[3]

La cara de Tomás trás contarle la historia, era un cuadro.

—A ver —Dijo echándose hacía atrás en el respaldo de su silla—. Has hecho la función de una hiladora de sueños, pero ya de antes veías recuerdos y además eres Kun.

Las dos chicas asintieron a la par.

Tomás se levantó de su elegante silla de un salto y miró con atención en las estanterías que habían en los lados. La estantería parecía bastante vieja, al igual que los libros, pero eso solo aseguraba respuestas. Sacó un par de libros y los puso sobre la mesa haciendo un pequeño estruendo. El chico se sentó de nuevo en la mesa y cogió el primer libro de la pila. Al abrirlo, se pudo reconocer en el aire el olor a libro antiguo, en estos casos, Vanesa prefería llamarlo el olor de la buena información.

Tomás abrió el primer de los cinco libros que había seleccionado y le echó un vistazo a los títulos de la parte de arriba. La letra estaba muy cuidada, ya que estaba escrita a mano, pero era fácil de entender.

—Veamos —Dijo Tomás sacando unos papeles en blanco y un boli—. Iré dictando.

«Hace millones de años, los hiladores de sueños tenían la capacidad de ser Kun...

Luna se giró hacia el folio, nadie estaba copiando nada. Pero para su sorpresa el boli, por voluntad propia, comenzó a copiar. Sus pensamientos automáticamente pensaron en que era magia. No había más opción, ya se estaba acostumbrando.

—Pero trás una gran guerra entre los Kun (que además eran hiladores de sueños) y los hiladores de sueños (a secas) hizo que esa capacidad de cambiar de "profesión" se fuese deteriorando en el tiempo.

Tomás cerró la tapa del libro con cuidado y abrió la del segunda, ese era más actual, ya que las letras estaban impresas y no escritas a mano.

—Nosotros, como habitantes de este mundo, como sus creadores, podemos usar magia y necesitamos ayuda para encontrar nuestro camino.

«Esa es la función de los Kun, ayudarnos a encontrarlo, sacar lo mejor de nosotros, ayudarnos a evolucionar y por fin llevarnos a nuestro lugar.

¿Qué lugar? Quiso preguntar Luna, pero el boli aún seguía copiando.

—El último caso en el que alguno de estos conceptos se mezcló fue hace unos años. Pero no salió bien, ya que las personas no miraron bien el hecho de que pudiese juntar ambas cosas.

—¿Por qué no lo miraron bien? —Dijo Luna repentinamente incómoda.

—Consideraban y aun se considera una sobrecarga de poder —Dijo Tomás—. Pero seguro que si das una buena imagen te aceptarán.

El boli ya había parado de copiar, y Tomás le tendió la hoja a Vanesa, que la guardó.

Hubo un momento de silencio.

Luna pensaba en maneras de crearse una nueva imagen allí, pero no tenía del todo claro que les parecía una buena imagen en aquel lugar.

—¿Y si la presentamos en las fiestas de la semana que viene? —Preguntó de pronto Vanesa mientras se acomodaba en el asiento—. Así podremos darle imagen.

—Aun así, no sabemos cómo se lo tomarían, ya sabes que pasó la otra vez —Dijo el chico bajando el tono.

Tomás y Vanesa se giraron hacia Luna, que no entendía nada.

—¿Qué pasó la otra vez? —Preguntó Luna, era evidente que no lo sabía.

Al instante ambos se miraron y Luna pudo percibir como los hombros de Vanesa se relajaban.

—Eso no importa ahora —Dijo Tomás—. Vamos a pensar en cómo haremos para que todo el mundo se centre en ti.

—¿Este año van a montar el escenario? —Pensó Vanesa.

Tomás intentó hacer memoria.

—Creo que no... —Dijo Tomás—. Podría hablar con Tresa, podría convencerla de que lo monten.

—De acuerdo —Dijo Vanesa.

El chico les pidió que se retiraran, y Luna repasó la información que tenía, después de todo, ella solo había escuchado, moviendo la cabeza de un lado a otro para escuchar a ambos.

—¿Qué son esas fiestas? ¿Qué se celebra? —Preguntó Luna mientras se alejaban de la sala.

