XXVI.

—Así que- —Foggy eructa, con fuerza, riéndose con escándalo cuando Karen le dice que es un asqueroso.— ¿Vas a renunciar? ¿En serio?

Era víspera de año nuevo. Matt y Frank habían decidido pasar año nuevo separados. Frank se había quedado en Manhattan con sus hijos y con María, mientras Matt había pasado toda la noche con Karen, Foggy y su padre.

Karen había llegado preciosa, con una altas botas de tacón y una botella de vino cara para celebrar. Las botas habían terminado tiradas en algún lado de la sala después de que la primera botella había terminado.

Jack los había acompañado a celebrar hasta unos minutos después de que llegara el año nuevo, hasta que sus pasos se habían hecho más lentos y había decidido irse a dormir y dejar a los chicos tranquilos en la sala, aún celebrando con alguna botella de ron que habían encontrado en la casa.

Ya eran las cinco de la mañana. Ya la música había pasado de éxitos recientes y pegadizos a música de los noventa y ochenta que Karen había cantado toda la noche. Los tres estaban acostados en el suelo de la sala, agotados de tanto bailar y reír. Foggy está tomándose lo que queda de la botella de ron, Karen está murmurando la letra de la canción de que suena de fondo, The Escape, mientras Matt se está quedando dormido.

—Sí, creo que ya saben por qué. —murmura Matt, con pesar, sus ojos cerrándose sin que él pueda evitarlo.— Es solo que... No me siento cómodo ahí más ¿Saben? Era un lugar muy frío, incluso cuando me hice amigo de mis compañeros. No lo sé; sentía que iba a terminar de romperme estando ahí.

—Está bien, Mattie. —dice Karen, bajito, su voz sonando cantarina— Sabes que Foggy y yo te apoyamos en todo lo que hagas.

—Así es. —exclama Foggy, de la nada, su voz sonando estruendosa.— ¡Qué se joda Russo! ¡Y toda la gente qué tiene qué ver algo con ellos! ¡Qué se jodan!

—Deja de gritar, Foggy. —se ríe Karen— Pero sí, cierto. Que se jodan todos ellos.

—Casi todo es lo mismo aquí en Hell's Kitchen. —comienza a decir Foggy. Aunque su voz se oye graciosa por el alcohol, está hablando con seriedad— ¿Saben? Siempre la misma gente controlando con hilos a todos en esta ciudad. Como esa basura de Russo, como Wilson Fisk. Es como si mientras más podrido y corrompido estés, mejor te va en este negocio.

—Hay gente buena allá fuera, Foggy. —murmura Matt— Hay buenos abogados, buenas personas. Aunque el sistema esté podrido, reconforta saber que... bueno, al menos hay personas que valen en algún lado.

—Es cierto, Foggy. —dice, ahora, Karen.— Solo... Ojalá tengamos suerte de cruzarnos con alguno cuando terminemos la universidad.

Los tres se mantienen en silencio. Pueden oír fuegos artificiales afuera, también la música que ha procedido a sonar algo de Village People. Entonces, de la nada, Foggy se levanta del suelo, despertando a Matt que estaba empezando a quedarse dormido y alertando a Karen que está cantando con alegría.

— ¿Qué te pasa, Foggy? —murmura Karen, echando su cabeza a un lado para poder mirar a Foggy, el cual se mueve, ansioso, por el lugar.

— ¡¿Qué tal si nosotros somos esas personas?! —exclama Foggy, su voz sonando entusiasta y cantarina.— Es decir, estamos estudiando derecho. Ya en unos meses nos graduamos muchachos, y no tenemos nada que perder. Podemos tener nuestro propio bufete, podemos ser esa luz que necesita Hell's Kitchen.

Foggy ve los ojos de Karen, brillan con una fogosidad en la que desea ahogarse. Ella sonríe con ganas y Matt se sienta sobre el suelo, su rostro apacible y sus movimientos temblorosos y descuidados por la bebida.

— ¿Tener un bufete? ¿Los tres? —cuestiona Matt, levemente sorprendido de tal idea. Y sin embargo, Foggy puede notar un poco de curiosidad en su tono.

