22. Lo inesperado
Semanas después
El verano terminó y la temporada se reanudó con rumores de despidos, abandonos y nuevos fichajes. El paddock era un hervidero de cuchicheos siendo de nuevo Carlos el protagonista. Las habladurías queriendo confirmar si era cierto que abandonaba Ferrari, fue lo primero que se encontró el matrimonio nada más llegar a Zandvoort, el circuito donde tendría lugar la siguiente carrera.
Habían tenido una buenas vacaciones. Primero, los dos solos en esa isla tropical, y después en Mallorca con el resto de la familia Sainz, siendo este destino el que causó las delicias de los paparazzi, pues el joven matrimonio llenaba portadas y noticias con su presencia, algo que a ninguno de los dos le gustaba que sucediera pues ni lo provocaban ni lo buscaban.
-Me estoy empezando a cansar de las mismas preguntas, ¿me dejas que la próxima vez conteste yo? -llevó Sara su mano a su abultado vientre, mostrando sus orgullosos seis meses de embarazo, ofreciéndole a su marido una mueca fastidiada.
-No, porque no me fío de ti. Cuando quieres tienes la lengua muy larga y a saber lo que les dices -le contestó Carlos tirando de ella para que tuvieran que detenerse más con nadie.
-Bueno, anoche lo comprobaste muy bien, lo de la lengua, digo -Sara prorrumpió en carcajadas al ver como el sonrojo en Carlos era muy evidente, pues es cierto que la pasada noche, ambos tuvieron un encuentro muy apasionado, algo inolvidable para él y su miembro.
Decidió dirigirse Carlos a su Home Trailer, pues su mujer se mostraba algo cansada y además, había quedado con su primo en reunirse allí. Toni le había dicho que tenía varias propuestas publicitarias que deseaba compartir con él en privado y ese era el sitio perfecto para hacerlo, evitando así a la avispada prensa.
Saludaron ambos a la gente que conocían de su equipo, y minutos después, y con la lluvia apareciendo en el circuito, ambos entraban en la pequeña habitación de la que Carlos disponía. Charles aún no había llegado, aunque pronto lo haría, pues Sara había quedado con Alexandra para comer juntas mientras sus parejas inspeccionaban el circuito.
Se dejó caer Sara en la cama, despojándose a continuación de unas zapatillas que solo hacía unos meses, habían sido bastante cómodas. Sabía que pronto tendría que usar otras aunque no descartaba el ir descalza de los hinchados que tenía los tobillos.
-Me duelen los pies. Y la espalda. Y tu hija ha decidido que es buena hora para ir de After Hours. Estoy cansada -un adorable fruncido de labios se formó en el rostro de la morena, algo que hizo a Carlos acercarse a ella, y agarrar su cabeza para mantenerla sobre su estómago y acallar de esta manera esa inquietud que la atenazaba.
-Lo estás haciendo muy bien, Sara. Eres una valiente -alzó la mencionada su cabeza para encontrarse con la cálida mirada de su marido. Por muy preocupado que él estuviera, por más problemas que lo atacaran, cuando se trataba de ella y de su bebé, todo pasaba a un segundo plano- te quiero, mi vida.
-Y yo a ti, ¿estás mejor?
-Cansado de escuchar siempre lo mismo -dejó Carlos un pequeño beso en la frente de su mujer, sentándose a continuación a su lado. Tomó su mano, y después de llevársela a los labios, intento forzar una sonrisa que en ese momento, si la ponía en su rostro, sería por ella- y jodido de tener que callarme que el año que viene no estaré en Ferrari porque los hijos de puta estos quieren mantener el secreto de a quien han fichado en mi lugar.
-De verdad que lo siento, Carlos. No te merecen para nada -intentó consolarlo ella sabedora de todas las intrigas que Ferrari escondía.
-Y luego tengo un lio en mi cabeza considerable, porque, o me voy a una escudería menor, o, a McLaren...
-Con Lando -le recordó ella pues la idea de tener de compañero a alguien que estaba obsesionado con Carlos, no les agradaba a ninguno de los dos.
-Exacto. Y no sé si estoy cometiendo un error simplemente porque no deseo de compañero a Lando.
-A veces hay que hacer sacrificios por conseguir lo que uno quiere, Carlos -le aconsejó ella buscando como poner su cabeza en su hombro- y si en McLaren te va a ir bien, deberías hablar con Lando y poner las cosas claras. No me gustaría que más tarde te arrepintieras. No deberías echar tu futuro por la borda por una persona.
