XXI.

El jueves, esa tarde, se cumple casi una semana desde que Matt y él habían oficializado su relación.

Frank está manejando ese día. El sol se esconde detrás de los edificios de Manhattan y el frío está haciendo que las manos de Frank tiemblen. Se acerca navidad, solo faltan unos cuantos días más. Frank ya quiere que acabe porqué este frío lo está volviendo loco.

Cuando Frank lograr divisar la universidad de Lisa mientras conduce, sonríe con alegría al ver a su hija. Lisa, la cual ahora ya no tiene el cabello verde, sino gris, está usando un gran suéter que Frank sospecha es heredado de él y espera pacientemente al lado de una estación de autobuses. Frank sigue conduciendo y detiene el auto en frente de su hija.

Lisa sonríe al ver a su padre. Reafirma su agarre a su mochila y después camina con rapidez hacia el auto, abre la puerta de copiloto y sube, sonriendo con cariño a su papá.

—Hola, papá. —saluda ella, alegremente, colocándose el cinturón de seguridad.— ¿Cómo estuvo tu día?

—Muy bien, ¿qué tal el tuyo?

—Excelente. ¿A dónde iremos a cenar?

Había tenido que suplicarle a María que dejara su apretada agenda suavizarse un poco para poder pasar la noche con ellos y cenar, en un local de comida china que a Lisa le encanta.

María había rodado los ojos exasperada cuando se lo había pedido, siempre dejándose apretar por su trabajo y deberes como madre. Hasta que Frank le había dicho, nervioso y tímido, que quería decirles a los niños que estaba saliendo con alguien. Entonces ella había brincado sobre sus altos tacones de aguja y había cancelado diversas citas que tenía esa noche.

Lisa va cambiando las estaciones de radio compulsivamente mientras le cuenta a su papá que el cuadro que había hecho de su madre le había gustado a una de sus profesoras. Cuando ella parece encontrar la canción perfecta, Frank justamente se estaciona a un lado del restaurante de comida china. Lisa, suspirando con pesadez, suelta su melena grisácea del apretado moño y abre la puerta del auto, para poder salir y entrar al local con su padre a su lado.

Huele a arroz frito y salsa agridulce cuando ambos entran. Frank busca una melena castaña en alguna de las mesas y logra divisar a su ex esposa en una de las mesas, sonriente mientras Frankie está de pie sobre una de las sillas y juguetea con los palillos chinos de la mesa.

Lisa acelera el paso y llega a la mesa donde están su madre y su hermano, uniéndose a sus risas alegres al ver como Frankie coloca los palillos chinos entre sus labios, luciendo como una morsa. Frank termina uniéndose a ellos.

—Hola, papá. —saluda el pequeño, mientras quita los palillos de sus labios y se sienta en la silla del restaurante.

—Hola, campeón. —saludo Frank, sonriente, sentándose a un lado de su hijo menor.— Hola, María.

—Hola, querido. —saluda ella, sonriente. Su cabello marrón cae con gracia sobre sus hombros y su camisa blanca. Ella se ve feliz, pero aún Frank puede ver ojeras en su rostro y algo de cansancio. Aunque se ve mejor que la última vez.

—Así que... —empieza a murmurar Lisa, quitándose el gran suéter negro y dejándolo descansar sobre el respaldar de la silla. Ella coloca su codo sobre la mesa y afinca su barbilla sobre su mano, expectante—, no es que no me guste cenar todos juntos pero es que, bueno... Fue muy de sorpresa, no como los días que normalmente solemos hacerlo. ¿Alguien quiere decirme si algo está pasando?

María intercala su mirada de su hija a Frank, sonriendo levemente. Frank traga saliva e imita la pose de Lisa, colocando sus codos sobre la mesa, acercándose un poco a ella.

—Pues sí, pasa algo. Pero no es nada malo. —responde él, con simplicidad, tratando de que Lisa no se exaspere. Ella no parece hacerlo, se mantiene calmada.

