V
Erradicar el mal desde la raíz.
Las reuniones nunca fueron lo suyo.
—¡Debemos encontrarlo!
Pero, se habían metido con sus alumnos. Motivo suficiente para detestar al vigilante de casco rojo.
—Aizawa, cálmate.
—¿Cómo pides eso luego de que Red Hood le haya dado una paliza a tu heredera y a Todoroki? Son mis alumnos, maldita sea.
—Y están recuperándose. —Nezu expuso su punto—. Si Red Hood vino con el objetivo de matarlos, lo hubiera hecho.
—¿Cuál era su objetivo? —All Migth preguntó. Pensaba que lo más posible era que quería dar una advertencia a los héroes de que nadie estaba a salvo.
¿Pero llegar al punto de masacrar a golpes a sus alumnos?
—¿Qué es lo que sabemos?
—Red Hood usó como cuartada su supuesta pelea contra Spinner, integrante importante de La liga de Villanos. —El detective leía los papeles de sus manos—. La pelea ocurrió tres horas antes de la primera llamada de auxilio al centro de policía.
—Y cuando ustedes llegaron al edificio, con la heroína Mirko y algunos del top 10 en camino, Red Hood aprovechó para infiltrarse en la UA. —Completó Aizawa con clara molestia.
Nadie entendía como el vigilante podía movilizarse tan fácil. Su cuartada tenía muchos huecos si se analizaba detenidamente, pero, la velocidad con la que realizaba sus planes era de temer. Movimientos cuidadosos, infiltraciones exitosas y objetivos cumplidos. Era obvio que su pelea con el villano fue para llamar la atención de los medios, pero nadie sabía que es lo que realmente iba a hacer.
—Ingresó sin activar alguna alarma de seguridad, carajo, ni siquiera las cámaras pudieron captar su presencia.
—Es como si él conociera todo lo de adentro. —All Might dio su punto de vista—. Tal vez Red Hood sea un alum-.
—Si vas acusar a uno de mis alumnos de nuevo, será mejor que cierres la boca. —Interrumpió Aizawa. Esa situación ya la había vivido antes.
—No descartemos opciones hasta tener todo claro. —Por más que no quisiera, existía la posibilidad.
—Qué raro, lo mismo fue con Izu-. —Respondió de inmediato, aunque fue interrumpido por el director.
—Aizawa. —Llamó—. No es momento.
El tutor resopló en su sitio. Tenía que manejar los nervios y el enojo de que otra vez sus alumnos estén en el ojo de la tormenta.
—Hemos mejorado la seguridad de la academia hasta tal punto que es imposible que un ajeno a ella ingrese como si nada. —Nezu cruzó sus pequeños brazos—. Es más, si tuviera un Quirk de teletransportación o uno de camuflaje, es improbable que supiera los puntos ciegos del sistema de seguridad. —Frunció el ceño. Cada vez más, su teoría personal tomaba sentido.
Pero, aunque estuviera cien por ciento seguro, no se lo diría a nadie por varias razones. Una de ellas es porque nadie le creería, es más, si se lo dijera mirándose al espejo, él mismo dudaría de su cordura.
—¿Qué quiere que hagamos? —Preguntó Shota.
—Por ahora, mantengamos los ojos puestos sobre los estudiantes.
—¡Qué! —Aizawa se sobresaltó, mientras se levantaba de su asiento—. ¡¿Usted también?!
—Tiene pleno conocimiento de la infraestructura de la academia, conoce a plenitud el One For All, buscó llamar la atención de All Might y creo que él planificó esta reunión. —Ennumeró sus razones—. Sí, parece ser que nos conoce muy bien. —Aclaró ante las miradas interrogantes.
Ante la declaración del director, el silencio en la sala se hizo al incrustarse la idea de que existía la posibilidad de que haya un traidor en la UA, cosa que creyeron con anterioridad y no resultó en nada bueno. Sin embargo, el director parecía más pensativo al respecto, como si ya hubiera descartado esa teoría desde hace tiempo. Aizawa lo notó, pudiendo respirar con tranquilidad al saber que Nezu no dejaría que pase de nuevo lo que se considera el mayor pecado del heroísmo japonés. Por otro lado, quiso saber quien era el sujeto que rondaba en la cabeza del híbrido, pero no se atrevió a preguntar porque sabía que él tendría sus razones para no revelarlo ni siquiera a los héroes top.
Discutieron algunas cosas más, acordando, otra vez, mejorar la seguridad de la academia de héroes y reforzar la vigilancia con héroes dando rondas más seguidas cerca del local.
—Hey, Aizawa. —El tutor de la clase A caminaba pensativo antes de ser llamado.
—No ahora, All Migth. —Respondió con molestia.
—Debemos hablar.
—¿De qué?
—Tú sabes de qué. —Contestó como si fuera obvia la respuesta—. Posiblemente haya otro traidor en la Academia, no digo que sea de tu clase o del curso de héroes.
—No quiero escuchar eso, menos de ti que diste la espalda a ya sabes quien.
—¡Y no sabes cuanto me arrepiento hasta el día de hoy! —Levantó un poco la voz, herido por la verdad—. Pero nuestros estudiantes están en peligro. Red Hood, la Liga... Es imposible no preocuparse sabiendo que tomaron como objetivo a dos de los nuestros. —Dijo, refiriéndose a Melisa y Shoto—. Sé que es un tema sensible sobre lo de sospechar de nuestros estudiantes, pero-.
