9. El gran circo
UNA SEMANA DESPUÉS
El ruido de los motores. El olor a gasolina. El bullicio. Todo a su alrededor era caótico y fascinante a la vez. Estaba disfrutando. Pensaba que no lo haría, pero, no era así. Le gustaba este ambiente. Se sentía...más viva.
-¿Estás cómoda aquí? -Oñoro puso una mano en la parte baja de su espalda apenas unos segundos, los suficientes para que Sara se sintiera de esta manera más tranquila y calmada.
-Si, todo perfecto, Carlos. Gracias por todo. No tenías que hacer de niñera -recibió Oñoro una agradable sonrisa de la chica, una que correspondió casi de la misma manera.
-Ahora eres de la familia. La mujer de mi primo. Y tranquila, que no hago de niñera, es que tampoco me gusta estar en medio de todo el circo.
A Carlos Oñoro, le gustaba mucho Sara para su primo. Desde que estaban juntos en este matrimonio arreglado u obligado, veía a Carlos más relajado, no tan tenso como en otras ocasiones. Incluso sonreía más, aunque a veces le quitaran los motivos para hacerlo.
En el paddock se rumoreaba que Ferrari quería prescindir de él. Una locura pues el español había demostrado ser mucho mejor piloto que su compañero el monegasco. Pero, a veces, ser el mejor no era suficiente, y primaba más la publicidad de tener a un veterano ganador entre sus filas que a un prometedor piloto.
Pasara lo que pasara, Carlos no se quedaría sin escudería. Fuera de Ferrari, había muchos equipos que esperaban con los brazos abiertos, la rescisión del contrato del madrileño con la escudería roja y así asegurarse a un futuro campeón entre sus filas.
-Carlos me ha dicho que sus padres vendrían para la carrera, pero aún no los he visto -le preguntó Sara con cierta inquietud, pues, aunque conocía a Carlos padre y a Reyes, la madre de Carlos, las circunstancias en las que ahora se encontrarían serían bastante diferentes.
-Llegarán mañana, pero tranquila, creo que mi tía está encantada de que su hijo haya sentado la cabeza contigo.
-¿Y eso?
-Sara, no eres consciente de que todos siempre te han adorado, lo que pasa, es que Rodrigo te eclipsaba y no te dabas cuenta.
Sopesó la morena las palabras de Oñoro. No era la primera vez que alguien le decía esto. Que sentían como si Sara se contuviera delante de Rodrigo, y aunque ella nunca había pensado que fuera así, al final, tenía que admitir, que en numerosas ocasiones su anterior pareja siempre era el centro de atención.
-¡Pole! ¡Carlos va a conseguir la pole!
Los gritos en el box se sucedieron con bastante entusiasmo. Las pantallas no se equivocaban mostrando los datos. El español estaba haciendo el mejor tiempo y para cuando acabó la última clasificación, fue el ganador de la pole.
Los vítores y el orgullo por el trabajo bien hecho del equipo de Carlos, contagió al resto del box, no en vano, Charles Leclerc había conseguido una ansiada tercera posición y ya se soñaba con un podium rojo.
Esperó Sara con discreción y paciencia que Carlos atendiera a su equipo, sin querer llamar su atención. Desde que estaba con él, había aprendido a mantenerse en un segundo plano y no inmiscuir en el trabajo del piloto, aunque él quisiera tenerla a su lado.
Tragó saliva relamiéndose los labios, cuando lo vio bajarse del coche y deshacerse del casco y todas sus protecciones. Sus latidos se volvieron locos al verlo con su cabello revuelto y bañado en sudor por el esfuerzo.
Atractivo. Imponente. Cautivador. Solo eran unos pocos adjetivos que venían a la cabeza de la chica cuando lo veía. Intentó Sara discernir si esto esta lujuria por él, o algo más que aún no sabía interpretar. Pero, de lo que estaba muy segura, era del terrible y tentador efecto que Carlos causaba en ella.
-Sara.
Levantó su vista al escuchar su nombre. Sus sentidos alerta y dispuestos. Sus barreras, caídas y toda ella, deshecha por él.
Avanzó Carlos hacia su mujer. Le daba igual que fuera un puto matrimonio de conveniencia. Una obligación para ambos, pero, era su mujer. A ojos de Dios y de los suyos, lo era.
La distancia entre ambos fue mínima cuando Carlos puso una de sus manos apoyada en la pared, muy cerca de la mejilla de la chica. Podía sentir su inquieta respiración y como ella le mantenía la mirada algo nerviosa. Incluso le temblaba el labio superior afectada por la cercanía del piloto.
-Enhorabuena. Primero. Ha sido una pasada -acertó Sara a decir embriagad por su presencia y por ese olor tan masculino que él desprendía.
