16. Te quedas conmigo
UN PAR DE DÍAS DESPUÉS
Quería no llorar pero era una empresa imposible, más si Sara no dejaba de pensar en su bebé y rogando porque el diagnóstico que le dieran fuera erróneo. Miraba como la mañana se oscurecía, dando paso a una fina llovizna que amenazaba con convertirse en tormenta.
Sintió las manos de Carlos rodear su cintura, dejándose ella abrazar por él. Lo necesitaba. Necesitaba tenerlo cerca y compartir con él su dolor. Había decidido no esconderle nada. Decirle como estaba y lo que sentía. Ya estaba harta de mentiras, más si había una personita creciendo dentro de ella que no se las merecía.
-Estás temblando, ¿tienes frío? -le preguntó él preocupado al sentir como se agitaba entre sus brazos.
-Son los nervios. No te preocupes, se me pasará.
-Me pides algo que no puedo hacer. No tienes porqué venir. Puedes quedarte aquí, sin hacer nada y comprando lo que te dé la gana en Amazon -le sugirió él al percatarse de la maleta abierta encima de la cama.
-No quiero estar sola, porque me pasaré el día llorando y lamentándome, y ya estoy cansada de sentirme así -le confesó ella aún con ese triste tono en su voz, uno que había adquirido desde que le dieran la noticia sobre el estado de su bebé.
-No quiero que te acose la prensa. Esta vez voy a ser yo el que no aguante sus preguntas.
-Solo Charles y Alexandra saben que estoy embarazada. No tengo que darle explicaciones a nadie de lo del bebé. Necesito despejarme y centrarme en algo.
-Bueno, yo soy la persona adecuada para que te centres. Necesito que grites mucho durante la qualy y la carrera.
Ladeó su cabeza Sara teniendo los labios de Carlos a pocos centímetros. Llevaban dos días dejándose llevar el uno con el otro. Compartiendo la misma cama y momentos apasionados que dejaban a ambos exhaustos, y que los acercaron más el uno al otro.
-¿También rezas por él? -la pregunta de Sara no le sorprendió, es más, le hizo asentir a ella rodeándola aún más con sus brazos.
-Solo unos días más, aguanta, Sara. Estoy aquí contigo, pase lo que pase, estoy contigo.
Eran las palabras que Carlos no dejaba de repetirle casi todos los días, como si sintiera que ella no le fuera a creerle y necesitara que lo supiera constantemente.
-Sé que está lloviendo, pero, ¿crees que podríamos comer en algún sitio antes de irnos? de pronto se me ha antojado pasta -su petición fue algo que alivió a Carlos de cierta manera, pues temía que Sara se encerrara en ella misma, haciéndole a él más difícil el llegar hasta ella.
-Si lo deseas, iremos a comer. Ya sabía yo que no tenías bastante con los huevos kinder.
-¡Aún tengo! no me los he comido todos -río Sara protestándole, ganándose de esta manera un nuevo abrazo por parte del piloto.
Hace unos días, cuando peor estaba, Carlos hizo un pedido de todas las variedades que la marca Kinder tenía en el mercado, emocionando a Sara al recibir el paquete, y ver la dedicación que Carlos le demostraba.
Se agarró a esos brazos, girándose hasta estar frente a él, y tan prendada de sus preciosos y enigmáticos ojos color caramelo. Ambos se descubrían con cada nueva mirada, con cada roce de sus labios y con la entrega de sus cuerpos. Puso Sara sus manos en el pecho de Carlos, sin tener que forzarle una sonrisa al posar sus ojos en los suyos.
-Tenías razón cuando dijiste el otro día que tienes más de mi que él. Una vez hablamos de tener hijos y Rodrigo me dijo que no se veía siendo padre. Que ya lo hablaríamos en unos años pero que no contara con que fuera a cambiar de idea. Me destrozó porque yo siempre he querido tener niños -le confesó ella con un apenado tono de voz- estoy empezando a pensar que Rodrigo era un egoísta y que solo me quería para él.
-Ni contigo ni sin ti, eso hacia contigo, ¿verdad?
-Verdad, Carlos.
MÁS TARDE
Un helado de chocolate con mango fue el antojo que Sara se permitió después de comer. El helado la perdía, y ahí estaba Carlos para satisfacer su deseo. Ambos daban un paseo por uno de los parques cercanos al Restaurante donde la pareja acababa de comer. Se irían a Maranello a última hora de la tarde y por ese motivo disfrutaban de estos pocos momentos de calma antes de volver a la vorágine de la competición.
-Mi madre me llama todos los días para saber como estás -le contaba Carlos a Sara viendo como su mujer daba buena cuenta de su helado.
