[10]
Luna recogía sus cosas en una caja... Habían pasado muchas cosas desde que había averiguado lo de la piedra con Vanesa.
—Te echaré mucho de menos... —La abrazó Sasha.
Luna suspiró, ahora que rozaba la verdad sobre sus padres con los dedos...
—Ya estás acostumbrada —Dijo Luna mientras sonreía forzadamente—. Pronto volveré... Ya sabes.
—No vayas con ese pesimismo... —Le aconsejó su antigua compañera de habitación—. Tienes que pensar que encontrarás un hogar.
Sasha, que no estaba informada sobre sus descubrimientos, no sabía que para Luna conocer a otra familia era más difícil que de costumbre.
—¡Es una muy buena oportunidad! —Le dijo Sasha—. ¡No olvides llamarme y contarme!
—Ya lo sé... —Dijo Luna mientras seguía sonriendo, con una de sus sonrisas más falsas.
—¿Qué te pasa? —Le preguntó Sasha—. Aquí me quedo yo, no tú... Que sepas que aunque estás sonriendo se nota en tus ojos que no quieres irte.
Luna suspiró y desistió, ¿para qué fingir una sonrisa?
Luna salió por la puerta acompañada de Sasha y bajaron las escaleras. Justo abajo se encontraba la directora de aquel lugar.
—¿Lista? —Le preguntó a Luna.
La chica se encogió de hombros mientras miraba a Sasha. Una despedida más y una nueva familia justo al otro lado de la puerta, una puerta que ya empezaba a darle miedo.
—Tú tranquila —Le aconsejó la directora.
Luna asintió, aunque de tranquila no tenía nada...
Pasaron a través de la puerta, una puerta que ya tenía historia para ella. Al otro lado estaban cuatro personas. Una mujer de pelo marrón muy oscuro y ojos color café; un hombre un poco más alto que ella, de ojos verdes y pelo casi rubio y por último; dos hermanas, una con gafas y la otra sin ellas, tenían el pelo entre rubio y marrón, y ojos marrones claro.
La mujer sonrío al ver a Luna, así que ella le devolvió el gesto.
—Os presento —Dijo Helen—. Esta es la familia Crew —Se giró hacia Luna—. Han decidido darte una oportunidad.
Se fijó mejor en aquellas personas, especialmente en las niñas, debían de tener su edad más o menos, aunque una parecía un par de años mayor que la otra.
Pasaron un rato conociéndose, y entonces Luna podía irse con ellos. Eran amables, agradables y parecían una familia unida, la familia "perfecta".
—¡Te encantará nuestra casa! —Le dijo una de las niñas, la pequeña, que tenía su misma edad. Se llamaba Carla.
La otra de las niñas les sacaba dos años, pero no se notaba mucho.
Subieron en el coche, y estuvieron hablando un rato. Habían algunos momentos de silencio incómodos inevitables, pero la música de la radio relajaba un poco el ambiente... Además, parecía que tenían un gusto parecido al suyo.
Con "Un clásico" -Ana Mena- de fondo, el viaje se pasó rápido. No vivían muy lejos del centro, pero por lo menos a media hora sí. Luna giró la cabeza hacia la ventanilla, los edificios y calles pasaban rápidamente por sus ojos.
Llegaron frente a una casa blanca con grandes ventanas que daban a la calle. Tenía un pequeño jardín con algunas plantas y un camino hecho de piedras planas de diferentes tonos de gris.
—Ven por aquí —Le dijo Almudena, su ahora madre adoptiva— Te llevaré a tu habitación.
La casa era del tamaño perfecto para cinco personas, la entrada daba al salón. Le gustó la decoración, estaba claro que tenían buen gusto. En el techo había una lámpara pequeña que estaba colocada encima de una mesa de madera oscura. El suelo era de color claro y la pared era blanca, agradeció que no tuviese gotelé (una técnica de decoración para las paredes, parecido a gotas de pintura cayendo) ya que en el centro sí había, y ya la tenían aburrida. Ese punto le gustó. El sofá era de un color azul no muy llamativo, y junto a él había un sillón gris. Una alfombra de cuadros negros y blancos adornaba el suelo. Habían bastantes cuadros con fotos familiares en la pared.
Su cuarto estaba en el piso de arriba, subió las escaleras rápidamente, pues un sentimiento nuevo se había topado con ella, esa sensación de estar viviendo una nueva aventura. Abrió la puerta blanca que la separaba de la habitación y se encontró con una gran cama minimalista. Las paredes eran blancas, y una de las paredes, la que pegaba con el cabecero de la cama, era de color violeta. A un lado de la cama había una mesita con una lámpara muy simple y al otro lado, podías encontrar un escritorio con cajones. Frente a él había una gran ventana que le daba mucha iluminación a la estancia, y opuesto a este había un gran armario. En el suelo había una alfombra peluda de color amarillo pastel, que pegaba perfectamente con el color de la pared.
Sonrió, se imaginaba allí pasando el rato.
—Wow... —Fue todo lo que pudo decir.
—Todo esto es para ti —Sonrió Almudena—. Puedes decorarla a tu gusto.
De repente apareció Milo, el padre de la familia, acompañado de Carla y de su hermana Fiona.
—Me encanta —Dijo Luna obligándose a apartar los ojos de aquella habitación.
—¡Genial! —Exclamó Carla mientras la abrazaba—. Te va a gustar vivir con nosotros.
