Capítulo 24. Día aburrido y preocupación


































Kenji se encontraba sentado sobre su pupitre mientras conversaba con Asui en frente suyo sentado en su lugar.

—En-entonces... ¿Ya es-está todo bi-bien entre uste-tedes dos?— preguntó esperanzado el castaño miel.

El pelirrojo apoyó sus codos sobre sus rodillas debido a que sus pies estaban apoyados sobre la silla y sonrió inclinado hacia el castaño.

—Sip.

Asui aplaudió feliz de que al fin esos dos se reconciliaran.

—¿Por que tan contento?— sonrió divertido Kenji.

—Por-porque eres mi-mi me-mejor amigo y a Mit-Mitsuya-san tam-también lo consi-sidero mi-mi amigo y no me-me gusta-taba verlos a-así.

Además, Asui no iba a confesar que los veía como pareja ni como padres adoptivos, ya que los dos se preocupaban por él como a un hijo.

—¡Eres tan tierno!— chilló feliz, lanzándose hacia el castaño para abrazarlo.— Me encanta tenerte como mi mejor amigo.

—A-A mi-mi tam-tambien.— sonrió correspondiendo el abrazo.

—¡Que asco!— gritó uno de sus compañeros que entraba al salón, donde esperaban a que llegara el profesor.— ¡Mariquitas vayan hacer esas cosas depravadas lejos de aquí!

Kenji pudo sentir como Asui se tensaba entre sus brazos y se apartó de éste mirando preocupado a su pequeño amigo al ver la mirada perdida y lo pálido que se había puesto.

—¿Asui?— susurró preocupado, dándole un suave apretón en el hombro,  logrando despertarlo cuando el profesor entró al salón.

—Siéntese en sus lugares.

—¿Asui?— preguntó preocupado Kenji al ver cómo se alejaba de éste y se sentaba como un robot.

—Akabane siéntese ya.

Kenji frunció el ceño, molesto y más al oír las risitas del grupo de idiotas que allí estaba uno de que había hablado. El pelirrojo bufó ante la mirada insistente del profesor y se sentó de mala gana en su lugar.

Las clases comenzaron donde el grupito de idiotas (que luego de unas semanas desaparecidos ya que cuando Kenji había arrancado nunca los había visto) hacía lo que ellos querían, divirtiéndose y tirando papelitos a los de enfrente, alumnos que realmente querían escuchar al profesor. Hablando de éste, solamente escribía algunas cosas en el pizarrón, decía algunas palabras ignorando al grupo molesto y no hacía nada más.

Kenji en cualquier momento iba a matar a alguien y ese alguien venía de aquel grupo.

Miró a su lado derecho e hizo un puchero al ver el asiento vacío de Mitsuya. El lindo peliplateado no había asistido a clases y no sabía porqué, además que se dio cuenta del detalle de que no tenía su número de celular para preguntar si le había sucedido algo.

No como a él, que apenas llegó al salón Asui saltó sobre él preguntándole que le había sucedido en el rostro, en los codos y en las manos. Además de que tenía un gran moretón en su omóplato por el golpe contra el asfalto. Luego llegó Yasuda también preocupada por éste que vino a visitarlos y a avisarles que el club estaría cerrado ya que habían faltado muchas compañeras al igual que el presidente del club, que Mitsuya varias veces le había dicho a las niñas que podían abrir y entrar igual al salón, sin embargo las muchachas no le veían correcto por lo tanto el Club de Costura se encontraría cerrado en este día. Akabane calmó a sus dos amigos diciéndole que había tenido un accidente pero que no había sido nada grave y con eso, un poco los había tranquilizado.

Pero ahora, volviendo su atención hacia su pequeño amigo que observando su espalda podía notar lo tenso que estaba, le preocupaba el rapidísimo cambio de estado por las palabras de ese chico.

¿A que se refería?

¿Por qué Asui no le había dicho nada de qué ese grupo lo molestaba?

¿Hace cuánto lo molestan?

¿Y por que recién lo vuelven a atacar?

—Pss...

