toda esa noche.
Izuku estando sobre su regazo, levantó un poco las caderas para dejar ir la erección un poco lánguida de su interior. Katsuki aprovechó el momento y quitó el condón para arrojarlo al bote de la basura, algunos de ellos habían caído fuera, la despreocupación que tuvieron durante la noche fue evidente. Todo era un desastre en la habitación. Las sábanas estaban sucias, la respiración había empañado las ventanas y cada milímetro del lugar expedía la esencia mezclada de ambos. Un almizcle tan agradable, una prueba de lo mucho que se dejaron llevar, pero estaban seguros que a Mitsuki no le gustaría mucho sentir lo que hicieron en esas horas.
—Me va a matar—bromeó con una sonrisa el alfa mientras se levantaba. Izuku lo vio vagar por la habitación con una expresión satisfecha. No lamentaba nada, ni siquiera las marcas de uñas, mordidas y chupetones que había dejado en su piel. Su situación no era muy diferente a la suya pero en Katsuki se notaban más por culpa de su piel libre de pecas. Izuku hubiera deseado usar sus látigos pero todavía percibía delicadas sus muñecas. Lo suficiente para saber que forzarlas durante la noche era estúpido.
—¿Es primera que haces este tipo de travesura?—Izuku se levantó estirándose. Fue un momento antes de que Katsuki lo ayudara a quitar las sábanas; tenían que lavarlas con un detergente especial para evitar propagar más el aroma de ambos.
—Sí, nunca traje a nadie aquí y mucho menos a quitarle el aliento toda la noche—Izuku ocultó su sonrisa, enrolló las sábanas y toda la ropa que estaba sucia. La envolvieron en una bolsa especial y cambiaron la ropa de cama para adentrarse en el baño. Esperaron que el agua de la ducha se fuera calentando. Hacía mucho frío.
—¿Cómo perdiste tu virginidad si no trajiste a nadie aquí? Mejor, ¿a qué edad la perdiste y con quién?—Katsuki dudo un momento en contarle aquello a Izuku pero en sus ojos se veía la auténtica curiosidad, nada inseguro en su tono. Dió un largo suspiró y tocó sutilmente el agua, estaba agradable, era momento.
—Fue con Mirko, la heroína conejo. Estaba haciendo pasantías con Endeavor y ella se presentó para ayudar en un caso de tráfico de órganos—Ambos entraron bajo el rocío cálido del agua, Katsuki tomó una esponja y comenzó a limpiar la piel de Izuku, haciendo énfasis en sus piernas. El Omega retuvo un pequeño gemido que rogaba por salir de sus labios, con la marca, todo lo sentía tan especial que no podía creer que la sensación de una esponja lo estuviera excitando—. En ese entonces tenía dieciocho, casi estaba terminando la UA. Fue durante un día nevado, estaba frustrado por el frío y las explosiones de comprensión que me dolían más que las normales. Nos pusimos a discutir por razones estúpidas, Endeavor, el viejo de Todoroki, intervino pero ella me retuvo en la salida de la agencia, alegando que si no fuera una Omega ya me habría pateado el culo. Yo la rete a que no se atrevía porque era una cobarde y una cosa llevó a la otra y lo último que recuerdo es que ambos terminamos en su departamento teniendo sexo.
—¿Qué se sintió estar con una mujer mayor?—Izuku levantó la pierna mientras Katsuki dejaba recorrer la esponja por su zona íntima, el leve líquido brillante cayendo por el muslo de Izuku evidenció la sensación. No se podía apreciar el aroma gracias al jabón especial pero la sensación cálida contra los dedos hizo a Katsuki morderse la lengua. El Omega era exquisito y su instinto insaciable.
—Fue increíble y a la vez penoso. Ella sabía lo que estaba haciendo, yo era un imbécil inexperto que con suerte duró cinco minutos la primera vez. Pero me tuvo paciencia, fueron unas cuantas veces hasta que ella me dijo que solo follaba conmigo porque me odiaba. Al conocerme mejor la magia se esfumó porque le empecé a caer mejor—el leve beso en la rodilla hizo a Izuku morder su labio, dejó caer sus manos hasta la cabellera húmeda. Acarició levemente los cabellos ceniza hasta que los ojos lo observaron con determinación.
