Capítulo 9 - Lagos de Naboo
Leia se levantó aquel día algo inquieta. La sorpresa que llevaba maquinando desde que terminó la guerra iba a ser desvelada en cuestión de minutos. Hábilmente salió de la habitación sin armar jaleo, dejando que Han durmiese tranquilo. Bajó al pequeño salón y comenzó a sacar tijeras y otras cosas que necesitaba para llevar a cabo su plan.
Minutos después comenzó a prepararle el desayuno. Han, todavía somnoliento y con la camisa todavía sin abrochar entró en la cocina. Se sentó en su sitio de siempre y apoyó la mejilla sobre su puño. Tenía los ojos entreabiertos. Con cierta gracia, la princesa se acercó por detrás y le acarició uno de los remolinos que formaba su pelo revuelto. La sensación de que le tocasen el pelo le hacía adormilarse aún más.
- Hey... ¿Vas a estar así todo el día? – preguntó Leia.
- ... Bueno, tal vez. Esta noche no me has dejado dormir mucho – reconoció después de bostezar.
La chica se sentó en su asiento y se sirvió el azúcar para su café. Le miró algo extrañada.
- ¿Yo? ¿Qué he hecho esta vez?
- No parabas de dar vueltas a un lado y a otro de la cama. No quería llamarte la atención, imaginaba que estarías durmiendo.
Sus mejillas se sonrojaron y miró hacia su taza con algo de vergüenza. Ella tampoco había podido conciliar el sueño.
- Bueno... Es julio... Y hace calor – puso como excusa.
Han se rió, acordándose del mes en el que estaban.
- Sí, julio... - afirmó feliz.
Leia le miró, entendiendo al vuelo lo que Han quería decir con eso. Al cabo de un rato habían terminado el desayuno. Han miró hacia su torso y se abotonó la camisa blanca con rapidez, sin haberse percatado antes del detalle. Después se marchó por la puerta.
- Eh, ¿a dónde te crees que vas? – dijo ella mientras colocaba sus brazos en jarra.
Han se giró y se cruzó de brazos. Parecía algo molesto.
- Al Halcón, tengo que soldar algunas tuberías.
- Eso puede esperar – repuso antes de sacar un paquete que había escondido debajo de los cojines del sofá -. ¿Creías que se me había olvidado?
Han le miró a los ojos y sonrió de oreja a oreja, desapareciendo su enfado por completo. Ella se había acordado de sobra. Agarró el paquete acariciando ligeramente los diminutos dedos de Leia. Los pliegues del papel de regalo habían sido doblados con extremo cuidado y precisión.
- Feliz cumpleaños, Han – anunció con una risa tímida.
- Gracias, Princesa – respondió mientras abría el paquete con la ilusión de un niño pequeño.
En el interior había una chaqueta nueva de piel, con numerosos bolsillos. Él sonrió, se veía bastante práctica y encajaba perfectamente con su gusto. Le dio un beso rápido en sus labios y se la probó.
- Te queda bien... - confesó arqueando las cejas-. Espero que no acabes llevándola puesta todo el rato.
- ¿Acaso es un problema? – objetó de forma burlona mientras la estrechaba entre sus brazos.
Una vez que la soltó, echó la vista hacia su nave.
- Bueno, tengo que irme...
Leia se echó a reír, pensando en quién ganaría la batalla esta vez, si ella o el Halcón.
- Está bien. Estaré por aquí, ¿vale?
Han se despidió y se marchó. Al salir de la puerta, cayó en la cuenta de que un repiquetear metálico sonaba por alguna parte. Frenó en seco y miró de un lado a otro. El ruido había desaparecido por completo.
"Bah, tonterías" consideró. Echó a caminar y volvió de nuevo. Parecía venir de él mismo. Molesto, comenzó a palpar su ropa hasta encontrar algo dentro de su chaqueta. Su gran mano se introdujo dentro de uno de los bolsillos. Se quedó por unos segundos confuso mirando lo que había sacado de allí. Volvió de nuevo a la casa, posándose sobre el marco de la puerta. Observó cómo ella colocaba los platos limpios en el armario.