—Sí. —dice Foggy, entusiasmado, brincando sobre sus pies.— Tengo algo de dinero ahorrado, sé que Karen también. Tu papá nos puede ayudar, Matt. Podemos hacer esto. Podemos ganar tanto dinero y podemos hacer justicia, y podemos ser los jodidos abogados que dominen esta ciudad-

—No lo sé, Foggy. —murmura Karen, divertida, echando su cabello rubio detrás de su oreja— ¿En serio crees qué sea buena idea?

—Sí, sí. Imagínense; —Foggy sonríe, con tanta emoción y con tanta alegría que Karen hasta se siente abrumada de emoción— Murdock, Nelson & Page.

—Nelson, Murdock & Page. —sonríe Matt, corrigiéndole, la emoción de Foggy también contagiándosele a él— Tal vez sea ciego pero oigo bien. Así se oye mejor.

—Nelson, Murdock & Page. —saborea el nombre Karen, mientras endereza su cabeza y deja de mirar a Foggy, sus ojos yendo hacia el techo. La canción ha cambiado, Wake me up before you go-go está sonando por toda la sala de la casa.— Sí. Me gusta.

—Ustedes y yo, muchachos. —murmura Foggy, con cariño, la borrachera sacando lo que siente tan adentro por sus amigos. Él se acuesta en el suelo otra vez, manteniéndose al lado de ellos— Ustedes y yo. Joder, esto va a ser genial.

Foggy sigue relatando posibles historias y teorías de cómo será su futuro bufete una vez que se gradúen. Foggy sigue, incluso cuando la conversación pasa a la habitación de Matt. Matt lo escucha, empezando a dormirse en una esquina de la cama, con Karen dormida a los pies de la cama. Foggy sigue hablando y conspirando hasta que se queda dormido en la suave alfombra de la habitación de Matt.

Los tres se levantan esa mañana con un dolor punzante de cabeza que solo los mantiene tirados por más tiempo. Jack les cocina huevos revueltos y tostadas mientras se burla de ellos y su resaca. Frank llama a Matt en la mañana para saber cómo está. Y en todo ese primero de enero que Matt y sus amigos pasan juntos y bromeando, con un dolor de cabeza insoportable, los tres se sienten más contentos, vibrantes y emocionados por el futuro que les depara de lo que pueden imaginar.

***

Son solo unos pocos días después de año nuevo que todo empieza a desmoronarse poco a poco, sin que nadie verdaderamente pueda darse cuenta. Lo peor es que todo pasa un día en el gimnasio, un día que Matt no tiene que ir a clases y que está con su padre, Karen y Foggy, pasando el rato. Todo pasa un día normal, tranquilo, un día en el que ninguno parece suponer que algo pudiese salir mal.

Uno de los nuevos boxeadores del gimnasio, Drax, un hombre extranjero y excéntrico, se había propuesto a enseñarle a Karen algunos movimientos de boxeo al ver que su técnica era, como él la llamó, una total falta a lo que el verdadero boxeo significaba. Jack Murdock se había mantenido a los pies del ring, dando indicaciones, mientras Karen reía junto a Foggy y el extraño hombre que le daba clases, haciendo sus comentarios fuera de lugar y cruelmente honestos.

Matt estaba al lado de su padre, riéndose, oyendo como le da indicaciones a Karen como si fuese una verdadera cliente de este gimnasio, como si verdaderamente la estuviese entrenando.

Unos tacones suenan por encima del común escándalo que siempre está en el gimnasio. Jack se da vuelta sobre sí, y Matt solamente reacciona cuando escucha el amable y animado saludo que sale de sus labios: — ¡María! ¡Tanto sin verte!

Matt se voltea sobre sí, entonces, oyendo el sonido de tacones incrementar. La voz de María, siempre dulce y aterciopelada, los saluda a ambos, para después besar sus mejillas con cariño.

—Solo... —ella comienza a decir, su voz deteniéndose abruptamente. Matt puede sentirla algo tensa, tratando de buscar las palabras correctas para decir.— quiero hablar contigo de algo, Jack. Es importante. Me gustaría que estuvieses presente tú también, Matt.

