Capítulo XI:|Glory Box|"Estoy cansado de jugar con este arco y flecha"

Nunca lo había oído gritar de esa manera, su llanto era similar al bramido de un animal moribundo. Con la última voluntad de vivir y perdiéndola en ese mismo instante. Se sentía como un cazador, con el arma lista para matar pero... no. Porque sus heridas lucían cada día más profundas.

×==×==×==×

Katsuki al momento de poner un pie en su departamento, notó varias cosas importantes. La cocina estaba limpia y su cama impoluta a pesar del uso reciente. El aroma de Denki seguía ahí, flotando levemente sobre el ambiente. Pero eso no le molestó tanto como ver el cuerpo de Izuku, mucho más delgado que hace un mes. Había estado durmiendo en el sillón porque no quería sentirse solo en una cama matrimonial. Fumaba más de lo común y su cepillo de dientes se había deteriorado más de la cuenta. Los ojos rojos se posaron sobre el montón de papeles en la mesita de centro, en el cenicero repleto de colillas y la botella semivacía de sake, una que no parecía ser la primera de ese día a pesar de la hora. El ruso lo notó más le restó importancia a su mirada inquisitiva, no estaba acostumbrado a ser reprendido por sus malos hábitos. Nadie en Moscú se preocupaba por ello, ni siquiera Lilia. Katsuki omitiendo sus palabras, en silencio se fue a su habitación. Recordando vacilante las palabras de Shindo. "Es una habilidad que posee con una persona que odia." ¿Por qué vivía en su departamento si lo odiaba? ¿Por qué lo tocaba y se sentía tan bien? ¿Por qué no podía hacer lo mismo? ¿Por qué no podía odiarlo? Su cuerpo le respondió la pregunta al sentir un dolor en su pecho al pensar en el odio que el ruso sentía por él. Era increíble, podía ir a un bar y obtener un buen Omega con solo mirarlo a los ojos. Sin embargo, ahí estaba, sentado en el borde de su cama, buscando una prenda impregnada en su aroma.

Tan patético.

Abrió el closet para encontrar ropa más cómoda y el aroma del ruso lo abrazó con fuerza, la erección se formó en su pantalón y el dolor se acomodó en su estómago. El odio, la pasión y ese sentimiento de superioridad siempre lo dominaban cuando pensaba en él. Y no quería yacer a su lado sabiendo que su cabeza solo podía pensar en cómo matarlo. Al lado de Todoroki nunca le importaron esos detalles, solo quería acabar con los estragos de las visitas de Denki. Porque le producía una excitación extraña, Izuku no le provocaba aquello, él era peor. La excitación que sentía por su cuerpo era dolorosa, asfixiante y desquiciada. Más aún porque anhelaba explotar su cuerpo, hacerlo gritar por culpa del placer y al mismo tiempo ser dañado por sus manos extranjeras. Sangrar mientras se corría en su interior. Estaba loco, e Izuku en la puerta de la habitación, viendo la evidencia en sus pantalones y la culpa en sus feromonas, lo sabía. Se acercó, sin emitir ninguna palabra. Solo dejando que sus pies se arrastraran hasta rodearlo por la espalda, algo que halló difícil porque el alfa poseía una espalda ancha.

—Izuku, no lo hagas...—susurró Katsuki al sentir la punta de sus dedos fríos contra sus oblicuos. Palpando unas cicatrices y sonriéndole con ese perfecto labial rojo, llevándolo con cautela hasta el espejo. Ese mismo que usaba para arreglarse en las mañanas. Sin embargo, al levantar los ojos, lo notó. Ambos se veían miserables y Katsuki odiaba serlo.

—¿Por qué hay tanta confusión en tu cabeza? En la prisión no eras tan resistente, hasta querías besarme—Katsuki se dió vuelta y lo tomó de las manos; con una fuerza abismal. Izuku gestó una mueca, se acercó hasta su cuello y besó su glándula de alfa. El aroma gustoso que desprendió el alfa lo hizo estremecerse, la humedad se formó en su boca y deseó probar más. Su sabor, la barba espesa tocando su piel delicada y ese deseo en sus ojos... Quería mucho más del japonés. Katsuki cerró los ojos, el chaleco que estaba usando para cubrirse de los últimos vestigios del invierno salió por sus brazos hasta acabar en el suelo de la habitación—. No me tengas miedo... No te haré daño a menos que me lo pidas.