- Leia...
- ¿Sí? – dijo tornando el cuello.
- He encontrado esto aquí, ¿de dónde son estas llaves? – dijo mientras jugueteaba con ellas, pasándolas de mano a mano.
Ella sonrió ligeramente y volvió la vista a sus tareas.
- Bueno...No querrás entrar a tu nueva casa por la ventana, ¿verdad? – manifestó con normalidad.
- ¿¡Qué?!
Una vez que había terminado, Leia cerró las puertas del armario con delicadeza. Se giró y cruzó sus delgadas piernas, inclinándose hacia la encimera de forma casual.
- ...No está muy lejos de aquí, tal vez hayas pasado por al lado y ni te hayas dado cuenta. Decidí que la construyeran en un sitio escondido. Espero que no te importe.
Han se quedó absorto, mirándola atentamente y procesando todo en cuanto había salido por su boca. Él se acercó y la besó apasionadamente. Cuando estaban a punto de terminar, atrapó su labio superior y lo soltó lentamente. Todavía estaba sorprendido.
- No tienes remedio... ¿Por qué me haces esto? - murmuró mientras colocaba su frente contra la de ella.
- ¿He de responderte a esa pregunta? – sentenció tras rodearle el cuello con sus delgados brazos.
Han le dedicó una media sonrisa y volvió su vista hacia la ventana. El Halcón relucía desde lo lejos. "Bueno, creo que puede esperarme. No se va a mover de ahí" reflexionó mientras volvía a observar sus profundos ojos oscuros a los que era adepto.
...
Las cosas parecían seguir bajo una relativa calma en Corellia. Casi un año después de aquel rescate en Yavin, todo parecía ir sobre ruedas. Vega había comenzado a descuidarse más sobre las facturas y pasaba más tiempo meciéndose en la hamaca del jardín. Josh había encontrado la fórmula de ganar dinero más rápido y de manera más segura, vendiendo piezas trucadas para las carreras de vainas. En cambio, su idea no podía ponerse en marcha sin la ayuda del resto. Lando le había explicado a Han con detenimiento cómo funcionaban los vehículos, desde los sistemas de propulsión y navegación hasta la aerodinámica. Pieza por pieza se había acabado enamorando de su nuevo trabajo. Si antes soñaba con ser piloto, ahora lo ansiaba todavía más.
Se pasaban las horas manipulando los recambios en el escondite de Lando sin escapar ni un solo detalle. Si era necesario, estaban dispuestos a trabajar hasta que amanecía. Aquella plácida temporada estaba marcada por la monotonía de sus viajes. Corellia-Geonosis, Geonosis-Tatooine y Tatooine-Corellia, parecían ser los trayectos principales para los contrabandistas. Durante ese tiempo, Han se había integrado a la perfección. Conocía de cada uno sus manías, sus posibles reacciones y sus pequeños defectos. Se sentía cómodo, pero más de una vez, cuando no era capaz de dormir, trepaba desde la ventana de su habitación hasta el tejado. Muchas veces necesitaba encontrar un momento para él solo y meditar. Al recostarse sobre las frías tejas de la casa y mirar hacia arriba, sentía que podía acariciar las constelaciones con sus manos. Tan cerca y a la vez tan lejos.
Su vida había cambiado radicalmente de un año a otro, sin que pudiera hacer nada por evitarlo. Vivir junto a ellos era una experiencia que le fascinaba, pero al mismo tiempo, no podía dejar de sentir nostalgia. Cada vez que miraba hacia las estrellas se acordaba de su familia. No podía evitar recordar los abrazos y los consejos de su madre, las bromas de Melzer o la amabilidad de su padre. Sin embargo, ese verano, a pesar de la energía y la constancia con la que trabajaba, había algo en él que no terminaba de hacerle feliz. Desde hace bastante tiempo, Vega y Lando se habían dado cuenta de ello. Muchas veces, cuando hablaban, el pequeño se quedaba al margen de la conversación.