—Son una fiestas en las que se celebran el día en el que terminamos de construir todo esto —Dijo señalando a su alrededor—. Para protegernos del exterior.

—¿Qué hay en el exterior? —Preguntó Luna curiosa.

Ahora que lo recordaba, aún no había encontrado ninguna ventana ni nada que le indicase que había en el exterior.

—Solo destrucción —Dijo Vanesa, sin más.

Pasaron frente a un pasillo larguísimo, y se metieron por el siguiente. Estaba oscuro, y no había gente. El suelo estaba lleno de pelusas y el color de la pared estaba descolorida.

—¿A dónde vamos? —Preguntó Luna entre susurros, pero aún así, su eco resonó.

—Shhh, ahora te explico —Dijo Vanesa aún más flojito que Luna.

Pasaron un par de puertas y llegaron ante la penúltima. Vanesa tocó un pequeño botón escondido trás una caja, esto accionó un conjunto de ruedas y engranajes silenciosos. Al final, la puerta se abrió.

—Pasa —Dijo Vanesa aún susurrando.

Luna entró en la sala, estaba totalmente a oscuras. Vanesa encendió un interruptor y entonces Luna pudo ver todo a su alrededor. Estaban en una pequeña sala muy bien iluminada. Al fondo había una gran pizarra junto a algunos cuadros. En el suelo habían alfombras de distintos colores, repartidas sin patrón y también se podían encontrar unos pufs y un montón de libros.

—¿Qué es esto? —Preguntó Luna maravillada.

—Es mi rincón secreto, mi rincón sin magia —Le respondió Vanesa—. Por eso hay un interruptor.

—¿Aquí no hay electricidad? —Preguntó Luna mientras se acercaba a la pizarra.

—No, aquí todas las luces que encontrarás estarán encendidas por magia, excepto esta —Señaló la lámpara del techo.

Luna rozó con los dedos la pizarra.

—¿Para qué usas este sitio? —Le preguntó Luna limpiándose las manos de tiza.

—A veces sienta bien desconectar de la magia y de tu pasado.

—¿De tu pasado? —Preguntó Luna girándose hacia ella.

Vanesa calló de repente, parecía que no quería haberlo dicho. Comenzó a dar vueltas por la sala nerviosa y por fin suspiró.

—De acuerdo, pero no se lo digas a nadie —Le pidió.

—No lo contaré —Prometió Luna.

Entonces, Vanesa comenzó a contarle su mayor secreto.

—... y siento que si lo digo, no me aceptarán —Dijo por fin.

Luna no sabía que contestar, se habían sentado en los pufs, y eran muy cómodos.

—¿En serio? —Logró decir y como respuesta Vanesa asintió.

—No lo cuentes, por favor —Dijo Vanesa.

—Tranquila, pero... ¿Cómo te voy a ayudar a buscar tu lugar... si en teoría ya lo has encontrado?

—No lo sé, supongo que solo debes de hacer de Kun —Dijo Vanesa levantándose del puf.

—Pero... ¿a dónde vas? —Preguntó Luna poniéndose de pie también.

—Ya es muy tarde —Dijo Vanesa—. Son sobre las 11 de la noche.

Luna se sorprendió, aquello de no ver la luz del día le hacía desorientarse.

Miró su reloj, no podía ser...

—Son ya las 2 de la mañana —Dijo sorprendida.

—No te fijes en los relojes de tu mundo, estamos en otro sitio, con diferente transcurso del tiempo.

—¿Va más rápido? —Preguntó Luna.

—¡No! Solo haría dos minutos desde que te fuiste —Dijo Vanesa.

La cara de Luna lo mostraba todo, la incertidumbre, el por qué, el no saber, el no entender...

—Cierra ya la boca, vamos al comedor —Le indicó Vanesa.

—De acuerdo... —Dijo Luna dándose cuenta por primera vez de que había abierto la boca.

Salieron de la sala con precaución, apagando la luz y cerrando la puerta sin hacer el mínimo ruido.

—Por aquí —Dijo Vanesa trás salir del pasillo—. Ya estamos de vuelta en el pasillo principal.