Él te odia, no lo hace por gusto. Abrió los ojos asustado y lo alejó con impulso. Dándole la espalda se internó en el baño donde se quitó el pantalón y el boxer que estaba usando, quedando completamente desnudo frente a los ojos verdes. Izuku vio las cicatrices en su espalda y su lengua se llenó de saliva, ¿era excitación lo que estaba sintiendo? ¿Por qué el hombre tenía que ser tan atractivo a sus ojos? Los Omegas rusos no eran así, ni siquiera Shindo que era el más atractivo de la selección 098. Se quitó la chaqueta que estaba usando, mostrando la ropa interior femenina que usualmente amaba usar porque era muy cómoda y agradable en su piel sensible. Sus pezones eran más turgentes que los de un alfa y contra el encaje negro del sostén se veían apetitosos. Katsuki tragó duro. Nunca había deseado algo femenino, el mismo Todoroki era la definición de masculinidad japonesa pero él... El ruso entraba en un estereotipo que no sabía que le gustaba.

—Déjame solo, quiero bañarme tranquilo—Izuku notó su debilidad, se quitó las botas y los pantalones mientras el alfa le daba la espalda, el liguero ajustado a sus muslos fue una bendición cuando Izuku dió vuelta a Katsuki, empujándolo contra la pared de piedra. Las manos del alfa picaron, quería tocarlo.

—Podría ayudar, a los japoneses les gusta que le laven la espalda—se acercó, lamiendo el interior de sus pectorales. Izuku estaba alucinando con lo grandes que eran, lucían tan sensuales que sus manos viajaron hasta ellos y se imaginó afirmándose de los mismos cuando estuviera montandolo. Aunque eso sería difícil, había sido entrenado con juguetes pero él realmente era grande. No obstante, no esperaba menos de un alfa puro.

—¿Por qué?—susurró Katsuki odiándose por no dejar de pensar un momento y disfrutar, solo coger y ya. No podía, esas palabras seguían aflorando en su cabeza terca—. ¿Por qué ayudarías a alguien que odias? No tengo información para ti, no sería un polvo útil, ni siquiera en el gusto.

Izuku se alejó, claramente ofendido.

—¿Crees que solo soy eso? ¿Una bolsa de información y semen para ti?—Katsuki se dió cuenta que lo había jodido pero su orgullo no iba a dar tregua. Estaba con la incertidumbre y su corazón no quería ser el traidor.

—Shindo me lo dijo ese día que desapareciste, me odias. No hay necesidad de fingir, nunca te agrade. Entonces, ¿cuál es el fin de follar?—Izuku entrecerró los ojos. ¿Por qué Shindo le diría algo así a Katsuki? No era una mentira pero tampoco había necesidad de decirlo tan abiertamente, no ganaba nada con ello. Se alejó un poco y vio en el alfa algo herido, ¿él estaba herido? La persona que había sido rechazada ya dos veces había sido él.

—Podría decir lo mismo de ti, el primer día que llegué a este maldito país me despreciaste. Incluso me llamaste amante del jefe—Katsuki se vio afectado, bajo la cabeza con un poco de disgusto.

—Lo siento por eso, mi relación con los Omegas siempre ha sido conflictiva—Izuku sonrió sutil por ello pero Katsuki prosiguió—. Pero en serio, déjame solo.

Izuku pensó en una sola cosa.

—¿Estas molesto porque traje a Denki aquí?—Katsuki explotó.