Una noche de julio, Vega no podía conciliar el sueño. Intentaba dormir en su habitación, pero los continuos ronquidos de Josh se lo impedían. Durante esa noche entró más de una vez en el cuarto del contrabandista y le hacía mover de postura hasta que se callaba. Sin embargo, cada vez que tenía casi un pie en el pasillo, él comenzaba a roncar todavía más fuerte. "¡Hasta dormido es capaz de sacarme de quicio!" pensó con un gruñido.
Volvió a tumbarse en la cama cuando escuchó algo caer y romperse. La chica se asomó por la ventana con el bláster en la mano. En el suelo había una teja que se había hecho añicos. Trepó por la ventana y se rasgó parte del camisón. Al fondo vio una sombra pequeña que la observaba y ella suspiró aliviada.
- Vaya... Creía que eras un ladrón.
- No tengo pinta de robar nada – replicó. La luna de Corellia hacía que su cara se viera con nitidez.
Ella se sentó a su lado y colocó la mano sobre la costura recién descosida.
- ¿No podías dormir? – preguntó curiosa.
- Apenas lo hago... - admitió cabizbajo.
Vega se había fijado en sus ojeras, pero nunca le había dado importancia. Creyó que era por culpa de estar trabajando hasta tarde. La chica le acarició el pelo y le miró a los ojos.
- ¿Qué es lo que no te puede hacer dormir, Han? ¿Hay algo que lo impida?
- No... Bueno... No lo sé...
- ... Lando y yo nos hemos dado cuenta de que últimamente estás... Diferente.
- ¿Lando y tú? – preguntó curioso.
- Eh...Sí... ¿Ocurre algo?
El chico simplemente movió su cabeza mientras reía un poco.
- Tal vez es que no te sientes bien con nosotros... Josh no te dio opción al principio. Imagino que si hablo con él... Puedo hacer que vuelvas a casa – propuso la joven.
- Tampoco puedo, Vega. Pido lo imposible...
- ¿Qué es lo imposible? – dijo preocupada.
- Tener a mi familia de vuelta...
Ella le abrazó, sintiéndose culpable de haber hecho esa pregunta.
- Oh...Perdona, Han. Cada vez me doy más cuenta de que ninguno sabemos nada de ti, de tus gustos, de tus aficiones... Lo único que se me ocurre es hablar con ellos e intentar poner todos de nuestra parte.
- No hace falta, Vega. Estoy bien... Es solo que... Voy a cumplir diez años y... Y sé que nunca más estarán conmigo.
Ella le observó en silencio por un momento. Se le acababa de ocurrir otra de sus ideas.
- ¿Cuándo es eso?
- Hoy mismo – respondió el chico mientras mantenía su vista arriba.
Vega sonrió y le acarició el pelo.
- Parece que voy a ser la primera... Felicidades, Han. Tal vez... Pueda ayudar un poco.
- Gracias... ¿Cómo?
- Eso tendrás que verlo por la mañana.
- ¡Vega! ¡No me hagas esto! – exclamó.
La chica le puso un dedo sobre sus labios mandándole callar. Han se dio rápidamente cuenta de lo que había hecho.
- Lo siento... - se disculpó en voz baja.
- Ya estás tardando en dormirte. Con suerte podrás hacerlo... - dijo irónica, con relación a Josh.
El chico, que llevaba horas ahí, no entendía a lo que se refería. Lo cierto es que tenía tanto sueño que ni quería saberlo. Ambos se despidieron y bajaron con sigilo. Vega volvió a su habitación y tumbándose en la cama. Intentó cerrar sus ojos pero su mente estaba centrada en sus nuevos planes. Lo más irónico de todo es que Josh había dejado de roncar. Ella decidió entonces hacerle compañía. Se posó en un lado de su cama y se cubrió con uno de sus brazos. De esa manera no se sentía tan sola mientras seguía inmersa en sus divagaciones.
A la mañana siguiente, Lando le tocó hacer el desayuno y el resto bajó al cabo de un rato. La chica comenzó a contarle sus planes, cuando Josh se propuso empezar el día con quejas.
