X.

  ¡Papá! —Frank brinca sobre el asiento del parque. Mira a Frankie, que está en el tobogán y tiene el ceño apretado por el enojo.— ¡No me estás viendo! ¡Mírame, mírame!

— ¡Sí lo hago, Frankie! —grita él de vuelta.— ¡Lánzate, vamos!

Frankie vuelve a sonreír y se lanza del tobogán, riéndose cuando llega al final del mismo. Frank sonríe para sí y mira a lo lejos a Lisa que camina hacia donde está él, con algunas golosinas para el día.

A veces estas cosas pasan. A veces María anhela tener un día en familia y lo llama para que sea parte. Porqué aunque el divorcio sea oficial desde hace más de tres años, él sigue siendo parte de su familia.

Lisa se agacha en frente de Frankie y empieza compartir unos chocolates con él. Y por otro lado, está María, que le tira un paquete de galletas de chocolate en la cara y se tira a su lado en el asiento de madera.

Ella empieza a comerse la barra de chocolate y Frank se ríe por lo bajo, para después empezar a abrir el paquete de la galleta.

—Frank... —dice María, con la boca llena. Siempre la misma manía, más de una vez le había escupido en el ojo a Frank por no dignarse a cerrar la boca mientras mastica.— ¿Te puedo hacer una pregunta?

—Lo sabes casi todo sobre mí, María. No sé que me podrías preguntar...

—Es que... Lisa me comentó que te ha visto un tanto diferente desde hace unos días. Frankie también. Te ves como más feliz, más alegre... —María sonríe.— ¿algo está pasando en tu vida cómo para qué estés así?

Frank muerde la galleta y mantiene su mirada al frente. Pero María lo está mirando, tan curiosa como es ella. Y está esperando una respuesta.

Frank termina de masticar y se decide por mantener una realidad: María lo sabe casi todo sobre él, este hecho, podría cambiar el casi.

—Conocí a alguien.

María celebra, como si lo hubiese estado sospechando desde hace bastante tiempo. Frank se ríe, a carcajadas, mientras su ex mujer le mira expectante.

— ¿Quién es? ¿Es alguien qué conozca? ¿Cómo se llama? —pregunta ella, tan emocionada como una niña pequeña.

—Se llama Matthew. Es un... Gran chico. Existe una gran probabilidad de que lo conozcas, en realidad.

— ¿Por qué? ¿Es algún cliente regular del gimnasio? ¿Es boxeador igual qué tú?

Frank quisiera fotografiar la cara de María en este momento. Mejillas sonrojadas, cabellos castaños escapándose del alborotado moño y esa sonrisa resplandeciente. Frank sabe que no va a durar mucho cuando le diga la verdad.

—Algo así... Tal vez te suene su nombre completo... —Frank suspira.— Matthew Murdock.

Le toma como tres segundos.

Tres segundos para que la sonrisa se borre y apriete con fuerza la barra de chocolate en la mano. Tre segundos para que le grite en la cara.

— ¿¡Qué!? —María abre los ojos lo más que puede y Frank vigila a los niños, que siguen sentados en la grama como si nada, comiendo golosinas.— ¿¡Qué!? ¿¡A Mattie!? ¿¡El hijo de Jack!?

—No te alteres...

— ¿¡Qué no me altere!? ¿¡Qué te pasa, Frank!? Es el hijo de uno de nuestros mejores amigos desde siempre, tiene casi la misma edad que Lisa, ¡maldición, Frank! ¡Tenemos fotos de él y Lisa compartiendo cuándo eran niños! ¿¡Sabes en el rollo qué te acabas de meter!?

—Lo sé, lo sé...

— ¿¡Al menos es legal!?

— ¡Claro! ¡Claro! Él tiene veinticinco.

María vuelve a respirar, empieza a hundirse en el asiento de madera, suspirando y aspirando. Ella lo mira y Frank ve como una mueca que simula ser una sonrisa.

—Tú de verdad que vives al máximo. —ella se ríe, Frank cree que es por los nervios y las diversas emociones que no sabe como expresar. Pero se ve más calmada. Y lo está, porqué ver a Frank feliz, esté con quien esté, la hace feliz.— ¿Sabes qué te amo?

—Sí, y yo también te amo.

—No como te amaba cuando estábamos casados pero te amo. Eres mi compañero, mi amigo. Y los amigos se apoyan...

Frank la ve con una sonrisa, una burlona. Y María se vuelve a reír.

— ¿Me estás dando tu bendición?

—No,  no,  no.  Yo no estoy de acuerdo del todo con esto... —ella suspira— pero estás feliz. Tal vez pueda alterar un poco mi moral para aceptar esto.  Es decir,  ¿eres feliz,  no?

Frank se pone a pensar. No quiere sonar como esos adolescentes en plena pubertad que se enamoran a primera vista como si fuese un deporte.  Pero hay algo que no puede negar,  hay una inexorable luz en su vida desde que Matt llegó, con sus cabellos rojos y su sonrisa tímida.

Tal vez sea esa la luz que le guiará hasta llegar finalmente a la felicidad.  Puede ser.

—Algo así.  —dice él. Y María le sonríe.






Tengo malas noticias.

No tengo actualmente celular ni ningún dispositivo donde pueda realizar actualizaciones de esta historia. Así que... Esta es la última actualización hasta el momento.

¡No llores por mí, Argentina!

Amor eterno,  Evelyn.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top