—Vale, ¿nos lo dirás ahora o después de cenar?

—Ordenemos primero.

Pasan los minutos. Frankie está comiendo pollo agridulce con entusiasmo, como si nunca hubiese comido en su vida. Lisa come un plato de chop suey vegetariano y María come fideos chinos. Frank mastica los camarones fritos lentamente, disfrutando del delicioso sabor. Lisa traga y entonces mira a sus padres, expectante: — ¿Entonces? ¿Qué pasa?

Frankie parece ser el único que no está en lo más mínimo interesando en la conversación que sostienen los tres, porqué sigue devorando el pollo como si su vida dependiera de ello.

Frank toma una larga respiración y después mira a su hija, tratando de entender por qué se siente tan nervioso como un adolescente hablando de su primer novio a sus padres.

—Pues... —comienza a murmurar Frank, jugando con los camarones fritos de su plato.— Lo que pasa es que-

— ¡Su papá está saliendo con alguien! —exclama de la nada María, sonriente, haciendo que los tres en la mesa le miren con sorpresa.— Oh, perdón, perdón. Es solo que parecía que nunca le ibas a decir. —sonríe con inocencia María hacia la mirada extrañada de Frank. Ella procede a seguir comiendo sus fideos, dejando a Frank lidiar con todo esto por él mismo ante su atenta mirada.

Frank mira a su hija y se sonroja un poco al verla sonreír con picardía, completamente emocionada por esta información.

— ¿De verdad? —dice ella, sonriente, con su mirada brillando con impresión— Pues sospechaba que lo habías hecho... Te veías diferente.

— ¿Así qué tienes una novia? —dice ahora Frankie, levantando la cara de su plato de pollo agridulce. Su carita manchada con salsa.— Eso está genial.

—Pues... En realidad no es una novia. —dice Frank, suavemente, sin estar muy seguro de que puedan llegar a pensar sus hijos ante todo lo que les está diciendo.— Es mi novio. Estoy saliendo con un hombre.

Sus dos hijos se quedan en silencio. Frank no sabe cómo tomar sus rostros apacibles hasta que Lisa dice, curiosamente: —No sabía que eras bisexual.

—Eso está de pelos, papá. Uno de los niños de mi curso tiene dos madres. —dice Frankie, volviendo a colocar toda su atención en el plato de pollo agridulce que está en frente de él.

— ¿O acaso eres pansexual? —pregunta ahora Lisa, notablemente interesada en oír una respuesta de su padre. Frank se remueve nervioso en el asiento mientras María disimula sus risas comiendo los fideos chinos.

—Bueno, no sabría decirte. —murmura Frank.

—Está bien. —dice Lisa, sin más, llevando más del chop suey a su boca.— Al fin y al cabo, todo es una construcción social. Los géneros, nuestra sexualidad. No tienes que identificarte sino deseas. Las relaciones son relaciones sin importar con quién estés.

—Cierto, además; mamá está saliendo con Wanda y no hacemos un alboroto sobre eso. —interviene Frankie, así, sin más. Con un pedazo de pollo agridulce en la boca.

Frank y Lisa miran a María, divertidos. María se atraganta con los fideos y no tarda en rectificar lo que su hijo ha dicho: — ¿Qué? No, no, no. Yo y Wanda solo somos amigas.

— ¿Estás segura? —pregunta divertido Frank, ganándose un golpe en el hombro de su ex esposa, la cual está tratando de ocultar una sonrisa.

—Sí. —María logra tragar los fideos sin ahogarse.— Frankie, tesoro, debes ir a limpiarte la cara.

—Yo lo acompaño. —dice Lisa, sonriendo alegremente. Ella termina de llevarse a su boca lo poco que queda de su chop suey a la boca mientras se levanta. Frankie se levanta a su par.— Quiero que lo invites a casa, quiero conocerlo.

Frank sonríe hacia su hija mayor, observando como toma la mano de su hermano menor, llevándolo al baño del restaurante.