- ¡¿Naboo?! ¿Qué vamos a hacer en ese planeta lleno de estirados?
Vega le soltó una fuerte colleja detrás del cuello.
- ¿Te parezco una estirada, Solo? – quiso saber malhumorada.
- Oh... Así que eres de allí... - respondió arqueando una ceja -. Ahora que lo dices, no me extraña.
Ella resopló mientras el resto se reía de la ocurrencia de Josh. Vega miró a Lando con enfado.
- ¿Tú también lo crees, eh? – puntualizó con los bazos en jarra.
- Bueno...Ha sido gracioso...
Vega decidió ignorar sus comentarios y centrarse en el desayuno.
- Por una vez vamos a salir de aquí y vamos a hacer algo diferente a vender recambios adulterados.
- ¿Por qué? Tengo una orden de busca y captura allí. Quieren mi cabeza, Vega.
La chica chasqueó su lengua.
- En esta casa también debería de poner otra – dijo tajante-. Maldito sea el día en el que se me ocurrió asociarme contigo.
Josh levantó una ceja y echó la vista a su taza.
- Es mi cumpleaños – explicó el niño, que había permanecido en silencio todo aquel tiempo-. Tan solo está quiere poner de su parte para alegrarme. ¡Tengamos la fiesta en paz!
Josh se arrepintió ligeramente de haberla tratado así. Después él y Lando le felicitaron y prepararon lo necesario para irse. Vega paró a Lando cuando Han no estaba presente y le dio un adelanto de su sueldo. El muchacho se lo agradeció con cortesía. Así podría comprarse lo que quisiera, y también algún regalo para su mejor amigo.
Al cabo de una hora y media de trayecto, el Halcón se posó cerca de la orilla de un lago. Este estaba conectado de la ciudad a la otra orilla por un estrecho y extenso puente de color blanco. El niño miró ensimismado el paisaje y sonrió ligeramente. Las grandes cúpulas de color aguamarina resaltaban desde lo lejos. Sin embargo, lo que a él más le cautivaba era cómo aquel lugar estaba rodeado por numerosas cataratas que se prologaban a decenas de metros de altura.
- Es bonito, ¿verdad? – señaló Lando.
- Sí... Sí lo es – replicó Han mientras clavaba la vista el lago de aguas transpartentes.
Los cuatro llegaron a la ciudad a pie. Gran parte de ella se encontraba amurallada. El pavimento de las calles peatonales estaba hecho de cuarzo y mármol reluciente, formando detalles geométricos. Otras calles también se podrían encontrarse empedradas y eran bastante estrechas para caminar. Dada a la coincidencia de ser sábado, había todavía más movimiento en la zona. El mercado ocupaba por completo la avenida principal que llegaba hasta la Plaza de la Victoria, ahora renombrada como Plaza Imperial. Desde el mercado, se podía ver a lo lejos la enorme fuente colocada en el centro de la misma. No obstante, el antiguo palacio real era lo que más le impactaba. A pesar de estar en la otra punta de la avenida, el edificio se alzaba siendo visible desde cualquier punto. Una enorme bandera negra con el escudo del Imperio colgaba en el centro de la fachada. Le apenaba pensar que había llegado demasiado tarde para visitar Naboo en su mayor esplendor.
El mercado parecía ser una tradición de la zona que se había respetado tras el Alzamiento Imperial. Sus puestos estaban hechos de madera y todo lo que vendían allí era de segunda mano o artesanal. Los colores anaranjados de los toldos se iban combinando a lo largo de toda la calle. Gente de todas las edades y condiciones caminaban por allí. Josh llamó a Lando y éste se acercó más a él.
- Llévate al chico más adelante, ¿quieres? Vamos a comprarle algo ahora sin que se dé cuenta.
- Sí, descuida.
Ambos se habían camuflado entre la multitud en un momento. Mientras tanto, Vega intentaba mirar algo interesante para Han. A su alrededor había numerosas parejas agarradas del brazo mientras observaban los puestos. Josh se rió de ellos y miró a Vega con un gesto burlón. Ella simplemente le devolvió una mirada de pocos amigos y le disipó su cruel humor. "No se molestará nunca en admitirlo..." pensó.
