Capítulo 8

Mitch observó por milésima vez la pantalla del móvil. Tenía un listado con los nombres que Thomas le había proporcionado, así como la agenda de actividades de la candidata Paige. A ese punto ya había memorizado todos los lugares donde la mujer se presentaría, y el único que le había llamado la atención, era el cierre de campaña que daría al aire libre en Denver. Tenían poco menos de setenta y dos horas para llegar al lugar e interceptar a la mujer. Perfecto. Le esperaba un viaje de poco más de un día a lado del rubio, y aunque probablemente la opción más factible era coger un maldito avión, tenía el jodido problema de Kennedy buscándole hasta debajo de las piedras.

Horas atrás había recibido un mensaje de Stan, advirtiéndole que más le valía haber liberado al rubio por una jodida buena razón; pero Mitch se había limitado a apagar el móvil y a dar por terminada la charla de una vía.

Thomas sabía lo suficiente sobre Howland como para mantenerlo en ventaja, y hasta ese punto estaba trabajando contra reloj para evitar lo que sea que estuviese tramando el británico desertor.

—Tendremos un placentero viaje de poco más dieciocho horas —colocando los boletos de tren enfrente del menor, Thomas había sonreído, logrando que este apartara su vista del móvil que tenía en las manos por aquel instante—. Además tendremos una excelente vista de los mejores lugares del país —acomodando sus lentes de sol por encima del puente de la nariz, el rubio finalmente había tomado asiento justo a un lado del menor, quien hasta ese momento, se había mantenido en silencio.

—Si esta es tu idea de pasar desapercibidos...

—Rapp, solo los turistas utilizan esas rutas —esta vez el rubio había optado por extender la diestra y retirar el móvil que el menor sostenía entre sus manos por aquel instante—. Para pasar debajo de las narices de los tuyos, lo haremos a mi manera.

Rodando los ojos, el menor había terminado por cruzar los brazos a la altura del pecho, desviando la mirada al acto. No necesitaba que el rubio le repitiera lo obvio. Sabía que la mujer tenía a sus hombres por todo el maldito país, y necesitaba a Thomas con vida para finalizar la misión.

Probablemente había sido por ese detalle que prefirió guardar silencio y seguir al rubio cuando este se lo indicó.

Había una línea de trenes que lograba atravesar todo el país, por supuesto, haciendo los transbordos correctos. Solo necesitaban pasar unas quince horas en un tren, nada más sencillo, aunque le parecía una jodida pérdida de tiempo. Quizá había sido por ello que apenas arribaron al vagón que les habían asignado, demoró más de un minuto en creerlo.

Era un enorme coche cama. Si para Thomas pasar desapercibido quería decir viajar con comodidades, a él le parecía una maldita broma.

Aunque el lugar era estrecho, claramente podía notar que la cama replegada contra una de las paredes, de tal manera que de momento, figuraba como un simple asiento. Había una enorme ventana en uno de los lados, y una pequeña pantalla al otro. Habían compartimentos superiores, donde podían guardar las maletas.

Mitch rodó los ojos y simplemente bufó, poco antes de finalmente atreverse a clavar su mirada en el rubio, quien le observaba expectante justo a su lado.

—No me mires de esa maldita manera, Mitch —no había un tono molesto, el británico simplemente mantenía la sonrisa en los labios al tiempo que se adentraba en el estrecho lugar, apresurándose a acomodar la única maleta deportiva con la que ambos viajaban por aquel instante.

Ah, mirar a Thomas con una de sus camisetas era demasiado... Extraño. La pieza le quedaba bastante holgada, quizá había sido por ello que el rubio había optado por mantener sus vaqueros y no utilizar el otro par que guardaba en la maleta.

—Vete al demonio, Sangster —no dijo más, no cuando ya había entrado de igual manera al reducido espacio, cerrando con seguro la pequeña puerta corrediza que había detrás de él.