— ¿Recuerdas cuándo todos solían decir qué tú y Wanda eran novias en tu universidad? —dice Frank, ahora mirando a María, la cual esta vez sí ríe con ganas.

—Claro. Claro que sí. —asiente ella frenéticamente, aún vibrando por la risa.— Hasta que veían que mi flamante novio iba a buscarme en una scooter.

—Era una gran moto.

—Era una scooter. —recalca ella. Frank le da razón, riéndose levemente. María, entonces, coloca su mano sobre su mano, mirando a Frank con sus grandes ojos llenos de pura curiosidad— Entonces... ¿cuándo nos traes a tu novio a casa?

Frank sonríe minúsculamente.

— ¿Qué dices de Noche Buena?

***

Matt está en la oficina cuando casi se cumple una semana de oficializar su relación con Frank. Es de noche y una bufanda y un suéter es lo que lo protege del frío. Gwen está a su lado, colocándose una chaqueta mientras le habla energética, diciéndole que no tiene que quedarse.

—Vamos, vamos. —dice ella, abrochándose la chaqueta y sonriendo a su dirección.— No tienes por qué quedarte. Anda, mañana en la mañana puedes terminar todo.

—Tengo mucho más que archivar, mañana no me va a dar tiempo de hacerlo todo. Voy a adelantar todo lo que pueda y mañana lo poco que falte. Estoy bien. —sonríe Matt sin levantar su mirada a Gwen, sabiendo que ella está esperando que se levante de esa silla y vaya con ella afuera de esta oficina.— Vete con Harry, salúdalo de mi parte.

—Anda, entras en el auto junto con Scott y Sam. Te dejamos en tu casita sano y salvo.

—Estaré bien. —Matt levanta su rostro hacia Gwen, sonriendo.— Además, Eddie se ofreció a llevarme, ¿¡Verdad, Eddie!?

Gwen mira hacia una de las oficinas a su derecha, observando por las paredes de cristal la oficina de recursos humanos, donde un ya recuperado Eddie Brock levanta su pulgar, totalmente concentrado en lo que sea que esté viendo en la pantalla de su computadora.

—Woah, me deja muy calmada dejarte en tan maravillosas manos. —bromea la rubia. Ella vibra por la risa cuando el pulgar arriba de Edie cambia por el dedo corazón, yendo totalmente a su dirección. Eddie aún está concentrado en la computadora, pero sonríe con gracia esta vez.— Bien, iré a hacer de transporte escolar y dejaré a los niños en casa-

— ¡Estamos esperando, por cierto! —se escucha la alegre y divertida voz de Sam a lo lejos, esperando cerca del elevador, con Scott riéndose a su lado.

—Y después iré a casa con mi esposito y mis hijos y esperaré una llamada de tu parte diciéndome que has llegado a casa a salvo y que Eddie no te abandonó como el despistado asqueroso que es. —continúa ella.

— ¿¡Sabes qué puedo escucharte, no!? —gruñe Eddie, desde su oficina, fingiendo enojo y haciendo a Matt reír.— Cálmate un poco, Stacy. Nos lleva Emma Frost de finanzas y Scott Lang va con nosotros. Protegeremos al bebé de la oficina.

—No soy un bebé. —murmura Matt, aún riendo, aunque nadie parece escucharle.

— ¡Más te vale! —exclama de regreso Gwen. Matt escucha sus tacones de punta de aguja impactar implacables contra el suelo, marchándose en dirección al elevador.— ¡Y no olviden ponerse guapos! Mañana es el cumpleaños de nuestro adorado Eddie y debemos celebrarlo al máximo. Matt, no se te olvide llevar a Frank. Eddie, no se te olvide ponerte decente y no usar ese horrible suéter gris que siempre usas en la oficina.

— ¡Tú amas ese suéter gris! —exclama de vuelta Eddie.

— ¡Claro qué lo hago! Sobre todo cuando lo lavas y no huele a chocolate y pollo frito. —El chillido del elevador anunciando su llegada interrumpe el cantarín hablar de Gwen.— También los amo a ustedes, se me cuidan. Hasta mañana.