—¿Presumiste aquello?—Katsuki se levantó y cepilló la espalda de Izuku con cuidado de no dañar más su piel.
—No, no me gustaba hablar mucho de mi vida privada, porque Denki podría haberlo sabido y no era un buen alfa en ese entonces. No tenía la fuerza para enfrentar mis problemas.
Katsuki terminó sus palabras y tomó un poco de shampoo para acariciar la cabeza del Omega, dedicándole masajes mientras se dejaba llevar por las sensaciones. Los ojos de Izuku se cerraron mientras su alfa lo aseaba, era tan utópico sentir las yemas de sus dedos en su cabeza, con la sensación errática acumulándose en su estómago. Con la suavidad del agua recorriendo ambos cuerpos y repitiendo un proceso metódico de limpieza. Se lavaron mutuamente mientras cada vez era más difícil mantener las intenciones bajo la piel sin necesidad de manifestarlas. Quizás transcurrió más de media hora en el baño, quizás en algún punto el alfa no se detuvo a racionar la cantidad de agua que estaban usando que simplemente besó los labios de su Omega. Sintiendo el deseo dulce bajo su piel, recorriendo las venas de su cuerpo, oxigenando sus extremidades.
—Suave, hazlo suave y lento esta vez—Izuku susurró contra sus labios mientras extendía el cabello del alfa hacia atrás para liberar sus ojos y ver la pasión acumularse en sus pupilas.
Katsuki asintió emocionado y abandonó sus labios para tomarlo, el agua se fue evaporando de sus manos debido al calor y el vapor se volvió el mayor enemigo de sus ojos. No lo veía bien pero gracias a la marca podía saber con exactitud dónde estaba cada centímetro de su cuerpo, donde tocar para tenerlo rogando por un segundo más, donde tomarlo para hacerlo el dueño de su mundo. El líder supremo de sus deseos más impuros e imprudentes.
Su espalda sintió el frío de la brisa tibia mientras que la de Izuku se pegó al azulejo cuando fue tomado en sus manos. No había tiempo para pensar en condones, podían limpiarse con el rocío del agua que seguía cayendo cerca de sus cuerpos. El aire faltó en los pulmones cuando el miembro erecto de Katsuki se adentró en el húmedo interior de Izuku; errático y marcando el ritmo suave que solo torturaba sus nervios. Fue quizás el orgasmo más tranquilo e intenso de toda la noche, de una forma que guardaron el coro de los ángeles en sus labios para no alertar a nadie en el cielo. Como si la piel estuviera diseñada para sentirlo dentro, confinando su amor como un secreto. Simple y formulado para guardarse en el corazón de sus confidentes. Cuando dejaron caer de sus labios las respiraciones agitadas del término, el sol ya se había alzado para presentar el día. Ambos salieron impolutos de la habitación cuando Mitsuki los observó al otro lado del pasillo, con una expresión neutra y que sólo varió cuando les dijo que el desayuno estaba listo.
Ambos de cierta manera se sentían un poco culpables mas nada arrepentidos. Nada sobre el universo podría cambiar lo que hicieron y así lo deseaban, porque había sido perfecto de la manera más espontánea e imperfecta posible. Nada fue planeado, nada fue hecho con un método; solo sentimientos que cobraron vida en la piel ardiente por más pasión. Por una liberadora.
Cuando bajaron, la mesa del desayuno tenía cuatro platos listos. Todos con huevos fritos recién hechos y verduras frescas. Izuku sintió su estómago hablar por encima de todo el ruido de la cocina, Masaru estaba cocinando con cariño, se notaba por la forma en que se movía por la casa. El Omega se detuvo en mitad de todo, sintiendo como el calor fluía por sus venas e ignorando su propia hambre. Era amor, todo en ese lugar se sentía como amor puro. Katsuki tomó su mano con cuidado, acariciándole el dorso con los dedos. Un pequeño gesto de cariño lo llevó a dejar caer una lágrima de alegría. Quería saber más sobre el mundo que delante de sus ojos le decía que no pertenecía. Deseaba vivir más de esos momentos, de noches interminables y desayunos en familia. Quería tener su propia familia con un perro y tal vez un gato. Quería vivir todo con Katsuki y el alfa lo sabía bien, porque también sentía cada sensación y tal como él, anhelaba vivir cada una de ellas a su lado.
