III.

- ¡Papá! ¡Otra cosa, papá!

- ¿Si, Frankie?

Frank sostiene el celular contra su hombro y empieza a quitarse las vendas de las manos, siente la sangre aún cayéndole por su herida en la frente y se pregunta si Claire, la efermera que vive a su lado en el edificio, podría curarlo.

Tuvo una pelea esta mañana con uno de los tipos del gimnasio. La amiga de Matthew, la rubia de piel pálida -cuyo nombre había descubierto al fin, Karen- había estado en el gimnasio hoy, acompañada de su amigo al cual Frank no podía quitarle los ojos de encima y este sujeto había hecho un comentario sexual increíblemente asqueroso sobre ella. Frank trató de mantenerse alejado del tema, oyendo como Karen se defendía y Matthew amenazaba con echarlo. Todo pareció irse a la mierda cuando la llamó zorra.

Frank ni siquiera se molestó en quitarse los guantes, simplemente se bajó del ring y golpeó al tipo con todas sus fuerzas. Frank había salido también lastimado, pero el otro sujeto estaba muchísimo peor.

Jack fue el que detuvo la pelea y el que echó a aquel imbécil del gimnasio. Frank tenía gran parte del rostro lleno de sangre y miró, por instinto, hacía Karen -más específico, a él-.

Karen tenía el rostro hecho una mueca de sorpresa. Cuando ella nota su mirada, se echa un mechón rubio detrás de la oreja y se sonroja. Matt, por otra parte, se ve taciturno.

Frank quisiera que no tuviera esos lentes y que debajo de ellos no estuviesen dos ojos perdidos, sino unos llenos de emociones, que le digan a Frank algo.

La voz de su hijo le llama la atención una vez más, tan juvenil y tan chillona. Frank se pregunta cuándo pasó todo tan rápido, cuándo Frankie llegó a la edad de diez años sin haber perdido la cabeza.

- ¿Podríamos ir al parque de diversiones? ¡Es jueves, es mitad de precio! Le podemos decir a mami que nos deje ahí antes de irse a su cita y que vaya cuando termine, ¿qué te parece?

Frank se ríe sin querer por lo bajo, y asiente, aunque sabe que su hijo no lo ve.

-Claro, será divertido, Frankie. -Su hijo chilla de la emoción del otro lado de la línea y Frank siente un calor expanderse por su pecho.- ¿Nos vemos a las seis?

- ¡Sí, papi! ¡Adiós, nos vemos mañana!

Frankie cuelga y Frank toma el celular de su hombro y lo coloca dentro de su bolso, igual que sus guantes.

-Ehm... disculpa...

Frank levanta la mirada y ahí está él. Matthew, que por su lenguaje corporal, está nervioso. Frank tiene la boca seca y no tiene palabras que decir, solo lo mira, esperando que él tenga algo que decir.

-Disculpa si me estoy metiendo en tu espacio personal o algo así... -Matthew murmura, queriendo que se lo trague la tierra- solo quería... Gracias.

Frank trata no sonreír, pero falla como el imbécil que es, sonriendo de oreja a oreja. Matthew juega con el bastón para ciegos entre sus manos y un leve sonrojo está en sus mejillas.

-De nada. -dice Frank, sin exactamente saber que decir; porqué si le dice lo que piensa, probablemente le llame un viejo pervertido y Frank no es un viejo pervetido... mas o menos.-Si hay algo que no tolero es un bastardo metiéndose con gente inocente.

Matthew le sonríe de soslayo y todo a su alrededor da vueltas. Frank quiere decirle que lo defendería a él y a su rubia amiga una y mil veces más con tal de ver esa sonrisa.

-Yo igual. -dice Matthew, por lo bajo.- ¿Ya te vas? Es algo tarde...

-Sí, ya me voy.

-Genial, yo iré a la parada de autobús.

Frank no puede detener el vómito verbal y pregunta, casi inocente: -Si quieres te llevo a casa.

- ¿Ah? No, no, no es necesario. Puedo caminar a casa, es solo un poco lejos.

Frank sabe eso, varias veces a dejado a Jack en frente de su casa. Está a solo unas cuadras, pero Frank no parece querer callarse.

-Insisto. Hell's Kitchen es un lugar muy peligroso, todo el tiempo, pero a estas horas es una locura. Yo te llevo.

Matthew parece dudar, pero después asiente levemente. Frank cierra su bolso y lo coloca sobre su hombro. Matthew se da la vuelta y sale por la puerta, con Frank siguiéndole.

Cuando ambos están afuera, Matthew cierra el gimnasio con llave y Frank enciende el auto. Se pregunta mientras lo hace, si todo esto está bien. Que el hecho de que no pueda sacarse a un adolescente de la cabeza es completamente normal o está teniendo una crisis de adulto mayor solitario.

Sea cual sea el caso, se siente sucio; se siente raro. Sobre todo porqué Matthew tiene la misma edad que Lisa, perfectamente él podría ser el hombre del cual su hija se sonroja o su mejor amigo que siempre va a las fiestas sociales. A Frank se le revuelve el estómago y trata de ir lo más rápido posible por el camino.

- ¿Alguno de esos imbéciles de la otra vez ha buscado de meterse contigo? Porqué puedes decirme y les daré una paliza -dice Frank y Matthew sonríe un poquito ante eso.

Frank mantiene la vista al frente pero sabe él lo está escuchando. Una vez más, le gustaría que el hecho de que Matt dirigiera su vista a él significara algo, pero sabe que no es así, que el hecho de que lo mire es un reflejo normal de la gente ciega guiándose por el sonido.

Pero a Frank igual se lo carcome la conciencia.

-Pues no. -responde él- La verdad es que no se me han acercado en lo absoluto. Todo ha estado muy tranquilo estos días... Muchas gracias.

-Ya dije que no es nada. -murmura Frank, bajito, con su tono de voz ronco.- Anda, si sigues así tendrás que invitarme a salir para agradecerme...

¿Qué mierda acaba de decir?

Frank se muerde la lengua y trata de mantener su vista al frente, sin poder mirar a Matthew. ¿Por qué tiene que hacer esto más incómodo de lo que ya de por sí es?

Pero a él no le parece incómodo, porqué ríe un poquito y asiente, para después decir: -Tal vez algún día.

Frank lo mira, con la boca seca sin saber que decir y con los ojos probablemente brillando. Frank detiene el auto en una esquina, donde está el edificio en el que Matt y su padre viven.

-Aunque... -murmura Matt, antes de abrir la puerta- creo que sería mejor que invitaras a Karen. Ella piensa que eres guapo.

Frank parpadea los ojos con fuerza y asienta, aún sin tener la más mínima idea de que decir.

Matthew se despide por lo bajo y cierra la puerta con suavidad. Frank no arranca hasta que lo ve entrar en el edificio.

¿Qué piensas tú de mí?, quisiera preguntar Frank, pero es tarde e inapropiado.

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