Capítulo 19.

Alguien que nunca conociste

F

eliz cumpleaños a mí, ya tenía 18 años así que ya podría ir a prisión si robo un banco.

—Feliz cumpleaños cariño —me dijo mi madre apurada—, no hay pastel…ni velas —confesó apenada—, pero compré muffins anoche que regresé del trabajo.

Sonreí y le agradecí.

—Iré por unos cerillos.

Prendió unos cerillos con otros y enterró uno en cada muffin para simular que eran un pastel con velas.

—Pide un deseo y sopla —buscó apurada su celular—, pero antes…

—Mamá… —rezongué.

Me calló con una señal, llevó su indice a su boca cerrada. Una vez que soplé ella se acercó y me dio un fuerte abrazo al cual correspondí con el mismo afecto.

—Gracias mamá —susurré abrazándola más fuerte.

—Ahora apresúrate que llegarás tarde.

Me dio una orden, pero su tono melancólico no parecía pedirme lo mismo, incluso me seguía abrazando con fuerza.

—Lo sé, pero me gusta estar así contigo —admití.

Quizás era el día o la fecha, pero algo se sentía diferente, nunca logro expresarme al contrario entre más pueda reprimir mis sentimientos para mi va mejor, pero hoy no tenía ganas de ocultarlos…a nadie.

Entré a la escuela con cinco minutos de retraso, tenía examen de biología así que corrí con esa estúpida falda del uniforme, llegando a las escaleras del edificio tuve que parar para darme un respiro por lo agitada que ya estaba. Si no seguía llegaría más tarde y era probable que Connors me reprobaría.

—Señorita Ramsey —la voz de un hombre me asustó—. Disculpe no era mi intención haberla asustado… ¿se encuentra bien?

—Señor Williams —expresé sorprendida—, ah…si, es solo qué me siento algo agitada.

—Si eso noto ¿Por qué? —Mostró preocupación— ¿No deberías estar en clase?

Miró el seguro costoso reloj dorado en su muñeca derecha y luego regresó su vista a mi cara pálida y cansada.

—Ya entiendo —se rio mirando al suelo—, ven conmigo…te llevaré a la enfermería.

— ¿Qué? —Cuestioné asustada— No es necesario…e-estoy bien.

El hombre volvió a reírse y cuando se detuvo se me acercó un poco.

—Con un justificante no te regañarán —susurró.

Se alejó a una distancia prudente y me guiñó su ojo a la vez que me siseó con su dedo en la boca.

¡Amo al señor Williams! Ojala Connors aprendiera de él. Obedecí y me acompañó a la enfermería y una vez ahí le indicó a la enfermera la razón por la que me llevaba, claro que omitió el detalle de usar esto como excusa por mi retraso.

La enfermera era una mujer joven quizás de la edad del señor Williams, era bajita y morena con cabellera negra que estaba recogida en una trenza simple. Fue amable conmigo y solo me mantuvo ahí unos minutos para verificar que mi respiración no se agitara de nuevo y que no sufriera algo más, luego me escribió un justificante y me dejó ir.

Como era de esperarse…Connors me regañó por mi tardanza y me pidió que saliera porque no haría el examen.

¡No esta vez anciano!

—Disculpe señor Connors —fingí amabilidad—, es que estaba en la enfermería…tengo un justificante —mencioné justo cuando él iba a preguntarlo.

Se aclaró la garganta disgustado y extendió su mano para que le llevara al escritorio mi justificante. Una vez que llegué me dio el examen y me dejó sentarme.

Los murmullos pidiendo respuestas se hicieron más fuertes por ser varios que cuchicheaban. Cuando me senté en el último lugar de la fila pegada a la pared de la ventana con vista a los árboles traseros, el chico frente a mi silla me habló.

—Es algo tarde ¿no crees? —Susurró— ¿Estás bien?

—Shhh —callé a Eliam disimuladamente—, casi me cancela el examen por llegar tarde, no quiero que lo haga por hablar.

—Oh sí, lo siento —se aclaró su garganta para disimular.

—Pero si, gracias por preguntar.

No volvimos a intercambiar palabras hasta que terminó la hora. Connors recogió los examen aun así no hubiéramos terminado, por suerte para mi había estudiado un poco por lo que solo me faltaron unas pocas preguntas por responder.

— ¡Allena! —Exclamó Emily en la otra esquina.

—Shhh —regañó Connors en la puerta antes de irse.

Me reí un poco por esa escena, pero luego caminé hacia mi amiga pelinegra.

— ¡Feliz cum…! —Iba a decir en alto hasta que la interrumpí con mi mano en su boca.

—Ems no —susurré—, no quiero que nadie sepa.

Quité mi mano de su boca y me miró confundida a lo que solo pude encogerme de hombros.

—Está bien…supongo, toma.

