[ 03 ]
—Este no es mi día de suerte —replicó el pelirrojo con fastidio en su voz y clara molestia en su rostro.
—Por primera vez estoy de acuerdo contigo, Chuuya.
Habían decidido ir caminando a paso apresurado hacia el casino, por razones de seguridad y etcétera. ¿El problema? Quedaba como a 46 cuadras del edificio de la mafia, sin recordar que estaba situado en un barrio de los horrores. Como ambos se sabían al derecho y al revés todos los callejones de Yokohama, trataban de cortar tiempo yendo por éstos.
Si se tratara de otra situación, Chuuya utilizaría su habilidad para llegar en un santiamén, pero no podía llamar la atención en ningún momento y por lo tanto, no podía usar su habilidad. De paso, el kimono era terriblemente incómodo a la hora de correr y sentía que se cortaría el muslo por el cuchillo que Kouyou le hizo llevar con un liguero sujetándolo en la pierna, no se arriesgaría a que el maldito peinado se arruinara y tampoco podía llorar de la frustración porque sino los lentes de contacto le serían otro problema.
Un problema tras otro.
—Pensé por un momento que habías vuelto a nuestro campo, ese sí que fue un buen susto —mencionó el más bajo. Tenía las intenciones de mantener aunque sea una conversación común por más imposible que suene. Dicen que el tiempo pasa extrañamente rápido cuando nos distraernos con algo—. Hasta se me hace raro el verte con ese uniforme y con el vendaje en la cabeza.
—Si estamos hablando de vestimentas, tú no tienes la ventaja realmente —respondió mirando con obviedad el traje del pelirrojo—. Quién diría que aquella muchacha elegante resultaría ser Nakahara Chuuya, admito que prefiero tu versión original.
—Por lo menos me veo bien, tú no tienes salvación ni con maquillaje —contraatacó. El más alto llevó una mano a su pecho con una expresión ofendida—. Bueno, se supone que soy tu dama de compañía o algo así. Ane-san me dijo que no hablara alto cuando esté en el casino porque mi voz es gruesa, que nada más respondiera asintiendo y negando con la cabeza si es que alguien se acercara a hablarme.
—Será interesante verte por un rato completamente callado —agregó con normalidad—. ¿No te preocupa que un cualquiera se sobrepase contigo? Podrías gritar sin querer para insultarle o pegarle una patada.
Okay, Dazai tenía buen punto para el pelirrojo. No se creía capaz de contenerse en caso de que algo tan desafortunado como eso le sucediera, de tan sólo imaginarlo le daban escalofríos.
—Pues... ¿no se supone que aquí la "dama" soy yo? Aprende a proteger a una dama entonces —dijo con ironía, el castaño suspiró con desgano.
Cruzaron una esquina y sus vistas fueron recibidas con un letrero en grande de neón que estaba colocado en frente de un local de dos pisos. Las letras iluminadas en rojo ponían "Casino's Red District".
Ese era el lugar en el cual tenían que infiltrarse.
Dazai miró a Nakahara y éste le devolvió la mirada con el ceño fruncido. A partir de ese momento tendrían que actuar según sus papeles y dar los resultados positivos en la misión que los demás esperaban, dejar de lado las inseguridades y dudas, no tropezar en ningún momento o sino las consecuencias recaerían en ellos y en sus respectivas organizaciones pertenecientes. El castaño murmuró una señal para que siguieran avanzando hasta el local, cambiando su semblante tranquilo a uno serio, esa misma expresión facial que solía utilizar con frecuencia en el tiempo que estuvo en la mafia. En cuanto al pelirrojo, relajó su ceño y trató de no aparentar hostilidad, sonriendo de forma leve y metiendo sus manos entre las largas mangas del kimono, relajó sus hombros y acomodó su postura.
El objetivo lo tenían claro; burlar a los trabajadores del casino para sacarles información y robar el permiso para demoler las organizaciones. Ya con esas dos misiones logradas, tendrían oportunidad de encarar al dueño del casino. Todo eso en una sola noche.
Llegaron hasta la puerta de vidrio de ese lugar, habían dos guardias vestidos de trajes negros y corbatas a los lados de ésta, los cuales los miraron ambos.
—Su rostro se me hace conocido —uno de esos hombres alzó la voz, refiriéndose al de vendas. Su compañero se inclinó hacia él, pareciéndole susurrar algo al oído, puesto que su ceja se arqueó con desconcierto. Recobró su postura recta para después volver a hablar. —. No le sirve de mucho cubrirse un ojo para que no le reconozcan, Dazai-san. La agencia a de estar problemas serios en estos momentos, por lo que-
Fue interrumpido por una leve risa que se convirtió en una sonora carcajada proveniente del castaño. Aquel hombre le miró con el ceño fruncido y algo extrañado.
