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Seguían sentadas en el comedor, y Vanesa comenzó a relatar.

—¿Te acuerdas de la imágen que vimos nada más llegar? —Luna asintió—. Así era el exterior antes.

«Todo nuestro mundo está formado por recuerdos, tanto buenos como malos. Este lugar no existía, es lo único que puedes encontrar aquí que no esté hecho por magia, sin ella estamos perdidos, ya que no hemos tenido la necesidad de evolucionar y descubrir.

Luna asentía despacio mientras que escuchaba con atención. Todo eso le estaba desvelando mucho sobre aquel lugar.

—Esas personas que se encargan de archivar recuerdos lo hacen de tal manera que alimenten la tierra de aquí, el sol, toda la naturaleza en general.

«También, por supuesto, los seres vivos. Pero una noche, tocaron una alarma de emergencia, haciendo que todos despertáramos. Alguien estaba haciendo que los recuerdos se volviesen desagradables, que los humanos dejasen de ver esos recuerdos como algo bueno.

—¿De eso cuánto hace? —Preguntó Luna.

—Desde que era pequeña, pero como ya te dije, recuerdo algunas cosas.

—¿Sabéis quién pudo hacerlo?

Vanesa negó con la cabeza. Le explicó que llevan buscándolo bastante tiempo sin resultados.

—¿Y como llegó aquí? —Preguntó Luna mientras se apoyaba en el respaldo de la silla del comedor.

Vanesa abrió la boca, pero el chico que las había atendido antes las sorprendió.

—Ya es un poco tarde, vamos a cerrar —Indicó el chico.

Las chicas se disculparon y salieron de nuevo por esas puertas. Pero esta vez era diferente para Luna, ahora sabía más.

—Ahora te explico en cuanto lleguemos a mi habitación, no es recomendable que oigan que te explico algo que todos aquí deberían de saber.

Luna asintió energéticamente, por lo que volvieron en silencio. Vanesa la guío hasta el cuarto que compartirían ambas.

—Entra —Le indicó Vanesa a Luna.

Cerró la puerta y con magia encendió la luz.

Ante los ojos de Luna apareció una habitación bastante ordenada y bien decorada. Habían algunos pósters por las paredes, que indicaban su personalidad.

—¡Está genial! —Exclamó Luna.

—Los Kun suelen compartir sus cuartos con los aprendices, pero ya sabes el problema —Rió Vanesa.

Luna asintió por tercera vez y comenzó a nadar por la habitación mientras que Vanesa hacía aparecer una cama.

—Nunca me acostumbraré —Dijo Luna entre risas.

Junto a la cama de Vanesa había un gran armario blanco repleto de ropa, y al otro lado de la estancia habían un par de estanterías, de nuevo blancas, en la pared. Estaban repletas de libros, de álbumes y discos.

—¿De quién es esta foto? —Preguntó Luna señalando una fotografía en un marco.

—Esos eran mis compañeros de estudios —Dijo Vanesa mientras sacaba del armario algunos pijamas—. La tengo de recuerdo, pero aún sigo teniendo relación con ellos.

Al rato ya estaban vestidas y listas para irse a la cama.

—Han pasado muchas cosas hoy —Dijo Vanesa—. Estoy muerta.

—Sí... Yo también —Dijo Luna entre bostezos.

Vanesa apagó la luz de la habitación y todo el techo se llenó de estrellas de color verde fosforescente.

—¡Qué bonito! —Exclamó Luna observando que no seguían un orden.

—Las estrellas aquí tenían un orden diferente —Le explicó—. Pero formarían las constelaciones.

Vanesa le fue nombrando cada una de las agrupaciones, a la vez que Luna no dejaba de sorprenderse de todas las diferencias que habían entre su mundo y el mundo de los recuerdos.

—Bueno, mejor nos vamos a dormir —Dijo Vanesa.

Se quedaron en silencio, y Luna dejó que por su mente fluyeran las dudas y preguntas, sin ser molestas. Y así, bajo el artificial cielo de estrellas se durmió.

_______________

A la mañana siguiente se despertó totalmente descansada, pero al abrir los ojos, no pudo reprimir una exclamación de asombro. Estaba en su cuarto y paralela a la suya, la cama de Sasha. ¿Todo había sido un sueño? Luna se incorporó de golpe y observó que todo estaba en su sitio, como si nada hubiese pasado. Las pulseras de colores y la del signo del sol estaban allí.