Vega encontró un puesto donde compraban botas, correas y cartucheras hechas de cuero artesanal. La chica también compró un par de camisas y pantalones de talla más grande para que le durasen más. Incluso se tomó la molestia de comprarle un traje de segunda mano, pero en perfecto estado.
- ¡Deja de comprar! No se va a ir a ninguna boda, Vega.
- ... Que vayas siempre vestido con la misma ropa no quiere decir que él tenga que hacer lo mismo, roña – concluyó seria tras reformularse su respuesta varias veces.
Josh le sonrió con prepotencia y miró hacia otro lado.
"Sabe que tengo razón" pensó ella enfadada mientras guardaba su compra en la mochila.
Tras caminar un rato, Josh vio un puesto en el que vendían speeders, también llamadas motos planeadoras. Se acercó a preguntar el precio, pero estaban fuera de lo que se podían permitir.
- Bueno, tal vez cuando sea mayor de edad – dijo la chica.
- Hablas como si fueras su madre – respondió apuntándola con el dedo y riéndose a carcajadas de manera infantil.
- No sabía que eras tú el que cumplía diez años – Vega respondió mientras le dejaba atrás.
- Me llevo el casco de piloto, las gafas y los guantes – pidió al tendero.
Aceleró el paso y alcanzó a Vega. Observaron a lo lejos a Lando y Han. En un puesto de libros Lando robó una enciclopedia de aeronaves y la guardó en su bolsa sin que nadie lo viera. "El regalo más barato que me ha salido hasta ahora" pensó con ironía. Su mochila iba cargada de otros caprichos que se había comprado y se había quedado sin más dinero.
Los cuatro siguieron paseando hasta que Josh vio algo que no le gustó nada en absoluto. Un stormtrooper o guardia de asalto le había identificado y los estaba siguiendo desde hacía tiempo. Él hizo un gesto a los tres y todos corrieron en dirección hacia la plaza. Josh iba empujando a la gente, que los recibían a abucheos e insultos.
- ¿No te puedes tomar un día libre para dejar de meternos en problemas? – chilló Han.
- ¡Cállate y corre! – ordenó antes de atrapar la mano del chico y doblar la esquina a toda velocidad. Tomaron una de las estrechas calles que desembocaban en la avenida.
Lando señaló a alguien al fondo.
- ¡Josh, hay otro, escondido detrás del puesto! – advirtió.
El contrabandista agarró de nuevo el brazo del niño y salió corriendo en la dirección contraria. Sabían que estaban acorralados. En la esquina había un puesto de muebles. Lando empujó un armario y lo utilizaron para poder subir a los toldos.
- ¿En serio quieres pasar por ahí? – gritó Han.
- ¡Deja de cuestionarlo todo! – reprochó el joven tras esquivar un disparo y ayudó al chaval a subir.
Se abrieron paso los primeros, saltando entre puesto y puesto. Las piernas de Han eran tan cortas que muchas veces dudaba antes de abalanzarse. Vega les cubría intentando atacar, pero parecía imposible hacerlo al mismo tiempo que se hundía en las lonas.
Sin saber cómo, habían bajado hasta el principio del mercado en menos de un minuto. Vega se tambaleó perdiendo el equilibrio y acabó en el suelo, cerca del puesto de las motos. Han saltó sobre una de ellas y la arrancó a toda prisa.
- ¡Corre Vega!
La joven se incorporó rápidamente y robó otra. El tendero comenzó a insultarles mientras le lanzaba los productos que aún tenía sin vender. Los dos sobrevolaron el resto del mercado y se colocaron cerca de sus dos compañeros. Los guardias les copiaron la idea y robaron las dos motos que le quedaban al pobre comerciante. Los peatones a lo largo de la calle se detuvieron, observando aquella persecución con perplejidad.
- ¡Saltad ya! – insistió Han.