Kenji escuchó el llamado de su lado izquierdo y miró en esa dirección, encontrandose a una de sus compañeras que pertenecía al grupo de idiotas que se encontraban más atrás. Por lo menos, por lo que recordaba, la había visto varias veces con ellos.

—¿Si?— preguntó en voz baja mientras escribía lo que el profesor le decía.

—Akabane me caes bien.— habló en voz alta, sin importarle que a los demás escucharan su conversación y también mascando chicle a la vez, algo que le irritaba de sobremanera al pelirrojo.— Por eso, te digo esto...

》Aléjate de Togata te contagiará lo depravado.《

Akabane dejó de escribir y la miró confundido.

—¿Disculpa?— frunció el ceño.

—Disculpado.— se rió la chica mientras hacía globo con el chicle pero al ver la mirada intimidante del pelirrojo, casi se ahoga con éste del miedo y dijo, confundida.— ¿No lo sabías?

—¿Saber que?— cuestionó irritado, notando de reojo como Asui comenzaba a temblar.

—Togata hace un año se ha declarado como enfermo y depravado.

Kenji iba a volver preguntar cuando se escucha el chirrido de la silla arrastrándose contra el suelo para luego caerse de un estruendo viendo como Asui salía corriendo del salón con su mochila colgando en su hombro y algunos libros entre sus brazos. Akabane se levantó también rápido queriendo ir tras él cuando el profesor lo interrumpió.

—¿A donde cree que va Akabane?

—Mi amigo se acaba de ir corriendo, podía ver que estaba mal ¿Y usted me pregunta a mí a donde estoy yendo?— le sonrió falsamente.

—No le he dado autorización de salir y siéntese en su lugar.— ordenó el profesor.— Porque tenga excelente notas y que haya venido de un instituto prestigioso (que ahora está a manos del gobierno) no significa que pueda hacer lo que a usted se le de la gana.

—¿Y que sucede con Togata?— preguntó con la mandíbula tensa, sentándose en su asiento lentamente contando hasta diez para calmarse y no clavarle un lápiz en el ojo.

—¿Que hay con el? Déjalo.— respondió con simpleza, sorprendiendo a Akabane.— No es la primera vez que lo hace.

Y el profesor volvió a su lugar a mirar su teléfono.

Kenji respiró con profundidad para luego exhalar lentamente procesando y analizando toda la información que había recibido.

¿No es la primera vez que pasaba?

¿Desde cuando huía del salón? ¿Hace cuánto?

—Oye.— Kenji llamó a su compañera que se reía con su amiga, ésta lo miró mientras su globo de chicle explotó.—¿A que demonios te refieres?

—¿Con que?

—Con lo que dijiste... a enfermo y...— Kenji inmediatamente entendió y se molestó.

Y se enfureció aún más ante la mirada burlona que le dirigía.

—Veo que ya lo entendiste pero por si no te quedó claro.— se acercó a Akabane y dijo.— A Togata le gustan los hombres... es gay.

》En serio, aléjate de él, se nota que se te está pegando su enfermedad.《

—Gracias por el aviso, me voy alejar, pero me alejaré de tu estupidez... eso si es muy contagioso y se puede ver desde kilómetros.— le sonrió inocentemente provocando que la chica se pusiera roja del enojo.

—¡T-TÚ!

Pero Akabane la dejó de escuchar decidiendo mirar hacia el frente, pensando en su pequeño amigo. Él también habría tenido la misma reacción o por ahí peor, habría golpeado hasta matar algún imbécil que se atreviera a insultarlo o molestarlo.

Y el timbre del receso llegó.

Akabane guardó rápidamente sus cosas y comenzó a buscar a su pequeño amigo desde los baños, hasta los salones vacíos, el gimnasio, el comedor hasta la azotea pero no hubo ningún rastro de él.

Y eso preocupó aún más a Akabane.

En el comedor, preguntó a Yasuda si había visto a su amigo pero le dijo que no. Ésta le preguntó que había sucedido y Akabane le contó lo que había pasado preocupando a Yasuda, aunque la respuesta de su amiga la sorprendió cuando quiso ir a buscarlo.

"Déjalo... él solo vendrá, no lo busques porque solo se pondrá peor."