Mitch tomó asiento en el largo mueble de color marrón, no demorando absolutamente nada en volver a coger la tablet para evaluar la información que tenía por aquel instante. De un momento a otro, fue capaz de sentir como el rubio se colocaba a su lado, tomando un pequeño control remoto que se hallaba al otro extremo del asiento, para finalmente, encender el pequeño aparato televisivo del lugar.

—Es el único evento que tendrá sin seguridad cerrada de por medio —la voz del rubio sonó en un susurro, aun así, los ojos mieles de Mitch habían pasado de la pantalla táctil del aparato, hacia la figura que yacía a su lado.

Thomas se quitaba los lentes de sol, acomodándolos en el cuello de la camiseta de manga larga que portaba por aquel instante. Pudo notar los múltiples hematomas que se dejaban ver cuando el peso de los lentes deslizó la tela hacia abajo. Ahí ya no solo estaban las marcas que él había dejado, claramente podía contar un par de golpes que se miraban lo suficientemente recientes, para saber de qué se trataban.

Los ojos pardos del británico aterrizaron sobre él, terminando por sacarlo de sus cavilaciones en menos de un instante. De nueva cuenta fue capaz de observar el mar de venas carmín que envolvía el iris color chocolate del mayor, limitándole a desviar la mirada casi por puro acto de reflejo.

—Nuestro hombre la convertirá en una mártir. Dominika está jugando perfectamente bien sus cartas. Si Ava muere, la gente tendrá una respuesta movida por el acontecimiento, por la empatía. Ganarán los republicanos. No hay fallas. Lo harán a lo grande, Janson se está hundiendo solo —el rubio hizo una pausa, terminando por soltar un amplio suspiro al segundo que pudo notar como Mitch volvía a sumirse en su extraño mutismo.

Silencio. El único sonido que se podía percibir por aquel instante, era el vago andar del tren sobre las vías. Por la ventana habían comenzado a alzarse paisajes de campo abierto, la ciudad había quedado atrás apenas hacía unos segundos.

—Solo hablabas cuando te convenía —murmuró el castaño al tiempo que regresaba su mirada a la pantalla del aparato electrónico, logrando que casi de inmediato el reducido lugar se inundara con una de aquellas sonrisas que ya estaba acostumbrado a arrancar del otro.

—No les interesa lo que suceda en el país. Eso es cosa de patriotismo —el rubio alzó los hombros y simplemente se hundió en el asiento aterciopelado, fijando su mirada en la pequeña pantalla de televisión, pero la mano del menor sobre uno de sus brazos le hizo volver su atención a él. 

—No juegues conmigo, Sangster —una de las cejas castañas de Mitch terminó por arquearse, al tiempo que los iris de color miel se dedicaban a asesinar de manera silenciosa al rubio que estaba a un lado de él.

—No soy estúpido, Mitch. Sé lo que pasará conmigo después de esto —una escasa sonrisa se dibujó en los labios del rubio, poco antes de que este elevara una de sus manos y apartara el agarre que el otro había impuesto sobre él—. Para mi país soy un desertor más, para tu país soy un traidor.

No necesitó decir más, la mirada que había aparecido por aquel segundo en las pupilas del agente, había complementado a la perfección las palabras que acababa de decir.

Lo cierto era que el castaño no había pensado del todo en ello. Ni siquiera podía definir si en aquel maldito momento podía confiar en él. Thomas le había mentido desde que se habían visto por primera vez, y nada le aseguraba que por aquel momento estuviese haciendo aquello de manera... Gratuita. Sabía que el británico no era estúpido.

—¿Nos vamos a poner sentimentales, Rapp? Debiste decirme para que comprara un maldito helado —de nuevo aquella risa aterciopelada inundó la habitación, la tensión que existía entre ellos había desaparecido por completo a ese punto—. Volveré con la cabeza de Howland y tú salvarás a Paige. Es un trato justo —Thomas se había terminado por poner de pie, caminando hasta el extremo del mueble que daba justo hasta la ventana del lugar.