Suspiró, al menos era un sueño y nada más, capaz de darle vueltas al tema de los recuerdos tantas veces no le venía bien.

Se levantó de un salto de la cama, y pasó frente al espejo...

—¡¿Qué?! —Dijo más alto de lo que le hubiese gustado, haciendo que se tapase la boca.

—¿Qué pasa? —Preguntó Sasha sin levantarse de la cama.

—Nada, me he confundido con una cosa —Dijo Luna entre risas nerviosas, pero lo disimuló—. No te molesto más.

Luna se volvió a mirar en el espejo, su aspecto era el del día anterior, el del mundo de los recuerdos. Sonó la campana que indicaba que bajasen al desayuno, por lo que Sasha se incorporó en la cama. Luna con unos rápidos reflejos se metió en el baño.

—¡Luna! —Dijo su compañera llamando a la puerta—. Necesito entrar a la ducha.

Luna abrió el agua de la ducha y se puso sobre la ropa las toallas del baño, tanto en la cabeza como en el cuerpo.

—Pasa —Le dijo.

Sasha entró directa a la ducha, por lo que Luna, al ver que eso había servido para que no se diese cuenta salió del baño.

—Vale... —Se dijo Luna—. Si me cambio la ropa y me tapo estas mechas con algo...

Suspiró mientras que rebuscaba en su armario, de sueño nada.

Se pudo su ropa habitual y se puso una boina que tenía guardada en el armario. Se metió el pelo de color por dentro y... Nadie sospecharía nada.

Justo Sasha salió del baño, ya preparada para bajar al desayuno.

—Hacía mucho que no te veía con la boina puesta —Dijo su compañera—. Deberías ponertela más, te queda bien.

Luna suspiró para sus adentros, su corazón resonaba a una velocidad impresionante en su pecho, pero logró disimular una sonrisa.

—Vamos, que llegamos tarde al desayuno —Dijo Luna.

Bajaron hasta el primer piso, dónde estaba la cantina o comedor, aunque no era necesario comer allí. Podían salir a cualquier restaurante, pero por aquella parte de la ciudad tendrían que esperar mucho.

Se comieron el desayuno mientras planeaban su día, junto con Matt y Sandra, sus otros dos amigos.

—¿Esta tarde quedamos en el parque de la cascada? —Preguntaba Matt, pero Luna no escuchaba.

—Me apunto —Dijo Sandra.

—Yo también —Dijo Sasha—. No tengo nada planeado.

Los chicos esperaron a que Luna contestaba, pero tuvieron que llamarle la atención para que volviese a escuchar.

—¡Ah! Lo siento —Se disculpó—. ¿Sobre qué hora?

—Aproximadamente por las cinco o por ahí —Dijo Sandra mirando a los demás, todos de acuerdo—. Pues nos vemos allí.

Esto último lo dijo justo cuando sonó el timbre que indicaba que podían salir de la cafetería.

Era sábado, no tenían clase, y además hacía un día soleado.

Todos se separaron para ir a sus habitaciones y Luna y Sasha iban hablando.

—¿Alguna vez has ido allí? —Le preguntó Sasha.

—Nunca —Dijo Luna negando con la cabeza—. Habrá que ver qué tal está.

Entraron en el cuarto compartido y se prepararon por separado.

—Yo voy saliendo, ¿te espero? —Le preguntó Sasha desde la puerta.

—No hace falta, os veo allí —Dijo Luna mientras buscaba su móvil.

Sasha le señaló lo alto de una mesa y se marchó, allí estaba el teléfono.

—¡Gracias! —Gritó Luna para que la escuchara.

Se miró en el espejo, seguía con la boina puesta... Se darían cuenta, seguro. ¿Qué estaba pasando? ¿Por qué ya no estaba en el mundo de los recuerdos? ¿Por qué allí tenía ese aspecto?

—Uff —Suspiró Luna.

Estaba a punto de salir por la puerta cuando vió que junto a la cama de su compañera se había caído una foto antigua. La recogió del suelo con cuidado de no romperla y volvió la luz.

Era un recuerdo. Se encontró en el exterior, todo parecía muy verde y brillante, debía de ser de hace bastantes años. Se giró hacia la derecha, en la foto aparecían dos personas, aquellas dos. Vió como un fotógrafo con cámara de pie les sacaba una foto con mucho flash. Ambos sonreían, un hombre y una mujer, y algo en la mirada del primero le recordó a Sasha. La alegría de sus ojos, el color... Aquellos probablemente serían sus  abuelos.