Solo tenían que sobrevivir en Rusia, y luego todo el tiempo del mundo sería suyo.
...
Serik nunca deseó nada más que ser el mejor en el silencio de su corazón, para enaltecer a su país, para poder ver después de años una sonrisa auténtica en los labios de su madre, en los labios de Lilia... Por eso tenía un plan para volver a su querida Rusia, podría salir del encarcelamiento en la agencia si tan solo fuera capaz de crear una distracción lo suficientemente buena y duradera para escapar de las garras japonesas. Pero nada venía a su cabeza. Los días pasaban cerca suyo, y gracias a ello al menos había aprendido la rutina de la agencia lo suficientemente bien para saber que en cierto momento Todoroki e Inasa se abstenían de supervisarlo, no quería saber qué hacían para ausentarse, era mejor así. Se mantuvo tranquilo por días, únicamente para aparentar estar abnegado mientras pensaba en algo... Hasta que a la semana encerrado ahí una sombra conocida se presentó en los barrotes verticales. Era Izuku y a la vez no, olía diferente y presentaba una mirada más osada de la última vez que se habían visto. ¿Realmente era su compañero?
—Él es... Parece ser el extranjero, el Omega dijo que sería así, raro. ¡Cállate, no hables frente a él, se dará cuenta que no somos el rojo!—Serik no entendía nada, ¿qué le pasaba al gorrión? Se formó silencio en los labios de Izuku y un momento después movió una llave por la cerradura, parándose frente al ruso. Sonrió y al mismo tiempo frunció su entrecejo, Serik estaba perdiendo la paciencia—. ¡Extiende las manos, imbécil! ¡Eso, háblale fuerte para que tenga miedo!
—¿Estar con el alfa japonés frio tu cerebro o qué?—Serik extendió sus manos, porque era una buena oportunidad para escapar pero seguía sin entender el comportamiento de Izuku.
—¡Está haciendo preguntas! ¡No digas nada, lo hacemos para ver a nuestra Toga! ¡Todo sea por nuestra querida Himiko!—Serik se cansó de sus palabras sin sentido, le dió un derechazo para noquearlo pero al momento del impacto, este se desintegró sin dejar rastro. Ni siquiera de sus ropajes. Definitivamente ese no era su compañero. Quedó atónito pero no tenía tiempo para dudas, era libre. Corrió por la agencia y procuró hacerlo con sigilo, sin el equipo adecuado, no podía defenderse contra personas con particularidades fuertes. Se fue por la parte trasera, y al salir sintió el aire fresco de la noche. Había pasado un tiempo desde que sentía la brisa fría era muy agradable en su piel pero no tenía tiempo para quedarse a sentir, debía avisar a los altos cargos que Izuku era una amenaza y que lo mejor era neutralizarlo en equipo. Sin embargo, y sin saberlo bien, mientras se movía por las calles. Los ojos verdes lo estaba viendo por una mira de un francotirador.
—Do svidaniya, Serik—pronunció al viento frío antes de apretar el gatillo, el cuerpo de Serik cayó inerte un segundo después. Las personas gritaron ante el acto, de la misma agencia salieron Inasa y Todoroki para ver qué ocurría. Una importante fuente de información había escapado y muerto en mitad de la nada. Al momento que todos los transeúntes dirigieron su vista a un edificio, ya no había siquiera rastro de una sombra culpable. Izuku había hecho su trabajo y ya estaba caminando por las calles, con una melena negra en su cabeza y sobre sus hombros un abrigo largo que ocultaba bien el arma en su espalda.
Serik era el menor de sus problemas pero era uno menos en su destino.