Mitch le observó en silencio y con aquel gesto de indiferencia que siempre se pintaba en su rostro. No había un tono que pudiese entender en el medio de las palabras del británico, no había melancolía, siquiera miedo. No sabía cómo interpretar aquello.

Llevaba más de una hora en el carro comedor. Tenía una taza de café vacía en la derecha y un diario del día en la izquierda. Había repasado todas las notas que apuntaban a algún evento relacionado con Paige, pero solo había encontrado más de lo mismo.

Soltó un suspiro exasperado al tiempo que elevaba la diestra y hundía sus dedos en los largos mechones castaños, acomodando un par detrás de una de sus orejas.

Dio un último vistazo a las demás mesas del lugar, notando que solo había una mujer medio adormilada en la mesa más lejana, sosteniendo su móvil en una de las manos. La noche había caído apenas poco tiempo atrás, y solo faltaban unas cuantas horas antes de que arribaran a Denver.

Soltó un suspiro al tiempo que acababa por ponerse de pie y regresaba a pasos lentos hasta el pequeño privado en el que había dejado al rubio hacía apenas unas horas. Buscó la pequeña llave metálica en uno de sus bolsillos y no demoró absolutamente nada en abrir la puerta corrediza, encontrando al británico apoyando la espalda contra la ventana y con medio cuerpo tendido sobre la ahora, cama.

Thomas tenía la cabeza ligeramente hacia un lado, apoyando la frente contra la pared de madera del vagón. Un par de mechones dorados se desparramaban sobre su frente, haciéndole ver completamente desarreglado por aquel instante.

Volvió a soltar un amplio suspiro al tiempo que se dejaba ir hasta el lugar que yacía despejado en la cama plegable, apoyándose contra la pared y estirando los pies sobre el reducido espacio que quedaba entre la cama y el muro continuo. Se sacó el calzado con un vago movimiento, terminando por cruzar los brazos a la altura del pecho, dispuesto a dormir en aquella posición.

Apenas cerró los ojos, Mitch sintió el cansancio cayendo sobre su cuerpo. A ese punto sabía que debía coger unas cuantas horas de sueño, o no estaría lo suficientemente lúcido para completar su objetivo.

El crujir de la improvisada cama le hizo abrir los ojos casi al instante, notando como el rubio se había deslizado por sobre la extensión de la misma, terminando por tomar asiento a horcajadas sobre su pelvis. Una suave luz mortecina se filtraba detrás de las persianas, permitiéndole ver la expresión que se pintaba en el rostro de Thomas por aquel instante.

Mitch se mantuvo quieto en su posición, a punto de fulminar a su compañero con la mirada, pero al rubio, aquello siquiera pareció importarle. Las manos del británico fueron a parar directamente hasta los hombros del menor, al tiempo que la distancia entre los rostros de ambos era prácticamente reducida a nada.

El beso llegó en consecuencia. El castaño no respondió de buenas a primeras, ocasionando que Thomas se separara brevemente de su rostro, apoyando la frente contra la del otro. Una escasa sonrisa se fugó de los labios del rubio al tiempo que enredaba sus brazos justo detrás de la nuca del menor.

No hubo palabras ni ante ello. El británico se limitó a intentarlo de nueva cuenta, sintiendo como finalmente los labios del otro agente respondían ante él. El beso fue pausado, lento. Sus bocas se amoldaron de manera perfecta, sincronizada. Las manos de Mitch abandonaron su posición en algún punto, viajando hasta las pequeñas caderas que ya se mecían sobre su cuerpo por aquel instante. Thomas suspiró ante ello.

Disfrutaron el sabor el uno del otro durante un par de besos más. El deseo pululaba en el ambiente, pero ambos se frenaban por una razón que hasta ese segundo, desconocían.

Fue el castaño el primero en ceder ante ello, terminando por anclarse firmemente a la cintura del rubio, para posteriormente, poder tenderle sobre la extensión de la cama del reducido vagón.