Se volteó hacia su silla y buscó debajo de su asiento una pequeña maleta roja, al abrirla sacó un contenedor de pasteles, solo que ahí no había un pastel sino un pay de fresa bañado con mermelada de frambuesa y decorado con pequeñas flores de crema batida en el medio.

—Ems —sonreí encantada—, se ve muy lindo…y rico —reí—, gracias.

Me dio una sonrisa abierta y la tomé del hombro jalándola hacia mí para darle una abrazo.

—Oh…wow, descubrí que se necesita para que Allena Ramsey abracé a alguien —bromeó alegre—, tómalo aún debo buscar algo.

Antes de que pudiera preguntar ella me había dejado el pay en las manos para buscar desesperadamente algo en su mochila. Cuando lo halló ladeé mi cabeza y no pude negarme porque enseguida puso aquella vela encontrada adentro del pay.

—No es un pastel, pero igual puedo enterrarle una vela —encogió sus hombros y sonrió—, pide un deseo y sopla.

—Ems…no podemos prender fuego por los sensores en el techo —susurré—, además ¿de dónde sacarás un encendedor?

— ¿Dijiste algo señorita americana? ¿Qué querías un encendedor? —Habló jocoso Eliam acercándose por atrás mío— ¿puedo?

Volteé hacia donde provenía su voz pensando que aún seguía atrás, pero en realidad ya se encontraba a mi lado viéndome. Habían sido pocas las veces en que tuve al rubio junto a mi tan cerca, y en esas veces nunca noté que era realmente alto, es más apenas lograba llegarle al hombro.

— ¿Por qué traes un encendedor a la escuela? —Pregunté curiosa.

—En realidad… —intervino Emily— Yo le pedí que trajera uno, es que el de mi casa ya no tenía gasolina.

—Ya veo.

Arrugué los labios y bajé la vista pensando ¿En qué momento se volvieron cercanos?

—Allena ya está, pide un deseo —dijo entusiasmada.

— ¿Debemos cantar feliz cumpleaños o algo así?

—No por favor —contesté con un tono amargado, pero queriendo ser amable—, odio eso.

—Oh vamos, no todos los días se cumplen 18 —rogó con ojos de cachorra—, cantaremos en voz baja para que nadie vea si quieres.

—Ems es un pay con una vela, ya todos lo vieron —susurré bromeando—. Y no, no me gusta, nunca sé a dónde a mirar mientras todos me miran fijo.

Hablaba en serio cuando dije que no me gustaba, era más, me incomodaba.

Eliam se puso a lado de Emily y una sensación de ardor empezó a correr por mí, sostuvo el pay mientras ambos cantaban en voz baja y me veían esperando que pidiera un deseo.

Respiré hondo viendo fijo a la vela en forma de estrella fugaz roja, luego alcé los ojos hacia él. Dejé entreabrir un poco mis labios y cuando terminaron de cantar soplé sin pensar bien si había pedido un deseo o solo me había perdido en mis pensamientos como siempre.

Luego de la nada, de uno en uno algunos con los que frecuentaba se fueron acercando emocionados a felicitarme, unos me abrazaron afectuosos como Adrien y Arely, otros solo un abrazo rápido como Ethan y Dorian.

Después de un rato aguardando las ganas de desayunar un trozo de pay finalmente pudimos salir al almuerzo, le di un trozo a algunos mientras almorzábamos juntos en cafetería al aire libre. Dorian contaba algunos hechos graciosos que le pasó y todos reíamos, luego me paré a tirar el envoltorio que Ems había puesto debajo del postre.

—Me da curiosidad saber cuál fue tu deseo.

No me había dado cuenta que Eliam había caminado detrás de mi todo este tiempo. Lo volteé a ver con una sonrisa jocosa mientras él se sentaba en un barandal que protegía una pequeña jardinera a un lado de cafetería.

—Si lo digo no se cumple… —me crucé de brazos parándome frente a él.

—Pero me veías a mi cuando soplaste, supongo que debe ser algo como… “deseo que un tren aplaste al chico de Londres” —encogió sus hombros y me miró jocoso.

Me eché a reír en alto cubriéndome con mi mano mi boca, enseguida él se levantó y fue hacia mí para quitar mi palma de mis labios. Tenerlo así de cerca me estaba poniendo nerviosa al punto de sentir mi respiración cortada queriendo tomar una bocanada desesperada de aire, sus ojos estaban en mi rostro, pero su mano sostenía la mía mientras que con la otra quitaba un mechón de cabello de mi frente bajando por mi cara para ponerlo tras mi oreja y seguir bajando con delicadeza hasta mi mentón donde paró y su mirada cambió.

—Es un lindo collar —dijo alejándose.

—Si…es un regalo —confesé llevando mi mano hacia él—, por mi cumpleaños.

—Lo sé.

Lo miré inexpresiva, aunque en el fondo estaba confundida, por lo que acababa de pasar y por lo que había dicho… ¿cómo que lo sabía?

No le respondí y él tampoco dijo más, solo se fue.

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