Toshinori esperaba de todo, hasta un golpe en su herida sobre el estómago, pero las palabras que escucharía lo marcarían por el resto de su vida.
—Mi clase pudo sobrevivir al mundo exterior, pero tú... Cuando ellos se expusieron a ti, aprovechaste en sembrar miedo y odio entre ellos. —Levantó el dedo, pocas veces se podía ver a Eraser Head a punto de perder los papeles—. Y aun con toda esa mierda ellos aguantaron.
—Entiendo tu punto, pero-.
—No, no, no entiendes. Nunca lo hiciste. —Comenzó a avanzar, disgustado por la presencia del rubio—. Involucraste a un niño en tu lucha, mierda, un niño que creía en ti. ¿Para qué? Para traicionarlo y dárselo en bandeja de plata a Tomura.
—¡Sé que me equivoqué con el joven Izuku, me arrepiento y ni siquiera mi muerte, ni la de Tomura o All For One alcanzará para que me perdone! ¡¿Crees que no lo sé?!
—Si te arrepientes, ¿por qué trajiste a Melissa? —La pregunta dejó callado a All Might—. ¿Para continuar el legado del One For All? ¿El de Nana? ¿El tuyo? O, quizás, ¿el legado del héroe Deku? Por favor, todos sabemos que en ella recae tus arrepentimientos y solo la usas para saciar tu sed de perdón. —El héroe nocturno había perdido la fe en el héroe número uno desde hace tiempo—. Ella no se merece eso, pero, incluso así, será mejor héroe de lo que tú eres... Cualquiera de mis alumnos lo será.
Terminando la conversión, abandonó el lugar dejando a Toshinori parado, sin ganas de pronunciar alguna palabra que exprese lo contrario a la idea de Aizawa. Pero, una mentira más podía ser el detonante de perder su consciencia y la fe que aún quedaba en él sobre sí mismo.
Podía ser el mejor héroe de todos los tiempos en Japón, pero, sus manos también están manchadas de sangre inocente. Un pecado que jamás podrá subsanar.
Todo sus movimientos estaban plenamente cronometrados. Como si supiera que Nezu tenía la costumbre de tomar café para calmarse, mientras se reunía con varios héroes para discutir sobre el tema o villano del momento.
Izuku era más listo que antes, no tenía pruebas que le aseguren sobre aquella reunión, pero, la plena confianza de haber analizado con detenimiento al director antes de aquel fatídico sucesos, le daba suficiente confianza para realizar sus hazañas.
—¡Esperen a que los héroes vengan! —Un guardia gritó antes de ser impactado por un proyectil.
Si bien le era fácil batallar cuerpo a cuerpo con la mayoría de humanos, había veces donde los Quirks de ataques a distancia le generaban dolor de cabeza.
—¿Puedes dejar de menear tus cuchillas? —Saltó hacia atrás, evitando que una de ellas se incrustar en sus piernas.
—Red Hood, ríndete. —Una chica pelirroja lo miraba con detenimiento—. Los héroes están en camino y, para tu mala suerte, esta es la zona de All Might.
La chica se acercó a él, con el propósito de darle un par de golpes con los puños. Red Hood lo esquivó, aunque no esperó que atrás suyo hayan un par de cuchillas flotantes esperándolo.
—Sí, sí, que miedo.
—Digo lo mismo, te imaginaba más alto. —La heroína miró a los ojos de la máscara sin tener que levantar el cuello. Concluyó qué solo se llevaban un par de centímetros, siendo Red Hood el más alto.
Izuku agarró una de las cuchillas con su mano y el otro, se incrustó en su pierna. Esperaba gritar o soltar uno que otro bufido, pero, no sentía el dolor esperado. Ahí entendió que los héroes se volvieron más cobardes de lo que ya eran.
—Tal vez ellos no sean necesarios ahora. —De acercó a él, manteniendo cuatro cuchillas más en el aire—. El villano más buscado atrapado por una novata, espero un ascenso.
—¿De cuidadora de centro psiquiátrico a vigilante de hospital desde una camilla? —Mantenía sus manos sobre sus supuestas heridas.
—Cierra la boca, te vas a arrepentir en ve-.
Red Hood, aprovechando el descuido, lanzó el cuchillo contra el cráneo de la pelirroja. Ella tuvo que concentrarse en el arma usada contra suya, haciéndola flotar a unos centímetros del impacto.
—No te salió la juga-. —El sonido de un disparo encadenó su consciencia al terror.
—Bam.
Vio como la chica caía de espaldas contra el suelo, inmóvil y aturdida. No esperaba una pelea al llegar, así que tenía que buscar la oportunidad de acabar el encuentro antes de que llegasen alguno de esos dos grandes grupos.
—Cuchillos de goma... —Miró el arma—. No son letales, pero duelen como el demonio. —Caminó hacia el cuerpo casi inerte de la heroína—. Mira, niña, me hiciste enojar un tanto, lo admito. —Levantó la mirada, observando si habrían más valientes con ganas de retenerlo un poco más—. Pero, aunque no lo creas, soy misericordioso, así que, te daré a elegir entre dos opciones.