Thomas no se negó ante ello, simplemente había terminado por separar las piernas y brindar al menor el espacio suficiente para que sus cuerpos se amoldaran por aquel instante.

Cuando los labios de Mitch abandonaron su boca, el rubio terminó por ladear el rostro, sintiendo como la húmeda y familiar sensación comenzaba a esparcirse lentamente por su cuello. El castaño le estaba besando con lentitud, hacía escala en las marcas de color carmín en su cuerpo, depositando castos contactos encima de cada una de ellas.

El británico suspiró ante aquello, dejando que sus manos se instalaran en las escápulas de Mitch, al tiempo que comenzaba a elevar a las caderas para buscar deshacerse del breve espacio que se medía entre ellos por aquel instante. Cuando cerró los ojos, fue capaz de percibir el segundo exacto en que el menor le despojaba de la camiseta negra que se cernía sobre su cuerpo por aquel instante.

Un mudo gesto de dolor apareció en los labios de Thomas, mera consecuencia del movimiento que el menor había efectuado por aquel instante. Los brazos aún le dolían, las marcas habían adquirido un tono púrpura que resaltaba en el medio de su blanca piel.

Mitch se apoyó en los antebrazos y le observó en silencio por unos instantes, logrando que el rubio abriera los ojos casi de manera inmediata, acostumbrando su visión a la oscuridad que les rodeaba de momento.

El menor le estaba analizando, paseaba sus ojos en cada franja de piel que ahora yacía descubierta. Aquello simplemente arrancó una sonrisa de los labios del británico, quien en menos de un segundo, había terminado por llevar sus manos hacia la melena castaña del menor, obligándole a bajar para poder ser capaz de besarle una vez más.

El rubio no sabía cómo interpretar aquello. El deseo era lo que había suscitado aquella clase de encuentros en más de una ocasión, si Mitch llegaba a sentir un atisbo de culpa por lo que había sucedido con él, probablemente estaría llevando su imaginación hacia una dirección que no existía.

Un nuevo jadeo inundó la habitación al segundo exacto en que las manos del castaño fueron a parar hasta los ceñidos vaqueros del rubio. Fueron movimientos torpes y hasta cierto punto, desesperados, pero el menor se las había apañado para deslizar la gruesa tela fuera del cuerpo del rubio que yacía debajo de él. Lo siguiente que acabó en el piso, había sido la jersey de tono azul marino que Mitch vestía por aquel instante.

El calor aumentó de nueva cuenta tras aquello, al tiempo que los besos cesaban y se convertían en nuevas marcas rojizas que acababan en el pecho desnudo del británico. Thomas volvió a suspirar, echando la cabeza hacia atrás al tiempo que sus uñas se aferraban a la piel marcada con lunares del menor, obligándole a mantenerse sobre él.

Pronto las caderas del americano comenzaron a mecerse con suavidad contra el cuerpo debajo de él, siendo capaz de percibir como Thomas se estremecía cada vez que su miembro viril iba a dar de lleno contra él.

Tras unos momentos, fue el rubio quien apartó sus manos del piel desnuda del menor, dejando que su dedos viajaran de manera vertiginosa hasta el cinturón de cuero negro que portaba Mitch por aquel instante. El sonido de la hebilla de metal cediendo fue lo que rompió la parsimonia de suaves gemidos que inundaba el ambiente, seguido de la cremallera de los vaqueros del castaño cediendo ante las manos de Thomas.

Fue Mitch quien terminó hundiendo el rostro contra la curvatura del cuello del británico, encargándose de besar y marcar aquella extensión de piel. El rubio volvió a suspirar ante ello, dejando que sus dedos bailaran de manera breve entre el elástico de la prenda interior y la cálida piel del menor.

Cuando la espera ya no pudo ser prolongada, Thomas finalmente deslizó su mano dentro de la última barrera de ropa, apresurándose a liberar el sexo erecto del que ya era acreedor Mitch por aquel instante.