Josh tomó impuso y se sentó en el asiento trasero en el planeador de Vega, sujetándose a su delgada cintura. Lando, viendo que se le había adelantado, se subió resignado sobre en la moto del chico. El asedio se prolongó por las estrechas y caóticas calles de Naboo. Vega divisó a varios operarios retirando la tapa de una de las alcantarillas cerca de ella. La chica sonrió con superioridad y se metió en el interior. Han decidió seguirla. Al fin y al cabo no tenía ni idea de por dónde iba. Las ratas y otros seres aún por catalogar corrían despavoridos con el ruido de los motores.
Los cuatro continuaron siguieron esquivando los disparos hasta que sin saber cómo, los otros dos planeadores se acercaron y forcejearon con ellos. No muy lejos, la cavidad se separaba en dos mientras que los contrabandistas seguían en el medio. La moto de un guardia chocó contra el de Lando y Han, desviándoles por la derecha.
- Se han ido por el otro lado – anunció Josh.
- No podemos hacer nada ahora...
Han no paraba de mirar hacia atrás. Los disparos descontrolados del guardia hacían desestabilizar la nave. Minutos después, Han decidió ponerse en pie sobre la moto.
- ¡Pon las manos en el manillar y frena, Lando! – le ordenó.
- ¡¿Qué estás haciendo?!
- ¡Hazlo!
El cumpleañero se dio la vuelta y sacó su bláster. Fue entonces cuando Lando apretó rápidamente los frenos clavándose en seco. El guardia echó la vista atrás sorprendido. Han decidió apuntar al tanque de combustible y tiró. Una bola de fuego se propagó rápidamente por todo el conducto.
El pequeño contrabandista, con una media sonrisa descarada, se sentó en el asiento de atrás y dejó que Lando pilotase la moto. Su amigo pensaba que era prácticamente imposible encontrar a Josh y Vega entre los cientos de conductos del alcantarillado. Ambos desembocaron en la plaza. El joven desaceleró para que su amigo pudiera ver con tranquilidad el palacio de la dinastía Amidala y la gran fuente y decidió llevarlo de visita turística antes de volver a la nave.
...
Por el contrario, Vega no paraba de aumentar la velocidad. Al ver que había algo de luz en el fondo, Vega apagó los faros y salió hacia el exterior, desembocando a una enorme cañería que quedaba en la orilla del lago. Josh no podía seguir aguantando su insensatez.
- ¡¿Dónde has aprendido a conducir así?! – dijo regañándole.
- Tuve un novio que era piloto de carreras callejeras – respondió con una risa cruel.
- ¡No te aguanto! – le recriminó.
- ¡Si no me aguantas, deja de ir bajando las manos, imbécil!
Los dos surcaron el gran parte del lago. Los botes de pescadores les llamaban la atención mientras ellos seguían casi rozando el agua, espantando a todos los peces. Cuando llegaron al río, la chica lo elevó hasta pasar por encima y Josh saltó hacia el otro planeador del guardia, que atravesó el puente por debajo. Le retiró el casco y ambos se pelearon a puñetazo limpio. Durante el forcejeo, el guardia de asalto disparó dando en el sistema de dirección de la moto de Vega. Comenzó a dar vueltas mientras la moto seguía manteniéndose en la misma dirección. Ella se aferró al manillar con todas sus fuerzas hasta que la inercia le hizo ceder y se fue al agua.
Josh vio cómo la chica había caído mientras seguía defendiéndose. Golpeó la barbilla del guardia, dejándolo desorientado. Dirigió la moto directa hacia las rocas y Josh saltó al agua, viendo cómo se rompía en mil pedazos. De repente escuchó a alguien.
- ¡Ven aquí Josh! ¡No sé nadar, joder! – gritó la chica pidiendo ayuda.
Él se dio prisa y nadó hasta llegar a ella. El peso de la mochila hizo que Vega estuviera a punto de hundirse, tenía la respiración entrecortada. La acercó hasta la orilla, retiró las mochilas de los dos y la tumbó sobre el césped.
- ¿Mejor? – preguntó mientras seguía sosteniéndola.