—Lo siento... Es que... —Osamu llevó su diestra hacia su único ojo visible, aparentando quitar una lágrima—. No pensé que en realidad sus fuentes de información fueran tan pobres, aunque admito que imponen respeto hasta con el gobierno del país. Ahora si me permiten, quiero entrar como cualquier cliente lo haría.
Los hombres intercambiaron miradas y decidieron ceder, pensando que el jefe del casino después haría algo al respecto. Como a todos los que entraban a ese local, tenían que inspeccionarlos para asegurarse de que no hubieran traído ningún arma. El primero en ser inspeccionado fue el castaño, palmeando por encima de la ropa en lugares como piernas, cadera, cintura, pecho y hombros. El siguiente fue el pelirrojo, pero Dazai les interrumpió antes de siquiera poder tocarlo.
—Hay órdenes de no poderle un dedo encima a menos de que hayan pagado con anterioridad y no quiero ser yo quien pague por eso. Agradecería que no se sobrepasaran.
—¿Por qué deberíamos hacerle caso? —preguntó uno de los guardias.
—Sólo no lo hagan, a menos de que quieran una cachetada de por medio, de verdad duelen —afligió su voz y curvó sus cejas con una expresión de pesar, seguido de poner una de sus manos en su mejilla—. No estoy diciendo que no cumplan con su deber, sólo les estoy advirtiendo.
El pelirrojo estuvo a punto de reírse, pero se abstuvo, en cambio soltó un suspiro pesado, acción que no pasó desapercibida por los hombres de traje y los tensó cierto modo. Realizaron la inspección pero saltando lugares como las piernas y el pecho, al parecer también habían cedido a la petición del castaño.
Les dejaron pasar ya terminada la inspección. Dazai sabía que Chuuya si estaba armado, por lo que tomó las debidas precauciones, el cuchillo no era de metal así que pasó también desapercibido por el detector de metales que había alrededor de la entrada. En el centro había una alfombra roja que seguía hasta las escaleras del fondo que daban con el segundo piso, a los lados había maquinas para apostar monedas y algunas mesas de billar con varias personas con trajes elegantes jugando. Se podían apreciar los camareros y camareras repartiendo bebidas alcohólicas como el vino, provenientes del piso de arriba.
—Pero que guardias tan fáciles —murmuró el castaño mirando el lugar, pero Nakahara pudo escucharlo.
—Para ti son fáciles, querrás decir.—respondió con el mismo tono de voz bajo—. Y no me hables mucho.
—¿Quién dijo que te estoy hablando, enano?
En planta baja no tenían mucho que hacer, el pez gordo que perseguían estaba arriba, así que siguieron caminando hasta las escaleras cubiertas por la alfombra para llegar al segundo piso. A medida que se acercaban, la música de ambiente se hacía un poco más fuerte y al igual que el olor a licor y cigarros. Una vez terminaron de subir, miraron a su alrededor para inspeccionar el lugar, en una esquina estaba el bar con un coctelero detrás, varias mesas cuadrads de madera y de centro verde, muy parecidas a las que se utilizan para jugar billar, con personas apostando dinero en algún juego de cartas o apostando personas, si, personas, en su mayoría mujeres de curvas marcadas y rostros hermosos y definidos.
Así que con esto se referían a "mitad prostíbulo", pensaron ambos. Aunque más que prostíbulo, parecía tráfico y venta ilegal de personas. Cada quien con sus negocios, no podían pensar mucho al respecto puesto que uno era perteneciente a un organización como la mafia y el otro era ex miembro de ésta.
A los dos les llamó la atención una mesa situada en el centro, alrededor de ella habían más personas presenciando algo al parecer. Dazai fue el primero en caminar hacia ese lugar, siguiéndole pocos segundos después el pelirrojo. Ambos se hicieron espacio entre la poca gente que había alrededor, viendo al fin lo que tenía a los demás interesados. El dueño del casino se encontraba jugando cartas de poker con otro hombre y con varias fichas redondas de bordes azules apiladas a un lado, mientras que del otro lado habían tan sólo unas cuantas de bordes rojos.
—Disculpe, ¿qué se supone que están apostando? —preguntó el castaño al sujeto que tenía al lado.
El desconocido lo miró extrañado para después responderle.
—¿Acaso eres nuevo aquí? El dueño da oportunidades de jugar con él a cambio de apostar trabajos de prostitutas, altas cantidades de dinero o incluso información valiosa. Aunque muy rara vez a perdido —explicó.
—Oh, ya veo.
Dazai miró a Chuuya con una sonrisa cómplice, éste último sintió un escalofrío en todo lo largo de su columna vertebral. Tenía un mal presagio, uno muy malo.
Finalmente se escuchó una queja en voz alta por parte del hombre que estaba jugando con el dueño del casino, al parecer había perdido. Se levantó de la silla con un rostro exhausto y procedió a alejarse de esa mesa.