El jadeo que brotó de los labios del castaño fue suficiente para el británico, no demorando nada en envolver la gruesa anatomía baja del otro con su palma, limitándose a estimularlo con lentitud. Thomas dejó que sus dedos vagaran por aquel erecto tronco, bajando hasta poder sentir la incomodidad de la prenda interior arrugada que le impedía llegar más allá; limitándose a recorrer en forma inversa toda la extensión del otro y a repetir ese camino de manera automática. El suspiro de Mitch contra su piel, fue todo lo que necesitó el británico para aumentar la fricción de su movimiento, atreviéndose esta vez a estirar un poco más dedos, al punto de poder semi rodear su propia erección con la punta de estos.

El vaivén de su diestra reinició, con la variante de la calidez de ambas pieles sensibles rozándose con insistencia.

Los dientes del americano acabaron por encajarse en la piel blanca del rubio como consecuencia, al tiempo que las manos de Mitch descendían de las caderas de Thomas, hasta el firme par de glúteos que este apresaba contra el extraño colchón de la cama. Buscó la hendidura que se escondía debajo del par, no demorando absolutamente nada en alcanzar el reducido anillo de músculos que se contrajo ante la llegada de su tacto. El castaño volvió a morder la piel del cuello del mayor ante ello, ocasionando que esta vez su cuerpo se tensara al instante, obligándole a usar más de un solo dedo para abrirse paso dentro del estrecho pasaje. Fue el dedo medio de Mitch el que halló un canal de acceso, logrando abrirse paso hasta que los nudillos del índice y el anular le impidieron llegar más lejos. El cuerpo del rubio reaccionó ante ello, apretando sus paredes, palpitando alrededor del momentáneo intruso en su interior.

Thomas finalmente se atrevió a abrir los ojos tras aquello, perdiéndose durante unos largos minutos en la despeinada melena castaña que se perdía justo debajo de su barbilla. Otro suave gemido, y el británico se permitió aumentar el movimiento que su diestra llevaba, permitiendo que sus sexos se contrajeran y excitaran casi de manera inmediata; pero sus acciones se vieron frenadas al segundo que fue capaz de sentir como Mitch introducía dos dedos más en su interior. El estrecho canal se tensó, Thomas echó la cabeza hacia atrás y mantuvo su mirada fija en el único haz de luz que se filtraba por las persianas. El castaño ya había comenzado a mover su mano, embistiendo su interior con suavidad, como si realmente, estuviese procurando no hacerle daño.

El británico volvió a dudar de su pensamiento por aquel instante, limitándose a borrar con celeridad cualquier atisbo de idea que le supiera a verdad. Apartó la diestra de su fallida tarea, terminando por deslizar sus dedos ligeramente humedecidos por toda la extensión del costado del menor. Palpó las costillas, los músculos de su espalda, subió y ancló sus dedos nuevamente en las escápulas de Mitch, al tiempo que sus caderas se mecían y buscaban con necesidad el cuerpo de este.

Bastó aquello para lograr que el castaño finiquitara su tarea, no demorando absolutamente nada en ponerse de pie para ser capaz de deshacerse del resto de las prendas que salían ya sobradas por aquel instante. Thomas le contempló en silencio mientras sentía como su respiración se disparaba de manera automática ante la espera.

Era la primera vez que tenía a Mitch de frente a él, era la primera vez que podía admirarle desde esa perspectiva. Media sonrisa se pintó en sus labios al tiempo que el menor se encargaba de separar sus glúteos, deslizando apenas la punta de su virilidad dentro de la palpitante abertura del británico.