- Sí... Eso creo – respondió tosiendo y escupiendo agua. Llenó sus pulmones de aire e intentó volver a respirar con normalidad -. Ha estado muy cerca...
- Una lástima – respondió con frivolidad.
Los dos acabaron en con un ataque de risa, soltando toda la adrenalina. Josh se incorporó y permaneció sentado, posando los brazos cruzados sobre sus rodillas. Él la miró con cierta gracia.
- ¿Cómo es que una chica de Naboo no sabe nadar? Es lo nunca visto... - dijo mientras movía su cuello ligeramente de un lado a otro, fingiendo algo de decepción.
- Verte mojado es algo difícil, pero lo nunca visto sería encontrar a Josh Solo con una pastilla de jabón en la mano – añadió chasqueando la lengua -. Me conformaré con lo primero...
Él sonrió ligeramente. Sin saber por qué, se le vino a la cabeza el momento del día en el que abrió los ojos y la vio dormida a su lado.
- Vega... - murmuró.
- ¿Qué? – preguntó curiosa.
- ¿Es cierto lo que dijiste en el desayuno?
Hubo una pequeña pausa, ella intentó hacer memoria.
- ¿Lo de que maldijera ser tu socia? – preguntó dudosa.
Él apartó la vista hacia sus zapatos. Aquel gesto confirmó que estaba en lo cierto. Ella se echó a reír. Decidió responderle con otra pregunta.
- ¿Es cierto que soy una estirada? – dijo arqueando sus cejas.
- Sí.
Vega se puso en pie y se fue en dirección al Halcón sin mirar hacia atrás. Le molestó lo que le había dicho pero intentó camuflar aquello con una expresión de soberbia. Él colocó una mano en su brazo y tiró de ella hasta estrecharla fuertemente.
- Te estás comportando ahora mismo como una – le echó en cara antes de besarla.
Minutos después llegaron al Halcón donde Han y Lando habían metido la moto completamente intacta. El muchacho le había dado su regalo al cumpleañero, que miraba absorto las fotografías de las naves. Cuando levantó la vista fuera del libro vio a sus amigos hechos unas sopas.
- ¡¿Qué os ha pasado?! – preguntó Han.
- Nos hemos quedado sin moto en mitad del lago – respondió Vega antes de dejar la mochila a un lado.
- Será verdad... - añadió Lando con una risa.
Josh miró con sorpresa la moto que había aparcada al fondo de la nave.
- ¿Eso también es un regalo? – preguntó.
- Sí, me lo he regalado a mí mismo – añadió Han con la picardía de un contrabandista.
Josh le miró con seriedad y sentó mojado en el asiento de piloto del Halcón. Vega, hecha una furia, lo empujó hasta hacerle levantar.
- ¡Te vas a cargar la tapicería, estúpido! ¡Vete ahora mismo a cambiarte de ropa! – le ordenó mientras algunas gotas de aguas de agua se deslizaban por su frente y su nariz.
Él decidió hacerlo con tal de no escuchar su molesta voz cuando chillaba.
- Mojada eres más aún más insoportable – masculló antes de entrar en su habitación.
La chica cerró los ojos y tomó una respiración profunda para calmarse. Todavía goteando, buscó una cuerda y la ató de un lado a otro de la cabina. Comenzó a sacar cosas de la mochila y las fue colgando en el tendedero improvisado. Han y Lando la observaron con expectación sin saber exactamente qué estaba haciendo.
- Bueno, siento que se hayan mojado tus regalos Han – dijo con una pequeña sonrisa antes de marcharse a su habitación para cambiarse de ropa.
Lando se mordió el labio inferior al ver cómo la ropa empapada hacía que se ajustara todavía más al cuerpo de la joven y suspiró, apartando la vista una vez que se había marchado. Han llegó a la conclusión de que había sido el cumpleaños más extraño que había tenido. Había conseguido su propia moto, había derribado a un guardia con su propio plan y lo mejor de todo: había disfrutado. Sonrió mientras veía como el casco de piloto que compró Josh soltaba gotitas que caían al suelo. "Son los mejores" pensó con una amplia sonrisa.
Continuará...
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