—¿Sólo se puede estar en el principal? —Preguntó Luna.

—No, desde luego que no —Dijo Vanesa—. Pero algunos de los secundarios están bastantes abandonados, como del que acabamos de salir.

Esto último lo dijo con un susurro.

Luna asintió, ordenó todo lo que iba aprendiendo en la mente y entonces de dió cuenta.

—¿Aquí no voy a ver recuerdos? —Preguntó Luna, pero Vanesa le hizo bajar la voz.

—No, aquí no, en realidad hay otro grupo de personas, pero no son los más importantes.

«Los hiladores de sueños ven los recuerdos desde aquella sala, y como si de una cuerda o de un hilo se tratase, absorben el recuerdo con mucho cuidado entre sus manos y los meten en unos pequeños tarritos.

—De acuerdo... —Asintió Luna.

—Luego llegan a otro grupo de personas que son los seleccionadores de recuerdos, no son muy importantes, como ya he dicho —Dijo Vanesa— Pero eso hace que nunca olvidemos los buenos recuerdos.

De repente la mirada alegre y divertida de Vanesa se entristeció.

—¿Qué pasa?

—No, nada —Dijo Vanesa volviendo a su risa natural.

Caminaron en la misma dirección que todos los demás.

—Hay muchos "restaurantes" y puestos de comida por aquí, pero los Kun y sus aprendices suelen comer en un lugar más apartado —Le informó Vanesa.

—¿Por qué? —Preguntó Luna.

—No lo sé, pero va a ser una aventura para ambas, ya que nunca he entrado allí —Sonrió Vanesa mientras aceleraba el paso—. Empiezo a sentir hambre.

Giraron un par de veces más y por fin llegaron a un lugar con dos grandes puertas abiertas. Pasaron y vieron que dentro no había mucha gente, pero un agradable olor las recibió. Las pocas personas que habían allí las saludaron.

—Wow —Exclamó Vanesa—. Me encanta este lugar.

—Y además huele maravilloso —Dijo Luna encantada.

Caminaron hasta la barra de comidas, allí había un chico atendiendo a las personas, aunque parecía un poco aburrido.

—¡Bienvenidas! —Dijo el chico con una gran sonrisa—. ¿Nuevas por aquí? Os digo que opciones tenéis.

Las chicas asintieron mientras observaban los deliciosos alimentos que las esperaban trás el cristal.

—Esto de aquí es una pasta hecha con salsa frí —Dijo el chico—. Y esto de aquí es un arroz, cuya receta se han inventado nuestros cocineros.

—¡Qué rico! —Exclamó Vanesa abriendo mucho los ojos.

El chico soltó una pequeña carcajada.

—Esto de aquí es el segundo plato...

Y así les explicó todo el menú, compuesto por unos 50 platos. La decisión fue dificilísima, pero no podían comerse todo.

Llevaron sus bandejas de comida hasta arriba hacia una mesa más apartada.

—Huele que alimenta —Dijo Luna cogiendo el tenedor de color morado, un metal de aquel lugar.

—Sí —Dijo Vanesa probando unos tacos de un color más amarillo de lo normal, rellenos de un montón de verduras de colores muy alegres. Sus ojos se iluminaron.

—¿La comida no es igual aquí que en otro lugares donde has comido? —Preguntó Luna trás comer un trozo de pastel de algún fruto parecido al arándano.

—No, para nada —Dijo disfrutando lo que más.

Terminaron de comer, pero se quedaron allí un rato.

—¿Por qué no entra nadie más? —Preguntó Luna extrañada.

—Últimamente no aparecen muchos Kun —Dijo Vanesa—. Pienso que quizás no debería de ser yo quien te hubiese tocado.

—¿Por qué? —Preguntó Luna—. Más gente puede querer...

Pero su amiga la mandó a callar, era verdad, no podía decirlo. Era su secreto.

Se quedaron un rato en silencio.

—¿Quieres que te cuente que pasó allí fuera? ¿Qué pasó antes de esta construcción?

¡Gracias por leer! ❤️

¿Os va gustando la historia? En caso de dudas me podéis escribir por mi perfil o por privado.

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