Capítulo 6 - La mina

A la mañana siguiente, la tensión parecía ser una invitada más en la mesa durante el desayuno. Han llegó en segundo lugar a la cocina, mientras esperaba al resto. Desde que entró en la cocina, tenía la mirada clavada en Vega, con desprecio, algo bastante inusual en un crío tan pequeño. Arqueaba una ceja y ponía una mueca de asco cada vez que ella le dirigía la mirada. La joven se percató de ello nada más encontrarse, preguntándose curiosa por qué le podría odiar tanto. Ella se encargó del desayuno, al cabo de un rato bajaron Lando y Josh.

La chica les sirvió las tostadas, la leche y el café en la mesa y le advirtió a Josh de que la semana que viene le tocaría prepararlo en su lugar. Después abrió la puerta de la cocina, que daba con el jardín y salió a mirar el correo. Antes que volviera ya se podían escuchar las carcajadas de la chica.

- Vamos a ver... Factura del gas, factura de la luz, factura del agua, más facturas... - decía removiendo el puñado de cartas-. Lo único más emocionante son estas dos amenazas de muerte – dijo con una sonrisa descarada mientras se las entragaba a Josh.

Él se limitó a ojear las cartas, sin molestarse en leerlas y las echó con vagueza sobre la mesa.

- Bah, menuda pérdida de tiempo.

- ¿Y las facturas? – insistió.

- ¿Crees que me importa pagarlas? El vecino lo hace, siempre podemos robarle agua y luz. También puedes seguir pidiéndole sal cuando te plazca – respondió con sarcasmo.

Vega arqueó las cejas y miró a Lando.

- Niño, mereces un premio por aguantar a este sinvergüenza.

Han resopló mirando hacia otro lado. Sus mofletes estaban inflados de aire, mientras se mantenía mirando hacia otra parte con el codo apoyado en la mesa y la mejilla posada sobre su mano. Vega cazó al vuelo el detalle y le dedicó una pequeña risa. Lando no percató de aquello y simplemente se limitó a responder.

- Bueno, al menos me pagan.

La chica volvió a mirar a su socio con enfado y prosiguió con su bronca.

- Creo que deberíamos de hacerlo, sabes que vamos a medias y mi opinión es tan válida como la tuya. Lo voy a hacer, lo quieras o no. Tenemos todavía las armas imperiales en la mina, podemos sacar bastante por ellas. Tú te pasas algo más de tiempo fuera de aquí, pero yo estoy harta de salir con el bláster a la calle y espantar cobradores.

Él miró hacia otro lado, curiosamente hacia el mismo que Han y resopló.

- Haz lo que te dé la gana, no quiero saber nada de esto.

- Sí vas a tener que hacerlo. No soy un Jedi capaz de mover todo el cargamento yo sola - dijo de malas formas.

"Las mujeres son como las obras de arte. Si tratas de entenderlas, nunca podrás disfrutarlas" pensó para sus adentros con un suspiro. Josh dio un último trago a su café y salió hacia el Halcón.

- Os espero fuera.

Vega sonrió de manera arrogante y subió a su habitación a preparar las cosas, dejando a Lando y a Han terminarse el desayuno. El chico todavía parecía enfadado.

- Son así siempre, no te preocupes - explicó Lando.

- No, no me preocupo. Pero ella no me cae nada bien, es insoportable. ¿Por qué se cree mejor que el resto? ¡No la aguanto!

Lando se quedó mirando perplejo.

- Bueno, tal vez... Pero es la única persona que puede hacer cambiar de opinión al hombre más buscado en todos los sistemas de la galaxia. Lo quieras o no, es importante en este equipo. No sé mucho acerca de ella, así que no tengo ni idea de por qué actúa así.

Han rodó los ojos desquiciado. "Pobre ingenuo"  pensó.

Al cabo de unos minutos el equipo entero se encontraba dentro de la nave. La mina estaba bastante cerca de donde se encontraban. Josh se encargó de dejarla en un lugar algo escondido para no ser vistos por nadie y decidieron entrar por una entrada secundaria, oculta entre la maleza. El portón estaba algo oxidado y tras varios intentos, Josh perdió la paciencia y disparó a la cerradura.

- Me da pereza abrirla, pasad – dijo sosteniendo la puerta con una mano mientras volvía a enfundar su bláster.

Aquel pasadizo era algo estrecho, todos tenían que entrar agachados procurando no golpearse contra el techo mientras que Han correteaba tranquilamente por la zona.

- ¡Qué pasada! – exclamó el niño con una gran sonrisa.

Vega rápidamente le tapó la boca.

