28. The beginning
FINALES DE MAYO
Correr en Mónaco siempre era especial, más si era Charles Leclerc y querías ganar en el Principado que te vio nacer. Él tenía a todo el público a su favor, y también al de Carlos, conocedores de la gran amistad que unía a ambos pilotos, a pesar de estar en escuderías rivales.
Se encontraron a la entrada del paddock, dándose un cálido abrazo nada más verse, quedando Carlos en un segundo plano, cuando Charles se fue directamente hacia Sara, alargando sus brazos para acoger a su pequeña sobrina entre ellos.
-¡Pero que grande estás, mi niña! -se dedicó Charles a besar las mejillas de una regordeta Cecilia, quien a sus seis meses, era un bebé muy espabilado deseoso de descubrir mundo- ¿y tú cómo estás, campeón?
Agitó Charles el cabello castaño de Nicolás, quien con algo de timidez, se refugió tras Sara, aunque sonriéndole al piloto, alguien que siempre se mostraba muy amable con él.
-¿Nos vemos en el hospitality? -besó Carlos las mejillas de su mujer, haciendo lo mismo con el pequeño Nicolás, quien tiró de su brazo llamando su atención de esta manera.
-Tedo ir contigo -la cara angelical del pequeño y como sus enormes ojos marrones le rogaban por estar con él, era algo a lo que Carlos no podía negarse.
-¿Quieres venir a ver mi coche? -asintió Nicolás a las palabras de Carlos, asiéndose a los dedos del piloto cuando este le tendió su mano- pues vamos al box del campeón a ver su coche.
-¡Nicolás! ¡No vayas por ahí! ¡Que el negro no es el campeón, es el rojo! -se burló Charles de Carlos, besando otra vez a Cecilia, y entregándosela a Sara a continuación.
-Yo me voy, que he quedado con Alexandra -fue el turno de Sara de abrazar a su amigo, cogiendo a su hija entre sus brazos antes de despedirse de sus chicos.
Vio Carlos como su mujer y su hija se alejaban hacia el hospitality, sonriendo al verlas partir. Ajustó su paso al de Charles, caminando ambos por una zona en la que por suerte, carecían de periodistas. Solo unos minutos tardaron en llegar hacia donde estaban sus respectivos box, siendo Mercedes la primera parada.
-¿Puedo ir con George? -tiró Nicolás del brazo de Carlos, pidiéndole ir a ver a su compañero de equipo, quien, con los brazos abiertos, esperaba ya al pequeño para darle un largo abrazo.
-Claro que si -se agachó Carlos para besar al niño, recibiendo de vuelta un cálido abrazo que de nuevo le hizo sonreír.
Pensaba Carlos que se iban a encontrar a un niño arisco y problemático, fruto de la crianza que pudiera haber llevado, y fue todo lo contrario, Nicolás era muy dulce y cariñoso, algo que se notaba en el carácter tan alegre que les mostraba.
-¿Cómo lo llevas? -le preguntó Carlos a Charles manteniendo el paso hacia la zona de sus garajes.
-Bueno, Alex ya rebasó el tercer trimestre y ahora es cuando me tortura. Se le ocurren disparatados antojos a los que tengo que satisfacer -se quejó Charles amargamente de su novia embarazada, aunque sonriendo por la que pronto sería su nueva condición, ser padre- ¿y tú?
-Bueno, adaptándonos. Sara y yo decidimos mantener nuestro domicilio en el Reino Unido y no movernos de allí. Mi mujer no quiere que ninguno de los niños vaya a la guardería porque dice que bastante ha sufrido Nicolás como para dejarlo de nuevo en manos extrañas -le contaba Carlos viendo como Nicolás disfrutaba con las atenciones de George- además que Sara quiere que los niños sean bilingües, y ya sabes lo cabezona que es para algunas cosas.
A Nicolás le costó un poco adaptarse a Carlos y Sara, más si cuando le contaron que ellos serían ahora sus padres, él no pareció comprenderlo muy bien. Pero, fue la propia Sara la que se encargó de explicarle de forma sencilla, que su madre, la verdadera, no podría cuidarlo en un tiempo y por eso les había pedido a ellos que lo hicieran. Que solo querían que fuera feliz y que formara parte de su familia.
-¿Y la Petrov? ¿ha dado más por culo?
-Firmó los papeles muy agradecida y ya está. Hace un mes que empezaron un nuevo tratamiento paliativo, pero me temo que es alargarle la vida de forma innecesaria. Su cáncer ha empeorado.
Calló Charles con lo que él le contaba pues podía notar en el rostro de su amigo que no era muy agradable toda esta situación. Rocambolesca y extraña, pues, a pesar de todo, ellos habían adoptado al hijo de la amante del novio de Sara. Todo un culebrón turco.
-¡Papi! ¡Mira!
A Carlos le dio un vuelco el corazón cuando sintió la cálida voz de Nicolás que se refería a él de esta manera. Incluso, Charles apretó su brazo al ver la emoción de su amigo. El niño corría hacia el piloto madrileño, quien abría sus brazos para cogerlo y alzarlo en volandas.
-¿Qué has visto, pequeño? -le preguntó Carlos intentando contener las lágrimas que amenazaban con poblar sus ojos por culpa de ese pequeño que lo miraba como si fuera la persona más importante de su vida.
-Tu coche -le respondió Nicolás dando un par de palmadas y reclamándole a Carlos para que lo subiera en él.