—¡No, me molesta que intentes estar conmigo como si realmente te gustara la idea de tener sexo conmigo!—Izuku recibió el grito, Katsuki no se resignó y eso fue detonante. Dos rechazos, dos veces en las que Izuku se había entregado y no había obtenido nada de su persona. Se alejó un poco avergonzado, no podía creerlo. Lo odiaba, pero no era para tanto. No eran nada para darle significado al buen sexo, porque eventualmente se iba a ir de Japón. Él estaba pensando demasiado las cosas y no iba a insistir, tenía un orgullo que también debía cuidar. Se acercó a la puerta, tocando el picaporte con cuidado y sintiendo el dolor en su cabeza. Era extraño, no era la primera vez en el mes. No dijo nada y se fue, tenía más cosas en las cuales ocupar su dolorida cabeza. El alfa sintió el silencio y se bañó pensando, quizás había sido muy directo. Quizás estaba pensando demasiado y no, no era para tanto. Al terminar pensaba en pedir perdón pero cuando Katsuki salió de su habitación...

Izuku ya no estaba ahí para escuchar sus disculpas.

(...)

Como la mayoría de las veces en que tenía un problema, fue a beber. Se aproximó hasta un bar y le pidió al cantinero que le entregará una botella entera del licor más fuerte que tuviera en su alacena. El hombre lo vio un poco sorprendido pero aceptó cuando le deslizó la generosa cantidad de dinero en la encimera. Al cabo de unos segundos, Izuku se estaba bebiendo la botella más fuerte y costosa de sake. Su rostro se contrajo pero su garganta lo agradeció, no le costó mucho emborracharse porque su estómago estaba vacío. A los quince minutos estaba hablando animadamente con un Omega de cabellos negros, escuchaba su historia y sobre lo idiota que era su alfa. De cómo lo golpeó el día de su boda porque no quería acostarse con él, y que además era un matrimonio arreglado y no lo amaba porque fácilmente le triplicaba la edad. Izuku escuchó atentamente, muy feliz de escuchar las desgracias ajenas sin tener necesidad de mirar su propia vida. Cuando se acabó su botella, el Omega pidió otra ronda. Bebieron hasta que Izuku no sabía nada más que colores grises y dolores en la cabeza. Tres alfas al final del bar los vieron como una oportunidad para el crimen.

Y cuando el Omega de cabellos azabache se quiso ir, Izuku deseo acompañarlo porque quería golpear al idiota de su marido. Cerca de un callejón los alfas los interceptaron, el pobre Omega gritó en auxilio cuando su ropa fue destruida pero Izuku lo sabía, nadie iría en su rescate. Sacó su arma y los látigos le ayudaron a terminar, los asesinó en menos de tres minutos. Se quitó el abrigo que estaba usando para cubrir al pequeño pero él se alejó horrorizado. Corriendo de su lado le gritó monstruo, Izuku no lo entendió. Se fue de ahí, con las lágrimas próximas a sus ojos y se sentó en un pequeño parque. Japón era tan extraño, tan inoportuno que deseaba ir a casa. ¿Rusia era su hogar? No. ¿Tenía un hogar? Tampoco. Estaba solo, no había nadie ni nada en su vida. Solo era un Sparrow que tenía la obligación de asesinar a los carniceros de una mafia extranjera antes que todo terminara siendo un desastre. Al menos era un hombre con una misión en su cabeza, se limpió las lágrimas. El alcohol en su sangre seguía fuerte, golpeándolo a cada momento pero podía moverse e identificar vagamente edificios. Podía llegar hasta el departamento de Katsuki.

Tropezó tantas veces en el camino que sus rodillas ya estaban llenas de sangre y sus manos con moretones. No era importante, la sangre en su cuerpo nunca fue alarmante. Todos los días podía morir, era algo común para los Red Sparrows... Sin embargo, ¿fallar? Seguía en Japón por ello. Porque la misión había acabado de la forma incorrecta y eso era una cuenta regresiva. Se estrelló contra la puerta principal, no pudo abrir porque la llave no le obedeció. La impotencia calentó su estómago y cara, las lágrimas no faltaron y pudo oírlo aproximarse. No quería saber, él lo había rechazado, ¿por qué no hacerlo ahora que lucía como la mierda? Katsuki abrió la puerta, hallandolo en el suelo con las rodillas heridas y las manos moradas. Estaba sucio y húmedo, la lluvia no le había dado tregua. Dió un largo suspiro de alivio y se arrodilló a su lado, su cabello estaba pegado a su frente sucia y sus ojos estaban tan rojos como la sangre. El Omega no tuvo el valor de verlo a los ojos, no quería sentirse más miserable. Katsuki contra su orgullo, lo tomó en brazos.