- ¡Eh ewok, esto no es como ir caminando por el bosque! La mina es enorme y probablemente no seamos los únicos que guardan tesoros por aquí. Así que ni se te ocurra volver a abrir la boca si no es para decir que hay alguien cerca – le susurró en la oreja mientras cargaba su arma con la otra mano.

Han asintió con cierto desdén, tenía razón después de todo. El pequeño pasadizo se fue estrechando más y más hasta que finalmente llegaron a una zona en la que había grandes vagonetas con restos de carbón que ocupaban los dos carriles. A lo largo del camino había numerosas entradas con carretillas, donde los obreros las solían utilizar para cargar el carbón a las vagonetas.  Todos ellos siguieron caminando en fila india, Lando era quien llevaba la linterna mientras que Josh se dedicaba a contar las entradas que hacían falta hasta tomar la que les llevaba al almacén.

- Vale, esta es la quinta. Ahora, a la derecha – dijo señalando con el dedo el pasadizo.

Al tomarlo, quedaba a un lado el elevador por el que los trabajadores bajaban en masa a la planta de uno de los nueve almacenes de la mina. La chica se metió en él la primera y comenzó a pulsar los botones. Programó la bajada a menos velocidad para así formar menos ruido. Han parecía ensimismado, viendo la manera en la que operaban sus nuevos compañeros. Cuando llegaron abajo parecía que todo seguía intacto. Josh esbozó una media sonrisa de orgullo. Aquel lugar lo había encontrado por casualidad y parecía ser el más seguro que había visto hasta entonces. La chica, que observaba tras la cristalera del ascensor, tornó su vista y vio su gesto vanidoso. Sin embargo, Vega no le brindó una mirada reprobatoria, sino todo lo contrario.

- No quieras creerte demasiado, Solo – contestó desafiante en voz baja.

Él simplemente se limitó a responder con una mueca insolente. Había algo en ella que siempre le dejaba perplejo.

Tras ello, se dispusieron a transportar la carga al elevador. La chica miraba el cargamento, calculando el filón que podrían sacar de todo aquello. Tal vez les diera para vivir sin muchos lujos durante unos cinco meses. El chico intentaba cargar con las cajas pero por mucho que lo intentaba, no era capaz de levantarlas. Lando se acercó y le dijo en voz baja que se dedicara a vigilar. Han desenfundó su DL-44 y comenzó a mirar de un lugar a otro, sintiéndose de mayor utilidad. La madera de la parte de debajo de una de las cajas estaba podrida, y se partió en pedazos. Todas las armas que contenía en el interior cayeron apilándose en el suelo. El estruendo hizo alarmar a Han y Josh le llamó la atención a Vega. La chica se detuvo un momento a mirar sus manos. Se había clavado más de una astilla al intentar llevarla.

Han se quedó por un momento eclipsado, mirando a los numerosos fusiles láser con el emblema del Imperio Galáctico. No parecían tener remordimiento sobre a quién robar con tal de sacar algo de dinero. El chico volvió a mirar de nuevo hacia delante y vio entre las sombras a dos hombres apuntando hacia ellos. Han iba a abrir la boca para avisarles rápidamente de lo que había visto. Vega sin embargo, se la volvió a tapar y abrió fuego contra ellos, tumbándolos a los dos en el suelo. El chico rápidamente cayó en la cuenta les habrían disparado primero si hubiera alzado la voz.

- Genial, más gente que se acopla a nuestra fiesta – comentó irónica mientras agarraba la mano del niño y se lo llevaba al elevador. Ya no importaba armar un escándalo con tal de salir de allí con el mayor cargamento posible.

Vega portaba una de las cajas con su otro brazo mientras que el resto también intentó poner de su parte para aprovechar lo máximo posible. Han comenzó a pulsar los botones de manera temblorosa hasta subir hacia arriba a la máxima velocidad, el estruendo de las cadenas chirriando tras elevar una pesada carga de manera tan rápida podía ser escuchado desde el exterior. Todos ellos abandonaron la gruta artificial de manera precipitada, Lando intentaba alumbrar sosteniendo con la boca la linterna mientras cargaba dos cajas a cada uno de sus brazos. Han volvió a sacar su arma y empezó a disparar precipitadamente a todos los hombres que aparecían de los pasadizos.

- Esto se pone emocionante – dijo Josh con su típica media sonrisa.

Continuaron avanzando hasta que la linterna de Lando se acabó apagando en la vía principal de la mina donde se encontraban las vagonetas. El muchacho y Josh salieron corriendo a oscuras, tomando un camino que no llegaba a ningún sitio. Cada vez se podían escuchar con mayor claridad pasos precipitados y voces de diferentes puntos de la cueva.