Thomas apartó las manos del cuerpo del otro casi de manera automática, limitándose a rasgar la tela de la incómoda cama que les sostenía por aquel instante. Era capaz de sentir como Mitch se abría paso en su interior, haciéndole gemir por lo bajo al tiempo que su cuerpo se tensaba y luchaba por amoldarse ante el grosor que le invadía por aquel instante. Un simple movimiento y fue capaz de percibir como el menor le penetraba por completo, obligándole abrir los ojos antes de ladear el rostro como mera consecuencia de ello.

Extrañamente, Mitch se mantuvo quieto por un instante, limitándose a bajar el pie izquierdo para poderse apoyar contra el piso del vagón, mientras que el derecho se mantenía en la cama, apoyado sobre su rodilla. ¿Cómo era posible que siquiera aquella estrecha cama pudiese albergar a una sola persona? El castaño cerró los ojos de manera automática, poco antes de finalmente sentir como el tenso canal que le albergaba comenzaba a ceder, a darle la pauta para comenzar a moverse contra el cuerpo del británico, y Mitch no lo dudó ni un instante.

El cuerpo del rubio se removió contra la cama con la misma parsimonia con la que Mitch comenzaba a embestirle. Thomas se limitó a cerrar los ojos mientras sus manos volvían a buscar la calidez del cuerpo encima de él, deslizando sus dedos hasta alcanzar la espalda baja del otro. Esta vez fue él quien buscó mover el cuerpo del menor, instándole a aumentar la velocidad y la fuerza de cada una de sus embestidas. Casi pudo percibir la risa que Mitch dejó ir como consecuencia de ello.

—No soy... Una mujer... Rapp... —el murmuro brotó a pedazos, al tiempo que los rubios cabellos se mecían y se restregaban una y otra vez contra la almohada debajo de estos—, no t-tienes... qué... —pero las palabras murieron en sus labios en el preciso instante en que el menor acató la orden sin finalizar.

Mitch terminó por sujetar la parte posterior de los muslos de Thomas, elevándolos y permitiendo que su sexo se adentrara cada vez más en el interior del otro. Los gemidos aumentaron al instante, mientras que el británico deslizaba los brazos hacia la nuca de Mitch, obligándole a aminorar la distancia que existía entre sus rostros por aquel instante.

Los ojos color miel se permitieron examinar por primera vez el rostro que portaba el rubio por aquel instante. Fue capaz de percibir el tono rojo que se instalaba en sus mejillas poco antes de que los pardos de Thomas se abrieran para finalmente, perderse en su mirada.

La necesidad les obligó a juntar sus labios de nueva cuenta, al tiempo que las caderas de Mitch redoblaban el ritmo, logrando que su pelvis se impactara sonoramente contra los perfectos glúteos del británico. El beso cesó al instante. Thomas echó la cabeza hacia atrás mientras sentía como su cuerpo era impulsado por la inercia, obligándole a apartar las manos del cuerpo de Mitch para llevarlas hasta la pared que ya no yacía muy lejos de su rubia melena.

Los gemidos pronto fueron acompañados con las súplicas del rubio. Thomas sentía como su vientre bajo había comenzado a tensarse, al tiempo que su sexo palpitaba y humedecía el marcado abdomen del castaño. Estaba caminando por aquel último trecho de locura, disfrutando de la nula delicadeza del otro. Pero todo terminó por cortarse en menos de un segundo, notando como Mitch le cogía de la cintura y sin abandonar el interior de su cuerpo, acababa por tomar asiento sobre el reducido espacio de la cama, obligándole a mantenerse a horcajadas sobre su cuerpo.

La espalda del castaño quedó apoyada contra la pared de madera, mientras que las manos de Thomas se deslizaron hasta los amplios hombros del otro, apoyándose en estos antes de comenzar a impulsar sus caderas hacia arriba.

Los labios de Mitch no tardaron en ocuparse, comenzando a morder el pecho desnudo que se movía justo delante de él. Thomas redujo el movimiento de sus caderas como mera consecuencia de ello, limitándose a moverse en círculos, disfrutando del grosor ajeno separando sus paredes.