Sam y Scott se despiden simultáneamente antes de entrar al ascensor. Cuando las puertas del ascensor se cierran, Matt vuelve a guardar cosas en el archivo que corresponden. Eddie se acerca de cuando en vez a asegurarse que todo esté bien; sin invadir mucho y sin querer hacer sentir a Matt incapaz de trabajar por su ceguera.

Eddie es complejo. Gwen le dice que tuvo una carrera brillante en el periodismo y que hasta llegó a tener un programa muy conocido. Después de un incidente, fue despedido y terminó en Hell's Kitchen, en el área de Recursos Humanos. Gwen también le dice que solía ser soberbio, altanero, inevitablemente creído por su anterior fama y momento de estrellato. Pero cuando terminó aquí, rodeado de este grupo de maravillosas personas que Matt está empezando a querer como una familia, Eddie se volvió más humilde, empático. Más humano.

Y aunque Eddie es complejo, y parece que tiene que hacer demasiadas cosas para arreglar su vida, a Matt le agrada.

Pasan los minutos en su compañía y Matt sabe que es hora de irse cuando ya no hay más que archivar. Eddie termina de ayudarlo a verificar y después se levanta, estirándose después de estar sentado demasiado tiempo en la silla enfrente de su computadora y todos los huesos de la espalda le suenan. Se oye cansado cuando Matt lo oye suspirar.

—Bien, iré al baño y le avisaré a Emma que nos vamos. ¿Te espero abajo? —pregunta él. Matt asiente a su dirección y lo oye caminar hasta que las pisadas pierden intensidad.

Matt está colocándose el abrigo cuando oye otras pisadas. Alguien más está aquí. Está seguro de que no es Eddie porqué él huele eternamente a chocolate oscuro y café, y el olor que percibe es alcohol. Huele tan fuerte que se le revuelve el estómago.

—Hola. —dice aquella persona, y lo reconoce. Billy Russo, su jefe, acercándose a él con lentitud y con pasos lentos y tambaleantes. Matt no recordaba que estaba aquí, naturalmente no está aquí a estas horas, siempre son Gwen y él los que tienen a durar más tiempo en la oficina.— No sabía que aún estabas aquí.

—Ya me iba. —dice Matt, aún abrochando su abrigo. Cuando termina, decide voltearse hacia Billy, sonriéndole levemente.— Nos vemos mañana, jefe.

No pregunta sobre su estado ni por qué aún está aquí —totalmente alcoholizado, Matt desea agregar— porqué no quiere oír ninguna respuesta. No le importa. Está muy cansado para lidiar con Russo más de la cuenta, con sus comentarios sarcásticos y malintencionados que hacen a Matt ponerse nervioso y a Gwen apretar los dientes con fuerza.

Matt piensa que el tipo es así por excelencia: un completo imbécil. Explotador, mentiroso y egocéntrico. Pero no tiene que lidiar con él muchas horas del día, solo cuando su majestad se digna de dirigirle la palabra porqué Gwen no está cerca y, como segundo asistente, es su deber tolerar su mierda. Así que Matt puede con él... Casi siempre.

Algo le dice que no podrá hacerlo ahora que le toma el brazo con fuerza y lo retiene de marcharse. Todas sus alarmas se encienden cuando siente el aliento oloroso por puro alcohol chocar contra su rostro por la incómoda presencia tan cercana que Russo tiene sobre él.

— ¿Por qué la prisa? —masculla su jefe. Aliento que huele a puro vino choca contra el rostro de Matt, y las ganas de vomitar aumentan.— No tienes que irte tan pronto-

—Me están esperando. —Logra farfullar Matt, crispando la lengua con incomodidad y luchando por soltarse del agarre de Billy.

—No importa, no importa. Anda, quédate, yo te llevo a casa.

—No creo que esté en su mejor estado para manejar, señor Russo. Le recomiendo que le diga a su chófer que lo lleve.