Izuku no poseía más fuerzas para luchar.

El alfa lo tomó, él se aferró y ambos se adentraron bajo las miradas de los vecinos. Katsuki cerró la puerta y fue hasta el baño, donde procuró limpiar la suciedad de su cuerpo. Limpió su largo cabello y cuidó de sus heridas abiertas cuando acabó. Estaba tan delgado que su columna se notaba cuando el agua escarbaba en su cabello lacio. Katsuki estaba preocupado, su corazón latía con correspondencia en ayudarlo y hacerle sentir bien. No le gustaba la ambivalencia de sus sentimientos, tampoco como el ruso no le ayudaba en nada más que sentirse confundido. Ignoró las palabras en su cabeza, esos gritos desesperados y lo llevó hasta la cama. Cubrió su desnudez con una toalla enorme, Izuku la apretó en sus manos mientras él iba a la cocina por un poco de comida. Había cocinado mientras estaba fuera porque eso hacía que su cabeza estuviera más tranquila, más callada y plena. Al volver, el plato que el alfa puso frente a sus ojos fue una sopa llamada solianka. Hecha con carne y verduras.

El estómago de Izuku agradeció el alimento y lloró en silencio mientras Katsuki le secaba amablemente el pelo. No quería ser tratado con delicadeza, no quería hallar en sus dedos un tacto amable. Todos sus amantes eran violentos, dejando marcas que odiaba quitar con maquillaje, él era diferente. Le había hecho comida rusa, y ahora estaba secando sus lágrimas con sus pulgares amables. Se acercó cuando acabó, dándole una de sus prendas para cubrirse del frío que parecía próximo a su corazón. Katsuki ya había comido así que dejó la bandeja de comida en la cocina y se sentó cerca suyo en la cama, a Izuku no le costó entender la orden de sus ojos. Se acostó debajo de las mantas, y él le siguió el juego. Acostándose a su lado, fue extraño pero cuando la luz se apagó, lo único que buscó inconscientemente fueron sus brazos. Cálidos y que lo afirmaron con fuerza cuando parecía el frío inundar su alma. Quería preguntarle porque era tan amable más guardó silencio por el momento.

Katsuki fue realmente muy amable, casi hasta el punto de hallarle cierta confianza. Porque estaba siendo tan vulnerable a su lado que ya se estaba odiando a sí mismo. Él parecía no notarlo, o simplemente estaba tratando de disculparse por sus palabras agudas. No quería saberlo, solo quería estar así. Durmiendo en unos brazos tan cálidos que se sentía como... Si estuviera en un hogar que nunca había conocido y del cual no debía acostumbrarse porque tarde o temprano tendría que decirle adiós. Cuando la noche cayó más profundamente, Katsuki se despertó porque podía oír sus gritos. Tan altos que su instinto de alfa respondió posesivo, desgracia fue sorpresa al ver a Izuku escondido entre las mantas, llorando y gritando súplicas mientras dormía. Lucía tan seguro consigo mismo cuando portaba el maquillaje y sus zapatos de tacones de diez centímetros, que ya creía que eran su armadura oficial. Sin ellos, la vulnerabilidad de su propia debilidad lo golpeaba. Lo despertó, pero el chico se encogió más.

—No me veas, no quiero que me veas así. Yo no estoy solo, yo no soy débil—Katsuki se preguntó qué fue lo que vivió para terminar de esa manera. Las imágenes de Will en su cabeza lo hicieron abrazarlo, uno en donde solo el calor de su corazón lo envolvió. Izuku intentó alejarlo, se rindió cuando el mismo alfa escondió su rostro. No lo entendía, pero no había nada que entender así que se entregó ante los esfuerzos de Katsuki. Ya estaba cansado de todo, de siempre tener el corazón tan pesado que con suerte podía mantenerse de pie.

Quizás, solo quizás, él era la excepción de la regla.

(...)