Luna le devolvió el abrazo mientras que una lágrima solitaria se deslizaba por su mejilla, hacía mucho que no abrazaba a alguien así, con aquella calidez.
—Acomódate, puedes hacer lo que quieras aquí —Le dijo Milo—. Y si necesitas algo, nuestra habitación está aquí al lado.
—¿Quieres que te hagamos un tour? —Le preguntó Fiona—. Así te sentirás más ubicada.
—Claro —Respondió Luna mientras dejaba la maleta y la habitación atrás.
Recorrieron todo el piso de arriba, dónde estaban las habitaciones y un baño. Bajaron de nuevo las escaleras y Luna observó bien el salón, los tonos utilizados le encantaban. Al fondo de la sala habían dos puertas, una que iba a un jardín lateral y otra que llevaba a la cocina. Decidieron entrar primero en esta última. Tenía la misma tonalidad que el salón, tonos grises, blancos y azules. En el centro había una isla de un color más oscuro que los demás muebles, tenía tres taburetes de color gris al lado, pero cuando observabas todo, podías ver que si que habían algunos toques de color.
Fiona y Carla le enseñaron dónde estaban las cosas mientras que la sonrisa en el rostro de Luna se ensanchaba.
—¿Qué te va pareciendo? —Le preguntó Fiona—. Aquí, en la cocina pasamos mucho rato, nos encanta cocinar.
—Me gusta mucho como está decorado —Sonrió aún más Luna.
—Si esto te ha gustado, no podrás esperar a ver el jardín —Dijo Carla mientras la agarraba del brazo para enseñarle la puerta.
Al abrir la puerta blanca, Luna se encontró con un montón de vegetación y un césped muy cuidado.
—Wow...
A la izquierda había un pequeño árbol con un balancín colgado, al frente habían un montón de flores repartidas, y a la derecha había una caseta de perro. Este, alertado por el ruido de la puerta, salió de su refugio y llegó al encuentro de sus dueñas.
—Hola, Kora —La saludó Fiona—. Esta es nuestra perrita —La presentó.
—Qué mona —Dijo Luna mientras la acariciaba.
Era una cría de Golden Retriever, su color era amarillento con toques blancos. Sus orejas subían al ritmo de sus pasos, y movía la cola a una velocidad sobrenatural.
Decidieron dejar que Luna se instalara por completo en su cuarto, así que pudo organizar toda su ropa en el gran armario y colocar algunas fotos por toda la habitación.
La puerta se abrió trás ella, era Carla.
—Hola, ¿te molesto? —Le preguntó aún desde la puerta, tenía una mano apoyada en el marco.
—No, pasa —Dijo Luna mientras dejaba un último cuadro en la maleta.
—Mamá me pregunta qué te gustaría comer —Entró en el cuarto su ahora hermana y se sentó en la silla del escritorio.
—Lo que sea —Dijo Luna encogiéndose de hombros—. Me gusta todo.
Carla asintió mientras giraba sobre la silla, mirando todo lo nuevo de la habitación.
—Qué bonito —Dijo contenta—. ¿Te gusta la casa? Ya sabes, a lo mejor delante de Fiona no querías decirlo —Rió.
—Sí, me encanta —Dijo Luna sentándose en la cama—. Solo tengo que acostumbrarme.
—¿Quién es esta chica? —Le preguntó Carla cogiendo una foto de Sasha y Luna.
—¡Ah! Una amiga mía del centro —Dijo Luna.
Le parecía que había pasado un montón desde la última vez que la había visto.
—Ojalá pudiera conocerla —Añadió Carla—. Parece muy divertida.
—Lo es —Rió la chica— Seguro que te caería muy bien.
—Bueno, cuéntame un poco de tí —Pidió Carla sonriendo—. Seguro que tienes muchas cosas que contar.
—Pues... —Luna se levantó de la cama y se pudo más cerca suya—. Me gusta la música, leer, salir... Lo normal.
—¿Te gusta leer? —Exclamó su nueva hermana—. A mí también, podríamos compartir opiniones.
—Claro —Aceptó Luna.
—¿Y qué tipo de música? ¿Alguna en particular?
—Suele gustarme el pop —Empezó Luna.
—¡Genial! Por fin alguien que vaya a querer escuchar música conmigo todo el día —Exageró el "todo".
Luna se rió, hasta que al final las dos acabaron riendo.
Pasaron las horas, y Luna se quedó sola de nuevo. Miró por la ventana, las vistas desde su nueva habitación eran geniales, un atardecer precioso decoraba el cielo, provocando un espectáculo natural. Sonrió, esperó que aquello durara mucho, que se pudiese quedar allí...
¿Qué pensarían cuando supieran que veía recuerdos? Nadie la creía, ¿por qué ellos serían diferentes? ¿Lo eran? Todavía no quería saberlo, pero esperaba saveriguarlo pronto, porque no quería encariñarse para que al final acabase como siempre...
Sacó la última foto de la maleta, una foto de sus padres. Sonrió, quería saber de ellos, lo que fuese... A lo mejor no los encontraba, pero no saber que pasó la llenaba de misterio, necesitaba respuestas.
Pero todo a su tiempo, ya lo descubriría...
Gracias por llegar hasta aquí ❤️🌱🍄 Ya hemos superado las 200 visitas, ¡muchas gracias! ¿Qué os está pareciendo? Espero los comentarios =)
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