Una vez que terminó de decir esas palabras, sacó uno de los cuchillos y empezó a hundirlos en el cuello de a chica. Empezaron a formarse lagrimas en los ojos de la heroína, mientras se arrepentía de su patético final. No pudo realizar una hazaña digna de recordar o conocer a Mirko, su héroe favorito. Tantos sueños por cumplir, ignorados por la caída del sol frente a sus ojos.
—Parece que te haces llamar Knif Edge... En mis tiempos había mejores nombres, sin ofender claro.
La heroína del cuchillo retenía las lágrimas. No iba a mostrarse débil en los últimos momentos de su vida. Falló, de manera horrible, pero no le daría el gusto de verla aterrada. Su último deseo sería no darle la satisfacción de victoria a Red Hood.
—¿Quieres vivir o morir? —Izuku vio la resolución de la chica, a lo que optó por sonreír.
La pregunta era clara. Podía elegir por vivir, es más, ¿quién no lo haría en su situación? Pero, pedirle ayuda al enemigo número uno de la ciudad era como si echara al tacho todo lo que sacrificó para volverse un héroe. Ella juró detener a los villanos y ayudar al débil, sin embargo, uno de ellos la iba a ayudar. Por culpa de su arrogancia terminó en esa situación. Tuvo que hacer caso a los protocolos, no creerse el maldito super héroe invencible. Cerró los ojos, sin importar que, moriría manteniendo su honor.
—All Migth... Él te va a encontrar. —Dijo, tartamudeando en su lugar. Sus ojos se cerraban, además de mantener la boca abierta y botando saliva por ahí.
—Qué pena, me gustaba mucho tu Quirk, es más, quería hacerte algunas preguntas. —Red Hood miraba como, poco a poco, el rostro de la chica tomaba una tonalidad morada. Alejó el cuchillo del cuello, luego, se arrodilló a una distancia prudente, dispuesto a inspeccionar el cuerpo tirado y encontrar algo que le pueda servir para su objetivo—. Que desperdicio de talento.
—¡T-Te voy a detener!
Mas, Izuku, no esperó que la heroína, en su último acto a causa de fuerza de voluntad, se levante y saque una cuchilla de la manga. Tuvo que admitir que fue ingenioso y valiente. Admiró su resolución, tanto así que, al sentir la cortada en su abdomen, la noqueó con un golpe de puño contra el mentón, haciendo que ella ya no sienta la angustia de ver pasar el cortometraje de su vida frente a sus ojos.
—Tranquila, no quiero ser un monstruo. —Izuku mostraría bondad, aun siendo Red Hood.
La recostó de costado, abrió la boca de la mujer, ayudando al proceso de respiración, luego, sacó la bala incrustada en el cuello y, por último, se llevó la cuchilla con la que fue herido. No dejaría evidencias que podrían delatarlo. Se paró para continuar el camino, tendría que avanzar en línea recta hasta llegar a la última habitación del piso. Un sitio resguardado si no fuera por que Izuku ya abatió a todos los guardias que quedaban en ese piso. Tendría que agradecer más tarde a ese pequeño grupo que se estaba ocupando de las demás áreas, siendo ignorantes de lo que ocurría una vez que llegaran a dónde está él.
Perdió tiempo con aquella chica, por lo que aceleraría la operación.
Caminó, a pasos firmes y fuertes, mirando qué poco a poco el pasadizo daba una imagen lúgubre. Se respiraba miedo y soledad, tanto que hizo que recordara la vez que fue atrapado y torturado por la Liga. Eso no hizo más que endurecer su corazón.
Cuándo llegó al frente de la puerta donde tendría que estar la persona que buscaba, un mar de dudas invadió las costas de la razón, las cuales lo mantenían con los pies sobre la tierra. ¿Qué pasaría cuando entre? Quizás no detendría sus impulsos y daría la peor paliza que ha dado. Tal vez, derramará lágrimas de dolor y cólera al verla, pidiendo explicaciones que él mismo ya las sabe. O quizás algo mucho peor, cuándo vea sus ojos marrones luego de estar entre la cuerda de la vida y la muerte, la perdonará sin haber dicho una palabra.
Por esas razones dudaba mucho por ingresar. Al momento que cruce la línea, todo lo que ha construido puede ser derribado en cuestión de segundos.
—¿Quién está ahí?
—Hola.
No se dio cuenta cuándo ingresó al cuarto. Fue por haber sido hipnotizado por su voz. Él la recordaba, recordaba su voz, su rostro y la actitud hiperactiva que tanto había llamado su atención en el pasado. Todo en ella fue brillante, tanto así que Izuku pensó acerca de la posibilidad de que sea una alucinación. Fueron estrellas en el espacio, fueron galaxias derramadas y satélites desorbitados. Fueron infinito en su propia magnitud, pero, también fueron una vil mentira.
—Hola, Ochako. —La llamó por su nombre.
—¿R-Red Hood?
Por más que esté recluida en este lugar, ella seguía leyendo los periódicos cada mañana en busca de alguna noticia que contenga el nombre de su amado. Así que, no era ignorante sobre la existencia y presencia de ese hombre con máscara roja.
—Escucha bien, villana. —Cerró la puerta, no sin antes fijarse que no haya rastro de ese pequeño grupo que lo "ayudó" a colarse—. Tienes estas opciones: Morir. Responder a mis preguntas y morir. No responder a mis preguntas y morir. Dejarte en bandeja de plata a tus amiguitos y, luego, morir. —No se andaba con rodeos. Existía cierto odio que, sin saber cómo, lo controlaba para no abalanzarse sobre ella y ahorcarla hasta que su rostro adopte un tono morado. No le rompería el cuello, eso sería rápido y casi indoloro comparado con todo lo que quería hacerle—. Ahora, te toca elegir, Ochako. ¿Cuál de estas opciones prefieres?