—Vamos a llamarlo entonces, ¿por qué no vas conmigo a casa?

—Señor Russo-

—Llámame Billy.

Matt traga en seco. El agarre solo se aprieta y a Matt empieza a dolerle. Russo lo acerca aún más a él, el olor a vino se intensifica y las ganas de vomitar de Matt también. Pero esta vez no es por el alcohol. Es por Billy Russo.

—Aléjese de mí. —Trata de gruñir Matt, pero sale como un alarido, como el de un perro herido en la carretera.

— ¿Tienes una idea de lo mucho qué me gusta tenerte cerca, Matt? —gruñé como un león el otro, hambriento. Matt está temblando como una gacela a este punto.— Dios, eres muy guapo, ¿acaso te lo han dicho?

—Por favor, suélteme. Me está lastimando. —Y él no lo escucha, solo aprieta más, lo acerca aún más. Ahora la otra mano de Russo está en su cintura y Matt suelta un chillido de pura incomodidad.— Suélteme.

—Es genial verte pavoneándote por la oficina, como si la vida fuese fácil. Con tus pantalones negros y tus jodidos lentes rojos, ¿quién te crees qué eres, provocándome de esa manera? —La mano que ahora está en su cintura lo aprieta también con fuerza. El pánico y las manos de Russo lo tienen paralizado. Matt no tiene ni la más mínima idea de qué hacer.

Así que entra en pánico. Empieza a batirse con fuerza contra el cuerpo de Russo con tal de liberarse del agarre. Las lágrimas de ira están amenazando con caerle de los ojos y siente el rostro calentársele de la ira.

—Suélteme.

— ¿Por qué te haces el difícil? Vamos, vamos, déjame-

— ¡Suélteme! —exclama con rabia Matt.

La mano en su cintura se desplaza a sus nalgas y ese el punto clave, donde Matt libera su brazo y golpea con fuerza la mandíbula de Russo. Él choca contra uno de los cubículos de la oficina gracias al impacto y sus piernas temblorosas por el alcohol.

Matt está vibrando. Aún hay una parte de él en shock, que está completamente desconectada de lo que está pasando; que está preguntándose por qué esto acaba de pasar. Siente las lágrimas caerle por el rostro y ni se molesta en secarlas, solamente da unos pasos atrás y trata de espetar algo, que termina sonando más como un sollozo: —No vuelvas a tocarme nunca más.

Después de tomar su bastón a un lado del cubículo, sus pies dan pasos temblorosos hacia el elevador, dejando a Billy Russo atrás lo más rápido que puede. El chillido del ascensor al llegar no es irritante como normalmente es, le da pura satisfacción a Matt el saber que puede huir.

Escucha como Russo se ríe cuando entra al ascensor. Frío, sin ningún jodido arrepentimiento. Después de reírse como una hiena malviviente, dice: —Nos vemos mañana en la fiesta, precioso. Ponte algo lindo.

Y Matt presiona con tanta fuerza el botón de planta baja qué tal vez lo terminó averiando. Su rostro aún caliente por la ira y su cintura y brazo adoloridos por los agarres y el forcejeo. Cuando las puertas se cierran, Matt deja salir el sollozo que no sabía se había estado guardando y empieza a llorar.

Llora de la rabia, de la vergüenza, de la confusión. Porque no termina de entender por qué esto le ha pasado y por qué Billy Russo pensó que sería buena idea tomarlo de esa manera cuando Matt no deseaba en lo más mínimo que eso pasara.

Llora con desesperación porqué esto es inaudito. Porqué esto no debería de pasarle a él. No a él que es tímido la mayor parte del tiempo con todos en la oficina, que hace su trabajo con dedicación y que se ríe por lo bajo sin molestar a nadie. Que siempre está atento con los demás y que no le importa quedarse hasta tarde para terminar su trabajo.