Vega no dejó de soltar la mano del pequeño, hasta llegar a detenerse. Dejando la caja también en el suelo.

- No te muevas, tengo una idea – dijo mientras sacaba algo de su bolsa.

- ¿Qué idea? – preguntó Han confuso, mirando de un lado a otro con la cabeza hasta localizar la voz grave de Vega.

- Esta – dijo la chica mientras pulsaba el mechero e iluminando su cara.

Han se quedó unos instantes ensimismado contemplando la llama, dándose cuenta de un error clamoroso.

- ¡Pero esto está repleto de gas carbono! ¡Vamos a salir volando, niñata chiflada! – bramó Han.

La chica cayó en la cuenta de lo que le acaba de hacer y soltó el mercero en el suelo. Parecían faltarle piernas para correr mientras sostenía fuertemente la mano del niño. El crío parecía llegar al tope de su paciencia.

- ¡Suéltame!

- ¡Ni de coña, mocoso! – gritó ella mientras se escondía en una de las grandes vagonetas vacías junto con el chaval.

Han cayó sobre la vagoneta de mala manera, haciéndose mucho daño en el hombro. Segundos después, se produjo una fuerte explosión. Las llamas de fuego pasaron por encima de sus cabezas mientras no se movían ni un milímetro de su escondite. En aquel momento, Vega estaba extremadamente preocupada por Josh y Lando. La chica sacó al niño de allí y siguieron corriendo mientras la cavidad comenzaba a tambalearse y se producían los primeros desprendimientos.

Han andaba rápido mientras intentaba reprimir su dolor mordiéndose los labios. Vega tiró de su brazo y lo acercó hacia ella. Ella lo llevó a brazos mientras que iba disparando con su bláster a ciegas, utilizándolo de linterna con el destello que emitían los rayos. Tenía muchas veces que esquivarlos con agilidad. La mayoría de los disparos rebotaban contra las vigas de hierro que sostenían la estructura de la cavidad artificial. El pasadizo comenzaba a ponerse cada vez más empinado, mientras que sus fuerzas se iban disipando de sostener al chico. Numerosas perlas de sudor brotaban de su friente y deslizaban sobre su rostro hasta caer al suelo, respirando de manera entrecortada. En aquellos instantes se encontraba invadida por el miedo  y la angustia de poder quedarse atrapados.

La sensación de ir a ciegas mientras todo lo de atrás se desmoronaba a su paso le hacía tener una presión brutal. Vega llegó al punto más alto del camino y vio otra vagoneta cerca.

- Hay que arriesgarse – murmuró.

Metió a Han primero, esta vez con mayor cuidado. La contrabandista comenzó a tirar de la palanca del freno de mano con fuerza, pero tras dos intentos, la vagoneta no se movió ni un ápice. Alarmada, echó la vista atrás y vio como las rocas cada vez seguían cayendo y taponando el resto del pasadizo. Una pequeña piedra cayó sobre la cabeza del pequeño, haciéndole una brecha. Al tercer y desesperado intento, Vega consiguió accionar la palanca. La inercia hizo el resto para coger la ventaja que necesitaban.

Han se dedicaba a disparar desde atrás al mismo tiempo que ella trataba de averiguar cómo se podía volver a activar el freno. Las vías parecían estar ya guiadas para dejar la vagoneta en una determinada dirección. Aquel trasto parecía que les salvaría del apuro. Vega se permitió el pequeño lujo de secarse las gotas de sudor con el puño de la camisa, oteando en el fondo algo de claridad.

- ¡Genial! ¡Una salida! – exclamó aliviada con un fuerte suspiro.

Han sonrió mientras que hábilmente apuntaba a la frente de los hombres que intentaban matarles. Cuando llegaron a ver el cielo, se quedaron ambos perplejos.

- ¡Es es la vía de los restos! – gritó Han asustado.

Aquella vía desembocaba en un enorme abismo de muchísimos metros de altura, al lado de las montañas. El cielo estaba completamente despejado y estaban rodeados de bosque a su alrededor.

- Bonito día para morir – respondió Vega mientras intentaba volver a accionar la palanca del freno.

El sistema de frenado se volvió a activar, pero esta vez, ambos sabían que no daba tiempo a que frenaran. Las chispas comenzaron a saltar en tanto que Vega, había arrancado de cuajo la palanca de freno de la fuerza que había ejercido.

- ¡A tomar por culo! – dijo la chica de manera irónica mientras lanzaba la palanca hacia delante de las vías, cerca del precipicio.