A la mañana siguiente, Izuku guardó silencio y solo se lavó los dientes mientras se metía de lleno en los papeles de la mesita de centro. Katsuki quedó un poco confundido pero le dió su tiempo, quizás nunca había estado durmiendo con una persona en una cama de esa manera. Se alojó en la cocina para hacer el desayuno, tenía que saber llenar su estómago que verlo seguir adelgazando. Antes de acabar, le tendió un vaso de agua con gajos de naranja para que el dolor de cabeza después de su borrachera se fuera lejos. Izuku agradeció con un gesto y siguió leyendo el rastro de un mafioso que tenía bajo su poder tres clubes de bailarines exóticos. Chisaki Kai estaba fuera de su radar pero con la intervención de su laptop en los programas de reconocimiento facial del gobierno, tenía una constante. Así que solamente debía hallarlo a él y preguntar por las demás mafias para acabar con todos los carniceros en Japón. Era demasiado fácil y ese era su mayor temor...

Acabar muy pronto con el trabajo.

—¿Alguna pista sobre el paradero de los mafiosos?—Izuku apretó un botón y todos los archivos que poseía sobre Chisaki se fueron a la papelera. Solamente tenía que sacarlos de ahí para hallarlo, pero quería disfrutar un poco más. Un pequeño capricho en esos años limpios de errores.

—No, quizás sea más difícil de lo que pensé—Katsuki asintió, señalandole la mesa al interior de la cocina, Izuku se puso de pie aún con la ropa de Katsuki. Se sentó, y observó el plato de kasha—. ¿Por qué estás cocinando comida rusa?

—No sé, quizás quería saber que comías mientras estabas en tu país. En internet es fácil hallar recetas. Además son fáciles de hacer—Izuku no dijo nada más y llenó su boca con la papilla. No era justo, todo lo que hacía el alfa era apetitoso. Busco con la mirada algo para beber, y solo halló agua—. Nada de alcohol hasta que subas unos dos kilos.

Katsuki era muy perspicaz.

—Eres injusto, soy ruso. Mi café debería tener ron, no leche con crema.

—No confío en tus hábitos alimenticios. Son un jodido asco con solo ver que tu culo adelgazó—Izuku hizo un puchero, su trasero seguía estando en su lugar.

—No es verdad.

—Como sea, hoy voy a salir porque tengo que nuevamente rendir el estúpido examen para que me den mi licencia profesional. Así que no hagas nada extraño, no invites más omegas y no te emborraches. Si quieres hacer algo constructivo, Aizawa podría darte información sobre un caso que hicimos hace años con unos mafiosos. Sería un buen punto de partida—Izuku asintió. Un poco culpable por darle problemas innecesarios.

—Lo siento por darte problemas—susurró muy bajito.

—¿Qué dijiste?—Katsuki esbozó una sonrisa maliciosa.

—No dije nada, idiota—el alfa se puso de pie, dejando su plato vacío en el lavavajillas.

—No te preocupes, si te oí—le susurró contra su oreja, Izuku sintió como cada vello de su cuerpo se erizaba. Continúo comiendo hasta acabar, cuando Katsuki se marchó, le dijo adiós en un susurro. Pero sus labios se sintieron secos y el rubio deseó humedecerlos. Pero solo le dió la espalda mientras sonreía como un tonto. Se sentía extrañamente feliz ese día, e Izuku también. Una buena noche de sueño siempre reparaba los dolores de sus corazones.

(...)

Todoroki estaba firmando unos papeles importantes cuando Shinso salió de la oficina para irse directamente a su casa, los horarios estaban desordenados y cada vez era más difícil irse temprano. Tenía presente llegar cada día para dormir un poco pero le era imposible cuando su trabajo parecía acumularse más. Prefería quedarse en el sillón de la agencia y acabar con todo de una buena vez. Aizawa se estaba preocupando por ese comportamiento tan autodestructivo así que usó sus influencias para llamar a un compañero que les hacía falta desde la ida de Kirishima. Aún así, tenía presente tomar la iniciativa de Shinso (ayudar a Denki a reintegrarse a la sociedad). Pero por el momento, tenía que limitarse a los héroes. Y esperando, la puerta de la agencia se abrió despacio con la llegada. Para el alfa de cabellos bicolor fue una eternidad ese momento... Inasa estaba ahí, con una gran maleta en las manos. Con sus dos metros, seguía dando esa imponente presencia de alfa puro, esa que tanto en antaño le gustaba a Shoto disfrutar. Aizawa se acercó hasta el hombre con su mano estirada para entregarle un saludo grato por su llegada pronta pero...