Esto no es justo. Está tan molesto justo ahora. Y está tan confundido. Y quiere subir a su piso y darle la paliza de su vida a Russo y al mismo tiempo quiero tirarse en el ascensor y llorar por el revoltijo de emociones que se le acumulan en el pecho.

Pero no hace ninguna de las dos cosas. El ascensor llega a planta baja y Matt seca agresivamente las lágrimas que cubren su rostro. Los lentes rojos le cubrirán cualquiera rastro de haber sollozado como un crío.

Las piernas aún le tiemblan cuando sale del ascensor. Pero lograr llegar al vestíbulo, donde escucha la profunda risa de Eddie y la divertida voz de Scott Lang. Dónde escucha a Rumlow coquetear sin pena alguna con Emma mientras ella le ignora sin siquiera importarle.

Eddie lo ve y dice, alegre: —Hey, por fin llegas.

— ¡Hola, Matt! —saluda Emma, ignorando a Rumlow abiertamente. Sonando más animada que cuando respondía a su coqueteo insoportable.— ¿Listo para irnos?

Matt piensa en decirles. En serio lo hace. Piensa en acercarse a Emma y decirle que Billy acaba de acosarlo allá arriba y, probablemente, ella lo entienda. Las mujeres son más afectadas por el acoso sexual en el trabajo, ella tal vez lo ha sufrido, ella lo entenderá. Tal vez mientras Emma trata de consolarlo, Eddie y Rumlow tomarán cartas en el asunto y le darán la paliza a Russo que él no es capaz de darle. Tal vez Scott llame a la policía, tal vez ellos puedan ayudarlo.

Pero no lo hace. No hace una mierda. Solamente asiente con dirección a Emma y ella se acerca a él, sonriente y amable, para tomarlo del brazo y llevarlo hacia la salida, sus tacones sonando contra el suelo al igual que el bastón de Matt.

Escucha a los muchachos despedirse y después todos salen del edificio. Hace un insoportable frío y Matt está ensordecido por el ruido de sus pensamientos.

Sube al auto de Emma casi en piloto automático. Se coloca el cinturón de seguridad y escucha a los otros tres hablar de su día en el trabajo. Emma dice que los pies le están matando por los tacones, Scott habla sin parar de lo enamorado que está de Hope y Eddie dice que no puede esperar a llegar a casa para comer las sobras del pollo de ayer en la nevera.

Pero Matt no dice nada. Absolutamente nada. Y Emma se da cuenta, porqué coloca su mano en el hombro de Matt y dice, con preocupación y hasta maternal: — ¿Todo bien, cariño?

Y Matt piensa en decirle otra vez, pero no lo hace. Solamente dice, en un débil susurro: —Estoy bien. Solo me siento un poco mal.

Y Emma le cree. Ella quita la mano de su hombro y dice, maternal y dulcemente: —Te llevaré a casa primero entonces. No dejaré que el bebé de la oficina se sienta mal por demasiado tiempo si puedo evitarlo.

Ella ríe de su propio chiste y Matt se ríe solo para que ella no sospeche y haga más preguntas que Matt no sabe si pueda responder. El estómago lo tiene revuelto y sus ojos amenazan con volver a llorar en algún punto.

El viaje no es silencioso. Emma, Eddie y Scott hablan todo el viaje con entusiasmo, emocionados por la fiesta de mañana, celebrando el cumpleaños de Eddie. Matt no hace ningún comentario, llora en silencio y limpia sus lágrimas sin que nadie se dé cuenta.

Cuando Emma detiene su auto en frente de la casa de Matt, todos en el auto se despiden con cariño de él. Matt siente más ganas de querer llorar porqué fue incapaz de decirles algo de lo que pasó incluso cuando verdaderamente deseaba hacerlo.

Saca las llaves, abre la puerta y entra a casa. Emma no arranca el auto hasta que ve a Matt entrar a su casa sano y salvo.

Todo está en silencio cuando el auto de Emma deja escucharse cerca. Matt está paralizado en la entrada de la casa. Puede oír a su padre roncar en la habitación de arriba porqué Jack Murdock ronca como su tuviese a un demonio viviendo dentro de él.

