Amor y libertad
Sólo ellos dos, en medio de la sala.
¿Por qué no dejaba de llorar?
Era triste y vergonzoso lucir indefensa ante una persona como él, un espectador silencioso, y con lágrimas en los ojos dio la vuelta para huir a su habitación.
¿Cómo podría pensar que alguien la consolaría?
Pero una mano sujetando la suya detuvo su escape, su mirada suplicante la tomó por sorpresa. Nunca antes la había visto en el Liszt que alumbraba cada día la mansión.
¿Por qué la miraba de esa manera?
Antes de poder reaccionar la atrajo hacia él y la sujetó en un abrazo fuerte, pero cuidadoso. Como si ella fuese de cristal, frágil y delicada. Nadie la había tratado así, y no quería sentirse así, no ahora. Pero estaba demasiado aturdida para alejarse.
¿De verdad quería hacerlo?
Las lágrimas afluyeron de nuevo al recordar la escena anterior, cuando su ídolo había perdido la paciencia, tildándola de insoportable. Sí, es lo que ella era: inútil, insignificante y desagradable. Pero sólo quería hacerlo feliz, pues su mente y corazón pertenecían a su maestro, es lo que siempre había creído, en esta vida y en la anterior.
¿Por qué, entonces, se aferró más a Liszt?
Sus pensamientos fueron interrumpidos por un cálido aliento y sus sollozos por un beso inesperado. La voz de la razón gritaba con fuerza dentro de su cabeza, exigiéndole que se alejara, que defendiera el cuerpo que sólo Herr Beethoven debería tocar. Pero los labios de Liszt eran gráciles y seductores; sabían a libertad y amor. Las dos cosas que más necesitaba en su vida. Cerró los ojos cuando el corazón gritó sentimientos hasta el momento reprimidos.
¿Podría este momento durar para siempre?
Él se separó un poco, pero ella tenía miedo de abrir los ojos y terminar el encanto. Agitada y sonrojada, sin saber qué hacer, qué decir, qué sentir. Y Liszt le dijo con sinceridad que era hermosa, mientras acariciaba suavemente su mejilla.
¿Algún día volvería a sentirse tan amada?
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