Y aunque Akabane quería ir en-contra de esas palabras, su instinto le decía que lo dejara, que también Asui necesitaba su tiempo. Por eso decidió dejar de buscarlo, no obstante, le envió un mensaje diciéndole que estaba preocupado y que cuando estuviera listo, podía hablar con el.

Akabane suspiró amargamente mirando aburridamente al profesor, siendo ya la última clase y miró de reojo el asiento vacío de Mitsuya.

¿Que le habrá pasado para no ir al Instituto?

Hasta Hakkai faltó y tampoco vio a Peyan, que la relación con estos dos era un poco incómoda por todo el asunto de la pelea.

¿Una reunión de la ToMan?

Lo dudaba.

Aunque se comprometían con el tema de la pandilla, no veía a Mitsuya ni a ninguno de ellos faltar a clases por una reunión. Ni mucho menos veía a Draken faltar al instituto, hasta se lo imaginaba al de trenzas arrastrando a Mikey para ir a estudiar.

Eso le causó una sonrisa.

El timbre sonó por el establecimiento indicando la hora de salida, sin embargo, Akabane debía ir al gimnasio para entrenar junto con los chicos.

Antes de llegar se cruzó con Yasuda y se despidieron, donde la pelinegra le transmitió tranquilidad sobre su pequeño amigo.

Con un puchero en sus labios ya que fue un día confuso y aburrido, entró al gimnasio donde sus compañeros ya estaban allí, sorprendiéndole el ambiente tenso que había en el lugar. Akabane frunció el ceño confundido y con su bolso llevándolo en su mano sobre su hombro, se acercó a sus compañeros que se encontraban en los intentos de gradas y que éstos rodeaban a una persona que se encontraba sentado.

—Debes ir y denunciar.

Ok... eso captó aún más la atención del pelirrojo, que al ver que no se habían dado cuenta de su presencia, los llamó.

—Chicos.

Akabane tapó su boca con su mano, ocultando su sonrisa al ver a sus mayores y compañeros saltar como gatos del susto.

—¡Mierda!

—¡¿Eres un fantasma o qué?!

—¡Akabane haz ruido cuando entras!

—Te pondré un maldito cascabel, joder.

—¿Quieres matar a tus sempai del susto?— le reprochó uno de tercero y último año.— Ya no estoy para estas bromas, mi corazón no lo soporta.

Akabane soltó una risita divertida al verlos quejarse y comportarse como unos ancianitos cascarrabias. Solamente eran unos dos y tres años mayores que él pero se comportaban como si tuvieran ochenta años.

Que lindos.

—Lo siento, lo siento.— soltó otra risita, causando que los de tercero se enojaran aún más.— haré ruido la próxima vez.

—Sabemos que no lo harás.

—Disfrutas vernos sufrir.

Akabane sonrió angelicalmente y dijo.

—Vaya, me conocen bien.

—Y encima no lo negó.— pensaron todos con pesar, cayéndole una gota detrás de su cabeza.

—Ahora... ¿Por qué están aquí y no calentando?— preguntó con curiosidad Akabane.

—El Capitán tiene razón, hay que entrenar.— habló uno de segundo, Nobara Takumi, levantándose del asiento, dejándose ver ante Akabane donde la mirada rojiza se oscureció.

—¿Que demonios te pasó Nobara?

Takumi tragó saliva al tener a su Capitán en frente suyo mirándolo de arriba a abajo y sintiéndose como una presa, miró hacia otro lado y respondió en susurros.

—Estoy bien, no es nada.

—No creo que eso sea nada...— señaló Akabane su rostro.— Uno de tus ojos está hinchado y negro, apenas puedes ver... tienes un labio partido, raspones en la mejilla izquierda y tus brazos y piernas también tienes raspones y moretones. ¿Entonces?

—¿Y a ti que te pasó?— cuestionó a la defensiva Nobara, viéndolo también lastimado.

—Accidente de auto, casi atropellan a una niña y la salvé.— sonrió inocentemente.— Tu turno.

—Espera...—parpadeo confundido Nobara.— ¿Qué?