Sus pasos son lo único que rompe el silencio. Se quita el abrigo con manos temblorosas y le duele absolutamente todo mientras lo hace. Lo deja caer por las escaleras, junto a su bastón, sin verdaderamente importarle nada en ese momento. Ya no le duele la cintura ni el brazo, pero aún siente que puede romperse a llorar en cualquier momento.

Su celular chilla el nombre de GWEN y eso solo hace que el pecho de Matt duele aún más. Con las lágrimas cayendo en silencio por su rostro, toma el celular de su bolsillo y procede a contestar.

— ¿Aló?

Ya dejé a los niños en su casa y estoy lista para irme a dormir. Y a pesar de todo el rato que ha pasado no he recibido tu llamada. —Su tono es dulce pero también se oye enojada, como una madre que no recibe llamadas de su hijo

—Es que- acabo- acabo de llegar. —Logra decir Matt, aclarándose la garganta.

—Oh, ya. Bueno, de seguro vas a llamar a tu hombre como siempre haces y no te detengo más. —ella dice y procede a reírse, coqueta como siempre hace. Matt tiembla un poco ante la mención de Frank. No, no va a llamarlo hoy, a pesar de que siempre lo haga. Frank puede saber cuándo está mal a kilómetros de distancia y él no está listo para decir nada de esto. Menos a Frank, que es impulsivo como nadie más. Matt se queda tanto tiempo pensando que no le responde a Gwen, ella no tarda en comentar aquello— Matt... ¿Está todo bien? Te oigo algo distante...

Matt lo piensa una vez más. Puede decirle a Gwen. Ella lo entenderá. Ella conoce a Russo, sabe lo imbécil que puede llegar a ser. Tal vez ella también ha sufrido acoso por su parte. Y desea decirle, desea ponerse a llorar y a decirle a Gwen que Russo es un maldito idiota y que totalmente va a montar una queja sobre esto mañana en la mañana.

Pero nada sale. Solo sale la voz de Matt, temblorosa pero lo suficientemente maquillada como para que Gwen no se dé cuenta.

—Estoy bien. —dice él. Y Gwen le cree, ¿por qué no habría de creerle?

------------

Este episodio es un tanto difícil para mí. Tal vez para chicos, chicas y chiques que hayan pasado por esto pueden perfectamente entender que es difícil leer sobre acoso sexual/abuso de poder cuando eres alguien que ha sufrido por ello.

Sea quien seas, quiero que sepas que si has sufrido alguna vez de abuso, acoso o cualquier cosa inaceptable, no estás sola/solo/sole. Ve y denuncia, ve y destroza todo, ve y pelea por tus derechos.

Sé que da miedo y sé que piensas que nadie va a creerte; qué tal vez exageras, pero no, amor. No tengas miedo. Yo sí te creo.

No tienes por qué soportar estos abusos, sea quien sea que los esté ejerciendo sobre ti. Tu jefe, tu jefa, algún familiar, algún compañero, hasta un puto desconocido. No tienes que aguantar esa mierda, estás en todo tu derecho de ir a denunciar. Sé que el Estado es un asco, lo mismo con el Sistema Judicial (hasta bebito Frank Castle lo sabe) pero igual, no temas usar tu voz. Empoderándote, empoderas a oprimidas/oprimidos/oprimides, a otros/otras/otres como tú.

Si le tienes miedo a la palabra víctima, te entiendo. Yo también pasé por eso. Pero no eres una víctima nunca más, eres un/a/e sobreviviente.

Así que si hay alguien aquí que haya pasado por todo esto, lxs amo. Quién sea que esté allá arriba lxs bendiga. No tengan miedo de decir «me too», si todxs nos atreviésemos a hacerlo, dejaríamos de normalizar todas estas mierdas.

Yo también me uno y digo #MeToo, cuando por muchos años traté de invisibilizar el hecho de que yo también pasé por esto. Ya no más.

evelyn✿

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top