Ella no respondió, solo se quedó callada, mientras lo miraba atentamente. Sus ojos no se despegaba de él, cosa que le hacía sentir raro por varios motivos. Uno de ellos fue que ella no sentía temor, no pudo encontrar una pizca de ello en su expresión. Sólo lo miraba como si quisiera descifrar un misterio.
—Me disculpo si no fui claro. —Se acercó, tanto que se encontraba a pocos centímetros de la camilla donde Uraraka estaba sentada—. Tienes exactamente treinta segundos para elegir. —Seguía sin recibir respuesta—. Si no lo haces, yo decidiré por ti y créeme que no te gustará.
Ella se mantenía estoica. No le afectaba la presencia del criminal más buscado del momento. La persona capaz de herir de gravedad al top cinco de héroes y seguir vivo para cometer más maldades. ¿Por qué no reaccionaba?
Por primera vez, luego de mucho tiempo, Izuku se sintió intranquilo. Descubrió lo penetrante que era la mirada de la chica. Eso le asustaba, quería huir de ahí, no podía hacerle frente. Ya que, después de todo, ella era su más grande debilidad. La razón por la que cayó en las manos de Tomura, la causa de recibir el repudio de todo un país. El demonio que fue capaz de pintar el paraíso de sangre.
—Diez segundos. —Desenfundó una de sus armas—. Nueve. —Frunció el ceño—. Ocho. —Seguía sin respuesta—. Siete. —Pero, no dudaría—. Seis. —Quería matarla—. Cinco. —Arrancarle los ojos—. Cuatro. —Cortarle la lengua—. Tres. —Hacer que sus ruegos por piedad sean en vano—. Dos. —Que dé su último suspiro viendo quién era en realidad su verdugo—Uno. —Y todo comenzaría por un disparo—. Cer-.
—Te estuve esperando, Deku-kun.
Y sin tenerlo previsto, sin ni siquiera dar una pista sobre el desenlace, Ochako sonrió, a la vez que suavizaba su expresión. Ella se mantuvo impasible desde el primer momento que se escucharon las sirenas de emergencia en el edificio. Sabía su destino, estaba esperándolo desde hace mucho, por lo que, tuvo algo de tiempo para asimilarlo. Aceptar que los secuaces de Tomura habían venido para tomar su vida porque sabía demasiado, para salvaguardar el propósito de su líder. Líder a quién ella servía en el pasado, pasado que la atormentaba y tormento que la perseguirá hasta el final de sus días. Así que, en cierta parte, se alegró al saber que iba a morir.
Sabiendo en la situación en la que se encontraba, solo se sentó a esperarlos, recordando los viejos tiempos dónde convivía con sus presuntas amigas, a las que engañó; dónde se hizo amiga del adolescente más recto y serio que conoció, al que engañó; donde conoció a profesores geniales y altruistas, a los que engañó; dónde celebraban su presunto cumpleaños, algo que ella no recuerda, y, otra vez, los volvió a engañar. ¿Acaso su escasa felicidad fue a base de engaños? Sí, sin objeción.
Sin embargo, el que cruzó la puerta no fue Toga, Twice o el mismo Shigaraki, sino, Red Hood. El vigilante o villano, dependiendo quién lo llame, más buscado.
—Te equivocas. —Respondió secamente—. El héroe Deku murió hace mucho.
¿Cómo lo reconoció? A estas alturas, sólo Nezu estaría casi al cien por ciento de su identidad, nadie más.
—¿Cómo no podría reconocerte?
—Soy Red Hood.
Izuku estaba en problemas
—Me gusta ese nombre, pero, prefiero a Deku. —Ella sonreía. Mientras miraba el suelo en busca de sus pantuflas.
—Supongo que tu estado mental no se ha recuperado luego de que Tomura te haya violado. —Soltó con rabia. También, desesperado por convencerla de que él no era Deku.
El efecto fue el que quería. La expresión de Ochako cambió. Incluso, su tonalidad palideceó. Un recuerdo que intentaba borrar, algo que dejó una cicatriz en su cuerpo. Desde ese momento, desde que fue rescatada y llevada a este lugar, no aguantaba verse al espejo, ni mucho menos, cuándo se encontraba desnuda. Odiaba su cuerpo, ya que, aún podía sentir el asqueroso tacto de su victimario.
Pudo acabar con su vida varias veces a causa del recuerdo, pero, aceptó vivir con ello, creyendo que era su penitencia al traicionar a la persona que más amaba. Quería morir, pero, se negaba a tomar el camino fácil. Entonces, cada día de su vida se transformó en un calvario, intentado no ahogarse en la bañera o meter el cepillo de dientes en su garganta hasta que el vómito le impida respirar. Esperando a qué la muerte viniera.
Ella soñaba que así, tal vez, pueda conseguir el perdón de su amado en el más allá. Que su alma pudiera descansar en paz al lado suyo. Pero jamás pensó que él no prefirió el infierno o el paraíso, Izuku prefirió ir hacia ella.
—¿Puedo ser perdonada? —Era su más grande ilusión.