El castaño gruñó casi al instante, no demorando absolutamente nada en llevar sus manos hasta los glúteos del mayor, siendo finalmente él quien marcara el ritmo con el que el cuerpo de este se empalaba en su sexo.

A Thomas aquello no le importó. A ese punto lo había hecho lo suficiente con Mitch, como para saber qué al menor le gustaba llevar las riendas del asunto en todo el jodido y estricto sentido de la palabra. Sonrió para sus adentros nada más de pensar en ello, sintiendo como el castaño utilizaba la gravedad a su favor, dejándole caer sobre su bien dotado mástil sin remordimiento alguno.

El británico echó la cabeza hacia atrás, siendo capaz de sentir como el castaño volvía a elevar sus caderas a tal punto de permitir que solo su endurecida punta se mantuviera presa en el tenso canal. Un segundo y fue todo, Mitch volvía a obligarle a bajar, logrando que sus entrañas cedieran ante cada nuevo movimiento, haciéndole ahogar una sarta de palabrerías que morían en el medio de los gemidos que le superaban por aquel instante.

Mitch le estaba haciendo llegar a un límite que él mismo había desconocido hasta ese instante.

Thomas cerró los ojos y fue capaz de sentir como el menor repetía el movimiento, ocasionando que sus ojos se cristalizaran aún por debajo de sus párpados cerrados. Podía sentir su abdomen contrayéndose, su interior rugiendo de dolor y placer casi a la par, obligándole a mantenerse en aquel delicioso punto medio que le hacía gemir y quejarse casi por partes iguales.

Cuando la necesidad superó al orgullo, el británico finalmente se permitió volver a inclinarse en la dirección del castaño, buscando la boca que casi siempre le era negada cuando intimaban.

El menor correspondió el gesto casi al instante, separando los labios, buscando introducir su lengua dentro de la cavidad ajena, ignorando que la respiración de ambos les dificultaba increíblemente aquella tarea. Fue un choque de dientes, de lenguas, una súbita mezcla de gemidos que morían cuando sus labios se mordían y entregaban de manera mutua. Era la primera vez que Mitch se permitía hacerlo de esa manera con el rubio, era la primera vez que se atrevía a mirar el rostro de la persona que se entregaba a él de aquella manera. Desde Katrina, no le gustaba contemplar los rostros de quienes le abrían las piernas, todo se limitaba al sexo, al placer, nada más.

El pensamiento tan inusual fue interrumpido al segundo exacto en que pudo sentir como el sexo de Thomas se contraía y acababa por derramarse en el medio de ambos. El interior del británico se tensó como mera consecuencia, logrando que la fricción aumentara y le catapultara de manera inmediata hasta su propio clímax.

Mitch cerró los ojos al tiempo que su cuerpo se tensaba y daba paso a los espasmos que conllevaba el culmen. Su virilidad se contrajo y explotó a chorros dentro del tenso canal que lo envolvía, lográndole arrancar un gemido al sentir como su propia semilla era lubricante suficiente para mantener el ritmo de las estocadas por aquel instante.

Thomas pareció moverse casi de manera automática tras aquello. Sus piernas temblaban y su cuerpo entero experimentaba la deliciosa sensibilidad que le hacía estremecerse cada dos segundos. Era capaz de sentir como su interior se desbordaba con la esencia del menor, haciéndole gemir cada vez que este arremetía de forma lenta contra él.

Cuando los movimientos finalmente cesaron, el británico se mantuvo ahí, justo encima del castaño. La fuerza le había abandonado y por primera vez, Mitch parecía no tener prisa por abandonar su interior.

Esta vez el británico no buscó los labios de Rapp, esta vez simplemente había optado por apoyar la frente contra uno de los hombros de este, limitándose a cerrar los ojos mientras luchaba por recuperar el aliento. Fueron los dedos del castaño sobre su barbilla los que le hicieron reaccionar, terminando por elevar el rostro antes de sentir como la boca de este, se fundía con la propia.


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