—Vaya.. si que te resulta fácil admitirlo.— comentó otro del equipo.

—¿Y bien?— insistió Akabane mirando fijamente a su sempai.— Te escucho, no comenzaremos a entrenar hasta que me digas que sucedió y si no me lo dices tú, le preguntaré a los demás y ellos no me mentirán... ¿Verdad, chicos?

Los demás tragaron saliva sintiéndose pequeños.

¿Por qué sentían que fue como una amenaza?

—Ya dile Nobara.

Takumi suspiró rendido y se volvió a sentar adolorido y cansado.

—Solo... peleé con unos chicos.

—¿Peleaste o te defendiste?— cuestionó Kenji, sorprendiendo a los demás y a Nobara que lo miraban como si tuviera un tercer ojo.— Hay una gran diferencia entre pelear por pelear y defenderse o defender a alguien que quieres.

—No se te escapa ninguna ¿Eh?— susurró incómodo y nervioso  comenzando a acariciar sus manos pálidas y moretoneadas que Akabane pudo ver como temblaban.— Me defendí... o traté de defenderme mejor dicho...

—¿No los provocaste?— preguntó uno de primer año, inocentemente.

—Claro que no.— respondió enojado, apretando sus manos mientras que movía de arriba a abajo su pierna.— Me atacaron de la nada, yo solamente estaba volviendo a casa después de entrenar el otro día.

—¿Cuántos?— cuestionó Akabane seriamente.

—Fueron unos cinco o seis chicos...

—Malditos hijos de puta.— insultó uno de tercero.

—Seis chicos golpeando a uno solo...— susurró Kenji para si mismo.— ¿Pudiste reconocerlos? ¿Cómo vestían?

—Obviamente sabe quienes fueron.— se quejó Subaru, otro de tercer año grandote y de cabellos negros, estando de brazos cruzados y muy molesto.— Por eso le digo que vaya a denunciar.

—¿Realmente los conoces?— preguntó con curiosidad Kenji.

—Se quienes son.— respondió con la voz temblorosa del miedo, Akabane observó como las manos de su senpai temblaban aun más y la pierna se sacudía de arriba a abajo de los nervios.— pero denunciarlos es literalmente que me maten.

—¿Por qué?

—Son de una pandilla.— volvió a hablar Subaru ante el silencio de Nobara.— Todo el mundo le tiene miedo.

—¿Pandilla?— preguntó Akabane confundido.— ¿Cómo se llama?

—Black Dragon.— le volvió a responder Subaru.— antes eran respetados, ahora solo son una pandilla militarizada que hacen actos sucios... como atacar personas inocentes.

—Black Dragon...— susurró pensativamente Akabane y miró a su amigo, Nobara, que éste frunció el ceño confundido por la mirada de su Capitán.

— ¿Sucede algo Akabane?

—Oh no es nada... es hora de entrenar.— ordenó, obligando a todos los demás a  que comenzaran a calentar menos Nobara que lo obligó a sentarse.— Tu te quedas allí y tendrás reposo, no puedes entrenar en esas condiciones y es una orden de tu Capitán y Entrenador.

—Pero...

—Luego te acompañaré.— sonrió angelicalmente, causando que algunos se asustaran y otros se sonrojaran.

—¿Acompañarme?

—Te acompañaré hasta tu casa.


















😈😈😈






































Kenji caminaba por las calles desoladas y oscuras donde la luna menguante brillaba desde lo más alto rodeado de estrellas. Y aunque parecía ser una bonita y cálida imagen, la realidad es que el ambiente estaba frío y tenebroso.

Como un mal presentimiento.

Akabane bostezó cansado del día, donde fue un día aburrido, lleno de preocupación por Asui y por Nobara y un poco tenso y emocionante al por fin haber avanzado con su misión.

Bastante fácil a su parecer.

Aunque no le gustó para nada dejarse golpear por esos idiotas, donde tuvo que contenerse en no matarlos, pero todo fuese por resultados favorables.

Y lo consiguió.

Y para festejar... se comprará unos deliciosos bombones por su éxito.