—No lo sé, no soy él. —Volvió a responder, negando la verdad.
—Claro que lo eres. —A pesar de estar a poco de tener un ataque de pánico al recordar a Tomura, le tranquilizaba tenerlo en frente.
—¿Por qué estás tan segura?
—¿No es obvia la respuesta?
Fue ahí donde Izuku perdió la cordura. La sonrisa brillante de Ochako, no cómo las otras que carecían de chispas o de genuinidad, molestó al vigilante. Irritación, furia, ira, rabia... ¿Cómo ella podía sonreírle a pesar de todo? Él recordó las veces dónde se aislaban en su cuarto, jugaban a acariciarse e intercambiaban risas genuinas. La perfección del mundo en un solo lugar, la perfección del mundo que lo cegó. Que lo engañó, que fue la palanca que activó el sendero hacia su deceso.
—No... No puedo... Hablar. —Ochako volvió a estar echada en su cama, con la diferencia que ahora estaba forzada a hacerlo por la mano de Izuku aferrada, fuertemente, a su delgado cuello, a la vez, una pistola apuntaba su frente—. Suel... Suéltame. —Luchaba, desesperada, por soltarse. Tenía tantas cosas por decirle ahora que tenía la oportunidad, tantas cosas que calló—. Ha-Hablemos. —Su rostro adoptó una tonalidad morada. Él, de verdad, iba a matarla a ese paso—. Deku-Kun, p-por fa-favor.
Sí, prefirió ir hacia ella, pero, solo para mandarla al infierno.
—¡No soy Deku! —Gritó—. Él murió en esa explosión; tú lo mataste, Ochako. Debes aceptar la realidad.
Un susurro de conciencia llegó a su mente. Si descontrolaba su emoción y seguía aumentando la fuerza ejercida sobre el cuello de la fémina, el plan que trazó sería arruinado, además de que tendría que retrasar su venganza.
—¡Él no está muerto! —Ochako contestó elevando la voz ahora que podía respirar, aunque le costó formular las palabras—. Estás conmigo en este momento.
—Ochako. —De pronto su voz se suavizó. Aunque por su máscara no podía ver sus ojos verdosos, ella sabía que sus miradas estaban conectadas; eso le dio esperanza, fe en que la pesadilla terminó—. Deku murió en la explosión e Izuku, cuando lo traicionaste. Solo queda esto. —Se señaló—. Red Hood, un fantasma vengativo.
—No... No es cierto. Aún sigues aquí. —La castaña se desestabilizó emocionalmente. Pudo haber sido cruel, sin ningún rastro de empatía, pero era la verdad. Lastima que Ochako se negaba a aceptarlo.
—¡Mírame bien, ex heroína Uraravity! —El vengador con una de sus manos sostuvo el mentón de la chica y con la otra empezó a quitarse la máscara—. ¿Crees que Deku sigue vivo?
Una vez que el rostro de Izuku fue visible para ella, una tormenta de emociones arrasaron las pocas defensas qué quedaba en Ochako. Creía que una vez que volvieran a mirarse el mundo se detendría y volverían a ser ellos dos, no esperaba que lo que más añoraba con esmero se convirtiera en su terror más grande. Podía reconocerlo a la perfección, cada detalle permanecía en su memoria como el tatuaje en la piel: las pecas qué forman un rombo en cada mejilla, sus ojos verdes capaces de invadir lo más profundo de su alma, sus labios delgados, su cabello despeinado con tintes verdosos y su fina ceja izquierda, partida por una pequeña cicatriz. Sin embargo, qué la expresión qué mostró el rostro enigmático hizo qué reviviera las mil y un pesadillas donde Izuku era el protagonista, en las que la maldecía por engañarlo, donde botaba veneno y juraba a gritos que nunca encontraría el perdón sin importar la línea temporal, dimensión o universo en el que se reencuentren. Luchaba con ello día y noche, su único consuelo era la esperanza de volver a ver Izuku y que este le diera el perdón que anhelaba, aunque no se lo mereciera. Ver esa mirada que perdió el brillo y pulcredad por culpa de ella, destrozó la poca cordura qué se hallaba en Uraraka Ochako.
Ochako no solo entendió que había perdido a Deku para siempre, también qué, por el resto de su existencia, seguiría viviendo al margen de un perdón que jamás obtendrá. Entonces, ¿para qué seguir con vida si la muerte sonaba más armoniosa? Ella había tomado una decisión: si Izuku no terminaba con ella, no esperaría a que llegara la Liga de Villanos para hacerlo.
—Responde mis preguntas sin mentir; más te vale no hacerlo, Ochako, créeme que te arrepentirás. —Volvió a ordenar. Sabía el efecto que causó y no se sentiría culpable por mostrarle algo que ella quiso ver—. ¿Sabes dónde está Tomura? —Ella asintió—. ¿El doctor Daruma? —Volvió a asentir.
Ya no le importaba revivir el recuerdo de Shigaraki. Su mundo se transformó en una cáscara vacía. El dolor de las cicatrices de esos recuerdos ya no le hacían daño, pues, es imposible dañar algo que ya está roto.
—Última pregunta. —Izuku contrastó la información de Ochako con la de Black Skull—. ¿Sigues del lado de Tomura?