Jack responde, con una sonrisa en los labios que no concuerda con la severidad de María, que pueden ir a su oficina. María toma el brazo de Matt y lo guía hacia la oficina, incluso cuando él perfectamente sabe donde está. Matt puede sentirla igual de tensa. Él pregunta, bajito, si todo está bien con ella. No la escucha responderle hasta después de un rato, asintiendo en un imperceptible movimiento con lentitud.

— ¿Qué sucede, María? —pregunta Jack cuando los tres han entrado a la oficina y la mujer ha cerrado la puerta detrás de ellos.— ¿De qué deseas hablar?

—He estado muy ocupada los últimos meses con respecto al papeleo del gimnasio. Como sabrán ambos, soy la abogada de aquí y estoy encargada de los contratos, pagos y todo lo legal. En esta carpeta —Un sonido invade la habitación, María ha dejado un carpeta llena de papeles sobre el escritorio. Jack desvía su mirada hacia la carpeta y después hacia María, con curiosidad.—, está toda la información legal del gimnasio. Wanda vendrá en todo el transcurso de la semana igual que yo para poder archivar toda la información. Creo que Matt y sus amigos podrían ayudarnos a hacerlo, sería buen entrenamiento para ellos. Además, Wanda se encargará de todos los asuntos legales a partir de ahora.

— ¿Qué? —murmura Jack, sus cejas apretándose, confundido de tal información.

—Ella se encargará de todo de ahora en adelante y le enseñará a Matt todo lo que deba saber para que después él sea el que se encargue de todo lo legal del gimnasio. Espero que puedas con ello, Matt, sé que estás por graduarte y serías de gran ayuda aquí. —María le mira esta vez a él, y se ve tan determinada en terminar su explicación que no se detiene a responder todas las dudas que empiezan a surgir en Matt y Jack.— ¿Cuento contigo?

—Por supuesto que sí, María. Pero- —Matt es rápidamente interrumpido por su padre, el cual se ve más desesperado por respuestas que él.

— ¿Qué demonios está pasando, María? —pregunra Jack, su voz sonando más fuerte que la de María para hacerla parar de hablar.— ¿Por qué vienes aquí? ¿Por qué Wanda tiene qué hacerse cargo del gimnasio ahora? ¿Por qué no puedes hacerlo tú?

María se tensa una vez más y toma asiento en la silla en frente del escritorio. Jack la mira con duda, aún con demasiadas preguntas rondando su cabeza. Matt se acerca al escritorio y la respiración de María se mantiene calmada, incluso cuando ella no se ve tan bien como trata de aparentar. Jack puede verla agotada, más que siempre. Sus ojos no brillan y se oscurecen por la presencia de ojeras. María toma una larga respiración, para después empezar a hablar.

—No creo que... —María mueve su mirada de Jack a Matt, con nerviosismo, sin exactamente saber que decir— No creo que esté por aquí mucho tiempo más.

— ¿Por qué? —pregunta Matt— ¿Vas a mudarte? ¿Te vas, es eso lo qué está pasando?

María no dice nada. Absolutamente nada por más minutos hasta que, después de un suspiro profundo y tenso, dice: —Estoy enferma.

— ¿De qué estás enferma? ¿Estás bien, qué te pasa? —murmura Jack, su mirada navegando la rígida postura de María, la cual parece a nada de empezar a llorar.— María-

—Tengo cáncer, Jack. —murmura ella, su voz tendiendo de un hilo. Su voz es tan baja que Jack y Matt hasta llegan a pensar que no la han escuchado en lo absoluto. Pero no es así, cuando ella suspira una vez más, cansada, sus defensas empezando a caer y sus ojos empezando a llorar, sigue diciendo.— Es cáncer uterino, es muy difícil de localizar. Estuve muy enferma hace unos meses y asistía constantemente al doctor y al ginecólogo a ver qué demonios me pasaba. Tomaba pastillas y nada pasaba, todo empeoraba. Hasta que finalmente me dijeron que tenía cáncer, hasta que por fin pudimos dar con el.

Ni Jack ni Matt saben que decir. Matt siente lo tensa que María está y lo mal que se siente por la manera en la que habla. No sabe si será posible darle un vuelto positivo a esto. Su padre, sin embargo, lo intenta.