Observó su alrededor con atención, era un parque desde luego, pero algo le recordó a algún otro sitio. Abrió su memoria y cayó en que aquello era Central Park, uno de los parques más famosos, sino el que más, de todo Nueva York.

Sasha alguna que otra vez le había contado sobre sus abuelos y los aventureros que eran, pero nunca se imaginó verlo por ella misma en un recuerdo.

Se alejó un poco de aquella zona y comenzó a caminar por el gran parque. Hacía algo de frío, pero las vistas lo merecían. Nunca había estado en aquella ciudad, pero deseó que no fuese la última vez. Era completamente diferente a su hogar, desde lejos podía ver la mítica estatua de la libertad, pero mucho más nueva y colorida que la actual. Se acordó de que en clase de historia la estudiaron, tenía unos 130 años aproximadamente, por lo que ya llevaba mucho tiempo allí.

Siguió caminando, y se metió por las calles de la gran ciudad. A pesar del tiempo que tenía el recuerdo, todo estaba en perfecto estado.

Se sentó en un banco, a veces le gustaba ver los recuerdos que la asaltaban, pero cuando llegaban en mal momento... La sacaban de sus casillas.

Entonces volvió a ver aquella cegadora luz y volvió a estar en su cuarto. Dejó la fotografía con una sonrisa en una mesa y salió de la habitación.

Un rato después, Luna iba guiada por el GPS hacia el parque de la cascada.

—Gire a la derecha en el siguiente cruce —Le indicó el teléfono.

Hizo lo indicado, y por fin vió a lo lejos a Sasha. Guardó el móvil y avanzó más deprisa. Matt la saludó desde lejos.

—Has tardado un poco —Dijo Sandra riéndose.

Luna miró su reloj, las cinco y cuatro.

—Claro, cuatro minutos, ya me conocéis —Dijo Luna—. Podría haber llegado cinco minutos más tarde.

Luna solía ser muy puntual, pero para sus amigos, a los que no se les pasaba ni una, siempre llegaba tarde.

Todos se rieron.

—Vamos —Dijo Sandra entrando en el parque.

—Lo construyeron hace poco —Les dijo Matt—. No sé si habréis venido alguna vez.

Sandra respondió positivamente, avanzando más por delante que el resto del grupo.

—Os quiero enseñar un sitio —Dijo indicando que fuesen más rápido.

—De acuerdo —Dijo Luna.

Sasha y Luna veían todo por primera vez, pero las prisas de su amiga no les dejaban saborearlo al máximo. Se prometieron con una sola mirada que irían juntas algún día más tranquilamente.

—Estamos cerca —Dijo Sandra.

Matt iba al lado de Luna y Sasha, pero Sandra parecía que llegaba tarde a algún sitio.

—No hay ninguna prisa —Dijo Matt—. No hace falta que vayas tan rápido.

—Si que la hace.

Eso hizo callar a Luna y Sasha, que se estaban riendo del comentario de Matt.

—Mejor la seguimos —Dijo Matt señalando con el dedo hacía delante.

Las chicas asintieron. Sandra no los llevó mucho más lejos, pero pasaron frente a la cascada.

Los ojos de Sasha se iluminaron, le encantaban las cascadas, eso ya era un hecho.

—Vaaamos —La incitó Luna cogiendola del brazo.

Sandra se metió por una pequeña cueva que había en una pared.

—Sabes que no me gustan las cuevas —Avisó Matt.

—Lo que hay dentro seguro que sí —Dijo Sandra decidida.

La siguieron asegurándose de no tropezar. Estaba oscuro, y también algo húmeda. Las paredes eran rugosas, pero no tanto, por lo que parecían bastantes resistentes.

—¿No habrá un oso o algo? —Dijo Luna entre susurros, pero si voz resonó por toda la cueva.

Sandra no contestó, lo que sembró temor en el pecho de los tres. Se relajaron al ver algo de luz trás unos minutos.

—Ya hemos llegado —Dijo Sandra triunfante cuando salieron de la cueva.

La cara de Luna, Matt y Sasha eran increíbles, estaban en una zona rodeada de piedra, como paredes. Tenía forma de círculo y estaba abierta en la parte de arriba. Estaba todo lleno de vegetación y de flores de colores verdes o turquesa.

—Impresionante —Dijo Matt sin más.

Gracias ❤️

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