-Bueno, Leclerc, te dejo que tengo que hacer cosas de padres -le guiñó un ojo Carlos a su amigo despidiéndose así del monegasco, pues ahora, su prioridad, era hacer feliz al pequeño.
O a su hijo, que para eso llevaba sus apellidos, por eso, y porque ya lo amaba más que a su vida.
MÁS TARDE
-Cecilia se me ha quedado dormida en la bañera. Estaba reventada -Sara se despojaba de la ropa, deseando darse esa larga ducha que tanto había esperado durante el día.
-Me han faltado ponerle los pantalones del pijama a Nicolás, estaba frito -buscó Carlos como ponerle las manos a su esposa en su cintura, besando su cuello muy lentamente.
-Demasiadas emociones hoy.
Sara se dio la vuelta colocando sus manos sobre el abdomen de su marido. Solo tuvo que levantar su mirada para ver en sus ojos el mismo deseo que él tenía en los suyos. Alargó su mano Carlos, apagando la luz del techo, para dejar que la del espejo los iluminara.
-¿Estás muy cansada? -le preguntó él deshaciéndose de uno de los tirantes de su sujetador.
Acabaron los dos en la ducha, aprovechando el ruido del agua para acallar sus gemidos, unos que ambos no podían contener cuando estaban juntos. Fue un encuentro largo y apasionado que los dejó satisfechos y saciados el uno del otro.
Minutos después, y con los dos compartiendo la cama de la habitación de hotel donde se hospedaban, se abrazaron, descansando por fin del largo día.
-Nunca te lo he dicho, pero, me alegro de que me convencieras para adoptarlo. Cuando hoy me ha llamado papi, creí que de verdad me daba un infarto.
-No querías hacerlo porque era el hijo de Rodrigo, no por otra cosa -le recordó ella acariciando su estómago con parsimonia.
-Hay tantas cosas que ese cabrón nos ocultó, que creo que jamás podré perdonarlo. No era un santo, solo un codicioso inútil.
-¿Pues sabes qué? que yo si lo he perdonado -Sara alzó su barbilla para que Carlos pudiera escuchar bien sus palabras, encontrándose con los dedos de su esposo, los cuales acariciaban su barbilla de una forma muy tierna.
-Tú es que eres demasiado buena.
-Si, lo confieso, soy débil a lo mejor, pero, también creo que soy buena persona -le revindicó ella con un frunce de labios que a Carlos le pareció absolutamente adorable- pero he decidido que no voy a estar enfadado más con la persona que me entregó a ti, y que, meses después me ha dado otro hijo. Solo voy a dar gracias por lo que tengo y nada más.
Curvó su boca Carlos en una amplia sonrisa, besando los labios de su mujer. No es que fuera buena, es que Sara era perfecta, y si, no dejaba de tener su razón, y más parecía esto un plan elaborado por Rodrigo, que las ruedas del destino que se posicionaron a favor de ellos.
Se prepararon para dormir, cuando el llanto de Cecilia hizo a Carlos levantarse.
-Ya voy yo -le dijo a su mujer, besando sus labios para que ella permaneciera en la cama.
Vio Sara como Carlos se levantaba saliendo de la habitación, esperando ella la aparición de su marido con su hija, pues en esta ocasión, la pequeña dormía en la habitación contigua con su hermano.
Su hermano.
Porque lo era. Nicolás Sainz Rivero. Su hijo.
Poco tardó Carlos en aparecer llevando a Cecilia en sus brazos, quien, al ver a su madre, parloteó emocionada. Pero, no fue la única en venir de manos de Carlos, pues Nicolás se aferraba a su mano, restregándose sus ojos con cada paso.
-Ves porque siempre pido camas grandes en los hoteles -le recordó Carlos rodando sus ojos-. venga, que es tarde y hay que dormir.
Le pasó Carlos a la pequeña Cecilia a su madre quien la acomodó en su pecho para que tomara su teta y de camino dormirla. Nicolás ocupó el centro de la cama, feliz y emocionado por dormir con sus padres.
Una vez que los niños cerraron sus ojos, vencidos por el sueño, fue el momento en el que Carlos y Sara los miraban orgullosos de la familia que habían creado juntos.
-Te quiero, Sara, y volvería a pasar por todo de nuevo, si al final, este es nuestro fin -le dijo él señalando la cama donde descansaban sus pequeños.
-Este no es el fin, mi amor, es el principio de nuestras vidas.
Me falta subir el epílogo y doy por terminada esta historia. Muchas gracias a todos los que la habéis leído pues nunca pensé que tendría tan buena acogida como la ha tenido.
Deciros que no es la única historia de Fórmula Uno que tengo en mi perfil, pues hace varios días y en colaboración con mi gran amiga basummers2020, he publicado otra historia, esta vez con Carlos y Charles de protagonistas. Una historia muy diferente a lo que suelo escribir y la cual os invito a leer y darme vuestra opinión, la cual es muy importante para mi.
Adrenalina.Atracción prohibida.Donde la velocidad se mide en kilómetros por hora, sudor y lágrimas.Dos pilotos, Carlos Sainz y Charles Leclerc, comparten la pasión por las pistas y la búsqueda incansable de la gloria. Pero cuando las rivalidades en el asfalto se trasladan al corazón, lo que comenzó como un juego puede terminar en una amarga derrota.
Dicen que nunca hay que codiciar lo que es de otro, pero, ¿y si al final ella es tuya?
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