—¿Qué haces aquí?—lo interrumpió la voz cansada de Todoroki, en un hilo que se podía oír perfectamente en cualquier tipo oído. Inasa observó la sutil irá en sus ojos heterocromáticos y carraspeó tomando enérgicamente la mano del hombre.

—Es un gusto Aizawa, me alegra estar de vuelta en la ciudad—ignoro a Shoto, Aizawa para evitar conflictos lo dirigió a su oficina personal. Las heridas seguían abiertas y Todoroki rompió el lápiz en su mano.

Salió de ahí antes de sofocarse con las paredes altas sobre su cabeza, se fue a un callejón cercano y comenzó a jugar con el fuego naciente de su mano izquierda. Haciendo figuras pequeñas en el aire frío, como un ciervo que huía despavorido de su lado. Luego una brisa lo borro, no le tomó mucho tiempo darse cuenta que era Inasa jugando con su particularidad. Inició paso para irse pero la mano grande en su antebrazo izquierdo le advirtió que era momento de hablar. Estaba atento, escuchar sus palabras ahora era demasiado difícil para saber cómo recordar respirar. Estar nervioso era un insulto para el tic en su pie derecho. Él lo conocía, sabía lo que sentía y aún así no hacía nada para calmarlo. Era cruel.

—Ha pasado tiempo, Shoto—Todoroki no dijo nada, ni siquiera emitió un sonido. Solamente sonó un quiebre en su cabeza a punto de quebrarse por completo debido a una estupidez que estaba pronunciando su destinado. Era difícil hallar a un destinado, era casi imposible que esa persona fuera de tu mismo sexo secundario. Pero ahí estaba, mirando al hombre que lo hizo jurar en silencio mientras vivía en compañía de su familia. Apretando el futón de su habitación mientras el tatami se volvía húmedo bajo sus movimientos erráticos llenos de pasión juvenil.

—Vaya, es mucho más de lo que imaginé. ¿No tienes nada más que decir después de todos estos años?—Inasa lo dudo por un momento pero mantuvo el silencio—. Eso creí, fue bueno hablar.

Todoroki se estaba yendo cuando lo tomaron nuevamente de la mano, solo que esta vez lo impulsaron hasta alcanzarlo en un beso. No sabía cómo expresarse, no sabía cómo canalizar todo ese dolor y sentimientos encontrados pero en un beso casi salvaje, ambos expusieron sus puntos. Se extrañaban, tocar la piel y fomentar la lujuria en su sangre era su pasatiempo favorito y cuando Inasa se enteró del rumor en internet sobre él y Bakugō, no pudo contenerse. Quería volver, recuperar lo que creía suyo. Porque a pesar de que tomó la mejor oferta de trabajo en su momento, nunca pudo olvidar los ojos heterocromáticos llenos de éxtasis. No había en otras pieles lo que él podía entregar en un segundo. No había plenitud en los muebles caros que podía comprar con el dinero y la gloria de pertenecer a una selección de héroes intachables. Estaba de vuelta y tenía planeado recuperarlo para quedárselo, como si fuera un objeto del cual aprovecharse hasta aburrirse. De hecho, la llamada de Aizawa fue un regalo de Dios.

Al acabar con el beso, Todoroki se alejó con una mueca molesta. Sabía dónde iría esto, sabía cómo acabaría la noche. Sin embargo, algo en su cabeza no estaba bien porque por mucho que estuviera a su lado, en ese momento tan intenso... No se sentía completo. No estaba realizado. Pero lo hizo, fue hasta su departamento y dejó entrar al hombre que lo hizo replantearse su vida como alfa. Porque era lo que quería, sentirse bien por una noche antes de ser el manojo de cansancio de oficina que era ahora.

×==×==×==×.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top