Y por última vez, Ochako asintió. Bajó la cabeza, mirando el piso ante la presencia dominante de Izuku. Podía imaginarlo furioso, frunciendo el ceño y apretando los dientes, por lo que se preparó para recibir la expiación de sus pecados. Miró la pistola en la cintura del pecoso, también la cuchilla con manchas rojas y la gran palanca qué le recordaba la paliza qué Tomura le propinó antes de matarlo. También estaba la opción de golpearla a mano limpia o ahorcarla hasta que quebrar su cuello.
—Eso explica porque tus amiguitos están pisándome los talones. —Izuku dirigió su mirada a la puerta, qué sería abierta en cualquier momento—. Pero por lo que sé, ellos no vienen a salvarte el trasero.
Ochako no respondió, seguía con la cabeza agachada.
—Entonces, ¿por qué están aquí? Ellos no sabían que venía, es más, me adelanté a ellos porque sabía su plan.
—¿Cómo? —Se atrevió a preguntar.
—Le doy el crédito a Black Skull y la información en su computadora.
—Ese idiota. —Ella imaginó que Izuku de alguna u otra forma se coló a uno de los escondites de la Liga—. De seguro no eliminó los archivos cómo se le pedía que hiciera.
—Ese bastardo tenía guardado fotos de todos ustedes cenando en el centro de la ciudad. Incluso tenía tanto la fórmula y balas potenciadoras y anulador de Quirk. —Bromeó por primera vez desde que entró a la habitación—. Sabía mucho.
—Y por eso Tomura pensaba silenciarlo. —La castaña dio una pequeña sonrisa, aunque seguía en la misma posición decaída—. Ya sabes, no quería cabos sueltos.
—Ahora él me debe una.
—Conociéndolo, solo lo hiciste enfurecer más.
—Parece que lo conoces muy bien, Ochako.
—Lastimosamente.
La charla era orgánica, como en los viejos tiempos. Ella estaba disfrutando esos pequeños segundos de tranquilidad, cuyo meollo era la mezquindad construida en base a la resignación.
—Te compadezco. Yo también lo conocí bien y mírame. —Ella no hizo caso—. Me volví esto.
—Te queda bien la máscara, aunque mi preferido será siempre el verde.
—Pensaba lo mismo hasta que imagine la sangre de Tomura en mis manos.
—Dale una paliza de mi parte, ¿quieres? —Pidió. Se reconfortó un poco al pensar en Shigaraki rogando piedad en el suelo, desangrándose.
—No te preocupes, obtendrá su merecido. —Izuku volvió a acercarse a ella. También, volvió a sacar su pistola, cargándola con los proyectiles letales, no los de goma—. Pagará por lo que hizo. Le daré tal paliza qué me rogará qué lo mate, qué dispare a su cabeza, qué acabe con su sufrimiento; pero no lo haré, no, estaré disfrutando cada lágrima, cada grito y cada lamento qué su pútrida boca lance. —En su cabeza pasaban miles de imágenes donde el rojo era el color predominante—. Saborearé su decepción cuando crea que lo perdoné, creerá que está a salvo, qué me aburrí de él, pero... —Hizo una pausa, pensando bien si contarle o no—. Pero ahí recién comenzará mi verdadero plan. Lo que busco, lo que deseo, lo que anhelo se cumplirá. Un paso a la vez, Ochako, un mísero paso a la vez; la policía está asustada, los héroes están preocupados, la Liga y demás villanos sentirán el mismo sentimiento y, por último, la sociedad, la gente común y corriente, verá que no están a salvo como los quieren hacer sentir.
—¿Qué quieres hacer, Izuku?
—Voy a limpiar Japón, más de lo que nunca ellos hicieron. El crimen nunca se detendrá, pero podré controlarlo. —Para eso debía de cumplir todo lo trazado en su plan—. Esas basuras le tienen miedo a los héroes pero, ¿qué pasará con los que no? Stain, Black Mask, Spinner, Toga, Twice, Dabi, Tomura... All For One. Ahí es donde entro en la ecuación; haré lo que los héroes no hacen: eliminarlos.
—No hay manera de detenerte. —Se lamentó, volviendo a recordar lo que de ese momento será su eterno calvario. Ochako es la verdadera autora de Red Hood—. ¿Qué he hecho?
—Muy tarde para pensarlo.
—Lo sé. —Aceptó la realidad—. ¿Y ahora qué?
—Pide un último deseo. —Izuku acercó el cañón de la pistola en la cien de Uraraka—. Algo que pueda cumplir.
—¿Pueden ser tres? —Preguntó.
—Un deseo, una bala. —Izuku aclaró. Le gustaba eso de Uraraka, siempre tendía a querer en salirse con la suya.
—Acepto el riesgo, voy a morir de igual forma. —Sonrió, ella era consciente de lo que pasaría a continuación—. Acércate.
—Primer deseo cumplido.
Bam.
El sonido de la bala disparada resonó en el cuarto. La pierna de Ochako tenía un agujero donde líneas de sangre recorrían y chocaban con las sábanas blancas. El vigilante no dudó en ningún segundo en ejecutar el trato; se había acercado tanto a la castaña qué ella no pudo ver venir el disparo.
—Bien. —Aguantó el llanto y las ganas de gritar por el privilegio de estar tan cerca de su amado—. ¿Listo para el segundo deseo?
—Solo si no te asusta esto. —Mostró su fiel pistola.