Las palabras de Sara hicieron mella en él hasta el punto de darle la importancia que requerían. Llevaba unos buenos meses dándole vueltas a las ofertas que había recibido, siendo la de McLaren la más atractiva de todas. Pero tener de compañero a Lando le disgustaba, pues el británico no había cesado en su tóxica obsesión por él, dándole igual que él estuviera casado y fuera a ser padre.
Un par de toques en la puerta de la habitación, le hicieron a Sara quitar su cabeza del hombro de su marido, dejando que él fuera a abrir. Segundos después, Toni entró en la habitación mostrándose exultante y con el rostro muy emocionado.
Tras cerrar la puerta detrás de si, agarró los hombros de su primo, sacudiéndolos un par de segundos.
-¡La hostia, Carlos! Tenemos una puta oferta que es la hostia -le dijo él en un tono no muy elevado, pues no había que olvidar que estaban en Ferrari y había ojos y oídos en cualquier parte.
-¿Oferta? ¿de quién?
Le sonrío Toni sabedor de un secreto que ambos desconocían y después de llevar a su primo junto a Sara, juntó a los tres más cerca de él.
-Chicos, ¿Qué os parecería vivir el año que viene en el Reino Unido?
-Al final te va a ir bien que Lewis se vaya a Ferrari y tú a Mercedes -Le decía Sara a su marido, recostada en la cama con el mando de la televisión en la mano.
-Todo esto es una locura -le respondió él tomando otro panecillo de lo que había quedado de la cena que les sirvieron hace una escasa hora- ¿te gustará vivir en Brackley?
-A mi me va a dar igual, Carlos. Yo siempre iré donde tú vayas.
Sus palabras lo emocionaron. Tanto tiempo esperando que alguien le diera ese amor incondicional que Sara le daba, y ahora que lo tenía, lo valoraba y lo guardaba como el mejor de sus tesoros. Se dejó caer al lado de su mujer, llevando su mano a su estómago. Acarició este muy despacio, riéndose al notar el movimiento de su pequeña cuyas horas de sueño eran un misterio para sus padres.
-¿Has pensado algún nombre para la niña? -le preguntó Carlos tumbándose por fin al lado de su mujer.
-Todavía no. Tengo tantos en la cabeza que a veces me duele pensando en si será el correcto, ¿y tú?
-Tengo uno, pero no sé si te gustará. Mi abuela se llamaba así, y ella fue una persona muy importante en mi vida. Ayudó a mi madre a criarnos cuando mi padre estaba compitiendo -uno de los dedos de Carlos buscó la mejilla de su esposa para acariciarlo muy lentamente provocando en ella un intenso cosquilleo.
-¿Qué nombre es?
-Cecilia.
Sonrió Sara al escuchar su nombre pues le pareció bastante bonito, más si el rostro de su marido mostraba una gran emoción al pronunciarlo. Llevó sus manos y la de Carlos a su vientre, el cual estaba cada vez más abultado, acariciándolo muy despacio para así poder calmar a su agitada pequeña.
-Hola, pequeña. Creo que papá ya te ha bautizado. Si te gusta el nombre de Cecilia, muévete ahora, sino, entenderemos que no te agrada -le decía Sara a su hija, la cual no se hizo de esperar, moviéndose enérgicamente provocando las carcajadas de sus padres.
-Pues me temo que ya tenemos nombre.
-Es precioso, Carlos. Estoy deseando ver la cara de tu madre cuando se lo digas.
Buscó Sara poner su cabeza en el hombro de Carlos, intentando contener un bostezo que le era muy difícil de aguantar. Pensaba en lo mucho que le había cambiado la vida desde antes de Navidad.
Un matrimonio de conveniencia.
Un bebé inesperado.
Y un amor incondicional e intenso que ahora era el dueño de su vida.
Cerró sus ojos intentando dormirse pues cada vez se cansaba más, y aunque le había prometido a Carlos que lo acompañaría a todas las carreras que pudiera, sabía que llegaría un momento en el que no pudiera hacerlo. El profundo sueño se estaba apoderando de ella, cuando el insistente sonido de su móvil le impidió hacerlo. Fue Carlos el que se encargó de tomarlo, mostrándole la pantalla con algo de molestia.
-Es tu hermano -le anunció Carlos pasándole el teléfono- que no te altere o lo mando a la mierda.
-¿Diga? -dijo Sara al contestar la llamada de su hermano mayor, quien había sido el más crítico con ella cuando se enteró de su boda con Carlos.
-Sara, mamá ha muerto. La enterramos mañana.
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