Kenji sonrió renovado ignorando el dolor en todo su cuerpo, cuando frenó a mitad de la esquina al reconocer en frente y a la diagonal, a un joven de cabellos negros y largos, vestido con una simple camiseta blanca y pantalones holgados.

—Se me resulta familiar...— pensó Kenji analizándolo cuando se da cuenta que éste estaba espiando a alguien más. Con cuidado, en silencio,  cruzó la calle, entró al callejón que estaba a unos metros del joven que ni siquiera lo sintió y subió hacia la azotea a través de tachos de basuras. Al llegar a la azotea, con precaución, se acercó hasta el borde a la misma dirección donde el joven espiaba y se sorprendió al encontrarse a Mikey junto a un chico de anteojos y piel de color caramelo.

Oh... Es Baji Keisuke.— recordó Kenji en sus pensamientos, observando desde su lugar como el pelinegro miraba a escondidas hacia el rubio ceniza y ese chico.— Capitán del primer escuadrón... Interesante.

—¿Y bien?— se escuchó la voz de Manjiro, llamando por completo la atención de Kenji y observó la situación de aquellos dos.— ¿Qué es lo que quieres?

El joven acomodó sus lentes y dijo.

—Te he llamado aquí por una simple oferta, Comandante de la Tokyo Manji.— habló el joven.

—¿Y cuál es esa oferta, Kisaki?

Kenji anotó mentalmente el nombre del chico.

— Quiero ser el Capitán de la Tercera División.

Akabane alzó una ceja intrigado y divertido ante esa caradurez por parte del joven "Kisaki" y de reojo observó como el pelinegro apretaba la mandíbula molesto.

—¿Y por qué haría algo como eso?— preguntó Mikey confundido.— Ni siquiera te conozco.

—No, no nos conocemos aún pero lo haremos.— sonrió el tal Kisaki provocándole a Akabane un mal sabor en el estómago.— Se que aceptarás.

—¿Por qué?

—Porque yo puedo hacer algo que tú quieres.— respondió acomodándose sus anteojos.— Yo puedo sacar a Pah de la cárcel a cambio de que tu me dejes ser el Capitán de la Tercera división, esa es mi oferta Comandante.

Kenji entrecerró sus orbes analizando la situación, donde sonrió ladinamente hacia el pequeño ratón de anteojos que sabía muy bien lo que  ese chico estaba haciendo.

—Vaya... hay alguien bastante interesante y astuto.— pensó divertido Akabane y miró hacia Mikey.— ¿Que harás Manjiro?

—Lo voy a pensar.— fue la simple respuesta del rubio, comenzando a caminar con sus manos en sus bolsillos, pasando a un lado de Kisaki.

—Espero que lo pienses bien... No querrás que tu amigo esté allí por bastante tiempo ¿No?— fue lo último que comentó para también marcharse del lugar donde Baji se escondió rápidamente para que no lo viera. Mientras tanto, Mikey se quedó en su lugar pensando en aquellas palabras.

Kenji se apartó del borde de la azotea y miró hacia la luna pensativamente.

—Hay algo bastante raro aquí... ¿No lo cree Koro-sensei?— preguntó hacia la luna y miró hacia abajo, encontrándose al pelinegro con una mirada bastante furiosa y seria, hasta que logró escuchar de sus labios "No lo permitiré".— Algo bastante raro...— susurró para si mismo, viéndolo marchar, quedando el solo en ese lugar. Sacó su teléfono, lo desbloqueó dejándose ver una imagen de su hermano y llamó a una sola persona.— Ritsu.

La joven pelilila apareció en la pantalla con una gran sonrisa pero al ver la mirada seria del pelirrojo, su sonrisa desapareció y se puso seria como la primera vez que se conocieron.

—¿Que necesitas Kenji?

—Me conoces bien.— sonrió volviendo a mirar hacia la luna.— Quiero que busques a un tal Kisaki, no  se su apellido, es casi de mi misma altura, piel de color miel, usa anteojos, cabellos rapados y rubios... necesito saber todo de él ¿Si? Lo que encuentres, cualquier detalle, es importante.

—A la orden.









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Besitos.

~M.





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