—Estoy segura que valdrá la pena. —Dijo ante la incredulidad de su ex novio—. Ven, bésame.
Dudó por un momento antes de, otra vez, quitarse el casco. Uraraka acarició su mejilla y fue la que tomó la iniciativa en la conexión de labios. En un principio lento, más por Izuku y su resiliencia, aunque no tardó en revelarse la lujuria escondida dentro de los pensamientos del joven hombre.
Constrastó mucho el inicio del beso con la continuación luego de algunos segundos: se comían los labios mientras enredaban sus lenguas. Las manos de Izuku recorrían cada lugar ya explorado por él con anterioridad, le gustó recordar el cuerpo de Ochako, desde sus curvas delgadas hasta sus montículos de carne. Le encantaba la melodía de los gemidos ahogados y como temblaba su cuerpo cada vez que sus entrepiernas chocaban. Por su parte, Ochako secuestró con los brazos la cabeza de Izuku y con sus piernas hizo un candado sobre la espalda del mismo; pedía sentir más electricidad, qué derritiera su cerebro, embriagarse de su perfume y que la cama se humedezca. El mejor momento de su vida llena de arrepentimientos. Lo mejor fue cuando sintió como Izuku rompía la bata del hospital qué tapaba su cuerpo, volvía a ser suya y no diría no a lo que vendría luego, incluso gimió más fuerte al sentir su labio sangrar a causa de una mordida no advertida y el ardor venidero por las lamidas. En contraste al dolor de su pierna, este era más gozadera.
—Listo. —Murmuró contra los labios de la chica—. Segundo deseo cumplido.
—No... No te detengas, por favor. —No le importaba recibir otro disparo en cualquier parte de su cuerpo, lo decía porque sabía que después de esto, aquellas acciones y sensaciones nunca más se volverían a repetir—. Un poco más, solo un poco.
Bam. Otro disparo a la pierna.
—Pide tu tercer deseo. —Muy a su pesar, escuchó los quejidos qué morían en la boca de Ochako—. Y no tendrás que preocuparte por nada más.
—¿Te lo puedo decir en la oreja? —Aceptó sin más, después de todo ya estaban cerca.
—Lo siento, no puedo... —Y sin saberlo, volvió a caer en sus redes.
—. Esto va en contra de todo lo que he trabajado. —Se alejó luego de escucharla.
—Prometiste cumplirlo. —Rogó.
—Solo si estaba a mi alcance. —Red Hood creyó que nada podía sorprenderlo, qué había escondido bien ese sentimiento de angustia, pero lo que pidió heló su sangre.
—¿Y no lo está?
E Izuku perdió así de fácil cómo quitarle la vida a alguien. Cómo lo sencillo que habría sido incrustarle una bala en el cráneo si no se hubiera compadecido de ella desde el inicio.
—Tomaré mi pago por adelantado. —Por primera vez en mucho tiempo, tartamudeó. Se sentía contra las cuerdas.
—Adelante. —Cerró los ojos. No estaba asustada ni mucho menos preocupada de lo que pasará a continuación. Estaba dispuesta a remediar su error, a arrodillarse por la eternidad si fuera necesario para que Izuku logre perdonarla o, por lo menos, qué no la vuelva a mirar como lo hizo en su reencuentro.
—Una última pregunta. —Si Ochako estuviera atenta a Izuku vería como temblaba con la pistola alzada—. ¿Me amaste realmente?
Evitó qué su voz se quiebre, pero no lo que hizo después de escuchar la respuesta de la chica de sus primeras veces.
Pam.
—Hasta la próxima, Ochako.
Cuándo salió de la habitación, con el casco puesto, miró la recta del pasillo. Sus guantes ensangrentados manchaban el piso y por cada paso que daba dejaba manchas rojas notables. Maldijo al aire, muchas emociones que creyó enterrar vieron la luz después de tiempo, estaba cansado mentalmente por lo que tendría que acabar con el grupo que estaba delante de él, justo en el comienzo del largo pasillo.
—¡Eres Red Hood! —Una linda chica rubia lo saludó—. ¡Oh, Dabi, Red Hood está saliendo del cuarto de mi Ochako! Nos ganó. —Mencionó, decepcionada de no haber sido rápida—. Todo por culpa tuya, Twice, no debimos detenernos en el baño.
—No es mi culpa que tu comida sea venenosa para mi cuerpo. —El hombre de máscara rebatió.
—¿Cómo que venenosa? A Dabi le gustó.
—Concéntrese, par de idiotas. —El mencionado arrugóa frente, molesto por la actitud de sus compañeros—. Es el vigilante del momento.
—El gusto es de ustedes. —Respondió con sorna—. No esperaba encontrármelos tan-.
—¿Tan pronto? —Twice lo interrumpió.
—Tan tarde. —Aclaró al instante. Después de salir de la habitación, lo único que quería era irse a su escondite y dormir, descansar la mente—. Terminé lo que vine a hacer.
—¡¿Qué le hiciste a mi Ochako?! —Fue Toga quien gritó molesta.
—Adivina adivinador. —Levantó las palmas de las manos—. Lo mismo que ustedes, pero más rápido. —Vio la expresión furiosa de la rubia—. ¿Qué? ¿También querías divertirte? Perdón, es que me era imposible detenerme, ya sabes a lo que me refiero. —Tal provocación causó qué Toga sacara sus cuchillas escondidas.