—Pero- pero ahora que lo sabes, podemos luchar contra el cáncer, María. —murmura Jack, tratando de alegrar el ambiente. Tratando de que María no se rinda.— Todos podemos ayudarte con los gastos, todos podemos estar para ti. Puedes salir de esta, preciosa-

—No. No, no, Jack. —ella dice, con un tono amable pero triste. Cruelmente triste, mientras sus manos buscan las de Jack sobre el escritorio.— En navidad estaba feliz porqué ya sabía que tenía cáncer, ya sabía que me pasaba e iba a poder luchar. Pero fui al doctor esta semana y no va a ser posible. Es muy tarde. Es muy poco probable que logremos vencer el cáncer y no estoy dispuesta a llenar a mis hijos de esperanzas vacías, no estoy dispuesta a gastar dinero en mí que no va a llegar a ningún lado. No voy a atrasar lo que es inevitable-

—María, no. No tienes por qué hacer esto. No. —Comienza a decir Matt, con ansiedad, queriendo sacarle esa absurda idea de la cabeza que sabe debe tener. Y Matt no puede verla, pero sospecha que ella le está dando una de esas miradas maternales, llenas de cariño, que solo significan todo estará bien.

—Voy a morir. —sentencia ella, y aunque su tono se mantiene aún amable, para que ninguno de ellos se altere, también hay determinación en ella. Está segura de lo que dice.— Estoy bien con eso. Estoy preparando todo para que mis hijos y Frank puedan tener una buena vida cuando me vaya. Estoy preparándolos a ustedes para que este lugar no se caiga a pedazos cuando yo, al fin, muera. —Ella suelta una risa sin gracia— Pero no pueden cambiar esto. No pueden cambiar mi decisión. Tratar de curarme será en vano, el cáncer está demasiado avanzado y simplemente sería darle más tiempo a este asunto.

—María, no puedes rendirte así como así.

—No me estoy rindiendo, Jack. —Ella le da una mirada más seria a su padre.— Estoy aceptando las cosas que no puedo cambiar. Por favor, no me hagan una intervención como al protagonista de Breaking Bad, ¿okey? Estoy bien con esta decisión.

Jack sí trata de hacerla cambiar de opinión mientras los tres siguen en la oficina. Incluso Matt da algunos argumentos para hacerla cambiar de opinión. Pero María les sigue dando miradas severas a ambos y les sigue diciendo con calma que está bien con su decisión, que está bien con la idea de morir.

Los tres salen de la oficina una hora después. María vuelve a tomar el brazo de Matt, y esta vez, él no la siente tan tensa. Jack se despide de ella con un fuerte abrazo, Matt hasta podría decir que su padre estaba a punto de llorar. Pero Jack Murdock no es un llorón, así que se contiene y trata de actuar con normalidad cuando se acerca una vez más al ring de boxeo, donde Karen, Foggy y Drax siguen entrenando.

Matt acompaña a María a la salida del gimnasio. Ninguno de los dos dice nada. Matt no siente que debe ser él quien diga algo y no quiere presionar a María. Sin embargo, cuando los dos se detienen en la entrada y María voltea a mirarle, ella murmura: —Me caes muy bien, Matt.

Él, algo desorientado, solo alcanza a decir: —Oh. A mí también me caes bien, María.

—No lo digo en un sentido solo amistoso. Me caes bien porque sé que te harás cargo de este lugar y que cuidarás de tu padre, me caes bien porque sé que también, cuidarás de Frank. —Ella traga saliva. Matt puede sentir como ella termina de relajarse— No sé cómo pueda caerte este comentario o si siquiera te interesará, pero estoy muy feliz de que estés con él. Me hace muy feliz que lo hagas feliz y espero que esta relación de ustedes dure mucho, porqué puedo ver como él ha mejorado gracias a ti.

Matt sonríe, con honestidad, las palabras de María haciendo su corazón ablandarse.

—Es bueno saber que... Cuando no esté aquí, al menos ese imbécil tendrá alguien le recuerde qué es bueno sonreír de vez en cuando. —Matt ríe y ella lo acompaña. Después de algunos minutos, de manera de despedida, ella se acerca y besa su mejilla con cariño, abrazándole con algo de fuerza.— Cuida de él, Matt. Va a necesitarte mucho.

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