—Bien, la apuesta sigue aumentando, ¿quién es el siguiente? —la voz de ese hombre resonó en sus oídos. Comenzaron a escuchar murmullos hasta que el de vendas decidió sentarse en la silla desocupada en frente del dueño del recinto, con Nakahara justo a su lado pero de pié.
—Creo que soy yo.
Dazai miró con detenimiento a ese hombre, era un joven adulto que aseguraba no cruzaba los 30, cabello lacio y largo de un color casi blanco, en sus ropas denominaba ese mismo color con algunos detalles en negro.
El albino encontró el rostro del castaño familiar, asegurándose haberlo visto en alguna parte, no tuvo que pasar mucho tiempo pensando puesto que en ese mismo momento había recordado quién era.
—Dazai Osamu, ¿verdad? —el mencionado asintió con normalidad—. Me sorprende tu presencia a decir verdad, no pensaba que alguien tan vago como tú vendría a enfrentarme. En fin, sé directo.
—Usted debe ser Sigma —el de cabellos largos de igual manera asintió—. Busco unirme a usted, en solitario.
Sigma fruncio su ceño algo extrañado, luego mantuvo una de sus cejas curveadas hacia arriba en desconcierto.
—¿Y la Agencia de Detectives? — Sólo obtuvo una sonrisa como respuesta por parte del de vendas, confundiéndolo más—. ¿Qué traes en manos?
—Supongo que me puedo dar la libertad de decir mi estrategia, al fin y al cabo ya se cumplió todo lo que predije —soltó una leve risa, que se podría decir que era casi imperceptible al oído de los que los rodeaban y presenciaban la nueva apuesta.
—¿Estrategia? — Cuestionó con clara confusión en su rostro—. Imposible, tengo cada uno de sus pasos monitoreados.
—¿Entonces cómo explicas que se me haya hecho tan fácil probarte? Tus fuentes de información no son nada acertadas a decir verdad —mencionó con tono burlesco—. En la mafia tenemos información de todo lo que pasa en la ciudad, incluyendo los aeropuertos. Obviamente tuve que realizar mi jugada al enterarme que unos extranjeros con habilidades habían llegado a Yokohama, fue cosa sencilla tener que eliminar mis datos como mafioso.
En parte no mentía, porque lo último en realidad si había pasado. Lo sabían tanto Ango como él, pero eso ya es otra historia.
—Así que quieres unirte... —dijo casi en un murmuro, sospechando todavía del contratrio—. ¿Eso en qué te beneficiaría? Serías visto como un traidor en la mafia.
—En muchas cosas en realidad, podría tener una visión más amplia de lo que pasa en países extranjeros, mi salario aumentaría y no tendría que sufrir las consecuencias de la destrucción de la Port Mafia. Y ellos no podrán matarme, mi habilidad, como ya has de conocerla, es rarísima entre los dotados, matarme sería una baja muy grande —sonrió ampliamente—. Qué le parece esto, si gano la partida de poker me dejará entrar, si pierdo no me dejará y yo prenderé cierta cantidad de dinero. Una apuesta simple, ¿verdad?
—¿Sólo apostaras dinero? Veo que tienes una chica justo a tu lado, escuché de los guardias que es tu dama de compañía —Sigma señaló al pelirrojo mientras hablaba.
A mi no me metan en esto, pensó el más bajo.
Chuuya sólo alcanzó a sentirse de cierta forma molesto, pero no cambió su semblante. Ése era su mal presentimiento al parecer, aunque de todas formas le tenía cierta confianza al intelecto del castaño, él no podría perder en un juego de cartas, ¿verdad?
—Lo siento, ella no está a la venta. —respondió Osamu sin más, casi que en un tono seco—. Lo toma o lo deja, ya le demostré que puedo ser de ayuda a la hora de predecir y organizar estrategias. Vine aquí porque me pareció interesante su control sobre el gobierno demás organizaciones, aunque claro, es usted quien sabrá a quien elegir como trabajador.
—¿Me está amenazando? —el castaño sólo se encogió de hombros—. Me gusta tu carácter, ¿sabes qué? Acepto la apuesta, es simple y no iré a perder mucho, hasta la llamaría aburrida. Será de una partida.
El de cabellos largos le entregó la faja de cartas al castaño, con intención de que la barajara. Dazai tomó las cartas comenzando a cambiarlas de posición de forma lenta, el sonido del cartón fino resonando en sus oídos y haciéndole sonreír de nuevo.
—Apostemos entonces.
...
Ya decía yo, de algo me va a servir el ver Kakegurui y saber jugar a la baraja española y al Póker gracias a mis familiares.
Se me olvidó decir que había mención de un personaje del manga(?.
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