-A mi me manda mensajes. Se cree que me molesta que me llame, ¿podrías decirle que no me importa que lo haga? tu madre es muy cariñosa conmigo y sé que también está preocupada por nosotros -le pidió ella encontrándose con la sonrisa de satisfacción por parte de Carlos, pues que su madre y Sara se llevaran bien era algo que le aliviaba.
-Se lo diré luego. Querrá hablar contigo antes de que nos vayamos.
-Estoy deseando irme a Maranello. Todo esto me...
Las palabras de Sara se vieron de pronto cortadas al percibir una presencia que caminaba directamente hacia ellos con el rostro muy molesto y una furiosa mueca en el. Se agarró ella al brazo de Carlos temblando ligeramente, y buscando esa seguridad que solo el piloto podría darle.
-¡Debería daros verguenza! ¿Qué diría mi Rodrigo si os viera ahora! ¡Infieles asquerosos! -los gritos y reproches venían de la boca de Adelaida, la madre del ex-novio de Sara, quien no tenía ningún reparo en insultarlos de forma tan rotunda.
-Infiel su hijo -fue la respuesta que le dio Carlos, harto ya de tener que esconder los errores del que fuera su mejor amigo- que por lo menos yo voy de frente y no escondo a mi mujer, no así su hijo, que no se crea que no sabemos lo de esa mujer con la que se casó.
-Tanto que te dio mi hijo, y ahora lo engañas con su mejor amigo. Vergüenza me das, Sara -la tal Adelaida seguía en sus trece, haciendo caso omiso a las palabras de Carlos, quien cada vez se sentía más enfadado con la actitud de ésta cansina mujer.
-Señora, por el respeto que le tengo a su hijo, déjenos en paz, bastantes cosas le escondió usted a Rodrigo. Y Sara está con quien quiere estar. Y no vuelva a insultarla más o... -las palabras de Carlos fueron recibidas con una prepotente actitud por parte de la mujer que tenía frente a si.
-¿O qué? -le rebatió la señora alzando su barbilla de forma desafiante.
-O a lo mejor al Ayuntamiento de su pueblo le interesaría saber como consiguió su hijo los terrenos donde tiene usted su ático, por ejemplo.
La voz de Sara llenó de indignación a la pobre señora, quien no pudo replicarles porque fue Carlos quien se encargó de cogerla de la mano y llevársela de allí lo más rápido que pudo. Temblaba ella de los pies a la cabeza, devastada por este encuentro y algo impotente por no haberle contestado a Adelina y cortado sus duras palabras.
-No le conviene a mi hijo que su madre se altere, ¿de acuerdo? -le pidió Carlos apretando la mano de Sara, tranquilizando sus pasos a medida que ambos se acercaban al coche- ella no es nadie para reclamarte nada. No dejes que te haga sentir culpable.
-No lo hace, Carlos. Desde que estoy embarazada, estoy aprendiendo a preocuparme por lo que realmente merece la pena, y desde luego, que ella no lo es. No me quita el sueño lo que piense o deje de pensar esa señora.
-Dios, ¿Dónde está Sara y que has hecho con ella? -cogió Carlos sus mejillas con mucho cuidado, rozando su nariz con la de ella. Un pequeño y cálido escalofrío acogió su cuerpo al sentir el contacto de las yemas de sus dedos rozando su rostro. Alzó sus ojos buscando su mirada, sintiendo que los latidos de su corazón se acompasaban a su agitada y revoltosa respiración.
-Sara está casada y espera un bebé, uno que ama con toda su alma, y por él, luchará con todo el puto mundo si hace falta -puso ella su mano en la cintura de su marido, de un título que cada día Carlos se merecía más y que ambos le estaban dando mucho sentido- contigo a mi lado.
Sonrió Carlos. Tomó su boca en un lento y arrebatador beso intentando saciarse de sus labios, algo que sabía que era tan imposible.
-Espero que no estés pensando en divorciarte de mi -le dijo él con una seriedad que Sara no esperaba y que por eso le sorprendió tanto las palabras que salieron de Carlos- porque no pienso dejar que lo hagas. Ahora mismo, tu lugar es a mi lado. Y si por desgracia, que ojalá no tenga que pasar, no podemos tener este bebé, también te quedarás conmigo.
Quiso reprimir Sara una sonrisa. Quería reír o llorar. Porque, a pesar de lo mal que se sentía por su bebé, un parte de ella, estaba feliz.
Por fin, creía que había encontrado su sitio junto a una persona.
Ahora solo faltaba enamorarse aún más de él.
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