Había ido hasta la agencia sin avisarle a nadie, solo a él. Incluso llamó a uno de los contactos de Katsuki para adelantar todo el trabajo que poseían entre manos, tenían un plan para volver a Rusia pero ese plan no contemplaba a sus padres, Chisaki, los usuarios prime de Japón y mucho menos Serik. Sin él en la mesa, podía respirar un poco más tranquilo, aunque fuera por poco tiempo porque si las cosas iban bien... El encargado del gobierno en ese mismo instante estaría viendo la frialdad de los ojos fuego. Izuku sonrió para sí mismo, confiaba en su alfa. Si lo sentía a través de la marca, podía con todo.
...
Katsuki percibía en su piel una sensación diferente a la que usualmente presentía cuando quitaba una vida. Villanos cayeron a sus pies y siempre fingió en su rostro una sonrisa brillante que no mostraba la oscuridad que le provocaba esa terrible responsabilidad. Aizawa siempre le decía que matar no era algo propio de un héroe. Que acabar con la vida de una persona era uno de los actos más egoístas en la tierra pero al mismo tiempo, después que el gobierno permitió a los héroes el asesinato de villanos más buscados... La tasa de delincuencia había bajado mucho pero su sentimiento de culpa, cuando veía los ojos suplicando por más, no. Nada le quitaba eso. Noches en donde solo podía joder con Todoroki porque le causaba cansancio, pesadillas con Denki y tantas culpas convertidas en demonios en su cabeza que lo hicieron ver más allá de su momento exacto.
Ser héroe era una mierda pero era lo único que conocía cuando veía la sonrisa en una víctima feliz.
Durante años pensó que la gloria que ganaba siendo héroe no era para su vida, porque el río de culpabilidad alcanzaba tanto que en momentos cruciales a veces solo sentía eso, un latido de culpa en su cabeza. Golpeando su mente como un martillo a un clavo. Katsuki era más que un alfa deseado, era más que el héroe que se escondía detrás de un antifaz, era más que un compañero malhumorado, era más que el hijo desconsiderado. Katsuki era un ser humano, sentía culpa y miedo, nunca lo había demostrado a nadie. Porque solo los débiles mostraban sus emociones más oscuras y quería ser diferente a lo común, ser fuerte incluso no siéndolo. Hasta que esa noche tan especial lo escuchó pronunciar en sus labios las palabras: "márcame, quiero sentirte en mi piel". Fue solo un instante antes de percibir que su pecho se apretaba en el sentimiento. En la energía que irradiaban, solo ellos dos en una cama mientras el placer bombeaba sus cuerpos.
Quería demostrarle todos sus sentimientos.
Toda su vida pensó que no merecía nada, hasta que ese momento donde sus caninos mordieron la dulce glándula en su cuerpo hasta sentir la sangre en su lengua, fluyendo como la marca que arraigaba en sus venas sus cuerpos. En su corazón, en su alma. Con tinta roja y verde, unida hasta el final de los días. Quizá para muchos era un sentimiento asfixiante pertenecer hasta la muerte pero las sensaciones que le provocó unirse a él solo lo hicieron extenderse más allá de esa culpa, más allá de sus demonios, más allá de la debilidad, incluso más allá de la luz que su propia alma emitía. Se sintió íntegro, con una mano sobre sus labios. Diciéndole lo hermoso que era en ese momento. Lo hermoso que era sentirse mutuamente.
Amor joven, amor eterno, amor físico y mental. Como un complemento, como algo que necesitaba sin realmente saberlo. Tal vez todavía tenía mucho que caminar como hombre y alfa con pareja, pero sosteniendo su mano, aunque fría al tacto, se sentía seguro. Mucho. Por eso, usó lo que aprendió de su maestro Jason y sin siquiera sentir remordimiento, mientras dormía en su cama, cortó con una cuchilla la garganta del encargado del gobierno. El hombre poseía problemas con proxenetas debido a su adicción a las prostitutas omegas, no sería mayor problema su muerte y si lo daba. Los policías solo encontrarían un muerto, porque Katsuki poseía un reloj de arena sobre su cabeza.
Y honestamente, estaba feliz con eso. Con morir en Japón, porque sería libre de ir a Rusia como un hombre nuevo, sin la necesidad de cargar con el pesado héroe y testarudo en sus venas.
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