—Siendo sincero, esperaba que te unieras a nosotros. —Dabi prendió en llamas sus brazos—. Hubiera sido interesante trabajar contigo.
—Yo digo que lo matemos y lo echemos a los tiburones. —Twice empezó a clonarse—. ¡Mala idea, idiota! Mejor a los perros. —Su otra personalidad le respondió.
Red Hood sonrió detrás de su casco. Una pelea más, luego se irá a descansar un par de días.
—¡Muy bien! Esto es lo que busco. —Dio un par de pasos hacia delante—. Tienen dos opciones: entregarme a Tomura y morir o pelear y morir. —Izuku levantó sus pistolas, apuntando al trío—. Y créanme qué la primera opción me la acabo de inventar.
Las noticias volaban de boca a boca de manera rápida.
—Dios mío... ¿Qué mierda pasó? —Retuvo las ganas de vomitar.
Cuándo el detective Tsukauchi fue alertado por sus subordinados de que hubo un ataque al centro psiquiátrico donde reside la traidora de la UA, Ochako Uraraka, dejó lo que estaba haciendo en su oficina y agarró las llaves de su patrulla. Rompió una que otra ley de tráfico de la ciudad, pero la gravedad del asunto lo ameritaba
Aunque no esperó encontrar todo un pasillo pintado de negro, producto de lo que fue una fuerte explosión de calor. Podía sentir las cenizas cada vez que abría la boca para suspirar de miedo al ver lo que pasó con los integrantes de la liga.
—Cuatro cuerpos calcinados. —Respondió uno de sus subordinados—. Creemos que se tratan de los tres secuaces de Tomura: Twice, Dabi y Toga. —Señaló con asco uno por uno lo que parecía ser los restos rostizados de lo que una vez fueron cuerpos humanos—. Por último, creemos que el último cuerpo se trate de Ochako Uraraka, ex heroína y la traidora.
—¿Red Hood? —Preguntó por la persona más buscada del momento—. ¿Sobrevivió?
—De alguna u otra forma, parece que soportó las llamas azules de Dabi. —Respondió—. No hay señales de que haya muerto o calcinado por completo por medio de la combustión.
—¿Qué anotaste en el reporte? —El detective estaba dando vueltas en círculo, ignorando parcialmente el hedor—. Con todo y detalles.
—Red Hood se coló al psiquiátrico de Ochako Uraraka, suponemos que fue para busva información del paradero de la Liga de villanos. Tuvo una breve pelea contra la heroína Knif Edge, ella resultó con heridas no mortales, pero sí que le dio una paliza.
—¿Knif Edge dijo algo sobre Red Hood? No importa si suena loco o descabellado, dímelo. —En sus años de detective, sabía que todo criminal, por más meticuloso que sea, siempre dejaba un rastro delator ya sea por un descuido o por la traición de un enorme ego evidente.
—Ella cree que Red Hood fue un estudiante retirado o frustrado del curso de héroes.
—¿Qué? —Sonaba a un Déjà vu.
—Eso mismo. —Contestó el subordinado—. Antes de desmayarse escuchó a Red Hood burlarse de su nombre de héroe, diciendo que en sus tiempos había mejores.
La pista que necesitaban. El comienzo de la caída de la máscara de Red Hood, pronto podrían averiguar la identidad del vigilante.
—Es un héroe frustrado obviamente, alguien que fue echado o abandonó el camino de convertirse en héroes. —Decía sus conjeturas—. Según Mirko no parece ser mayor de edad. —Volvió a mirar la pared quemada—. Haz una lista de jóvenes de dieciséis a veinticuatro años que fueron expulsados o abandonaron cualquier academia de héroes de esta región y de las regiones vecinas. Quiero saber sus nombres y motivos específicos, junto a detalles clínicos y expedientes policiales si tienen. Lo quiero para hoy.
—¿Qué hacemos con los cuerpos? —Señaló con asco la materia negra en el suelo.
—Esperen a que venga el perito, él se encargará. —Levantó la vista hacia cierta parte del techo—. ¿Revisaron las cámaras?
Tsukauchi señaló con el dedo lo que quedaba de cámara en el lugar, aunque él mismo sabía que su pregunta rondaba la estupidez.
—Desactivadas por completo. —Red Hood solo sería grabado si él quería que así fuera.
—No sé porque sigo preguntando por ello. —Suspiró cansado—. Tómate un descanso antes de empezar con lo que te encargué.
El subordinado asintió, mientras que el detective Tsukauchi meditaba acerca de que por fin se divertiría en el juego del gato y del ratón. Que los días de Red Hood como vigilante terminarían tan pronto como lo aprese.
Bueno, sin las 2:26 am y bueno, me acordé porque escribía a estas horas y todo era porque me odiaba. Todo chill 🥳👍 no se preocupen.
Volví después de mucho tiempo y en verdad que me muero de sueño. Perdón por la demora, así que espero que haya valido la pena la espera.
Si tienen alguna duda sobre la historia pueden preguntar en este párrafo, más que todo para aclarar ciertas cosas que creo que no dejé entender en mi narración.
Por último, estoy planeando escribir una última historia para ya "retirarme" de esto de escribir por aquí, así que estaría agradecido si me dieran ideas o que les gustaría que escribiera.
Bueno,eso es todo por mí. Voy a dormir antes de que se me antoje escribir de nuevo y vuelva a ser un marginado social.
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