La palanca se quedó clavada en el centro de la vía. Al pasar, la vagoneta sobre ella, se quedó sorprendentemente enganchada en los ejes y se frenó en seco. Estuvieron a menos de un metro y medio de morir. Vega no se podía creer lo que acababa de ocurrir. Se tumbó sobre la vagoneta mientras seguía jadeando y Han mantenía su vista clavada en la altura a la que podrían haber caído si no hubiera sido por esa carambola. De repente a ella le dio un ataque de risa, tal vez por el pánico.

...

- Desde entonces, le tengo pánico a las alturas – respondió Han.

- ¡Dios mío! Gracias a ese trozo de metal estás aquí contándolo.

- Cierto... Yo tampoco podía creerlo, princesa.

Sus relatos conseguían impresionar a Leia cada vez más. A veces se cuestionaba si estaba improvisando sobre la marcha todo aquello, pero por la manera en que relataba sus aventuras, parecía estar reafirmándose.

- Qué.... ¿Qué ocurrió después? – preguntó con un ligero tartamudeo.

- Nada bueno... ¿Qué si no?

...

La chica permaneció un rato en el interior de la vagoneta. Alrededor de quince hombres les habían rodeado por completo. Han se quedó perplejo y sin ser visto, puso su pistola debajo de su chaqueta. A continuación, colocó lentamente sus manos sobre la cabeza. Vega asomó la vista por encima y vio lo mismo que el crío. Ella puso las manos en alto y suspiró.

- Genial, así es cómo me lo agradecen – murmuró sarcástica.

La chica pegó un respingo desde lo alto de la vagoneta y ayudó entonces al chico a bajar con cuidado. Suavemente se acercó para susurrarle algo.

- Ya sé que no me tienes mucho aprecio, pero voy a hacer todo lo posible para que no te hagan daño. Es mi responsabilidad – le dijo en voz baja.

Han le miró a los ojos de otra manera, pareciendo sentirse agradecido. La chica avanzó primera con paso firme y clavó su mirada en quien parecía el jefe. Han agachó la cabeza mirando hacia otra parte, deseaba que Josh y Lando estuvieran aquí, pero ni siquiera sabía si estaban vivos o no.

- Vega Kleiber... ¿Qué tal? Hace muchísimo tiempo que no te veo por ningún lado – dijo el hombre posando un brazo sobre su delgado hombro.

Ella apartó su brazo con insolencia y le plantó cara.

- Ni se te ocurra tocarme Jaster – le dijo con rencor.

- Antes no decías lo mismo de mí – soltó con una sonora carcajada. ¿El crío es mío? – preguntó todavía riéndose más.

Aquel comentario le hirió, llegando a su mente momentos que no querría haber recordado jamás. La chica le escupió a la cara.

- No. Le tocas un pelo al niño y tú no lo cuentas. ¡Te lo aviso! – le gritó con rabia.

Jaster le soltó un puñetazo con ira a Vega, partiéndole el labio inferior. Una amplia hilera de sangre brotaba por su barbilla al mismo tiempo que seguía observándole con odio. Mientras tanto, se quitó rápidamente la saliva de la cara con el brazo y señaló a varios de sus hombres.

- Llevaos a los dos a una de las habitaciones, quiero dos guardias en la puerta vigilando que todo esté bien. Registrad lo que queda de la mina, no me importa si el otro crío está muerto, pero quiero a Solo. ¡Ya! – ordenó mientras se echaba a caminar.

Vega sintió el tacto frío de un fusil, posado sobre su coronilla mientras no dejaba de soltar al crío de la mano. Ambos se encaminaron a la nave.

- No te van a hacer nada, tranquilo – le decía en voz baja.

- Pero... ¿Y tú? – preguntó el crío preocupado.

Vega lo miró con cariño y se detuvo, mientras que el fusil bajó de la coronilla a su espalda, cerca del corazón. Vega dejó de prestarle atención al arma y le revolvió su pelo castaño.

- No creo, ¿por qué irían a hacerlo, eh? – contestó la chica con una sonrisa.

Aquello le calmó algo más y creyó en lo que le había dicho. El hombre del fusil la empujó fuertemente haciéndola avanzar de golpe. Ella se tambaleó de un lado a otro hasta volver a mantener el equilibrio. Sin saber exactamente por qué se sentía profundamente mal, mintiéndo a aquel chiquillo tan inocente. Le había tratado mal desde el principio, con aquella altanería y desprecio con la que siempre se había protegido de ser vulnerable. La puerta de lo que sería su nueva celda se había abierto.

Ninguno de los dos podía dejar de pensar en Josh y Lando.


Continuará...


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