-Un beso.
-¿Cómo? -no es que no lo hubiera entendido. No es que no lo hubiera escuchado bien, es que Sara quería que él lo repitiera.
-Que me merezco un beso de mi esposa, ¿no crees?
El sonrojo tomó el rostro de Sara. No era consciente de las miradas furtivas sobre el joven matrimonio. Solo estaba centrada en esos ojos caramelo a los que solo le importaban los jugosos y melosos labios de la mujer que tenía frente a él.
-Tómalo si quieres -le respondió ella desatando en Carlos todos sus instintos más primitivos, pues no sólo era su boca lo que quería tomar de ella. Lo quería todo de Sara.
Levantó uno de sus dedos rozando su cuello deliberadamente para provocarla. Sintió su respiración alterada y agitada con cada caricia. Levantó Sara su cabeza, queriendo de esta manera, darle ese permiso que él no necesitaba.
-Todo. Lo quiero todo.
No fueron sus palabras lo que causaron estragos en Sara. Fue su mirada. Ardiente. Intensa. Ruda. Como el beso que le dio. Su boca fue tomada por la de Carlos desatando en ella todo un ferviente huracán de locas sensaciones. Dejó que él se encargara de saquear su boca, enredando su lengua con la suya, chupeteando esta y sus labios en un descontrolado beso.
Se aferró Sara a su cintura, dejando que sus jadeos gobernaran el beso. Jadeos que excitaron al piloto y le llevaron a besarla con más premura.
Sara era un néctar. Uno que no se podía tomar lentamente, sino que, había que devorar esperando el siguiente sabor. Uno infinito, como todos los besos que se daban.
-¡Carlos!
Suspiro fastidiado el piloto lamentando la interrupción. Ni miró quien era, absorto en la azulada mirada de su mujer y en esos suculentos labios que le reclamaban ser tomados de nuevo.
-Odio que me interrumpan cuando te estoy comiendo la boca -le declaró él molesto con la persona que se acercaba hacia la pareja.
-¿Comer? ni que yo fuera un plato de comida -le respondió ella algo divertida por la comparación.
-Sarita, eres el plato estrella de mi menú. El postre. Ese que te quieres comer al principio pero que dejas para el final para poder disfrutarlo mejor, pues, la anticipación y la espera, merecen la pena en cada cuchara.
Recibió Sara un último roce de labios, alejándose Carlos de ella para atender a la prensa y al resto del equipo. Sus palabras hicieron mella en cada parte de su corazón, y también de su cabeza. Carlos no fue nunca de regalar los oídos a nadie. Lo decía Rodrigo y ella lo había comprobado de primera mano.
Por eso, todas estas genuinas muestras, no de cariño, sino de pasión contenida, la tenían cada vez más intrigada. Y si, fascinada por Carlos y por su comportamiento con ella.
La presencia de Oñoro a su lado, la hizo desviar su mirada del piloto para atenderlo. Vio en él una amplia sonrisa, una divertida y hasta cómplice entre ellos. De nuevo estaban los dos solos, sin nadie que los molestara ni cámaras alrededor que la grabaran a ella reaccionando a la carrera de su marido.
-Si esto no es un matrimonio de verdad, que baje dios y lo vea -le dijo Oñoro manteniendo ese tono divertido.
-Solo ha sido un beso para darle la enhorabuena por la pole. Nada más -le dijo Sara, aunque ella misma no se creía sus palabras.
Carlos la buscó con la mirada, pendiente más de ella que de su jefe de equipo. Percibió como se sonrojaba de nuevo y le mostraba una sonrisa, la cual se estaba convirtiendo en una de sus favoritas.
-¿Ves? a eso me refiero -le señaló Oñoro a su primo- como te mira a ti, no ha mirado nunca a nadie. Ni a Isa. Y mira que estuvo cinco años con ella.
-¿Y la americana? -le preguntó ella recordando a una chica que Carlos trajo una vez a casa para una cena, y a la que no volvió a ver más.
-Esa solo fue un rollo pasajero para demostrarles a todos que la ruptura con Isa no le había afectado. Créeme, Sara, entre vosotros está pasando algo.
Mojó ella sus labios uno contra el otro, buscando a Carlos. Era instintivo. Cuando sabía que ambos estaban en la misma habitación, sus miradas eran las encargadas de localizar al otro, y al encontrarse, de permanecer mirándose como si no importara el tiempo y el lugar.
-Aunque la cuestión no es esa, Sara.
-¿Ah, no? -cada vez estaba más intrigada con las palabras del primo de Carlos, pues, al parecer, él si veía algo que ella intentaba disimular, sin mucho éxito sin duda.
-La cuestión es que, ¿hasta cuando vais a negaros el uno al otro?
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